¡Eureka! y la corona dorada

Por Susana Paz

¡Eureka!, en griego εὕρηκα/ηὕρηκα, es una famosa exclamación atribuida al matemático y físico griego Arquímedes de Siracusa, que en la actualidad es utilizada para referirse a un descubrimiento científico.

La historia dice que Hierón II, rey de Siracusa, pidió a Arquímedes (287 a.C. - 212 a.C.), que comprobara si una corona que había encargado a un orfebre era de oro puro, pero sin dañarla.

Arquímedes dio muchas vueltas al problema, hasta que un día, al meterse a la bañera, se le ocurrió una solución. Pensó que el agua que se desbordaba tenía que ser igual al volumen de su cuerpo sumergido. Si medía el agua que salía al meter la corona, conocería entonces el volumen de la misma y podría compararlo con el volumen de un objeto de oro del mismo peso que la corona. Si los volúmenes no fueran iguales, sería la evidencia de que la corona no era de oro puro.

Los relatos afirman que, a consecuencia de la emoción que le produjo su descubrimiento, Arquímedes salió del baño y fue corriendo desnudo hacia la calle gritando: “¡Eureka!”, palabra griega que quiere decir “lo he encontrado”. Desde entonces, es utilizada como una expresión que indica la realización de un descubrimiento.

Al llevar a la práctica lo descubierto, se comprobó que la corona tenía un volumen mayor que un objeto de oro de su mismo peso, es decir, que contenía plata, un metal menos denso que el oro.

Esta historia aparece en “De architectura”, un libro de Vitruvio, escrito dos siglos después de la muerte de Arquímides.

 



MCT Noticias

 

Search Mobile