Papalote Museo del Niño renueva todos sus contenidos
Por Armando Bonilla
México, DF. 10 de junio de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- En la década del 70 se experimentó, a nivel mundial, una tendencia en materia de museos, la cual consistió en la creación de espacios cuyas exposiciones fueran mucho más dinámicas e interactivas. Fue en esa época cuando en México se abrió el primer museo apegado a esas características: el entonces Museo de la Electricidad, ahora llamado Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad (Mutec).
Dicho recinto, a decir de Mónica Vilchis Rodríguez, responsable de la imagen, difusión y medios, tiene como objetivo fundamental divulgar la ciencia de una manera lúdica, entretenida y divertida, además de generar la convivencia familiar.
“Todas sus actividades se piensan para que puedan participar desde niños de preescolar hasta personas de la tercera edad”, enfatizó. Añadió que para 
lograr el vínculo entre diversión y aprendizaje hay que recurrir a la mezcla de elementos que divierten a los niños, con la ciencia siempre presente en ellos.
El siguiente gran esfuerzo –resultado de una investigación que consistió en la visita y asesoramiento a diversos museos interactivos del mundo– fue el Universum, inaugurado en 1992. Tras su apertura fue considerado el primer museo de ciencia en su tipo de Latinoamérica. Actualmente se encuentra ubicado en la zona de Ciudad Universitaria, en el Distrito Federal.
Paola Ina González Domínguez, curadora educativa del espacio infantil del Universum, señaló que el origen del museo tuvo que ver con la necesidad de incrementar la matrícula universitaria en el área de ciencias, para generar en un futuro la investigación y tecnología que el país demanda.
“Por eso surgió un museo interactivo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para despertar el interés por parte de los jóvenes en el mundo de la ciencias. Pero las autoridades no pensaron en los más pequeños, y uno de los primeros grupos que solicitó visita guiada fue de nivel preescolar”, comentó.
No obstante, el esfuerzo posiblemente más significativo en cuanto a museos dinámicos e interactivos es el Papalote Museo del Niño, que en 1993 –un año después del nacimiento del Universum– abrió sus puertas en la Ciudad de México bajo el popular eslogan de “Toca, juega y aprende”.
El emblemático museo ubicado en el Bosque de Chapultepec surgió como una iniciativa de Cecilia Occelli, quien consiguió el apoyo de un grupo de empresarios –entre los que se encontraba Marinela Servitje– para llevar a cabo el proyecto que, a 22 años de su apertura, continúa posicionándose como el museo interactivo más popular del país.
“Papalote mira al futuro y se pregunta cuál será el impacto que tendrá sobre la siguiente generación de niños, familias y maestros. En principio, surgen dos retos en materia educativa frente a la sociedad del siglo XXI: cómo inspirar a las nuevas generaciones, y cómo crear tomadores de decisiones críticamente preparados, capaces de comprender y confrontar los temas fundamentales de nuestra era”, señala el recinto a través de su declaración de principios, documento emitido en abril de 2014.
Recientemente, el Papalote Museo del Niño anunció un proceso de transformación orientado a actualizar en su totalidad la oferta de contenidos con la que hasta hace unas semanas contaba.
“No es una ampliación ni una remodelación, es una transformación (…) La premisa de aprender jugando se mantiene, pero con la transformación 
Dolores Béistegui Rohan Chabotbuscamos dar respuesta al reto que significa la relación entre aprender y jugar, es decir, el juego como herramienta al servicio del aprendizaje”, dijo en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt Dolores Béistegui Rohan Chabot, directora general del museo.
Añadió que la transformación del Papalote se limita a su actividad pero también, en un sentido más amplio, se apega a los objetivos del país en materia educativa. “Si no invertimos en educación no habrá forma de crecer, de superar los múltiples retos que tenemos como mexicanos y como ciudadanos”, refirió.
Las bases científicas de la transformación
El proceso de transformación del museo arrancó hace tres años, cuando se conformó un equipo pluridisciplinario que incluyó a consultores estadounidenses, quienes cuentan con una larga experiencia en este tipo de recintos de ciencia en Washington; es decir, con gran conocimiento en aprendizaje interactivo.
De esta relación, explicó Béistegui Rohan Chabot, se desprendió de manera inicial la declaración de principios del Papalote Museo del Niño. En dicho documento, al cual tuvo acceso la Agencia Informativa Conacyt, se enlistan los siete pasos del pensamiento crítico que sentaron las bases de la nueva oferta del museo:
1) Observación: se buscará que los niños examinen minuciosamente las exhibiciones y que de ese proceso de observación surjan en ellos diversas interrogantes relacionadas con el mundo de la ciencia.
2) Comparación: esta etapa debe invitar a los niños a que vayan más allá de la observación y expresen las relaciones, similitudes y diferencias entre los diversos elementos de las exhibiciones.
3) Clasificación y organización: de acuerdo con la investigación del museo, agrupar y organizar las cosas significa un proceso natural en los niños que cimienta el conocimiento.
4) Predecir o inferir: esta etapa será consecuencia de las tres anteriores, por lo que las exhibiciones deben motivar a los asistentes (niños, padres y maestros) a crear hipótesis, usar su imaginación y, en términos generales, generar conocimiento a partir de las experiencias propias.
5) Experimentar: en esta etapa, las exhibiciones del museo deben poner a prueba las ideas de los visitantes, fomentar la recolección de datos, análisis de variables, descubrimiento de patrones, exploración e investigación.
6) Evaluación: tanto para la ciencia como para el crecimiento intelectual de los niños, esta etapa es fundamental. De tal modo que las exposiciones del museo tendrán que fomentar que los visitantes compartan el conocimiento logrado.
7) Aplicación: el último paso del proceso consiste en llevar el conocimiento al terreno de la experiencia de los niños. Hacerlo permite ampliar el conocimiento e incrementar su comprensión.
“Papalote será conocido y respetado por la manera en la que integre las herramientas del pensamiento crítico con el juego como motor de aprendizaje”, agrega el documento.
¿Cómo se estructurará la nueva oferta?
A pregunta expresa sobre la nueva oferta que tendrá el recinto después de su transformación (la cual inició en noviembre de 2014 y se estima que 
concluya en junio de 2016), Béistegui Rohan Chabot dijo que se buscará contar una historia y, para ello, se redistribuirán los nuevos contenidos en seis áreas. “Buscaremos contar una historia desde el principio pero sin que el orden de acceso a las salas influya en ella”, explicó.
Al respecto, detalló que los nuevos contenidos se llamarán: El viaje inicia; Mi cuerpo y yo; México vivo; Mi hogar y mi familia; Mi ciudad; así como Laboratorio de ideas. Cada una de las áreas buscará innovar la historia de los museos, ya que ningún otro recinto cuenta con espacios y actividades similares.
Sobre las causas que llevaron al patronato del museo a tomar la decisión de transformarlo, Dolores Beístegui dijo que fue porque los contenidos sencillamente se habían quedado rezagados, lo que convirtió al Papalote en un recinto de segunda generación.
“Nada tiene que ver un niño de cinco o seis años en 2015 con un niño de la misma edad en 2012 o en 1992, cuando fue concebido el museo; prácticamente no había computadoras o estaban reservadas a las oficinas, no había internet, los teléfonos celulares no estaban tan desarrollados, en fin, la forma de absorber conocimiento era totalmente distinta”, explicó.
Agregó que la manera de enseñar también ha cambiado. Hace años, dijo, la enseñanza era muy lineal, la información se transmitía en forma de cajas de contenido y no se podía avanzar de una caja a otra si no se tenía claro el conocimiento previo. “Hoy en día el conocimiento es mucho más transversal, y ello no significa que nunca regresarás a ese conocimiento”, concluyó.
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