Raúl Dorra: el rigor y la armonía del lenguaje científico y poético
Por Dalia Patiño González
Puebla, Puebla. 21 de septiembre de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- En 1976, inició una larga tribulación en Argentina que obligó al doctor Raúl Dorra Zech a exiliarse en nuestro país y ocupar una plaza en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) donde, un tiempo después y como resultado de su propia actividad académica, fundaría en 1998 uno de los espacios de investigación más importantes a nivel nacional en el estudio del lenguaje: el Programa de Semiótica y Estudios de la Significación (SeS).
Raúl Dorra es miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y ha sido reconocido como miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. En 2011 fue nombrado Miembro Correspondiente por Puebla en la Academia Mexicana de la Lengua y en 2016 ingresó a ella con el discurso Acerca del habla en México.
BUAP resolvió por unanimidad otorgarle la medalla Francisco Javier Clavijero, la máxima distinción que esa casa de estudios reserva para sus académicos. Con más de 40 años de trabajo ininterrumpido como investigador, ensayista y literato, el doctor Dorra Zech platicó con la Agencia Informativa Conacyt.
También en 2016, el H. Consejo Universitario de laAgencia Informativa Conacyt (AIC): ¿De dónde surge su gusto por la literatura, quién lo inició en ella?
Raúl Dorra Zech (RDZ): Yo podría evocar circunstancias pero prefiero decir que ese gusto siempre estuvo en mí de algún modo. De niño me gustaban los versos. Siempre tuve buena memoria y me gustaba que se grabaran en mí para después repetirlos. Todavía recuerdo poemas aprendidos en la infancia. Pero el gusto por la literatura en pleno se dio en la adolescencia y se desarrolló en la juventud. Quiero decir literatura en sus diferentes géneros pero siempre como una estetización de la palabra. Claro que la poesía siguió siendo lo principal y lo agradezco porque es un gran alimento del espíritu. Algo que sostiene al espíritu tanto en la desdicha como en la dicha.
AIC: ¿Cómo fue su primer acercamiento con la poesía y qué autores despertaron su interés en ella?
RDZ: Más que autores en particular, quienes despertaron mi interés fueron las maestras de la escuela primaria. Cuando yo estudié había una clase de lectura donde también uno se ejercitaba en la recitación. La poesía en voz alta era algo común. Claro que en mi caso ese gusto arraigó. Cuando en mi adolescencia descubrí la literatura en sentido amplio, descubrí también que la literatura podía ser un destino, mi destino. El núcleo intenso de la literatura siguió siendo la poesía; ella me enseñó a vivir la experiencia estética y a reflexionar sobre el poder de la lengua, sobre la organización de las emociones. Creo que la poesía es un lenguaje de concentración que concentra, a su vez, a otros lenguajes. En cuanto a autores, la lista sería interminable, pero la gran puerta de ingreso fueron Juan Ramón Jiménez y Rubén Darío.
AIC: Hay dos líneas en su trabajo, la producción como investigador y la creación literaria. ¿Por cuál se inclina más y de qué forma lo complementan?
RDZ: El interés por la investigación se despertó después, cuando adquirí mi formación universitaria. Para mí nunca hubo conflicto entre un interés y otro porque tanto el lenguaje poético como el lenguaje científico son exigentes y rigurosos y, según la perspectiva desde la que se los mire, bien pueden ser complementarios. Por lo menos en mi caso así ocurre. Para mí, escribir un ensayo o un artículo supone reunir coherencia y lucidez en una prosa bien construida, armoniosa. Actualmente se reconoce que el saber intelectual, el saber científico, mientras es más riguroso más requiere de un avance armónico. Por mi parte, en un libro de investigación exigente (La casa y el caracol) introduje pasajes de ficción literaria y en un libro de relatos (Lecturas del calígrafo) le di por momentos a la narración la forma del ensayo.
AIC: ¿Cómo ha influido en su vida México, la cultura de este país y cómo lo ha reflejado en el discurso y la palabra que busca transmitir?
RDZ: Mi ingreso a la cultura mexicana fue de entrada una difícil reunión de la semejanza y la diferencia. Hablando la misma lengua, me parecía que decíamos cosas diferentes. Y algo semejante pasaba con los hábitos del vivir: la comida, las diversiones, los olores, etcétera. Tal vez eso me ayudó a revisar mi propia formación, mis propios hábitos de vida, y a interesarme de manera más profunda por conocer lo que estaba ante mí. Se trataba de una cuestión de lenguajes interpenetrándose, y esa simbiosis se fue dando con naturalidad, afortunadamente. Fue un proceso de enriquecimiento. Hace poco, en mi ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, pronuncié un discurso sobre el habla en México, un habla tan llena de interés y de enseñanzas. Eso está entre las cosas que quisiera transmitir. He podido ver el habla callejera como un hecho estético, una construcción de figuras y de estrategias verbales.
AIC: ¿Qué le interesa comunicar al doctor Raúl Dorra a través de la literatura?
RDZ: Por empezar, en literatura no hay "doctores", todos somos aprendices. Creo que quien produce literatura nunca terminará de saber qué es lo que profundamente quiere porque siempre es un sujeto en formación. Es un deseo que trata de tomar forma para, a su vez, darla. Una obra es eso: un universo de formas. Creo que lo que se quiere comunicar es el deseo. Ese deseo puede expresarse en un relato, en una escena dramática, en un poema. Aquí lo importante es la construcción de una voz o de voces que se llaman y se responden, que se comunican o se extravían. La literatura es un llamado y una espera, y también la ilusión de que de alguna manera uno contribuye a la transformación de la sociedad.
AIC: Como parte del trabajo académico que ha realizado destaca la creación del Programa de Semiótica y Estudios de la Significación, ¿qué necesidades dieron origen a este centro y, a lo largo de estos años, cuál ha sido su crecimiento y sus principales logros?
RDZ: La creación de ese programa ha sido fundamental en mi carrera y espero que provechoso para las humanidades en nuestra universidad, un programa con una serie de proyectos (como la revista Tópicos del Seminario) y actividades (como el Seminario de Estudios de la Significación) de amplio reconocimiento internacional. Su creación respondió a la necesidad de disponer de un espacio dedicado específicamente al desarrollo de la semiótica, una disciplina en general poco comprendida. En Latinoamérica hay dos ciudades que en este sentido aparecen como referentes: São Paulo y Puebla, porque es donde los estudios semióticos han avanzado más orgánicamente. En Puebla, nuestro seminario reúne a investigadores y estudiantes locales con investigadores que vienen de otras partes del país para asistir a sus sesiones. Y también vienen investigadores de otros países para exponer su pensamiento ante una concurrencia siempre activa. En nuestra página (semiotica.buap.mx) se pueden ver nuestras actividades y publicaciones.
AIC: Consolidada como una publicación de calidad, indizada, Tópicos del Seminario es un referente importante para el estudio de la semiótica y áreas afines. ¿Qué representa esta revista en su trabajo profesional y personal?
RDZ: Crear y luego sostener una revista que sea una verdadera expresión del trabajo intelectual de quienes la crearon es una de las tareas más difíciles y uno de los mayores desafíos para un equipo de investigadores. Quiero decir que es difícil sostener el proyecto, su calidad, su coherencia, la regularidad, sostener el entusiasmo a lo largo de los años —la creamos en 1998—, y más en la actualidad donde las exigencias son mayores. Eso se puede ver por las pocas revistas que se crean y logran sostenerse. En efecto, Tópicos del Seminario es un referente para conocer el estado actual de la semiótica y su relación con disciplinas afines, razón por la cual convoca a investigadores del más alto nivel. Esta publicación semestral de números monográficos nos comunica de manera inmediata con los investigadores del Seminario de París. Creo que es la única revista de este tipo en el mundo de habla hispana.
AIC: ¿Qué importancia cobra el estudio de la significación en un contexto social actual, donde la globalización insta a formas diferentes y a veces complejas de comunicarse?
RDZ: La sociedad actual se comunica de muy diferentes maneras, con diferentes vehículos y a diferentes velocidades, desde la página escrita hasta la pantalla del teléfono celular. La interactividad es proliferante y hasta voraz. Hoy la página escrita es también —como hace siglos— la piel humana donde se inscriben ostensibles tatuajes. Un estudio de la significación tendría que servir para establecer los códigos y las gramáticas de los distintos lenguajes que interactúan. Un mensaje de texto, por razones de economía, por premura o búsqueda de eficacia, suele reunir signos provenientes de diversos lenguajes, incluso de primitivos sistemas pictográficos. Se trata de nuevas formas sincréticas donde a veces la novedad es el modo de incorporar lo antiguo. Se trata, por lo tanto, de nuevas prácticas significantes y la semiótica tiene mucho que decir al respecto. Actualmente la semiótica ha puesto mucha atención en las prácticas, desde la comunicación gestual hasta la intervención humana en el desarrollo de ecosistemas.
AIC: ¿Qué significado ha tenido la docencia en su desarrollo profesional y personal?
RDZ: Cuando era joven, rechazaba de plano la idea de la docencia, creía que a un escritor no le correspondía esa tarea. Por fortuna, la vida me fue cambiando, comencé a enseñar literatura y gramática del español y con el tiempo advertí el valor fundamental que la docencia tiene. Ser docente es, tanto como enseñar, aprender. Aprender a escuchar, a pensar con el otro, el estudiante, que siempre sabe más de lo que parece y muchas veces él mismo no lo advierte. El estudiante es como el aprendiz de escritor, que debe buscar su saber dentro de sí mismo a la vez que fuera, en los libros, en la palabra que viene a él. Y el docente tiene esa gran responsabilidad de la palabra. La responsabilidad de la educación que es fundamental para el desarrollo de un país.
AIC: ¿Qué es lo que más disfruta Raúl Dorra en la vida? ¿Cuáles serían sus tres grandes pasiones?
RDZ: A mi edad, los placeres son tranquilos pero no dejan de ser variados. Disfruto de pensar y comprender, de una lectura compartida, del sabor del mango, el fruto del paraíso. Disfruto de ciertos ritmos, de la caricia, de la conversación, de los ruidos del agua de la fuente, del silencio, de la luz del atardecer, de los masajes en mi pobre columna, de los olores que vienen de la cocina. Pero sobre todo disfruto de sentirme querido. En cuanto a enumerar tres pasiones, se entiende que es difícil porque uno tiene también varias. Para paliar un poco esta dificultad, empecemos por no poner en esa lista al amor, pues es una pasión de todos y de cada uno, una pasión universal que reúne lo grande y lo pequeño ("L'amor che move il sole e l'altre stelle", Dante). Con dicha salvedad, podría nombrar estas tres: la vida, la amistad y la palabra.
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