Alejandro de las Peñas, compromiso científico y social
Por Chessil Dohvehnain
San Luis Potosí, San Luis Potosí. 23 de octubre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Originario de la Ciudad de México, Alejandro de las Peñas Nava es el menor de los tres hijos de Gloria Nava Jaimes, contadora pública y auditora egresada de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y de Fernando de las Peñas Barrio, refugiado español, ingeniero en comunicaciones y electrónica egresado de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Es miembro destacado de la División de Biología Molecular del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt), y conductor de su propio programa de divulgación científica en radio, Sinapsis Libre en el 107.1 de FM en San Luis Potosí. Junto a su pareja, la doctora Irene Castaño Navarro, tiene una larga trayectoria en instituciones académicas dentro y fuera de México. Reconoce, ante todo, la actual e imperiosa necesidad de que la ciencia resuelva los complejos problemas que enfrenta el país.
De sueños, bacterias y baile: su vida en México
Estudió la primaria y secundaria en colegios privados donde aprendió a hablar inglés, pero dadas las experiencias que sus hermanos mayores le contaban sobre lo amenazante de las actividades de los porros en la Vocacional 2 del IPN, que durante un tiempo llegaron a caracterizar a muchas escuelas del Politécnico, decidió permanecer en la preparatoria particular donde había terminado la secundaria y no cambiarse a la vocacional. Decidió estudiar agronomía en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) y continuar a la par sus estudios de ballet clásico en la ahora extinta Academia de Balé de Coyoacán fundada y dirigida por Ana Castillo.
“Pero Chapingo tiene un examen socioeconómico muy fuerte. Y no lo pasé. Lo que quiere Chapingo básicamente es apoyar hijos de campesinos o gente relacionada con el campo, aspecto que en general está bien. Entonces decidí irme a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Xochimilco, a estudiar agronomía. Pero la universidad tiene un sistema modular, es como un Montessori pero de nivel superior, y no me gustó el sistema porque no me permitía llevar a la par mis estudios de ballet”.
Esto lo hizo cambiarse a la UAM-Iztapalapa, donde estudió biología. Ahí se tituló de biólogo en 1986 con una tesis experimental titulada Montaje de la prueba de micronúcleos de Vicia faba para monitoreo de aguas residuales, bajo la supervisión de la doctora Cristina Cortinas en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM.
“Cristina es experta en contaminación ambiental, manejo de recursos peligrosos, en otros temas, y sigue muy activa. Trabajé con ella montando una técnica en raíces de haba. Se ponen a germinar semillas de habas, y cuando germinan, se les expone a agua contaminada o no contaminada. Se observan rearreglos y rompimientos muy grandes en los cromosomas en las células de las raíces, y entonces se forman micronúcleos que son fáciles de contar y que correlacionan con la presencia de mutágenos en el agua”.
Sin embargo, el interés de estudiar agronomía no se le pasaba, así que decidió volver a aferrarse a su idea y tratar de ingresar a la Universidad Autónoma Chapingo de nueva cuenta al término de la carrera de biología. Fue aceptado en la UACh como alumno especial en el Departamento de Fitotecnia, pero al empezar los cursos se dio cuenta de varias cosas. Primero, que en aquel entonces los agrónomos no veían con buenos ojos a los biólogos por razones que nunca le quedaron claras, y segundo, que el nivel académico lo decepcionó, principalmente por la llamada “grilla” de estudiantes, profesores y trabajadores.
En uno de aquellos días fue al laboratorio de su mentora de licenciatura, bastante decepcionado. La doctora Cristina Cortinas le dijo que dejara ya esa idea de estudiar agronomía y que fuera al Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno (CIFN) de la UNAM en Cuernavaca, Morelos (hoy Centro de Ciencias Genómicas), con el extraordinario y ya legendario doctor Federico Sánchez Rodríguez, un fantástico investigador que trataba en aquel entonces de entender cómo la planta de frijol interactuaba con la bacteria Rhizobium etli (phaseoli), que infecta las raíces de la planta y genera nódulos que son estructuras especializadas que permiten a la bacteria tomar el nitrógeno de la atmósfera para convertirlo en amonio para beneficio del frijol.
“Entonces no necesitas fertilizantes. Esto es lo extraordinario de la fijación biológica del nitrógeno. Trabajé con Federico tratando de entender cómo se regulan unos genes que son importantes para la primera parte de la infección por parte del Rhizobium. Federico era realmente un personaje universal: generoso, listo, enciclopédico y siempre viendo mas allá del horizonte”.
Así, después de ir y venir entre la Ciudad de México y la ciudad de Cuernavaca por la carretera federal, que es famosa por sus terribles accidentes (uno que incluso casi le costó la vida a Alejandro y a su amigo José González Casanova que iba al volante), terminó la maestría en investigación biomédica básica en 1990. Este posgrado adscrito a la UACPyP del CCH (Unidad Académica de los Ciclos Profesionales y de Posgrado del Colegio de Ciencias y Humanidades) se transformó en un posgrado distinto de la UNAM. Alejandro tenía interés en hacer su doctorado en Estados Unidos, y el doctor Federico Sánchez lo apoyó decididamente. Así inició otra gran etapa de su vida científica.
Ciencia en el otro lado: su vida en Estados Unidos
“Me aceptaron en la Universidad de Wisconsin-Madison (UW-Madison) y ahí estuve tres años. Pero durante el segundo año, sucedió que la Unidad de Plantas del CIFN se mudó al Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de la UNAM en el campus Cuernavaca, y ese centro se convirtió en el Instituto de Biotecnología (IBt). Esto es relevante porque yo no solicité beca de Conacyt, sino de la UNAM. La UNAM tenía un programa de becas al extranjero verdaderamente extraordinarias que administraba la Dirección General de Asuntos de Personal Académico (DGAPA) bajo la tutela de la licenciada Patricia Vital. Sin duda las mejores becas que había en el país. La Unidad de Plantas, cuando estaba en el CIFN, me apoyó para solicitar esta beca”.
Cuando ocurrió el cambio institucional, el comité de becas del ahora IBt le permitió expandir las especialidades que podría estudiar en el doctorado, desde microbiología hasta neurociencias. Alejandro decidió entrar al laboratorio de la doctora Carol Gross en el Departamento de Bacteriología en UW-Madison. Y en 1993, Carol Gross muda su laboratorio a la Universidad de California en San Francisco (UCSF) al Departamento de Estomatología y Microbiología e Inmunología.
“La decisión de Carol de mudar su laboratorio obedeció a razones tanto académicas como personales: le ofrecieron una posición en UC-San Francisco, uno de los más importantes centros de investigación, y su marido, Hatch Echols, era investigador en UC-Berkeley. San Francisco es una ciudad padrísima donde no te sientes extranjero, aunque todo es muy caro y más si eres estudiante. Pero al nacer nuestros hijos gemelos en Madison, el monto de la beca de DGAPA aumentó. Y cuando nos mudamos a San Francisco también me aumentaron la beca porque San Francisco era considerado como zona cara. En Madison, pagaba una renta como de 350 dólares, y en San Francisco, la renta era de mil dólares”.
Alejandro estuvo seis años en el laboratorio de la doctora Gross, a quien quiere y admira por su impecable investigación y su constante trabajo para proveer de mejores oportunidades a las minorías étnicas dentro de la academia en Estados Unidos. Concluyó su doctorado en abril de 1997 con la tesis titulada Regulation of the alternative sigma factor, sigma E, in Escherichia coli. En el laboratorio del doctor Michael Christman en UC-San Francisco, su esposa (doctora Irene Castaño) estaba de posdoctorado, se mudaron a la Universidad de Virginia en Charlottesville (UVA), donde aceptó un puesto de posdoctorado en el laboratorio del doctor Christman en mayo de 1997.
“La Universidad de Virginia fue la primera universidad fundada en los Estados Unidos por Thomas Jefferson y se le conoce como The Academic Village, está a dos horas al sur de Washington D.C. Una universidad con unos grounds (porque no se le refiere como campus) súper bonitos y me fui con ellos. Charlottesville además de lindo era baratísimo comparado con San Francisco. Por ejemplo, en San Francisco la guardería costaba casi mil quinientos dólares al mes por los dos niños, y en Charlottesville costaba como una tercera parte”.
Después de haber trabajado genética molecular de bacterias, comenzó a estudiar en el laboratorio de Christman la levadura Saccharomyces cerevisiae.
“S. cerevisiae sirve para hacer pan, vino y cerveza, es decir, como dice mi amiga Alicia (González), es el mejor amigo del hombre. Olvídate del perro. Y entonces ahí trabajé tratando de entender un fenómeno que había descrito Irene (su esposa) sobre el mecanismo de la cohesión de cromátidas hermanas”.
Después hubo otra escala en su vida académica, donde se mudaron a la ciudad de Baltimore en septiembre de 1999 e ingresó al Departamento de Biología Molecular y Genética en la Universidad Johns Hopkins en el campus médico (Johns Hopkins Medical Institutions, JHMI), en el laboratorio del doctor Brendan Cormack, donde él y su pareja estuvieron de 1999 hasta 2004.
Alejandro trabajó con la regulación de unas proteínas llamadas adhesinas, que permiten que la levadura patógena oportunista Candida glabrata se adhiera a las células epiteliales del enfermo. JHMI está ubicado en la zona este de la ciudad de Baltimore, y ahí la injusta división socioeconómica era más que evidente: una de las mejores universidades del mundo ubicada en una de las zonas más marginales de los Estados Unidos. El este de Baltimore tiene un área urbana reconocida por su feroz violencia cotidiana, drogas, prostitución y crimen, tal cual como se describe en la serie de HBO de 2002 llamada The Wire.
“Tan así, que el campus del Centro Médico está muy resguardado, todos los edificios se comunican por puentes. No tenías que salir a la calle. Pero un esfuerzo grande de la universidad desde hace veinte años, ha sido la compra del vecindario circundante, reubicando a familias a desarrollos con mejor calidad de vida”, recuerda. Sin embargo, esto no fue impedimento para desarrollar su trabajo académico en un ambiente extraordinario donde, por ejemplo, estaban los reconocidos académicos Peter Agree o Carol Greider, ambos merecedores del Premio Nobel, uno en química en 2003 y la otra en medicina en 2009.
De regreso a México: memorias desde el Ipicyt
Un par de días previos al ataque del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, y después de varios años de vivir en los Estados Unidos, ambos estuvieron cerca de tramitar una de las famosas green cards para científicos. La razón de solicitar una green card era para prescindir de las constantes solicitudes y pagos de visas H y TN con sus respectivas visitas a la embajada de Estados Unidos. Sin embargo, por azares del destino, el trámite no se completó. Los procesos culturales y sociales que desencadenó aquel evento terrible diecisiete años atrás, les hicieron incrementar el empeño por buscar empleo en México.
Buscaron trabajo mediante presentación de seminarios y entrevistas en el Instituto Nacional de Salud Pública, en el Instituto Mexicano del Seguro Social y en los Institutos de Biotecnología e Investigaciones Biomédicas de la UNAM. Entonces una amiga de Alejandro e Irene los contactó con el doctor Rubén López Revilla, quien estaba al frente de la División de Biología Molecular del Ipicyt. El doctor López Revilla les ofreció formar parte del personal académico de la división y regresaron a través del programa de repatriación y retención del Conacyt en enero de 2005.
Afortunadamente, la Comisión Interna de Evaluación del Ipicyt, presidida por el doctor José Luis Morán, otrora director fundador del Ipicyt y hoy presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, aceptó la propuesta de López Revilla para repatriarlos.
“Los resultados del programa de repatriación no se publicaban. Debían de publicarse los resultados a finales de noviembre de 2004 (salieron en marzo de 2005) y nosotros teníamos que estar en enero de 2005 en Ipicyt. ¿Cómo te regresas sin el apoyo económico? Lo que nos convenció fue el hecho de que José Luis Morán nos hablara por teléfono al laboratorio en Baltimore, y me dijo que no me preocupara, que nos pagaría el Ipicyt mientras los resultados de la repatriación se publicaban y que nos fuéramos a trabajar al instituto. Ese toque personal de José Luis fue clave. Nos regresamos a México en enero de 2005 y empezamos a trabajar en el Ipicyt”.
Al llegar a San Luis, les tocó trabajar casi inmediatamente después de la puesta en funcionamiento del primer edificio del Ipicyt, el Edificio Alfa. El Ipicyt se funda en 2000, por lo que ambos vivieron la consolidación del centro de investigación, obteniendo proyectos de ciencia básica y de salud, entre otros, donde Alejandro estableció una línea de investigación en hongos patógenos.
Durante la gestión del doctor David Ríos como director general del instituto, Alejandro se convirtió en Jefe de la División de Biología Molecular por ocho años. Durante este periodo, los posgrados tanto de maestría como doctorado en biología molecular recibieron el nivel de competencia internacional del Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) de Conacyt.
“Competí por la dirección de Ipicyt hace dos años, fue una experiencia muy interesante y formativa, pero en esa transición fue designado el doctor Ricardo Femat. Todo iba bien en el Ipicyt hasta que coincidió una terrible combinación de problemas y malas decisiones: un recorte brutal al presupuesto del Conacyt, problemas importantes de financiación del instituto, una mala comunicación por parte de la dirección general con la comunidad académica y el director general fue un mal administrador. Todo esto provocó la salida del doctor Femat de la dirección general del Ipicyt. Entre deudas, recortes y mala dirección, la institución entró en una dinámica terrible”.
La situación explotó con la eliminación al 100 por ciento de los estímulos a la productividad sin aviso previo. Las problemáticas internas del Ipicyt fueron documentadas por diversos medios de comunicación.
“El último viernes de abril del año pasado, el director general de Ipicyt juntó a los académicos y les dijo que habría un recorte a los estímulos a la productividad que representa un porcentaje importante del salario. Yo no estuve en esa reunión pero me platicaron que, a pesar de las preguntas directas al director general en el sentido de qué porcentaje sería la reducción de los estímulos, este no contestó claramente de cuánto sería el recorte. Al día siguiente nos dimos cuenta que el recorte era del cien por ciento. De un día para otro nos quedamos sin estímulos, con la mitad del salario. Esto nos metió en una dinámica horrible (…) Se rompió el ambiente mágico que manteníamos en el instituto y que era la razón de una vida académica extraordinaria. La atmósfera emocional y la conexión personal con el instituto se rompieron. La cuestión es ¿cómo vuelves a entretejer esta red, el sentido de pertenencia a tu instituto?, ¿qué haces para que la comunidad se sienta como antes, cuando confiábamos tácitamente en todos y en nuestros directores?”.
Afortunadamente las cosas están mejorando debido, primero, a la presencia de un nuevo director general interino nombrado en junio de 2018 y por iniciativa de los propios investigadores, quienes se han organizado de distintas maneras para crear nuevos espacios de fraternización y comunidad, como el Congreso Interdisciplinario Ipicyt 2018 de reciente celebración, todo con motivo de un nuevo respirar académico dentro de uno de los centros públicos de Conacyt más productivos del país.
Visión a futuro
A la par de todas estas andanzas, aventuras y memorias, Alejandro obtuvo la oportunidad de participar en la radio durante dos años en un programa llamado La Mesa Científica en la estación local Magnética fundada en 2005 y que dirige el doctor Fernando Maldonado López.
La Mesa Científica se transmitía los jueves a las 9:00 horas, con programas de 30 minutos de duración y se producía en colaboración con académicos del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). Alejandro participó en ese programa por dos años y después de un pausa de otros dos años, volvió con un programa nuevo, Sinapsis Libre, que lleva casi ocho años al aire y que se transmite por la misma estación los martes en punto de las 20:00 horas, de una hora de duración y con un contenido de divulgación científica que demuestra el compromiso que Alejandro asume como científico para con la sociedad.
“Descubrí el gran gusto que le tengo a la radio. Es maravilloso. Sinapsis Libre es una colaboración entre Magnética y un investigador del Ipicyt; juntamos voluntades y producimos un programa de calidad”, comenta Alejandro.
Menciona además que también está muy orgulloso de sus egresados. Todos están trabajando en la academia como profesores, técnicos o posdoctorados en el extranjero, un recuerdo de que la formación de recursos humanos desde los centros de investigación implica un compromiso social para formar buenos científicos y también excelentes ciudadanos.
Con respecto a sus actuales líneas de investigación, Alejandro comenta que al llegar a Ipicyt comenzó por caracterizar la respuesta al estrés oxidante de la Candida glabrata. Una investigación relevante porque cuando hay infecciones por hongos o bacterias, la primera línea de defensa que tenemos son las células fagocíticas del sistema inmune como los macrófagos o neutrófilos que eliminan a estos microorganismos mediante estrés oxidante. Sin embargo, C. glabrata es muy resistente a la presencia de especies reactivas de oxígeno y esto le permite sobrevivir e incluso dividirse dentro de los macrófagos.
“Quería trabajar con una levadura y también con un patógeno que tuviera relevancia, y por eso escogí C. glabrata (…) Pero un problema que tenemos todos los que hacemos investigación es la falta de recursos. Ese es un problema grave que tiene que resolver el próximo gobierno. Ya hay señales que indican que van a cambiar muchas cosas. Los cambios son buenos, y hay que participar hacia dónde nos dirigiremos. La nueva directora de Conacyt es una persona muy preparada, es una gran científica que seguramente lo hará bien aun cuando parte de la comunidad está preocupada por su rechazo a los organismos transgénicos”.
Para el académico, el desarrollo de proyectos tecnológicos relevantes para el país también debería ser una prioridad para la nueva política científica nacional, orientada hacia la búsqueda de soluciones a los grandes problemas nacionales. Y es que la vinculación con el sector productivo es fundamental, y esto debe de estar a la par con la generación de conocimiento nuevo.
“La vida es una nada más (…) La gente joven tiene una cualidad importante. Cuando eres chavo te sientes indestructible, y yo cuando era chavo hice una cantidad de cosas que no las puedo platicar aquí, pero esa energía, inventiva y creatividad, deben aprovecharla al máximo”, concluye.
• Dr. Alejandro de las Peñas Nava
División de Biología Molecular
Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica
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(01 444) 834 2039
Síguelo en radio por Magnética 107.1 FM en el programa Sinapsis Libre, todos los martes de 20:00 a 21:00 horas.
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