Marchan por la ciencia y la Tierra en la Ciudad de México
Por Susana Paz, Hugo Valencia, Tania Robles
Ciudad de México. 24 de abril de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Eran las tres y media de la tarde del sábado 22 de abril y los primeros científicos mexicanos empezaron a reunirse en el Ángel de la Independencia. Poco a poco llegaron de las calles aledañas a la glorieta, y a las cuatro de la tarde se mezclaban en las escaleras del monumento entre quinceañeras y chambelanes que posaban para la foto conmemorativa, y un equipo de beisbol de Tijuana que coreaba su porra a toda voz.
A las cuatro y media de la tarde, alrededor de 700 personas, que al llegar al Zócalo alcanzarían las dos mil, según estimaciones de la Secretaría de Seguridad Pública de la CDMX, iniciaron la marcha por la ciencia que se enlazó con el movimiento mundial por la ciencia y la Tierra, que este mismo sábado movilizó a científicos de 600 ciudades alrededor del mundo y en México registró marchas en 15 ciudades, entre ellas Cuernavaca, Puebla, Guadalajara, Mérida y Chetumal.
Estudiantes, investigadores, académicos y público en general de diversas universidades, institutos y asociaciones recorrieron a rayo de sol la avenida Reforma, Juárez y entraron por la calle 5 de Mayo hacia el Zócalo de la capital entre “goyas”, “huelums” y consignas al unísono como “¡Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar, por una educación científica y popular!” y “¡La ciencia luchando, al mundo transformando!”.
“Marchar por la ciencia implica marchar por la cultura, por una visión democrática de la sociedad, por la posibilidad de abrir opciones de desarrollo a la inteligencia, sobre todo a las capacidades de los jóvenes, y porque en el contexto actual, en el caso estadounidense pero por extensión a otros lados, una marcha por la ciencia es una marcha por la cultura, contra la xenofobia, contra el racismo, contra la exclusión”, expresó en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt el investigador de la UNAM Antonio Lazcano Araujo.
El laureado biólogo evolucionista, quien marchaba a paso firme, expuso al respecto un dato concreto publicado hace unos días en la revista Science: “En Estados Unidos, en este momento hay cuatro millones y medio de ingenieros y científicos empleados en las universidades; cerca de dos millones de ellos son extranjeros, eso demuestra la necesidad de tener la ciencia como un sistema abierto”.
Para Irma Leticia González Chaparro, quien llegó desde Naucalpan, Estado de México, para participar en la marcha, “es importante asistir, primero, por congruencia, mi línea de investigación trata sobre la importancia de divulgar la ciencia en niños. Es decir, sería absurdo defender la ciencia en el papel y las redes sociales y no hacerlo en la vida real. Y después, porque considero que manifestarse es una buena manera de luchar por lo que se cree, es evidenciar nuestra posición política respecto a los asuntos que nos importan, y este tema me importa y me apasiona”.
Irma es estudiante de la maestría en comunicación de la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y afirmó que otro motivo de participar fue porque le interesa que futuras generaciones tengan las mismas oportunidades que ella ha tenido de estudiar un posgrado.
“¡México, escucha, la ciencia está en la lucha!”
Pancartas, mantas, batas de laboratorio y la decisión de los participantes de manifestarse de manera histórica por la ciencia inundaban las calles del Centro de la ciudad mientras la gente en las aceras miraba y resolvía sus dudas sobre la causa de la movilización al leer la enorme manta azul que encabezaba el contingente que, con un átomo iniciando, señalaba: Marcha por la ciencia y Día de la Tierra.
Otro de los participantes fue el exrector de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa (UAM-I), Javier Velázquez Moctezuma, quien dijo que al ser una convocatoria internacional, la comunidad científica mexicana no debería sustraerse de estos esfuerzos para apoyar a la ciencia.
“Es importante que nos sumemos a estas luchas internacionales y que además luchemos por lo que pasa en nuestro país. Nosotros hemos acudido, la comunidad de la UAM, pero como integrantes de la comunidad científica, no como un núcleo organizado representante”, expresó el exrector.
Respecto a una de las principales causas que originó la movilización mundial, sobre la postura del actual presidente de Estados Unidos en temas de cambio climático y política científica, el exrector afirmó que se trata de un riesgo muy grande. “Es un peligro que gobernantes ignorantes —como tenemos en varios países—, pero en donde sobresale Trump, estén negando la existencia del cambio climático, porque ellos son actores importantes para mitigarlo o para empeorarlo, entonces es muy grave y peligroso que un líder de un país de esa relevancia esté negando el fenómeno”.
Lazcano Araujo, al respecto de la postura específica del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, la cual es abiertamente creacionista y opuesta a la teoría de la evolución, expresa que “lo que estamos viendo es la negación de los hechos, porque la evolución es un hecho, y la teoría de la evolución es con lo que explicamos esos hechos, y que se tenga una persona tan poderosa apoyando las visiones creacionistas significa un retraso enorme en nuestra descripción científica del mundo”.
“¡La ciencia sí importa!”
El contingente de alrededor de dos mil personas entró al Zócalo por la calle 5 de Mayo. Avanzó frente a la Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional, para llegar a la Suprema Corte de Justicia, en donde realizaron un mitin para conjugar los propósitos de la movilización.
Pedro Camilo Alcántara Concepción, profesor investigador de tiempo completo de la Universidad de Guanajuato, nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y miembro del equipo organizador de la marcha, dijo que se tenía que marchar por la ciencia, “porque es importante defenderla y que las decisiones que se toman en el país estén basadas en ciencia, no en creencias, no en intereses particulares ni en paradigmas económicos”.
Expuso que algunos de los objetivos del movimiento fueron, primero, demostrar que la ciencia es algo vivo y que al relacionarse los científicos se pudiera reconocer que la ciencia no es perfecta, porque la están haciendo seres humanos.
El otro fue exhortar a los tomadores de decisiones y quienes hacen políticas públicas a una revisión de la política científica en diversos ámbitos para que se asigne el uno por ciento del producto interno bruto (PIB) a la inversión en ciencia y tecnología; además de llamar al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para que el criterio de asignación de montos en becas de posgrados de salarios mínimos a unidades de medida y actualización (UMA) sea revocado.
Informó que esta marcha fue un punto de partida para la realización de foros de discusión que los llevarán a plantear una propuesta integral de ciencia y tecnología.
Para el investigador de la UAM Iztapalapa, Raúl Alva García, ninguna sociedad que trate de negar la verdad que se aprende con la ciencia tiene futuro, pues la sociedad actual depende de la ciencia. “Si no fuera por la ciencia, no estarían las cámaras, el micrófono, tampoco estaríamos aquí más de la mitad, somos una sociedad altamente dependiente de ciencia y tecnología, y gran parte de la gente no entiende esa ciencia y tecnología, y peor aún, los tomadores de decisiones tampoco la entienden”.
Además de los objetivos mencionados, Raúl Alva dijo que este llamado mundial por la ciencia tuvo, en el caso de México, otros propósitos como son el de la apropiación social de la ciencia, el que todos la puedan entender y que sepan que la ciencia es útil para el bienestar y la supervivencia.
“En el otro objetivo, somos los científicos y los estudiantes de ciencias los que debemos tomar conciencia del papel que jugamos en la sociedad mexicana. Tenemos que construir la ciencia mexicana moderna como un factor que contribuya al bienestar de la sociedad, y los primeros que tenemos que ser conscientes de ello somos los científicos. Nosotros no somos niños consentidos de la sociedad mexicana, somos profesionales con responsabilidades sociales que debemos asumir y debemos rendir cuentas a la sociedad”, consideró el investigador.
César Jurado, estudiante del posgrado de filosofía de la ciencia de la UNAM, hizo el recorrido al frente del contingente repartiendo folletos del movimiento a los transeúntes. “Marchamos por la ciencia, por el planeta y la sociedad mexicana, hay que entender que la ciencia es una gran mina de soluciones para todos los problemas que aquejan a la sociedades contemporáneas, queremos que se haga mejor ciencia en México para que a partir de la ciencia podamos resolver los grandes problemas que tiene la sociedad”.
El joven estudiante espera que la marcha sea solo el pretexto para que se puedan construir espacios de discusión y reflexión que permitan hacer una autocrítica de la forma que se hace ciencia en México.
Eran las siete de la tarde del sábado 22 de abril, la noche caía, con un contingente disperso y la consigna de que “La ciencia sí importa”, los científicos y estudiantes se diluían por las calles del Centro de la capital en una jornada que, a nivel mundial, pudiera ser catalogada como histórica.
Las academias unidas
En la mañana de ese mismo sábado, científicos nacionales y representantes de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la Academia Nacional de Medicina de México (ANMM) y la Academia de Ingeniería de México (AI) manifestaron su postura sobre las marchas realizadas en el país y en el mundo, y anunciaron la conformación del Consejo Nacional de Academias.
En el Palacio de Minería, en el Centro histórico de la Ciudad de México, las tres academias presentaron una Declaración en favor de la conservación del planeta e impulso a la sociedad y economía basados en el conocimiento con razón a las nuevas amenazas de restringir la capacidad de investigar a los científicos en el mundo.
“Cerca de 600 ciudades en el mundo se han reunido para llevar a cabo estas marchas que se conmemoran a propósito en el Día Mundial de la Tierra. Es necesario, debido al avance exponencial de la ciencia y tecnología, que esté más presente en la toma de decisiones y se le dé más importancia a nivel político. El reto de las naciones es aumentar las capacidades científicas y el nivel educativo para lograr una sociedad del conocimiento”, dijo el presidente de la AMC, Jaime Urrutia Fucugauchi.
Para el ingeniero geofísico, en la actualidad la forma en que se hace ciencia es por medio de colaboraciones internacionales entre diferentes especialistas, por lo que la ciencia requiere una integración entre los países para poder funcionar.
Por lo tanto, los representantes de las academias anunciaron que, en virtud de poder incidir en los tomadores de decisiones de una manera mucho más eficiente, estas instituciones buscan constituir el Consejo Nacional de Academias que es una figura que ya existe en los países desarrollados para sus sociedades científicas.
En la declaratoria emitida, exigen que toda política pública se sustente en el conocimiento certero que ofrece la ciencia y detallan cuatro objetivos estratégicos alrededor de la educación superior, la investigación científica, el desarrollo tecnológico y el emprendimiento e innovación.
Sostienen que es necesaria la ciencia para lograr el cumplimiento de los indicadores del milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre los que destacan la erradicación de la pobreza, la sustentabilidad del medio ambiente y el desarrollo.
Aseguran que existe una alta correlación entre la inversión que hace un país en ciencia, tecnología e innovación y su efecto en el PIB, por lo que es una inversión con altos porcentajes de ganancia.
Para las academias, la sociedad del conocimiento hará que los ciudadanos sean más críticos y estén informados, pues reconocerán el saber como un medio para el desarrollo integral de las personas.
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