¿Por qué proteger la propiedad intelectual?
Por Dalia Patiño González
Puebla, Puebla. 14 de mayo de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Al año, nuestro país genera un promedio de mil 200 patentes, de las cuales una tercera parte son innovaciones de las universidades, otra tercera parte de las empresas y el resto de inventores independientes, refirió en entrevista el doctor Martín Pérez Santos, titular de la Oficina de Comercialización de Tecnología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
En México, una invención patentada se protege mediante un título expedido por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI). De acuerdo con información de la página del IMPI, han recibido de enero de 2013 a julio de 2017 unas 79 mil 728 solicitudes para el otorgamiento de patentes, de las cuales cinco mil 875 son de mexicanos.
A nivel mundial, según el informe anual sobre los indicadores de propiedad intelectual, de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el año pasado Estados Unidos permaneció a la cabeza de los países que más patentes solicitan en el mundo, seguido de China. El organismo refiere que tan solo en 2016 recibieron 3.1 millones de solicitudes de patente de todo el mundo.
Transferencia e innovación
Las universidades en México tienen un papel preponderante en la generación de conocimiento, desarrollo e innovación, pero su cultura de protección a sus resultados todavía resulta un tema nuevo, consideró en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt el doctor José Luis Solleiro Rebolledo, miembro del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El académico indicó que en otros países es en el sector privado donde más conocimiento se genera en colaboración con centros públicos de investigación.
“En México, las universidades apenas están familiarizándose con la protección a sus invenciones mediante títulos de propiedad intelectual, y después de contar con esa protección ya se empieza a avanzar a la comercialización de ese conocimiento vía el licenciamiento de esas tecnologías o mediante otros mecanismos o modelos de transferencia tecnológica”.
El doctor Solleiro Rebolledo destacó que a pesar de que una tecnología funciona igual si está protegida o no, la ventaja de hacerlo es porque aumenta el valor de cambio mediante la protección, sobre todo si se comercializa ese conocimiento.
“El valor o precio con que puedes negociar es superior porque los títulos de propiedad te generan una exclusividad temporal, y exclusividad significa un monopolio legal sobre los productos de ese conocimiento, entonces te dará una posición ventajosa cuando vas a la comercialización, esa es la esencia de protegerse”.
Solleiro Rebolledo insistió en que debe de existir un retorno económico cuando se genera un desarrollo científico o tecnológico. En la UNAM, por ejemplo, indicó que existe un reglamento de ingresos que dicta: si hay un regreso de recursos por la comercialización de una innovación, 25 por ciento es para rectoría, 25 por ciento se destina a la facultad o instituto donde se generó la invención y 50 por ciento va al inventor, lo que representa un incentivo económico para seguir creando y fomentando la participación.
Sobre estas prácticas, la Ley de Ciencia y Tecnología en su artículo 51 establece el derecho que tiene el investigador a recibir una compensación económica que no representa conflicto de interés si desarrolló un invento, software, etcétera, y este se llegó a licenciar.
El doctor Martín Pérez Santos añadió que patentar una invención también permite que la empresa tenga una garantía al momento de invertir su capital, sin esta protección, afirmó, es prácticamente imposible que el sector privado quiera invertir en un desarrollo tecnológico.
Agregó que la patente, aunque se puede vender, mientras la conserva la universidad puede incursionar en otros modelos de negocio. Por ejemplo, mencionó el spin-off —empresa nacida como extensión de otra mediante la separación de una división subsidiaria.
“En la BUAP, actualmente tenemos el proyecto de generar dos empresas con patentes ya otorgadas; una se encargará de producir una formulación bacteriana para el crecimiento de las plantas y la otra es la producción de biodiesel mediante compuestos químicos llamados catalizadores y energía solar. Esta tecnología la estamos empatando con otra patente de ingeniería química, con el doctor Manuel Sánchez Cantú, la idea es crear un conjunto de empresas bajo el modelo de spin-off”.
Las primeras oficinas de transferencia tecnológica en Puebla
En Puebla, existen solo tres instituciones educativas que cuentan con oficinas de transferencia tecnológica y gestión de patentes. El primer centro de patentamiento fue implementado en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) en 2005; le siguió la BUAP creando su oficina de transferencia tecnológica en 2011, mientras que el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) la creó en 2012.
Para contar con estos espacios de gestión de transferencia tecnológica, las instituciones deben tener un modelo de incubadora de negocios, donde los estudiantes e investigadores puedan transformar su invento en una empresa. En este caso, la UPAEP cuenta con este esquema, al igual que la BUAP, y en el caso del INAOE, aunque su función es generar ciencia y tecnología, ya incursiona en la transferencia de tecnología.
El doctor Juan Manuel López Oglesby, director académico de los posgrados en ingeniería biomédica de la UPAEP, aseguró en entrevista que desgraciadamente México importa 95 por ciento de su tecnología médica y esto se debe a que muchas veces las ideas innovadoras se quedan en el artículo o tesis y no se vuelven a tocar o desarrollar ya que existe una urgencia de los egresados por encontrar empleo u otras oportunidades.
Ante este escenario, refirió López Oglesby, las universidades toman conciencia y crean las primeras oficinas de transferencia tecnológica, de ahí que se inicie con este nuevo periodo de protección a la innovación, pero al mismo tiempo sirva como un incentivo para seguir creando.
“Ahora tratamos de que los alumnos en los posgrados de ingeniería biomédica tengan la idea de salir y emprender sus propias empresas, en lugar de esperar a que los contraten. Creo que los jóvenes empiezan a ver que hay un valor agregado y lo que le pueden dar a este país al tomar sus ideas y convertirlas en realidad”, añadió.
¿Cuáles son los obstáculos?
Entre los obstáculos que enfrentan los investigadores y las instituciones para que la invención patentada se concrete y trasciendan sus beneficios en la sociedad, los académicos coinciden en factores culturales, falta de inversión por parte del sector privado y los tiempos para obtener una patente. En México, el tiempo aproximado es de tres a cinco años, mientras que las patentes que se solicitan en países como Estados Unidos tardan en promedio dos años.
El doctor Pérez Santos añadió que las universidades necesitan vender la tecnología que generan, ya sea por licenciamiento o con la creación de una empresa, pero en ambos casos se requiere inversión empresarial y esa es la labor más difícil que enfrentan los centros de transferencia tecnológica, convencer a las empresas para que apuesten a los desarrollos mexicanos.
“Ellos solo están invirtiendo en tecnología una vez que caduca una patente, es decir, 20 años después es cuando deciden invertir para sacar un fármaco que ya es genérico, pero no deciden apostar antes a la tecnología que se hace en México. Por eso es importante crear esta cultura de fomentar la innovación mediante la protección a la propiedad intelectual, la creación de patentes y de oficinas de transferencia tecnológica”.
Solleiro Rebolledo insistió en que México culturalmente tiende a la dependencia tecnológica, y aunque los esquemas están cambiando, advirtió que aún queda un camino por recorrer, pues la formación para romper esquemas y generar nuevas y mejores cosas aún es incipiente.
“Hay un aspecto de carácter histórico que influye, tiene que ver con el desarrollo económico del país. En tiempos de la Colonia, la Corona Española no permitía que se desarrollaran inventos aquí, solo si eran autorizados desde la metrópolis. Así permanecimos 300 años. Después cuando llega Porfirio Díaz moderniza el país pero a través de la adquisición de tecnologías que venían de Francia o Inglaterra. Al entrar de lleno al siglo XX, en México se da la industrialización por sustitución de importaciones, así nos mantuvimos 40 años. En general nuestra historia se ha caracterizado por la importación de tecnología, seguimos un patrón de dependencia tecnológica que nos ha durado cientos de años, pero ahora a las universidades nos toca generar nuevos modelos y difundirlos. ¿Que si veremos resultados?, claro que sí, esto cambiará poco a poco”.
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