David Kershenobich Stalnikowitz, una vida dedicada al estudio del hígado
Por Carmen Báez
Ciudad de México. 24 de enero de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- La cirrosis hepática es un padecimiento que lleva a la disminución progresiva de las funciones del hígado. Aunque existen diversas causas que la ocasionan, las más frecuentes se deben al abuso excesivo del alcohol y por el virus de la hepatitis C.
En décadas pasadas se creía que esta enfermedad del hígado no podía revertirse, pero en 1968 las investigaciones experimentales de David Kershenobich Stalnikowitz, que realizó en colaboración con Ruy Pérez Tamayo y Marcos Rojkind, demostraron por primera vez lo contrario, hecho que en su momento cuestionó la comunidad científica internacional, pero hoy son un referente en la materia.
En la actualidad David Kershenobich, director general del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), es considerado uno de los médicos más destacados en el ámbito de las investigaciones hepatológicas en México y el extranjero; más de 40 patentes a nivel mundial hacen referencia a los trabajos realizados por el especialista en gastroenterología. A finales de 2016, el también miembro emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, galardón que se otorga a quienes con sus aportaciones contribuyen al conocimiento científico y cultural de México.
Aunque nació en la Ciudad de México (20 de noviembre de 1942), pasó la mayor parte de su infancia y adolescencia en Tampico, Tamaulipas. Su retorno a la gran metrópoli mexicana se dio por cuestiones académicas: “Cuando entré a la preparatoria tenía en mente estudiar medicina o leyes, eran mis dos propósitos. Durante esta, conocí un poco más de cerca la biología, así que me fui inclinando por la medicina, por lo que al término de mis estudios la disyuntiva fue trasladarme a Ciudad Victoria, Monterrey o Ciudad de México”. Bajo su decisión, en 1959 ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para estudiar medicina.
INCMNSZ, la institución que lo vio crecer
Aunque en junio de 2012 asumió la dirección general del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, para un periodo de cinco años, el doctor Kershenobich Stalnikowitz ha pasado gran parte de su vida en esta institución que lo ha visto crecer profesionalmente.
Hace más de 50 años, al recibir el título de médico cirujano (octubre 1963), realizó una residencia en medicina interna y gastroenterología en el Instituto de Nutrición —hoy INCMNSZ—, de alguna forma, por influencia de Salvador Zubirán, médico, investigador y fundador del instituto que ahora lleva su nombre.
“Apliqué para hacer un examen y realizar medicina interna en Cleveland, Estados Unidos, en ese tiempo las residencias iniciaban en junio, por lo que iba a quedarme seis u ocho meses sin estar en un sitio de formación, entonces acudí al instituto con el doctor Zubirán para preguntarle si podía hacer una estancia como visitante durante seis meses. El maestro, con buen sentido, me motivó a realizar el proceso de selección para incorporarme a medicina interna en el instituto. Me dijo: ‘Cuando termine la competencia usted decide si quiere irse o quedarse’. Una vez que llegué ahí me gustó el sistema, fui seleccionado”, recuerda.
Así entonces decidió quedarse en México y una vez terminada su residencia en medicina interna optó por especializarse en hepatología en el Royal Free Hospital, Universidad de Londres, Inglaterra, bajo la tutoría de la entonces pionera de aquella especialidad, Sheila Sherlock, mientras que el grado de doctor en medicina lo obtuvo en la Universidad de Londres.
A su regreso a México instaló un laboratorio de perfusión aislada del hígado en el entonces Instituto de Nutrición, para continuar con estudios experimentales sobre la función de este órgano.
Sobre el INCMNSZ, señala que es su segundo hogar, su otra familia, donde ha pasado la mayor parte de su tiempo. “Es una parte cotidiana de mi vida. Llegar a ser director general es un logro importante, así como se encuentra satisfacción en formar una familia, yo encuentro esta al retribuir al instituto algo de lo mucho que ha significado para mí. Ser director general brinda una oportunidad distinta, llego todos los días al instituto muy contento”, admite.
Fibrosis y cirrosis hepática
Dado que el doctor Ruy Pérez Tamayo había identificado que en las ratas de laboratorio era posible revertir la cirrosis hepática, David Kershenobich comenzó a trabajar en colaboración con el hepatólogo e inmunólogo Marcos Rojkind, cada uno enfocado en su especialidad.
Los trabajos experimentales consistían en estudiar el uso de un fármaco antimitótico (colchicina) en el tratamiento de la fibrosis hepática, primero, en experimentos de laboratorio, para luego trasladarlos en pacientes humanos. “Decidimos probar este medicamento en pacientes cirróticos terminales, cuya expectativa de vida era menor a seis meses, a la par se realizaban estudios en animales de laboratorio. La investigación tomó casi 14 años, tiempo en el que se administró el medicamento y observó la evolución que tenían los enfermos”.
Uno de los primeros trabajos sobre esta línea se publicó en The Journal of Clinical Investigation, en donde los doctores Ruy Pérez Tamayo, quien se encargaba de las biopsias; Marcos Rojkind, del área básica, y David Kershenobich, de la parte clínica, reportaron que en un grupo de pacientes a quienes se les administró este medicamento desaparecía el tejido fibroso.
“Reportamos la posibilidad de revertir la fibrosis hepática en pacientes humanos. El artículo levantó comentarios y envíos de cartas asegurando que el tejido fibroso no desaparecía; finalmente el tiempo demostró que esto era posible, pero la manera en que nosotros lo hicimos desaparecer no era la mejor, ni la más efectiva... Ahora, si un enfermo tiene hepatitis C y le medicamos nuevos antivirales, podemos observar que revierte el tejido fibroso, es claro que es una enfermedad reversible y depende de nuevos medicamentos”, expresa.
De acuerdo con el artículo “El hígado en México, breve historia”, publicado por la Fundación Mexicana para la Salud Hepática, A. C. (Fundhepa), en esa época se dio un auge en la investigación en hepatología. Desde esa fecha, el grupo de investigadores realizó investigaciones siguientes que se publicaron en revistas internacionales como The Lancet y Gastroenterology.
Formación de recursos humanos
Una parte pilar en la trayectoria del también miembro de la Academia Nacional de Medicina de México (ANMM) es la docencia, ejercicio del que se desprende la fundación de espacios para la formación de especialistas. En 1988 creó, junto a Antonio Ariza Cañadilla, la Fundación Mexicana para la Salud Hepática, A. C., con el fin de promover la salud hepática en México, apoyar la investigación clínica y básica, mediante estímulos económicos otorgados por proyectos e investigación.
A su currículum se suma su participación como académico en la especialidad de gastroenterología en la UNAM; en años más recientes y bajo un enfoque multidisciplinario, creó el Departamento de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina de esta casa de estudios, un laboratorio de investigación enfocado en el tema de la fibrosis.
Vida personal
Admirador de grandes personalidades de la ciencia como Charles Robert Darwin y Albert Einstein, en la actualidad, el doctor David Kershenobich enfoca sus investigaciones en el tema de la hepatitis C e hígado graso, pero siempre con el propósito de saber cómo afecta al metabolismo de colágeno, y evitar la aparición o la regresión de la fibrosis o la cirrosis hepática.
Además de sus actividades profesionales, el investigador no desatiende la parte personal, pues no deja pasar tiempo para estar con su familia, leer, escuchar música y ver cine; esta última actividad, señala, le ayuda a distraerse y a relajarse.
Aunque ha realizado diversas aportaciones en su campo, reconoce que su mayor orgullo profesional es ser un buen médico, mientras que en materia de investigación, asegura, no se alcanza del todo la plenitud: “Siempre está la inquietud de saber qué sigue y qué sigue; sin embargo, la parte de ejercer la medicina y hacerlo bien es mi principal logro”, dice.
Al preguntarle sobre sus principales pasiones a lo largo de su vida profesional, asegura que estas han cambiado conforme a las etapas de su vida, pero hay una que se permanece desde siempre: el trato y la empatía con los pacientes.
“Creo que la parte más apasionante de mi vida es el ejercicio clínico de interactuar con mis pacientes y entender lo que se juega, no solo en el plano de la enfermedad. Es un eje central y creo que me da la justificación de haber querido estudiar medicina”, concluye.
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