La Venta: un Parque Museo-Poema único en América Latina
Por Susana Paz
Figúrate un poema de siete hectáreas. Con versos milenarios y encuadernados en misterio. Naturalmente a orillas de un lago…
Carlos Pellicer
Villahermosa, Tabasco. 3 de mayo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Por medio de una carta, el poeta y museógrafo tabasqueño Carlos Pellicer describió al escritor Alfonso Reyes la manera en que concibió el Parque Museo La Venta, en ese entonces, a las afueras de la ciudad de Villahermosa.
Su plan, le dijo a Reyes, era conjugar los tres reinos: mineral, vegetal y animal. Para su organización, en 1951 Pellicer gestionó el traslado de varios monumentos de la zona arqueológica de La Venta, ubicada en el municipio de Huimanguillo, a la capital de Tabasco, debido al descubrimiento de yacimientos petroleros que ponían en riesgo el patrimonio arqueológico.
De esta forma, en los meses de julio y agosto de 1957 inició el traslado de las esculturas a Villahermosa a un terreno con una extensión de siete hectáreas a las orillas de la Laguna de las Ilusiones. “Cuando yo regrese a la capital iré a verte y te platicaré de la cosa en que ando metido: aquí moviendo y trasladando milenios de 38 toneladas”, le escribiría a Reyes.
A 58 años de su fundación —un 4 de marzo de 1958—, La Venta continúa siendo el único museo eco-arqueológico de América que muestra a cielo abierto 33 esculturas monumentales que incluyen altares, lozas de piedra con inscripciones y gigantescas cabezas de la cultura olmeca.
Sus objetivos primordiales, afirma el coordinador del museo, Mariano Gutiérrez Aparicio, son conservar, resguardar, documentar, proteger, exhibir y difundir las piezas arqueológicas, así como los recursos biológicos de la región representados en la flora y fauna que se conserva en el lugar.
Convergen lo vegetal y mineral
Las ceibas se yerguen en lo alto del cielo de Tabasco. El calor asciende mientras se adentra al laberinto que lleva a descubrir las piezas originales que componen la exposición arqueológica de La Venta y las que, inicialmente, se pretendió siguieran la distribución original con que fueron halladas.
El camino está bordeado por un verde vegetal. Entre la exuberancia del follaje aparecen paso a paso “algunas de las grandes obras talladas hace unos tres mil años por escultores de la primera civilización en Mesoamérica”, como las describiera la historiadora del arte Beatriz de la Fuente.
Considerada la cultura madre de la civilización mesoamericana, la olmeca posee una gran producción escultórica en piedra.
Para Beatriz de la Fuente, en su artículo Para qué la historia del arte prehispánico, olmeca es el nombre con el cual se reconoce al primer gran estilo artístico de Mesoamérica. Se presenta casi simultáneamente durante el periodo Preclásico medio (1200-600 a. C.) en varios sitios de la costa del Golfo de México: San Lorenzo, La Venta, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes.
“Planificación y arquitectura bien definidas, espectaculares esculturas de basalto y pequeñas obras maestras de jade son los rasgos que lo caracterizan (...) El lenguaje formal y temático de las esculturas olmecas en piedra es inconfundible por su voluntad geométrica y sentido de la monumentalidad, en las que domina una marcada preferencia por el volumen, la pesadez de la masa, las estructuras de formas geométricas, el predominio de las superficies redondeadas y, sobre todo, la justa proporción armónica", afirmaría De la Fuente.
De esta forma, y según expone la investigadora, visualmente se hacen notables tres conjuntos en el mundo escultórico olmeca: el de figuras humanas, que es el más abundante; el de figuras compuestas, constituidas por formas corporales humanas y rasgos animales o fantásticos en el rostro y las extremidades; y el conjunto, más escaso, integrado por figuras de animales.
La colección arqueológica del Parque Museo La Venta se puede clasificar en cuatro grupos: estelas, altares, las cabezas colosales y el grupo de monumentos no clasificados.
De ellas destacan el Altar Triunfal y el Altar de los Niños, los mascarones con el rostro de jaguar, la Estela del Rey, la Abuela, el Mono Mirando al Cielo y tres de las cuatro monumentales cabezas.
El caso de la Abuela, se trata de una emblemática escultura tallada en bulto, que aparenta representar, por sus rasgos faciales y expresión corporal, a una anciana hincada con sus piernas flexionadas hacia un lado. Una de las pocas obras en que se representa a una mujer.
El Altar Triunfal es quizá una de las piezas más sobresalientes del recorrido. Según se afirma en la descripción museográfica, posee un importante significado iconográfico y refleja la gran habilidad técnica del escultor que representó al personaje central, casi desprendido del bloque de piedra, emergiendo de una cueva que representa el inframundo.
Situada a la orilla de la Laguna de las Ilusiones, la Cabeza Colosal del Guerrero Olmeca es una de las esculturas mejor conservadas y, quizá, la más representativa de la colección del museo.
Zona animal
Siguiendo el camino del parque se llega al área zoológica, la cual resguarda algunas especies de la región en peligro de extinción.
El coordinador del museo, Mariano Gutiérrez Aparicio, explica que “única y exclusivamente” tienen fauna local. Entre ella cuatro ejemplares de jaguares, felinos menores, cocodrilos y 525 especies de aves, además de un herpetario.
El médico del área zoológica tiene un equipo con tres veterinarios, dos biólogos, además de personal de mantenimiento.
Una tarea fundamental del museo es proporcionar servicios educativos, por lo que se realizan talleres para niños y jóvenes ya sean de centros escolares o de público en general, además de visitas guiadas.
Según el coordinador, el museo recibe —en temporadas altas— hasta 22 mil 500 visitantes en semanas de vacaciones.
“Es un lugar importante y para todo aquel turista que va a Palenque o la península de Yucatán, es un paseo obligado. Es un pulmón además dentro de la ciudad de Villahermosa. El reto que tenemos es la conservación de las piezas monumentales, procurar el estado óptimo de los animales en cautiverio y brindar cada vez más una mejor atención al público”, expresa Gutiérrez Aparicio.
Legado museográfico
Escritor, poeta, museólogo y político, Carlos Pellicer nació en San Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco, en 1897. Su obra poética fue reconocida en 1964 con el Premio Nacional de Literatura.
Considerado un poeta “ajeno a la moda” pero ligado al grupo de Los Contemporáneos, su trabajo se describe perfectamente en la nota de la antología Poesía en movimiento. México 1915-1966, editada por Octavio Paz: “Pellicer redescubrió la hermosura del mundo: el sol que arde sobre los ríos vegetales del trópico, el mar que a cada instante llega por vez primera a la playa. Sus palabras quieren reordenar la creación. Y en ese trópico entrañable los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego le permiten mirar en carne viva la belleza de Dios”.
Pero ante su obra poética, Pellicer construyó un legado museográfico que persiste, al igual que sus poemas, el paso del tiempo. Como museógrafo, organizó siete recintos: Museo de Tabasco (1952); Museo de Antropología de Hermosillo (1956), Casa Museo Frida Kahlo (1958); Museo Parque La Venta (1958), Museo Anahuacalli de Diego Rivera (1964), Museo Arqueológico de Tepoztlán (1965) y Museo Regional de Arqueología Carlos Pellicer Cámara (1974).
Para su sobrino, Carlos Pellicer López, en una entrevista publicada por la Secretaría de Cultura, “se podría hacer una exposición con sus aportes a la museografía, su coleccionismo de arte prehispánico y arte moderno. Porque, cuando trabajó en Bellas Artes, contribuyó a la promoción de artistas como José María Velasco, Joaquín Clausell, José Guadalupe Posada, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, etcétera”.
Sin duda, su obra museística constituía un reto tan importante en su creación personal tanto como la poética. Al respecto, el poeta afirmaría: “Cuando hago un museo y los he hecho siempre solo; todos los errores son míos, y si hay aciertos también son míos... Para mí, hombre confundido con la tierra, las palabras son demasiado volátiles: se me escapan de las manos. En la organización de museos es donde me encuentro con menos obstáculos, con mayor posibilidad de ejercer, de establecer el orden”.
Para Carlos Pellicer, como le escribiría a Reyes, el Parque Museo La Venta fue “la obra de mi vida. Estoy haciendo un poema con los tres reinos y mucho Hombre”.
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