Día Mundial del Medio Ambiente: evitarán tráfico de especies mexicanas
Por Miguel Ángel González G.
México, DF. 5 de junio de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- El proyecto Código de barras de la vida silvestre, cuyo objetivo será evitar el tráfico ilegal de especies mexicanas en riesgo de extinción, ya está listo y a punto de iniciar operaciones. Así lo dio a conocer Virginia León Règagnon, investigadora del Instituto de Biología (IB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y líder de dicho proyecto.
Esta iniciativa de protección y preservación de animales y plantas está integrada por un protocolo de toma de muestras de tejidos de especies, que son cotejadas con los datos de la biblioteca de referencia de secuencia de ADN.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, la experta en biodiversidad de helmintos de anfibios y reptiles de México, sistemática filogenética y molecular abundó que esta iniciativa es financiada por la empresa Google y el Instituto Smithsoniano de Estados Unidos, y que en julio próximo se impartirá la capacitación a los inspectores de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y autoridades respectivas para llevarla a la práctica.
León Règagnon trabaja en la Unidad Occidente del Instituto de Biología ubicado en Colima; realizó la licenciatura, maestría y doctorado en Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM, y una estancia posdoctoral en el Departamento de Zoología de la Universidad de Toronto, Canadá.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cuál es el objetivo de esta iniciativa?
Virginia León Règagnon (VLR): Generar una herramienta para que las autoridades aduanales puedan controlar de mejor manera el tráfico de vida silvestre, que es uno de los principales problemas que está ocasionando la extinción de especies.
Es muy difícil identificar a los animales o especies, pues los traficantes los manejan de manera que no se puedan reconocer. Por ejemplo, a los pericos que tratan de pasar de contrabando les quitan las plumas para que los inspectores no los puedan identificar. Ellos dicen que no se trata de una especie protegida y no hay manera de comprobarlo, pues esas aves no tienen sus plumas que son su principal característica.
AIC: ¿Cómo nace este proyecto y desde cuando trabaja en él?
VLR: A principios de 2013. Es un proyecto internacional que abarca seis países megadiversos y con problemas de tráfico de especies; están involucrados Sudáfrica, Kenia, Nigeria, México y faltaban dos países por definir (aunque se sabe que Ecuador es uno de ellos).
El coordinador general es el Consorcio del Código de Barras de la Vida que está en el Instituto Smithsoniano, en Washington; y aquí en México, la iniciativa está liderada por el Instituto de Biología de la UNAM pero participan varias instituciones académicas como El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) campus Chetumal, el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), y colaboran las autoridades a través de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), Semarnat y Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), además de la Procuraduría General de la República (PGR) y la Policía Federal.
Al principio nos dedicamos a definir cuáles son las especies que más se trafican.
AIC: ¿Cómo se determinó eso?
VLR: Tuvimos varios talleres en los que Profepa, Conabio y Semarnat estuvieron aportando toda la información acerca del tráfico internacional que ellos manejan, y en colaboración con especialistas en taxonomía de varias instituciones obtuvimos las 200 especies que más se trafican en México y que son prioritarias.
Además, tuvimos que definir una lista de 800 especies más, es decir, cuatro especies más por cada una de las prioritarias, que fueran similares o que estuvieran emparentadas cercanamente, porque de esta manera podríamos tener la información de las especies con las que se pueden confundir.
AIC: ¿Qué hacen con esa información?
VLR: Ahora, las instituciones académicas nos estamos dando a la tarea de construir esa biblioteca de referencia para que después las autoridades puedan utilizarla.
AIC: ¿Cómo se conforma dicha biblioteca?
VLR: Está compuesta por secuencias de ADN de un fragmento estandarizado. Tomamos una muestra de tejido, aislamos el ADN y secuenciamos los fragmentos de las mil especies; además, de cada una conseguimos la información respectiva como la identidad taxonómica, dónde fue recolectada, su ubicación geográfica, quién la identificó. Toda la información de esa especie se guarda en una base de datos junto con su secuencia de ADN.
Además, hay un vínculo de esa especie que está depositado en un museo, ya sea en las colecciones del Instituto de Biología o en otras. Hay veces que la muestra se toma de ejemplares vivos, de zoológicos. Nosotros tomamos fotografías y las anexamos a toda la información.
AIC: ¿Cuál será el funcionamiento operativo del protocolo?
VLR: Que los inspectores de la Profepa o del Ministerio Público puedan tomar una muestra de tejido del material que ellos decomisen en sus operativos de inspección y lo envíen a secuenciar al laboratorio forense de vida silvestre.
Esa muestra se toma y se almacena apropiadamente, luego se envía al laboratorio de biología molecular. Allí se aísla el ADN, se secuencia y se compara con las que ya están en la biblioteca de referencia. Si está en la lista se detiene a la persona, ya con toda la evidencia, y se le puede procesar.
AIC: ¿Cuánto tiempo les lleva este procedimiento?
VLR: El tiempo debe ser muy breve porque el Ministerio Público solo tiene unas cuantas horas para retener a la persona. Calculamos que podemos reducir los tiempos a tres días cuando mucho, para que en realidad se pueda aplicar esta herramienta; si no, no tiene ningún caso.
AIC: ¿En qué etapa se encuentran?
VLR: Ya estandarizamos los protocolos de laboratorio; ahora estamos trabajando para estandarizar los protocolos de toma de muestras y de transporte de las mismas.
AIC: ¿Los inspectores están capacitados y tienen los implementos para dicha labor?
VLR: Todavía no pero en ello estamos trabajando. Tenemos programado para julio de este año impartir talleres de capacitación para los inspectores de Profepa y PGR, para que tengan las herramientas y los conocimientos para tomar las muestras. El proyecto va a donar los primeros paquetes de tomas de muestra pero la idea es que después las autoridades puedan aportar esas herramientas.
Todo empezó en Canadá
AIC: ¿Cómo nació este tipo de aplicación tecnológica?
VLR: Se le ocurrió a Paul Hebert, investigador de la Universidad de Guelph, Canadá. Él es ecólogo y se desesperaba porque los taxónomos nos tardábamos tanto en identificar las especies con las que él trabajaba. Pensó que las especies podrían tener un código de barras como el de los productos del supermercado para identificarlas mucho más rápido, sin necesidad de ser un experto en la taxonomía del grupo.
Encontró que los animales tienen el mismo fragmento genético porque el gen mitocondrial citocromo c oxidasa diferencia entre especies, pero es muy similar entre los organismos de la misma especie. Los botánicos encontraron después fragmentos similares para plantas y para hongos.
Así nació esta idea y tuvo amplia aceptación en el mundo. Se formó el Consorcio del Código de Barras de la Vida, y ahora ese organismo aglomera a más de 50 países y aproximadamente 200 organizaciones.
AIC: ¿Y en México cómo surgió esta iniciativa?
VLR: En 2005 fue la primera Reunión Internacional del Consorcio del Código de Barras de la Vida y yo fui de curiosa a ver de qué se trataba, y me pareció una idea maravillosa. Entonces se lo planteé a la entonces directora del Instituto de Biología, luego el instituto se afilió a ese consorcio y, en gestiones posteriores, las redes temáticas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) lo apoyaron en 2010.
Se logró instalar el Laboratorio Nacional del Código de Barras de la Vida, conformado ahora por tres nodos: Cibnor, Ecosur y el Instituto de Biología. En nuestro país, la red temática se llama Mexbol y aglutina alrededor de 100 miembros de diferentes instituciones.
AIC: ¿Cómo se coordinan para trabajar?
VLR: Tenemos una página de internet donde todo mundo puede enterarse de las convocatorias. Ahí, todos suben sus publicaciones y estamos en contacto permanente por correo electrónico; tenemos una red de comunicación y el Conacyt ha financiado reuniones académicas periódicas donde presentamos nuestros avances y resultados, y nos ponemos de acuerdo para proponer proyectos grupales.
AIC: ¿Cuáles son las especies más afectadas por esta problemática en México?
VLR: Tiburones, pepinos de mar, tarántulas, pericos y serpientes; y de las plantas las orquídeas, cactus, yucas y maderas como la Dalbergia granadillo, cuya madera es muy apreciada, entre otras.
AIC: ¿Cuándo se pondrá en marcha de manera oficial todo esto?
VLR: En julio son los talleres de capacitación pero yo creo que la herramienta ya como tal podría usarse a finales de este 2015 o principios de 2016. Ahora estamos haciendo pruebas para acortar los tiempos.
AIC: Actualmente, ¿cuánto tiempo les lleva todo el proceso?
VLR: Una semana o dos, que es muchísimo tiempo. Estamos trabajando para acortarlo a dos días que sería lo ideal.
AIC: ¿Pretenden llevar este proyecto a otros países?
VLR: La idea de que varios países estuviéramos involucrados es que se extienda a un ejercicio global, pero esto es el proyecto piloto.
El Día Mundial del Medio Ambiente es el principal vehículo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para impulsar la acción y sensibilización respecto del medio ambiente. A través de los años ha crecido hasta convertirse en una plataforma mundial que se celebra en más de 100 países. También sirve como “día de las personas” para hacer algo positivo por el planeta, al unir las acciones individuales en una fuerza colectiva que genere un impacto exponencial. Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente |
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