Utilizan conocimiento indígena tradicional para la rehabilitación forestal
Por Susana Paz
México, DF. 6 de mayo de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Enclavado en la complejidad y exuberancia de la Selva Lacandona, el investigador Samuel Israel Levy Tacher trabaja desde hace años en el tema del conocimiento tradicional como herramienta para la rehabilitación de bosques.
Por su labor de más de dos décadas como científico y porque sus investigaciones han generado nuevos enfoques para afrontar retos ecológicos y sociales, al integrar el conocimiento indígena tradicional con el conocimiento científico mundial para la restauración de bosques en la región, recibirá el reconocimiento Full Circle Award 2015 otorgado por la Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica (SER, por sus siglas en inglés), uno de los más importantes en esta materia a nivel mundial. El premio le será entregado el 26 de agosto en el congreso de la SER, en Mánchester, Reino Unido.
Levy Tacher es ingeniero agrónomo por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Con el respaldo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) realizó sus estudios de maestría y doctorado en Ciencias en el Centro de Botánica del Colegio de Postgraduados (Colpos).
Actualmente es investigador Titular A del Grupo Académico de Conservación y Restauración de Bosques, Departamento de Conservación de la Biodiversidad, adscrito a la Unidad San Cristóbal de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) –que pertenece al Sistema de Centros Públicos de Investigación (centrosconacyt.mx) del Conacyt–, además de ser miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), con el nivel I.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo decidió dedicarse a la etnobotánica?
Samuel Levy Tacher (SLT): No hay ninguna influencia hacia lo que actualmente hago. Soy hijo de una familia “clasemediera” de la colonia Narvarte (de la Ciudad de México), de ascendencia judía, que se dedican principalmente a cuestiones de comercio; mi abuelo era joyero. Pero en mi adolescencia empecé a tener contacto con grupos de hippies y de pronto se me ocurrió que tenía que trabajar, entonces dije, pues tal vez la agronomía sea la posibilidad para entrar en esto. Como verás no es nada florido el asunto.
Lo interesante fue que cuando entré a la universidad (UAM), conocí a varios maestros que mencionaban mucho a un tal Efraín Hernández Xolocotzi. Un día nos fue a dar una plática y ahí conocí a este personaje que cambió mi vida, al ver qué era para él la etnobotánica y qué implicaba. Efraín Hernández tenía un arte para describir qué era la etnobotánica, cómo funcionaba; entonces me sorprendí profundamente de que eso también lo pudiera hacer un agrónomo.
Terminé la licenciatura y fui a tocarle la puerta a este señor para pedirle que me incorporara a su proyecto, y me dijo que no, porque yo era un chilanguito que ni siquiera conocía bien el maíz, y tenía razón. Pero fui muy insistente.
El maestro Hernández Xolocotzi es, a mi juicio, el etnobotánico más distinguido de México. Entonces me fui a trabajar a Yucatán, en un proyecto de investigación que se llamaba Dinámica de la milpa; ahí fue donde conocí el sistema maya-yucateco, cómo funcionaba, cómo se articulaba, y me interesó la cuestión del manejo de la sucesión secundaria o acahual, y todos los productos que de ello se generan.
Esa fue mi escuela, aprendí cómo el componente humano es determinante en el desarrollo de la tecnología; y que las tecnologías no necesariamente son aparatos que puedes tocar sino, en muchos casos, hablando de la tecnología campesina, es conocimiento. Entonces sentir que la tecnología está en la mente de la gente, y que hay una relación muy armónica con la naturaleza en cuanto a que se respeta, se aprovecha, en algunos casos se conserva, esa fue la ventana que me abrió la entrada al mundo de la etnobotánica.
Si me dijeran qué haces, diría etnobotánica, aunque unos dicen que hago ecología, otros que hago aspectos forestales, pero yo digo que hago etnobotánica porque partimos del conocimiento de la gente, el conocimiento tradicional, lo aprovechamos para desarrollar tecnología, o para ratificar la tecnologías campesinas.
De ahí me regresé, el maestro Hernández Xolocotzi me dijo que si yo quería seguir con él tendría que entrarle a la cuestión de la estudiada, entonces me metí a hacer la maestría con él, en el Colegio de Postgraduados de Chapingo. Luego vino un personaje muy importante en mi vida, se llama Juan Rogelio Aguirre Rivera, el único que yo conozco que cabía en el saco del maestro Hernández, de hecho, cuando se enfermó le cedió su cátedra y actualmente es director del Instituto de Investigaciones de Zonas Desérticas de San Luis Potosí. Con él hice el doctorado, y él fue quien me recomendó no regresar a Yucatán sino entrar con los lacandones a hacer mi doctorado.
Si vinculamos todo esto al premio, a mí me parece que podemos encontrar una coherencia importante porque la Society Ecological Restauration se fundó en 1994 y está enfocada a la restauración.
AIC: ¿Qué se entiende por restauración?
SLT: La restauración es, si tú ves un cuadro, una pintura que el tiempo la deteriora o le cae café o ácido sulfúrico, el restaurador lo que hace es reconstruirla hasta dejarla como estaba al principio; la restaura, le da la condición inicial que tenía, y cuál es la condición inicial, cuando los restauradores de esta sociedad piensan, están pensando en la vegetación madura. Pero para llevar un potero o una milpa a esa condición se requieren 500 años, se requiere que la gente prácticamente ceda ese lugar para que vuelva a hacerse, y toda una serie de situaciones que en nuestro país no es posible. Pero adoptamos el concepto tal cual.
Acá viene otra corriente que pasa inadvertida, que es orgullosamente mexicana, y se llama la corriente de Efraín Hernández Xolocotzi; él los nombraba TAT, tecnología agrícola tradicional, y la hipótesis que el maestro tenía, que es la que nos enseña y sobre la que crecimos, fue que los campesinos que viven en la selva, dependen de la selva para vivir, no les estorba, entonces si dependen de ella deben de contar con una tecnología para cuidarla.
Es un principio muy trivial pero con mucha claridad. No tenemos que ir a los libros, no tenemos que acudir a los extranjeros a que nos enseñen; la respuesta está en casa, esta es la visión de la etnobotánica, porque el conocimiento es propio.
A la fecha tenemos 70 años de una escuela con un enfoque claro, con una metodología precisa, con resultados en muchas partes que la SER retoma, a nivel internacional sin considerar la escuela mexicana, no aparecemos. ¿Por qué? Porque el maestro Hernández publicaba con dificultad. Publicó en inglés, porque él se formó en Nueva York, pero su lógica era, vamos a desarrollar las cosas acá, y las publicaciones eran muy domésticas.
El trabajo por el cual me dan el reconocimiento parte de una escuela eminentemente mexicana, con una enorme historia, con mucho conocimiento y mucha claridad, de qué hacer y cómo hacer. Estamos hablando del concepto de rehabilitación, no de restauración. Si bien el concepto de rehabilitación no lo maneja Hernández Xolocotzi, ni Rogelio Aguirre, porque no era necesario, estaba implícito en el proceso.
AIC: ¿Qué es rehabilitar a diferencia de restaurar?
SLT: Rehabilitar es, si te fracturas una pierna, entras en un proceso de rehabilitación; la pierna te sirve para caminar, entonces si se te rompe dejas de hacerlo y el propósito es que vuelvas a caminar. Si tienes una milpa o un potrero y se te degrada, lo tienes que rehabilitar para que vuelva a producir maíz, que vuelva a producir carne; porque esa hectárea de maíz o de potrero, que entra en condición de degradación, es una hectárea potencial de selva que se puede tumbar, y este concepto de rehabilitación está circunscrito o depende de su cercanía a áreas naturales protegidas, ese es el nuevo concepto que incluimos porque la referencia ya no es la vegetación madura sino el agroecosistema, un concepto que el maestro Hernández manejaba mucho.
Entonces, la referencia no es la selva, es el agroecosistema y es su cercanía a condiciones de áreas naturales protegidas, que son las zonas de amortiguamiento. El premio se da precisamente porque podemos integrar, a partir de una cultura selvática que implica que la vegetación arrope a la gente, los lacandones se sienten arropados por la vegetación, se sienten guardados.
Si tú entras a Lacanjá, dices dónde está el pueblo, entre casa y casa está el monte, hay selva, y esa es su protección. Entonces hay una técnica maya que es el tolché, toles línea y ché árbol, que es el derecho del camino, y son 20 metros a cada lado del camino en donde dejan que crezca la vegetación y no la tocan.
Los caminos tienen tolché, los ríos tienentolché, los apiarios, las milpas, los potreros, los cenotes; ¿y qué es esto del tolché? Es lo que cuida, es el derecho del apiario, del río; el derecho es la vegetación que está ahí, tienen que dejarla y no la puedes tumbar, y no es una imposición, es una convicción que los grupos mayas tienen.
Y otra cuestión que es muy interesante es el fundo legal, que es un área de aproximadamente dos kilómetros de radio alrededor de las comunidades, con vegetación también, que no se puede tumbar. Este fundo legal inicialmente fue propuesto por los españoles, como un margen adonde podía llegar la comunidad para acotarla, pero el concepto fue cambiando al punto que ahora se utiliza como un área de amortiguamiento de la temperatura, es un sistema.
Todo esto es una concepción de que la vegetación es parte de lo que te viste, parte de lo que te protege, es una concepción dentro de la cultura selvática muy útil que se puede utilizar para poder empezar a hacer una visión del paisaje con conceptos mayas que permitan una conectividad, a partir de los tolchés, el fundo legal y todas las prácticas agrícolas que aceleran los procesos de regeneración de selva y que la hemos documentado por fortuna ampliamente.
AIC: ¿Esta es la visión que premia la SER?
SLT: De esta visión la SER se da cuenta cómo funciona y la vienen a visitar, constatan, ven las publicaciones. Es un proceso de cabildeo, de constatación en donde te revisan todo, porque es un premio de corte científico. Mi obligación como etnobotánico es conocer las variables ecológicas o biológicas que determinan las técnicas o prácticas tradicionales para someterlas a experimentación y constatar el conocimiento, esa es mi responsabilidad.
Soy una especie de cronista de algo que ya existe. Las técnicas que hemos descubierto no es que yo las inventé o mi grupo o Ecosur. Son cosas que existen pero debes de tener la sensibilidad de reconocerlas, la capacidad de definir experimentalmente qué son las variables que tienen que someter a experimentación, a análisis, y luego divulgar esta tecnología para que los que se reconozcan sean quienes la generaron, no los científicos.
Sería un plagio que yo hablara que son tecnologías que descubrí, por supuesto que no, son tecnologías que la gente tiene y mi papel como etnobotánico es reivindicar el conocimiento tradicional a partir de la ciencia. Ese es mi compromiso y propondría que fuera el compromiso de muchos etnobotánicos que no han tomado esa decisión y han preferido irse por la parte folclórica, de decir que los campesinos tiene una enorme riqueza cultural, pero sin pasar de ahí.
Porque además, si lo convertimos en conocimiento científico lo podemos extrapolar a otras partes, como fue el caso de Lacanjá, donde se analiza esta tecnología, lo paso a Nueva Palestina que está a algunos kilómetros al sur, es la comunidad vecina, son tseltales inmigrantes de los altos de Chiapas.
Estamos hablando de 18 años de experimentación en donde hay dos protagonistas lacandones indispensables, se llaman Manuel Castellanos Chanquín, y su hermano Adolfo, ellos dos son mis maestros. El diseño de los experimentos, la definición de variables y el trabajo para el manejo de los procesos se ha hecho con ellos.
Y las hemos puesto a experimentación, como la técnica de en cinco años recuperar un área con un árbol que crece el primer año ocho metros llamado balsa (Ochroma pyramidale), y produce una cantidad de hojarasca a los tres años de 15 centímetros compacta. Hemos medido el suelo y es como composta, entonces es una maravilla.
AIC: ¿Cuál es la situación de la selva?
SLT: La dinámica del manejo tradicional de la selva es compleja. En mi opinión, el primer golpe y más tremendo fue el que haya llegado el protestantismo a Lacanjá. La filosofía judeo-cristiana monoteísta distorsiona, irrumpe y degrada la endeble cultura lacandona vinculada a la naturaleza.
Eso por un lado fue uno de los problemas mas graves, y lo sigue siendo, después de no contar con esta religión que es una referencia hacia la selva. El adorar los ríos, la lluvia, el aire, los árboles, la tierra, el tener algunas cosas también, los animales, el aprovecharlos, es parte de toda esta cultura que fue hecha a un lado en esta necesidad proselitista de civilizar a estos indígenas y que en términos etnobotánicos la consecuencia es muy grave.
Pero también viene toda una cuestión política, porque la Lacandona ha sido primero el objetivo de los intereses económicos de madereros, luego hasta pozos petroleros hay por allá, y ahorita es de la conservación; entonces ha sido rehén, la Lacandona y sus habitantes, de todos estos protagonistas que han manipulado la situación. Esto no ayuda a que las cosas fluyan de mejor manera, que se tengan éxitos mayores. Hay muchos elementos que se convierten en el crisol de la Selva Lacandona, se funden ahí y de pronto no vemos ni para dónde. Es muy complejo trabajar allá.
AIC: ¿Cómo se convierte uno en un buen etnobotánico?
SLT: Te voy a compartir un secreto. El maestro Hernández creo que tenía muchas razones por las cuales no me quería aceptar al inicio del proyecto, y una de ellas es que me preguntaba el nombre de las especies, y yo ni siquiera de los cultivos se los podía decir. Entonces empecé a estudiar taxonomía, que es mi parte mas débil, pero fue la parte que atendí y entendí para volverme etnobotánico; siento que el saco me queda grande; pero la etnobotánica parte de suponer que existe un profunda comprensión del entorno por parte de la gente que depende de ese entorno, en particular de los vegetales.
La etnobotánica explica la domesticación de las plantas como un proceso donde el arte de muchas generaciones de personas convirtieron un teozintle, que eran cuatro granitos superpuestos de maíz, en una mazorca del maíz pozolero que conocemos ahora y que nos comemos. Esa es una obra de arte de muchas generaciones de campesinos que pensaron en construir algo, no se generó naturalmente, fue a partir de procesos de selección.
Lo primero es tener la curiosidad de hurgar en la mente y en el conocimiento de la gente que previamente escoges sabiendo que te pueden enseñar algo. El poder aprovechar ese conocimiento compartido con esta persona y saber que la respuesta está adentro, no afuera.
Quitarte la actitud de ser el científico y el que sabe, porque nos enseñan en la escuela: tú eres agrónomo, entonces tú vas a enseñar agronomía; pero, ¿qué vas a enseñarle a alguien que por generaciones ha trabajado la tierra y la tiene tan bien? Más bien es, qué puedes aprender al respecto.
Incluye parte de humildad para reconocer esto y un compromiso para tratar de ayudar a que estas culturas evolucionen pero que no se olviden ni se avergüencen de lo que son. El compromiso del etnobótanico no es solamente ver y apuntar en un cuadernito. Tenemos que entrar, cotejar, probar experimentalmente y reivindicar este conocimiento de manera formal, para que la ciencia lo pueda usar, dando el crédito que se debe dar.
Además, debe haber un factor importante y es el amor. Yo amo mi trabajo. No quiero dejar de ser lo que soy ni voy a dejar de ser lo que soy por este premio. Soy alguien que anda a pie, y debo seguir con los de a pie, porque ellos son los que me han formado y a ellos me les debo. Han sido 20 años de trabajo a pie en Chiapas, así es como he aprendido y seguiré trabajando.
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