Miguel Martínez Ramos: biología tropical y conservación
Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán. 23 de agosto de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Miguel Martínez Ramos, investigador titular del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIES UNAM), inició su carrera científica durante la realización de su tesis de licenciatura en los años setenta, tratando de entender la dinámica natural que se genera en los bosques tropicales a partir de la caída de árboles por causas naturales, por ejemplo, el impacto de un rayo o una lluvia torrencial.
“A veces con la lluvia, los árboles muy pesados se caen y eso abre un hueco o una ventana en el bosque que permite más entradas de luz, lo que genera un proceso de crecimiento rápido de árboles jóvenes hasta que ese hueco se vuelve a cerrar. Todo ese proceso permite la coexistencia de muchas especies de árboles”, describió.
Desde entonces, el investigador se ha especializado en la ecología de poblaciones y comunidades de plantas y animales, enfocándose principalmente en el estudio de bosques húmedos tropicales, también conocidos como selva húmeda o selva alta perennifolia, de acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Entrevistado por la Agencia Informativa Conacyt en el marco del 54o Encuentro Anual de la Asociación para la Biología Tropical y la Conservación (ABTC) —donde también fungió como organizador general en México—, el investigador resaltó que mientras en un bosque de coníferas (o bosques de pino) se presentan usualmente entre una o dos especies, en los bosques tropicales se encuentran hasta trescientas especies distintas por hectárea.
“Es una pregunta fundamental de la biología tropical saber cómo es posible que existan tantas especies en áreas tan pequeñas, y la dinámica de formación de claros era parte de la explicación”, señaló.
Interacción plantas-animales
En 1985, el especialista realizó su investigación de doctorado en ecología en la Universidad Nacional Autónoma de México, “tratando de entender cómo antes de que se formen las ventanas ya existe abajo una diversidad de plantas pequeñas, que son los hijos de las grandes, a través de la interacción con animales”.
De acuerdo con el investigador nacional nivel III, para cada especie de los bosques tropicales suelen presentarse distintos tipos de animales que comen sus semillas, mientras que las que se salvan de esta depredación pueden crecer como plántulas.
“Eso también promueve diversidad. Cuando aparece el hueco del dosel algunos de esos árboles llegan a ocupar el sitio que tenía antes otro árbol, es un mosaico que está constantemente cambiando”, indicó.
Martínez Ramos enfocó su estudio en el proceso de reemplazamiento durante la realización de su posdoctorado en la Universidad de Harvard, y desde entonces, ya como investigador titular de la UNAM, se ha dedicado a realizar proyectos de investigación que buscan contribuir a la ecología básica de los bosques tropicales para entender las diversas formas en que coexiste una gran diversidad de especies.
40 años de estudio de la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas
En 1974, Martínez Ramos se integró en el desarrollo de un estudio a largo plazo dirigido entonces por el doctor José Sarukhán, coordinador de la Conabio, sobre la dinámica de poblaciones de los bosques tropicales, con el propósito de conocer su tiempo de vida, la forma en que mantienen su densidad poblacional y los factores que determinan su crecimiento o disminución a través del tiempo, entre otros aspectos.
“En aquel entonces, encontramos que una población de palmas que es muy común en la selva de los Tuxtlas —en la parte baja, no mide más de ocho metros— se mantenía más o menos en una cantidad constante, pero a través del tiempo ha explotado demográficamente, es decir, pasó de alrededor de mil plantas por hectárea hasta más de cuatro mil”, apuntó.
Cuando inició el estudio, la selva de la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas de la UNAM se encontraba rodeada de bosque, pero las actividades agrícolas de la población, principalmente la transformación a pastizales y otros tipos de suelo, tuvieron como consecuencia que la selva se volviera una especie de isla, de acuerdo con el investigador.
“Al volverse una isla pequeña hay más exposición de los bordes a los vientos y lluvias, por lo que se caen más ramas y árboles. Con más ramas abiertas y huecos, hay más luz y estas palmas producen hasta tres veces más semillas ahora que hace 40 años”, señaló.
A esto se sumó la caza de venados y tepezcuintles, mamíferos que comen las semillas de esas palmas. Con mayor producción de semillas y menos depredadores, la población de esta especie explotó considerablemente.
“Lo que está pasando es que ahora esa palma está excluyendo otros árboles a los que no les permiten espacio. Aunque sea una reserva, los efectos de la gente alrededor han provocado una pérdida de diversidad biológica en su interior”.
Este no es un caso único, pues alrededor del planeta se ha observado que los esfuerzos de conservación en reservas no son suficientes. “Habría que encontrar una forma de conciliar el manejo de la tierra para la producción agrícola con la forma de conservación. Se podría armar un cinturón donde todavía haya bosque para amortiguar los efectos del manejo”, expresó.
Asociación para la biología tropical y conservación
Desde la elaboración de su tesis de doctorado, Martínez Ramos empezó a participar en las reuniones anuales de ABTC, que entonces se realizaban en Estados Unidos de América (EUA). En 1994, se llevó a cabo por primera vez en México con sede en la ciudad de Guadalajara, y en 2007 fue realizado en la ciudad de Morelia, bajo la organización de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la UNAM.
En su 54a edición, el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady) se sumaron al comité organizador nacional para realizar el congreso por primera vez en Mérida, Yucatán. “Hemos hecho un esfuerzo para que México, que tiene una tradición de investigación en ecología tropical y biología tropical importante, sea uno de los promotores mundiales en este campo de investigación”, afirmó el investigador.
“En los setenta y ochenta hubo un proceso de crecimiento importante y ahora estamos presenciando que la participación de este congreso está conformada en 50 por ciento por estudiantes con muy buen potencial. Creo que la contribución de los biólogos que estudian los trópicos para saber cómo evoluciona y se mantiene la vida y cuáles son las soluciones a los problemas ambientales es alentador”, agregó.
Conservación de la biodiversidad
Para el investigador, aún queda mucho por aprender en el estudio de la biología básica en los trópicos. Por ejemplo, cómo evolucionan los seres vivos en ecosistemas tropicales, cómo se mantienen genéticamente las poblaciones y cómo funcionan los ecosistemas a partir de los ciclos de agua y carbono, entre muchos otros aspectos.
“Estamos en el bien llamado 'Antropoceno'; el impacto de nosotros como seres humanos en el planeta ha sido de tal magnitud que ya se va a poder ver en el futuro cuándo hubo una especie, el Homo sapiens, que modificó tanto las características de la litósfera, por lo que la urgencia ahora es encontrar una convergencia entre la dimensión social y la dimensión biológica hacia la conservación”, indicó.
En sus palabras, la conservación, el uso sustentable de los recursos, la contaminación o la extinción de especies son problemas complejos de carácter interdisciplinario y transdisciplinario que requieren la participación de sectores políticos, económicos, ambientales y, sobre todo, de la sociedad civil.
“Tenemos que hacer una tarea para cambiar nuestros hábitos de consumo que tienen un impacto en el ambiente, crear conciencia para reducir cosas que no necesitamos. Son detalles tan pequeños pero que si los cambiamos, probablemente vamos a ayudar a mejorar nuestra situación. No solamente en los trópicos sino en todo el mundo”, finalizó.
• Dr. Miguel Martínez Ramos
Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, UNAM
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