René Hernández Rivera, el mexicano pionero en dinosaurios
Por Carmen Báez
Ciudad de México. 20 de mayo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- La oficina de René Hernández Rivera puede ser hoy el desierto de Sonora, Coahuila, o bien, una región de China o cualquier otro lugar en el que, acompañado de sus herramientas para fines paleontológicos, pueda encontrar o examinar fósiles de dinosaurios.
Desde hace 37 años, el paleontólogo René Hernández Rivera es docente e investigador del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), institución académica donde encontró la pasión por el estudio de los fósiles para tratar de establecer sus orígenes y cambios a través del paso del tiempo, principalmente de aquellos vertebrados que vivieron en las eras Cenozoica y Mesozoica, es decir, en la época de los dinosaurios.
El biólogo y maestro en ciencias por la UNAM comparte en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt cómo y por qué decidió ser paleontólogo. En la actualidad es considerado uno de los iniciadores de los estudios de dinosaurios en México.
Su conocimiento en esta área le dio la posibilidad de participar en cinco expediciones en China y ser parte del equipo de investigadores internacionales que hallaron fósiles de dinosaurios estrechamente relacionados con el origen de las aves.
A su lista de logros se encuentra su participación en la creación del Museo de Sitio en el municipio de Fronteras, Sonora, el cual alberga fósiles que fueron colectados en esta zona, principalmente dinosaurios con pico de pato del periodo Cretácico, con una edad aproximada a los 70 millones de años.
Con esfuerzo y dedicación todo es posible
René Hernández nació en uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de México, la Merced. Para apoyar en la economía del hogar, en su adolescencia trabajó como vendedor en el mercado ícono de la zona, mientras que por la noche fue personal de limpieza en una oficina de camiones.
Pese a las limitaciones económicas, el ahora paleontólogo mexicano tuvo desde muy joven la visión de convertirse en profesionista y estudiar aspectos relacionados con la biología.
Su primer hallazgo de un fósil fue durante una expedición universitaria para la materia de paleontología, de la carrera en biología. “Me metí a un arroyo y ahí me encontré un cráneo de un tipo de mamut, pero más antiguo. Recuerdo que cuando lo vi dije: '¡Ay, qué es esto!', comencé a calmarme e hice lo que me había dicho mi maestro. No tienes idea lo emocionante que es encontrar una evidencia de vida del pasado. Encontrar mi primer fósil me emocionó mucho, estaba sin experiencia y preocupado por no dañarlo. Ahora es muy padre saber que estamos encontrando cosas nuevas”, comparte.
La idea de volver a experimentar esa sensación indescriptible hizo que René Hernández Rivera emprendiera el viaje hacia la especialización en paleontología. En la Universidad del Norte de Arizona y en algunos recintos como el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, California, aprendió distintas técnicas que se emplean en esta área de la ciencia. Hoy, René Hernández es consciente de la importancia que representan sus hallazgos.
En 1988 formó parte del equipo de investigadores que colectó, limpió y armó el primer ejemplar de dinosaurio mexicano, hallado en Presa de San Antonio, Coahuila. Este descubrimiento permitió demostrar la existencia de fósiles de dinosaurios en México.
“Gracias a esto la UNAM y el estado nos permitieron continuar con la búsqueda de fósiles y ahora ya se han descubierto nuevos ejemplares para nuestro país. Siempre lo digo y lo seguiré diciendo: En muchos lugares del mundo hay fósiles, pero México —para lo que llamamos Cretácico— es un lugar único porque no solo tenemos una gran variedad de fósiles, también la estratigrafía completa del sitio. El país tiene todo esto y lo estamos dando a conocer”, explica.
“En la historia de la vida hay un montón de fósiles que aún no han sido descubiertos ni descritos, cualquier granito que aportemos y dé forma a la historia de la vida es lo que nosotros (los paleontólogos) pretendemos hacer con nuestro trabajo”, continúa.
En 1985, junto al reconocido paleontólogo norteamericano James Clark y un grupo de especialistas, descubrió un reptil volador del Jurásico Temprano, el segundo hallazgo en tres dimensiones en el mundo —casi todos los reptiles voladores que se han encontrado han sido en dos dimensiones—, como si el ejemplar estuviera plasmado en la roca.
Fue una nueva especie llamada Dimorphodon weintraubi, con la cual publicó su primer artículo en una de las revistas científicas de mayor prestigio mundial: Nature. Lo anterior permitió evidenciar cómo era el vuelo de los reptiles voladores. “Antes se pensaba que primero corrían, luego aleteaban y finalmente volaban, pero nos apoyamos en la hipótesis de que estos subían a una parte alta y desde ahí emprendían el vuelo”, comenta.
Docencia y divulgación de la ciencia
Dos actividades que complementan la vida del investigador es la docencia y la divulgación científica. En la Facultad de Ciencias de la UNAM comparte con sus alumnos su experiencia y conocimientos a través de la clase de paleontología y paleobiología, una rama de la ciencia que estudia los procesos biológicos de organismos prehistóricos.
“Me gusta enseñar a los muchachos cómo caminar en el campo. Hay quienes desde la primera vez que van a práctica de campo encuentran muchas cosas, entonces ya nada más es dirigirlo en la toma de notas, preparación de la bitácora. Y en el laboratorio enseñarles qué material utilizar para limpiar y sacar duplicado del fósil, cómo estudiarlo...”, detalla.
En su tiempo libre, el investigador comparte con niños y jóvenes su quehacer científico en el programa Domingos en la Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
“Gracias al programa puedo difundir lo que sé. Una de las máximas cosas que debemos hacer los investigadores es compartir con la sociedad, niños y jóvenes el conocimiento, en mi caso, decirles que hay otros mundos como los fósiles y dinosaurios e interesarlos en la ciencia”, expresa.
Ciencia y arte
Además de cazar fósiles de dinosaurios, Hernández Rivera disfruta de la lectura, una actividad que asegura le ha dado la creatividad para escribir narraciones al estilo del cuentista uruguayo Horacio Quiroga. Después de los libros la música es su otra gran pasión. Desde hace 45 años toca la armónica, un instrumento que lleva con él a casi todas partes.
“Todo va 'junto con pegado' porque cuando lees y eres un poco inquieto haces muchas cosas y estás viendo qué crear. Escribo de lo que veo y hago en mi vida diaria y con un poquito de imaginación creo cuentos. Quiero convencer a la gente de que hay otras maneras de narrar y difundir el conocimiento científico. Entonces por eso empecé a escribir”, revela.
¿Qué se necesita para ser paleontólogo?
Una de las más grandes satisfacciones del paleontólogo mexicano ha sido encontrar evidencias de vida del pasado. No obstante, sus hallazgos han implicado un arduo trabajo de campo, bajo las inclemencias del clima.
Para Hernández Rivera, el estereotipo de un paleontólogo va más allá del estilo “Indiana Jones” y es que son la pasión y el amor por el trabajo los ingredientes secretos para ejercer esta disciplina.
“He visto la experiencia en campo de personas que quieren ser paleontólogos y se dan cuenta que es muy duro el trabajo, y es que hay ocasiones en que no te bañas durante mucho tiempo. Lo más difícil son los cambios de clima; hay ocasiones en que hemos trabajado en el desierto a 52 centígrados y/o a veces casi a 0 grados con viento. Hay gente que quiere ir al campo, encontrar fósiles y hacerse famoso, yo creo que lo más padre es ir, hacer tu trabajo como te gusta y con la pasión de descubrir algo que alguna vez vivió y tratar de resucitarlo con tus estudios”, concluye el paleontólogo mexicano.
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