Luis Felipe Jiménez, el observador del microscopio
Por Aketzalli González
Ciudad de México. 8 de mayo de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- El doctor Luis Felipe Jiménez García, miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), es reconocido a nivel mundial por sus aportes en la biología celular y microscopía electrónica. En 2008, junto a dos colegas del Instituto Nacional de Pediatría (INP) y del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), descubrieron el nucléolo más pequeño en el parásito Giardia duodenalis, causante de diarrea.
El nucléolo mide 0.2 micras y está concentrado, es decir, no se dispersa como la mayoría de los nucléolos al reproducirse, por lo que pasa completo de generación en generación. El hallazgo fue producto del trabajo de doce años y publicado en The Anatomical Record e International Journal for Parasitology en 2016.
Asimismo, el experto ha colaborado en otros proyectos como en la descripción del núcleo celular en la planta Lacandonia schismatica, por microscopía electrónica de transmisión (MET) y microscopía de fuerza atómica, detallando la ultraestructura del citoplasma y la falta de actividad fotosintética de sus plastos. Este trabajo lo llevó a descubrir una nueva estructura celular.
El experto es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC); presidente de la Academia Mexicana de Profesores de Ciencias Naturales (AMPCN); cofundador de la Asociación Mexicana de Microscopía (AMM), y secretario general del Comité Interamericano de Sociedades de Microscopía (CIASEM).
Luis Felipe Jiménez, caracterizado por tener una personalidad paciente y amable, se define a sí mismo como un observador insaciable y apasionado por la docencia.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, relató algunas de sus añoranzas del pasado y anécdotas que vivió en sus estancias en el extranjero al conocer investigadores de la talla de James Watson, Richard Roberts y Barbara McClintock.
Observando el mundo en un microscopio
Luis Felipe Jiménez nació en 1960 en la Ciudad de México. Desde pequeño le gustaba observar los ojos de las moscas a través del microscopio y dibujar las estructuras en su libreta.
“Yo tenía un cuadernito que conservé muchos años hasta que en alguna mudanza se quedó perdido. Un cuadernito en el que dibujaba lo que veía. Lo recuerdo, casi lo estoy viendo, unos ojos de mosca”.
No tenía claro sus particulares gustos; al principio consideraba que todos los niños disfrutaban de la ciencia. El especialista comentó que adquirió su primer microscopio gracias a su madre y hermanas, quienes percibieron la fascinación del niño cuando caminaba por las tiendas de la calle Guatemala en el Centro Histórico y admiraba con recelo los microscopios y artículos científicos de las vitrinas.
Su familia compró un microscopio un poco roto, y el niño pasaba horas mirando moscas, arena, todo lo que pasara frente a él.
“Me gustaba mucho dibujar en papel lo que observaba. No era un dibujante muy bueno pero trataba de trazarlo y lo conservaba, porque sentía mucho afecto por ese tipo de cosas, eran mi tesoro”.
Fue el séptimo de diez hermanos, lo que le dio la oportunidad de vislumbrar el mundo a través de las experiencias de sus hermanos mayores, quienes marcaron pauta al ser la primera generación de la familia en concluir una licenciatura.
Luis Felipe Jiménez recuerda que en las comidas y cenas, sus hermanos hablaban de temas de ciencia que llevaban en la preparatoria o en la carrera. Tertulias de ricas reflexiones y conocimientos.
En la secundaria disfrutó las clases con una profesora de biología que sembró en el adolescente el amor a los laboratorios.
“Veía los esqueletos y las ranas disecadas. Era un ambiente fascinante, igual que podrían haber sido las clases de redacción, de español. Pero por alguna razón, biología me parecía más atractiva”.
Mientras cursaba el bachillerato en el CCH Oriente, encontró a profesores diligentes que cultivaron la disciplina y pasión por las ciencias biológicas. Uno de ellos le repetía al joven estudiante: “Tú vas a ser biólogo”.
Llegando a la universidad
Al ser aceptado en la licenciatura de biología en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo primero que el joven hizo fue conocer su facultad. Sin recordar una motivación particular, dirigió sus pasos sin pensarlo al Laboratorio de Microscopía Electrónica.
Pasando algunos semestres, el estudiante se animó a tocar la puerta de aquel laboratorio que le había causado interés desde su llegada a la facultad. Sin temer a lo que podría suceder, pero tampoco pensando qué diría, tocó, y abrió la responsable del laboratorio, la doctora Olga Echeverría, quien preguntó al joven el motivo de la visita.
“Le dije que me gustaría hacer servicio social y ella me invitó a pasar y quedarme a una clase de posgrado que impartía el doctor Vázquez acerca del nucléolo. A eso me dediqué una gran parte de mi vida, al nucléolo”, comentó sonriente.
El Laboratorio de Microscopía Electrónica se convirtió en el recinto de su servicio social y tesis de licenciatura. Fue el primer alumno de la generación en titularse con el trabajo Variaciones cuantitativas de la cromatina compacta durante la maduración y diferenciación neuronal, en donde midió la cantidad de cromatina en los genes apagados y encendidos; además estudió cómo cambiaban durante la diferenciación de las neuronas motoras de pollos en el desarrollo embrionario.
“Con las conclusiones generé algo que siempre me ha seguido que es hacer esquemas, dibujos e infografías. Entonces hice un esquema de cómo maduraba un pollito durante la embriología y sus fenómenos fisiológicos y moleculares. Mostrar la cromatina o los genes que se activaban o desactivaban en el momento justo en que una neurona toca una célula muscular. Una imagen puede decir mucho más que cualquier descripción”.
En el extranjero
Como era natural en su formación científica, el experto realizó el posgrado en la UNAM. Centró sus estudios de doctorado en el tema del nucléolo y realizó una estancia de investigación en el extranjero para desarrollar su tesis doctoral en el Centro Médico de Texas, con el grupo más notorio de estudios bioquímicos, moleculares y microscópicos del nucléolo.
El jefe del Departamento de Farmacología, Harris Busch, del Colegio Baylor, una de las grandes escuelas de medicina de Estados Unidos, le ofreció ser ayudante del laboratorio de farmacología.
“Fue un experiencia única, ver otros lugares, otras personas, otra manera de trabajar, en un lugar de primer nivel y encontrar gente de muchos tipos y personalidades”.
El contacto inicial con el doctor Harris Busch fue a través de telegrama, donde compartían parte de sus intereses científicos. Luis Felipe Jiménez, entusiasmado y sin temor, preguntó al doctor acerca de la posibilidad de realizar una estancia en el extranjero.
“Le escribí una carta y dijo: 'Sí, ven para acá, vas a estudiar los genes de los RNA nucleares pequeños'. Luego me indicó que para arreglar todo nos veríamos en Cracovia, Polonia, donde había un congreso del nucléolo. Yo nunca había salido del país, hasta ese entonces”.
En el congreso, conoció en persona a Harris Busch, investigador estadounidense respetado y querido por la comunidad de Europa. Con cariño y paciencia, el doctor Busch lo acogió con su esposa en Cracovia.
En Houston, realizó una micrografía electrónica que se esperaba fuera hecha en un mes; sin embargo, el doctor Luis Felipe Jiménez la concluyó en un día. El experto aclara que fue gracias al entrenamiento y formación recibidos de sus profesores de la UNAM, “siempre reconoceré que me enseñaron bien a pesar de que a veces se siente uno agobiado”.
Luego de su estancia, el profesor Busch le ofreció hacerse cargo de un laboratorio en Estados Unidos, oportunidad que el doctor Luis Felipe Jiménez rechazó ya que quería regresar a su país a titularse y continuar sus investigaciones en la UNAM.
Los años en Nueva York
El Laboratorio de Cold Spring Harbor (en inglés Cold Spring Harbor Laboratory, CSHL) ubicado en Nueva York, en ese entonces dirigido por James Dewey Watson, es considerado el lugar donde nació la biología molecular.
Luis Felipe Jiménez trabajó con el núcleo celular desde otros puntos de vista, obteniendo resultados expuestos en siete artículos, uno de ellos en la revista Cell, donde era difícil publicar pero gracias al apoyo de James Dewey, quien se interesó por la investigación, fue posible su publicación.
“Una cosa que siempre me impresionó fue que James Watson pasó al laboratorio a conocer los resultados, cosa que hacía pocas veces desde el año 1968, cuando dejó de hacer investigación, y se dedicó a administrar el laboratorio. Mis resultados generaron una impresión tan fuerte que Watson indicó que el artículo tenía que estar en la revista Cell. A las dos semanas después de ser publicado, el artículo fue citado en las revistas Nature y Cell. Una situación de ensueño”.
Sus principales guías en la estancia posdoctoral fueron su tutor principal, David L. Spector y Richard John Roberts, quien al año siguiente en 1993 ganó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, por haber descubierto los genes fragmentados.
La idea de la investigación resultó de una conjetura sencilla, expresó el experto, mientras miraba con su tutor la invasión de células por adenovirus tipo 2 infectando células humanas —virus que genera tumores y tiene la capacidad de inducir enfermedades respiratorias y digestivas.
Luis Felipe Jiménez tenía la tarea de estudiar el proceso de infección y ver qué sucedía con los elementos celulares. En la observación se percató que en las células infectadas había un desarreglo de los componentes celulares, en particular de aquellos relacionados con la maduración del RNA mensajero.
“Yo pensé que el desarreglo no era espontáneo, tenía que ser porque las moléculas se movieron, se prende un gen y las moléculas se mueven. Trabajamos sobre esa idea y entonces describimos un nuevo mecanismo de reclutamiento de moléculas debido al movimiento”.
Con el tiempo, el descubrimiento fue trabajado por otros grupos y se demostró que sí había un movimiento incitado por los procesos de fosforilación de ciertos elementos. Fueron publicados varios estudios, donde el trabajo previo del doctor Luis Felipe Jiménez fue citado, incluyéndose en libros generales de biología celular y molecular.
“Un grupo de colaboradores de Japón se acercó a preguntar por los dos autores del artículo, por mi supervisor y yo. Decían que me querían conocer porque ellos usaban el artículo en sus cursos de posgrado en Japón”.
Durante esa estancia, tuvo la oportunidad de conocer a Barbara McClintock, científica estadounidense especializada en citogenética que obtuvo el premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1983 y a quien Luis Felipe Jiménez considera una de las biólogas más importantes del siglo XX.
“McClintock propuso el concepto de región organizadora nucleolar (NOR, por sus siglas en inglés) en 1934, trabajando con células de maíz, especie que estudió toda su vida”, explicó el experto.
Algunas de las experiencias con la doctora McClintock están plasmadas en el archivo histórico del Laboratorio de Cold Spring Harbor.
Vida académica y docente
En la actualidad, el doctor Luis Felipe Jiménez tiene más de setenta y dos publicaciones en revistas arbitradas de circulación internacional, como Cell, Biology of the Cell, Molecular Biology of the Cell, Microscopy and Microanalysis, Experimental Cell Research, Journal of Cell Science, entre otras.
La claridad al dedicarse a la microscopía electrónica, lo motivó a participar con sus maestros, el doctor Gerardo Vázquez Nin, la doctora Olga Echeverría y otros especialistas, en la fundación del plan de estudios de la Especialidad en Microscopía Electrónica en Ciencias Biológicas, impartido en la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Actualmente es coordinador académico de ese programa de posgrado. A través de apoyos de Conacyt también adquirió una cámara digital de alta resolución para el registro de micrografías con el microscopio electrónico de transmisión utilizado en el plan de estudios.
Las técnicas de microscopía de fluorescencia aprendidas en Houston y Nueva York le permitieron incorporar a sus proyectos una visión integral para el estudio de la biología celular y del núcleo.
“Hacemos mucha microscopía óptica de todo tipo, confocal, estándar de campo claro y electrónica. Eso nos lleva a estudiar los productos de expresión génica. Últimamente incursionamos en la microscopía de fuerza atómica que nos da la posibilidad de ingresar al ámbito nanométrico en tres dimensiones. Ello debido a un proyecto de equipamiento apoyado por el Conacyt”.
A la par de su trabajo de investigador en la facultad, está involucrado en la docencia de la licenciatura de biología, en el posgrado de ciencias biológicas y otros posgrados relacionados con la educación, indagando y proponiendo estrategias para la docencia en ciencias biológicas.
Ha creado materiales didácticos y participado en programas de la UNAM de conocimientos fundamentales, lo que generó un libro, una enciclopedia, y otros proyectos con colaboraciones extranjeras enfocados en didáctica a profesores de secundaria y bachillerato.
Para mayor información de la Academia Mexicana de Profesores de Ciencias Naturales, consulta su sitio web. |
Al mismo tiempo es parte de la Academia Mexicana de Profesores de Ciencias Naturales, por la cual el experto fue invitado para ser parte del área de la licenciatura y el posgrado, y actualmente es presidente.
“Me involucré muchísimo en la enseñanza y me fascina estar con alumnos, y a lo mejor todos decimos lo mismo, pero a muchos aquí nos interesa y le dedicamos tiempo”.
Por su pasión en la docencia fue reconocido en 1998 con el premio Universidad Nacional para Jóvenes, otorgado por la UNAM. Fue consejero técnico, consejero de área, consejero universitario, coordinador de Investigación y coordinador general de la carrera de biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM, labores que ha tenido que empatar con la investigación.
“La gente decía que le daba gusto tenerme ahí. Traté de hacer lo mejor y compaginando con mi grupo de trabajo: estudiantes, técnicos, profesores. Intenté generar un ambiente de trabajo tranquilo pero de mucho trabajo y proyectos”.
Sociedades y difusión
El equilibrio de su vida personal con la ciencia no ha sido complicado, ya que cuenta con la colaboración de otra investigadora, la doctora María de Lourdes Segura Valdez, quien es su pareja desde hace años y forma parte del mismo laboratorio.
El experto concuerda que parte de la ciencia no solo es pasión sino también dedicación y sacrificios con familiares y amigos. En su labor se ha involucrado en diferentes sociedades científicas, siendo presidente de la Asociación Mexicana de Microscopía y miembro fundador de la Sociedad Mexicana de Biología Celular.
Asimismo, proyecta parte de sus trabajos en instituciones internacionales como el Comité Interamericano de Sociedades de Microscopía, donde actualmente es el secretario general. Ha organizado eventos para la Federación Internacional de las Sociedades de Microscopía (IFSM, por sus siglas en inglés).
En el Congreso Internacional de Biología Celular, organizado en enero de este año en la India, fue señalado México como posible sede dentro de los dos próximos años, donde el doctor se encargará de la organización.
Sin descanso, en su labor insaciable y apasionada, ha dirigido más de setenta tesis en nivel licenciatura, maestría, doctorado y de la especialidad; además ha recibido a estudiantes de estancias posdoctorales, profesores e investigadores que han tomado su año sabático de investigación.
En la actualidad, sigue trabajando insaciable en el Laboratorio de Microscopía Electrónica de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Aún recuerda con nostalgia los años en el extranjero y a todas las personas que confiaron en su trabajo. Sin embargo, no se arrepiente de su decisión de quedarse en México, ya que sigue manteniendo el contacto con colegas extranjeros. Por apego y amor a su universidad, continuará aprendiendo técnicas y herramientas que auxilien el desarrollo de la ciencia básica del país.
Esta obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.