Fernando del Río, el hombre que se convirtió en científico motivado por su padre

Por Armando Bonilla

Ciudad de México. 14 de enero de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Al fondo de uno de los pasillos ubicados en la planta baja del edificio T de Ciencias e Ingeniería de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa (UAM-I), se encuentra la oficina del doctor Fernando del Río Haza; al ingresar en ella, lo primero que salta a la vista es un librero.

En él se apilan una gran cantidad de obras —entremezcladas con algunas fotos familiares— que dan testimonio de las pasiones del doctor: la familia, la ciencia y la divulgación científica. Y es, de hecho, el contacto que su padre motivó con la divulgación científica lo que despertó en él, cuando aún era joven, el gusto e interés por convertirse en investigador.

Sucedió cuando apenas era estudiante de secundaria, relató el hoy doctor en entrevista exclusiva para la Agencia Informativa Conacyt. “Recuerdo que más o menos fue a finales de la secundaria que descubrí mi vocación, la cual se fue definiendo más al concluir la preparatoria (…) Fue algún libro de divulgación que me prestó o regaló un hermano mío, pero sobre todo algunas conversaciones con mi padre, quien era médico, lo que despertó mi vocación científica”, dijo Fernando del Río Haza, profesor emérito y distinguido por la UAM.

Durante la plática, el profesor recordó que a esos pequeños pero significativos detalles se sumó que siempre le gustaron materias como las matemáticas y la física. Incluso, en algún momento de su vida consideró la ingeniería; no obstante, optó por la física pues se identificaba más con ella.

Sobre su formación académica

Estudió física en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e inmediatamente al concluir la licenciatura estudió el doctorado en la Universidad de California en Berkeley. Al respecto, relató que en aquella época (1963) estudiar el doctorado directamente era la mejor opción y que la maestría solo la consideraban aquellos que no lograban ser aceptados en el doctorado.

“En aquel momento yo tenía muy claro que debía continuar con un doctorado, mismo que realicé en la Universidad de California, lo hice en física porque los doctorados buenos son en física en general y ya es en las tesis donde se deriva alguna especialidad (…) Es más, el doctorado ni siquiera es en física, es en filosofía, pero dentro de la física”.

De aquella época, aun cuando reconoce que se trató de una etapa que demanda mucho esfuerzo y estudiar con bastante ahínco y dedicación, no tuvo mayores dificultades que esas. “La mayor dificultad fue esa, tener que estudiar mucho, pero no se trató de nada que con estudio suficiente no se pudiera salvar”.

Añadió que en aquellos años de estudiante tuvo la fortuna de contar con excelentes profesores que reforzaron su gusto por la física y las matemáticas y que incluso lo ayudaron a entender la estrecha relación entre ambas disciplinas.

Su primer acercamiento con la investigación científica

“Desde que entré a la carrera, muy pronto, yo sabía que la física se trataba de hacer investigación, que la manera de desarrollarse era esa, que la física no es como otras carreras que tienen su lado práctico”, dijo.

No obstante, señaló que no considera que haya sido esa etapa de su vida la que significó sus primeros contactos formales con la investigación.

“Recuerdo que participé en algunos proyectos pero nada relevante. Mi misma tesis de licenciatura no fue muy exitosa, por mencionarlo de alguna forma, se trató de un tema que en ese momento me interesó pero que no representa para mí un verdadero resultado de investigación”, reconoció. Fue hasta el doctorado cuando concretó su primer trabajo de investigación importante.

Su incursión al mundo laboral

Una vez que concluyó su formación doctoral, por decisión propia, Del Río Haza regresó a México donde se incorporó de manera inmediata al mercado de trabajo ya que en aquellos años la situación era diferente a la de hoy en día. Antes, el campo de trabajo era mejor y no existían las estancias posdoctorales, que no son un grado, son más cercanas a un esquema laboral y se han detonado ante la falta de oportunidades de empleo, consideró.

“Es un contrato de un grupo de investigación para hacer investigación. Le pagan a uno por hacer investigación y, claro, es muy formativo porque uno se enfoca de tiempo completo a la investigación, esa es su gran bondad, que realizar investigación le permite a uno crecer como investigador”.

No obstante, en su caso, dijo, no era así, no había tantos posdoctorados y solo eran una opción para quienes no podían conseguir trabajo, el cual ya comenzaba a escasear en aquella época.

“Tuve ofrecimientos en Estados Unidos, pero no me quise quedar, lo cual considero, por diversos factores, como una buena decisión de mi parte, así que regresé a México y me incorporé a trabajar en el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). Llegué a una subdirección de investigación aplicada que en ese momento contaba con un buen grupo de gente”.

Sin embargo, aun así tuvo que remar contra corriente pues la organización de las actividades no era la mejor y no llegó directamente a realizar investigación sino a identificar los problemas del sector, para después definir las preguntas más relevantes y partir de cero las investigaciones.

“Visité varias plantas de Pemex, veía qué problemas tenían y fue así como comencé a identificar posibles líneas de investigación, las cuales de alguna forma resultaron formativas para mí, pues de ellas se desprenden hasta la fecha mis principales líneas de trabajo”.

Su arribo a la docencia

A la par de su trabajo en el IMP, Fernando del Río Haza logró incorporarse al mundo de la docencia, la cual también le había interesado desde su etapa de estudiante. De tal suerte, se sumó a la UNAM donde impartía clases y también formaba parte del cuerpo de investigadores del Instituto de Investigaciones en Materiales.

“El problema de alternar actividades radica en que no puede uno dedicarse de lleno a la investigación, pero formar recursos humanos que apoyen el trabajo propio también es muy importante y gratificante”, mencionó.

Más allá de las aulas y el laboratorio

Haciendo un alto para reflexionar e incluso con un tono de pesar, el doctor reconoce que la vida personal es difícil para los investigadores porque se trata de una disciplina que demanda mucha dedicación y mucho tiempo de trabajo.

Fernando del Río Haza es miembro emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Conacyt, y en 2015 fue acreedor al Premio Nacional de Ciencias y Artes. En la UAM, es profesor emérito y distinguido.

“(La vida personal) se complica mucho, se complica muchísimo porque es mucha la dedicación que le demanda a uno el trabajo de investigación, es una actividad que demanda mucha concentración, mucho tiempo y mucho esfuerzo, se necesitan muchas horas y si a eso se le añaden las clases, la dirección de trabajos de los más jóvenes, realmente es mucho trabajo y eso lo hace uno a costa del tiempo para la familia”.

En ese sentido, se dijo agradecido por el apoyo de su esposa, el cual definió como fundamental para lograr una trayectoria exitosa. Incluso reveló que la clave para lograr el éxito es que se busquen opciones para que ambos integrantes se desarrollen personal y profesionalmente.

No obstante, reconoció que pese al esfuerzo que se pueda hacer para lograr un balance, en definitiva el trabajo sí afecta la vida personal e incluso no son raros los divorcios en una etapa temprana de la investigación. “Creo que esa época temprana de mi carrera fue la más difícil por el estrés que causaba en la situación familiar, afortunadamente logramos superarlo”, concluyó.