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Fernández de Miguel, pasión por la enseñanza de la ciencia

Francisco Fernandez de MiguelPor Nistela Villaseñor

Ciudad de México. 15 de marzo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Francisco Fernández de Miguel recuerda una infancia con distintas facetas: primero una con mucha prosperidad, otra en que la situación económica fue “tremendamente difícil” y después, la estabilidad en la entrada a la adolescencia. Cada una lo marcó de distinta manera.

Así rememora sus primeros años de vida el doctor en ciencias por el Instituto Politécnico Nacional, investigador titular C en el Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México (IFC-UNAM) desde 1992 y miembro nivel II del Sistema Nacional de  Investigadores (SNI).

El especialista en mecanismos de comunicación de células nerviosas expresa que antes de que llegara esa época complicada donde tuvo que trabajar con sus padres en una tienda de abarrotes, tuvo acceso a clases de música y arte, pues sus padres siempre estuvieron pendientes de brindarle esos elementos de crecimiento.

“De los ocho a los 12 años estuve trabajando, me daban propinas por repartir leche, vendía cosas en la tienda, iba a comprar a los expendios para repartir, tenía una vida que se movía entre la escuela y lo que hacen los niños con la pandilla en la calle —en la calle de Dolores— en donde me juntaba con los hijos de los chinos, los judíos, los libaneses, era muy multicultural. Aprendí mucho; eso me dio independencia, contacto con los números, la economía y el manejo de situaciones reales. Yo lo hacía con gusto”, comparte Fernández de Miguel.

El doctor pensó —durante su infancia— que iba a ser veterinario porque le gustaba tener animales en su casa, y cuando se morían los abría y observaba cómo estaban por dentro. “Tenía un amigo muy cercano, nos daba por inventar cosas: ir a buscar caracoles al mercado de San Juan, al parque, para jugar con ellos y, según nosotros, íbamos a reproducirlos. Seguí con esa idea sin saber realmente de otras carreras, la medicina no me gustaba mucho y no me atraía curar pacientes, por alguna razón me atraía más, según yo, curar animales”.

La amenaza que lo llevó a la investigación científica

Fernández de Miguel narra cómo fue que bajo amenaza de suspensión definitiva de la preparatoria por ausentarse de una clase, y después retomarla, decidió estudiar biología.

“Me dediqué a pelear con la maestra de biología porque nos gritaba mucho y me salía de todas las clases que podía; pero en el último año, habiendo tomado el área dos de la preparatoria para ingresar a veterinaria en la UNAM, entré a sus clases porque me amenazaron: dijeron que me correrían de la escuela si seguía sin entrar, y me di cuenta de que la mujer estaba dando unas clases estupendas de biología celular, que era su tema de maestría. Quedé fascinado y de última hora decidí meterme a biología”, asegura el científico.

Fernández de Miguel considera que tuvo mucha suerte al ingresar a la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) —hoy Facultad de Estudios Superiores (FES)— Iztacala, que en aquel entonces era nueva y “siempre ha sido muy innovadora en su manera de trabajar”, pues creó un plan de estudios modular en el que se enseñaba biología de manera experimental, integrada, con maestros muy competentes.

frases Francisco Fernandez“Nos invitaron a formar un grupo piloto y me anoté de inmediato, fue una de las grandes cosas que me pasaron porque hice lo que me gustaba: experimentos prácticamente todos los días. Desde el primer semestre fui a un curso de actualización para profesores, de neurociencias, no sabía nada del sistema nervioso y fue una revelación tras otra haber oído aquellos experimentos de cómo funcionan las neuronas, cómo se comunican, cómo se produce un impulso, los nombres de los científicos que estaban haciendo esos descubrimientos; en ese momento decidí que iba a ser neurobiólogo”, señala el especialista.

A mitad de su carrera profesional, el investigador se independizó de su familia y se integró al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), pues la ENEP Iztacala daba la oportunidad de cursar tres semestres en un laboratorio. “Me aceptaron para hacer experimentos que a la larga nos iban a validar como parte de nuestra formación académica y nos podía dar lugar a la tesis y al servicio social, entonces empecé desde antes; trabajaba sábados y domingos en otras cosas para mantenerme”.

El doctor Fernández de Miguel hizo dos cosas que, considera, nada tienen que ver con la ciencia: impartía clases de artes marciales y hacía teatro de títeres. “Eso me daba de comer, además, el Cinvestav me dio una beca, hizo un convenio con Avon Cosmetics, que dio un fondo para becas para estudiantes de licenciatura, y a mí me dieron una, me vino estupendamente porque con eso podía vivir y podía hasta ir al cine”.

Al concluir el doctorado, a los 29 años de edad, el investigador fue a Suiza a trabajar en la Universidad de Basilea con un contrato de dos años en una plaza posdoctoral como asistente de investigación. “Ahí estuve tres años, finalmente, trabajando con John Nicholls, uno de los pilares de las neurociencias, a quien he admirado toda mi vida y que seguimos, afortunadamente, siendo muy amigos; eso también cambió mi vida, mi manera de pensar, me formó como científico a nivel internacional”.

El compromiso con México

Regresó a México en 1992 por razones ideológicas, pues pensaba que tenía que volver no solo por ser hijo de una mujer inmigrante que fue bien recibida en este país, sino por ser una nación que brinda muchas oportunidades. “Me fui cuando no había nada, entonces también era llegar a tratar de establecer un laboratorio de buen nivel donde se hiciera ciencia de buena calidad”.

frases Francisco Fernandez 2El científico no se considera ambicioso, incluso afirma que nunca aspiró a ganar el Premio Nobel y menos en México, pero sí que se hicieran proyectos de calidad y que hubiera una buena formación de recursos humanos, “la escuela es de suma importancia para la ciencia y es algo en lo que yo podía contribuir”.

Una de las ideas con que Fernández de Miguel regresó a México —y que es, según lo indica, de las pocas que ha consolidado— ha sido la enseñanza de la ciencia: “Tenemos un proyecto en la UNAM en el que hemos llevado a estudiantes de bachillerato y maestros a nuestros laboratorios de física, química, biología, matemáticas y tecnología, a lo largo de más de diez años, y hemos recibido a más de 20 mil asistentes que han hecho experimentos una semana con nosotros”.

El especialista asegura que gracias al financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) se construyó un nanoscopio con el que se harán observaciones y experimentos que no se podían hacer antes. “Es el primero que se hace en Latinoamérica y tenemos estudiantes nuevos, posiblemente el mejor grupo de jóvenes que he tenido jamás: biólogas —todas mujeres—, ingenieros y físicos; no solo tienen una gran capacidad intelectual sino que además tienen la capacidad de arremangarse la camisa y ponerse a construir lo que sea y sacarlo adelante. Hemos podido hacer experimentos que planeamos por años y que no hubiera imaginado hace 20 años cuando llegué a México”.

Para el investigador, México sigue dando lugar a grandes proyectos, "ojalá que tengamos un apoyo mucho mayor para poder repatriar a todos estos talentos que deberían estar aquí y que podrían tener una contribución muy grande”, concluyó Francisco Fernández de Miguel.

  

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