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Carlos Chimal, un viaje tras las huellas de la ciencia

Por Susana Paz

México, DF. 15 de junio de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Un viaje sin destino otorga conocimiento, dice Carlos Chimal. Y es justamente en ese mismo viaje donde se puede encontrar la convergencia entre la ciencia y el arte. Sobre lo vivido en ese camino de más de 30 años de trayectoria como escritor científico, es que trata su último libro de ensayos Tras las huellas de la ciencia. Un acercamiento universal, publicado por Tusquets Editores.

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En palabras del autor, se trata de una serie de ensayos testimoniales de su experiencia “en el ojo del huracán, de mi experiencia en los lugares, laboratorios, centros de investigación donde se ha dado la ciencia, las grandes ideas, los objetos que han transformado al mundo en los últimos 30 años. Una experiencia personal en el mundo de la gran ciencia”.

Carlos Chimal es un escritor que ha tomado a la ciencia como su materia primordial y a la literatura como su medio exacto. Autor de numerosos trabajos de divulgación científica, de libros sobre rock (Crines) y la única novela de futbol americano (Escaramuza) que se ha hecho en México, es un escritor multicromático y multifacético que ha trabajado tanto para radio, televisión y medios escritos; su experiencia en el ámbito de la divulgación científica es inigualable en el panorama de los actuales creadores mexicanos.

La comprensión pública de la ciencia (PUS, por sus siglas en inglés), término acuñado en los 90, ha sido la esencia de su quehacer intelectual. En Tras las huellas de la ciencia. Un acercamiento universal, retoma lo que siempre ha definido sus obras: indagar, reflexionar, intuir y experimentar sobre la manera de construir el conocimiento científico a través de la literatura y el ensayo; es decir, toda una “evaluación de las conjunciones y disyunciones alrededor de la ciencia y el arte”.

Y es que para el autor, y según lo afirmado por Octavio Paz, para visualizar las relaciones históricas entre creatividad científica y el descubrimiento del arte, uno debe transformarse en un “pájaro curioso” y estar dispuesto a reconstituir las tradiciones de la ciencia, la poesía y las artes.

“Por lo que alcanzo a ver, he aprendido que la aparición de nuevos conceptos, estilos, tendencias y formas en el arte tiene algún extraño, sorpresivo y profundo vínculo con los descubrimientos científicos y los inventos tecnológicos”, afirma Carlos Chimal al inicio de la obra.

Es temprano y el escritor se bebe un café mientras la mañana se inunda de un olor profundo. En una librería de la Ciudad de México los primeros clientes recorren los pasillos. El narrador y ensayista más prolífico en cuanto al diálogo entre el arte y el conocimiento científico se refiere plantea en entrevista todo aquello que rodea su reciente libro.

chimal libroAgencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo definiría Tras la huellas de la ciencia, Un acercamiento universal?

Carlos Chimal (CC): Este libro, que está en la colección de ensayos literarios de Tusquets Editores, es consecuencia de otros dos anteriores editados también en esta misma casa editorial, Luz interior Armonía y saberEn ellos se reúnen pláticas con más de 20 premios nobel y otros 20 líderes o protagonistas de la ciencia como Pablo Rudomín, Gerardo Herrera o escritores como Michel Rio, que están interesados en la relación con la ciencia. Son pláticas originales realizadas y escritas por mí. Todas estas entrevistas constituyen un tesoro; el haber estado con esta gente, con los protagonistas y creadores de las líneas de investigación que cambiaron al mundo.

Es curioso el hecho de que por haber fundado la revista del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) hace 35 años –fui uno de los fundadores y la hice muchos años– me dio la posibilidad de conocer a fondo muchos temas de la ciencia, porque para ser un buen artículo de investigación para Avance y Perspectiva, un artículo de difusión científica, para eso tenía que estudiar a fondo la ciencia.

Me pasé ocho años estudiando todos los temas del Cinvestav, haciendo la revista, fui uno de los primeros tejedores que aprendieron TEG antes de que estuvieran los programas de diseño por cómputo. Yo fui el primer escritor en México que usó computadora e internet. No es para presumir nada, no fui el inventor. Pero es curioso que haya sido así, porque eso me da otra perspectiva en estos libros, sobre algo que ya no va a suceder, que ya pasó, quien estuvo en el ojo del huracán en ese momento, estuvo.

Por eso estos libros tienen originalidad, profundidad, ligereza, son divertidos. Está por ejemplo la anécdota con Peter Higgs, que me tardé 20 años en publicar; cuando lo conocí en 1993 como becario de la universidad de Cambridge del Consejo Británico, lo conocí por casualidad en Oxford, y hay una anécdota en este libro de cuando gana el Premio Nobel, y la publiqué en Letras Libres y en mi blog que se llamaba El Viajero Científico, y entonces fue la gran cosa. Ese es la fuente, el gran tesoro que comparto en estos libros, y que lo puedo usar discretamente, honestamente.

AIC: ¿Cuál es el hilo conductor de estos ensayos?

CC: Los hilos son sobre todo la reunión entre arte y ciencia, es decir, cómo se dan la imaginación científica y la invención literaria, y ojo con esto, porque estoy invirtiendo los términos, hay una inversión de términos.

Por ejemplo, yo voy a la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés), soy el escritor mas activo ahí; tengo 15 años de estar yendo todos los años. Pero no voy un día o dos, estoy ahí un mes, me hospedo dentro del CERN, platico con las personas, he entrevistado a todos los directores hasta a Fabiola Gianotti, la nueva directora; yo fui el que anunció un poco que la iban a elegir, estaba ese día que la eligieron e intuía que iba a ser ella.

Lo que es notable es que ahí me reconocen como escritor, no como científico, ni siquiera como divulgador, sino como un escritor interesado en la compresión pública de la ciencia, que es distinto. No es que esté mal la divulgación, pero es algo vago; en cambio, la compresión pública de la ciencia, la famosa PUS (Public Understanding of Science) que nosotros acuñamos en 1994 en un congreso que se hizo en Montreal que se llamó Cuando la ciencia se vuelve cultura, eso era lo que yo buscaba; fue en abril del 94 y en mayo ya se estaba creando la primer red social de la historia, que Bruce Lewinstein, desde Cornell, administraba.

chimal 600AIC: ¿Cómo inició este camino de vinculación artístico-científica?

CC: Empecé a estudiar química y letras al mismo tiempo; hice las dos carreras porque tenía esa necesidad de conocimiento pero no sabía exactamente cómo hacerlo. Lo que pasa es que en el segundo año de la carrera de química y el primero de letras, por el 73, a los 19 años gané la beca de Bellas Artes para escribir literatura, con Augusto Monterroso. Tito era amigo de Rulfo, Cortázar, García Márquez, Fuentes, de todos, y fue uno de los más grandes escritores que ha habido en lengua hispana; entonces tuve la suerte de haber sido “tutoriado” por él, fui su amigo hasta el último día de su vida. Él me decía que estaban muy buenos esos cruces de la ciencia y el arte, porque había mucha imaginación literaria.

José Emilio Pacheco me decía: “oye, ¿cómo le haces para sacar tanta cosa?”, y le respondía que era simplemente poner atención, ser sensible, poner el entrenamiento como escritor. Y entonces dejé la química, pero luego tuve la oportunidad de crear la revista del Cinvestav, y ahí me puse a estudiar.

Ocho años me pasé estudiando todo, porque además era fascinante. Estaban empezando los primeros celulares, la biología celular estaba cambiando, se estaba volviendo biología molecular y luego vinieron las primeras técnicas de ingeniería genética, estaba viendo y viviendo todo eso; estaba internet, justamente en el ojo del huracán de todos los temas. Ya no va a volver a suceder, a lo mejor dentro de cien años, no sé cuánto, pero actualmente los paradigmas no han sido cuestionados ni desafiados. Vamos a ver qué pasa en el CERN, si es cierto que hay una nueva física, es un gran un desafío y estaré ahí presente.

AIC: ¿En dónde se encuentra la convergencia entre ciencia, artes y literatura?

CC: Se encuentran en el viaje, en el viaje mismo. Puedes hacer un viaje mental. Y es muy respetable. También en los libros y conversando con la gente. El viaje mismo te da un conocimiento distinto.

A mí, Octavio Paz me invitó a escribir en Vuelta, además coincidió con que tenía la beca del Consejo Británico en Cambridge; él era un curioso, un niño curioso preguntando sobre ciencia. Cuando Vuelta cumplió 20 años, me acuerdo que estaba Guillermo Sheridan a mi lado, escuchando a Octavio en el acto del Claustro de Sor Juana, y estaba haciendo un relato de la gente que había pasado por la revista y dijo: “en los últimos años hemos adquirido una rara avis, el señor Chimal, que hace estos cruces maravillosos entre imaginación científica y literatura, poesía”, y Sheridan volteó a verme muy contento.

Todas mis inquietudes me llevaron a que en Sábadode Fernando Benítez, en el que nos dieron un gran espaldarazo porque había un altero de colaboraciones, porque además antes todo era a máquina, había que llevarlo a la redacción; pero nos ganamos un lugar y yo escribía sobre rock, di a conocer a U2, a The Psychedelic Furs y un montón de música, y también metía cosas de ciencia.

Siempre fui así, siempre me han gustado esas cosas híbridas, heterodoxas. El fútbol americano y la poesía. Hay un ensayo en este libro sobre flotar y gravitar que tiene que ver con el fútbol un poco. Yo jugué futbol en serio, en una liga profesional, por eso escribí Escaramuza, la única novela sobre fútbol americano, y también jugué ese deporte.

Entonces, las cosas hay siempre que verlas desde “dentro del casco”. Me meto al laboratorio. Voy, pregunto, estudio un poco de cuántica, estudio con Gerardo Herrera, me platica, lo conozco desde que estaba haciendo su doctorado, y todas esas pláticas son las que me nutren. Hace rato Benito Taibo me decía que, gracias a mí, él había entrado al tema de ciencia. Todo lo que escribo viene de la voz de los protagonistas, esto tiene un valor, es un gran esfuerzo, se tiene que invertir mucho.

AIC: ¿Cuál es la clave para escribir sobre estos temas?

CC: La ciencia presentada de manera tradicional es aburrida; la gente no quiere estudiar, ni leerla, a veces no tiene la necesidad, si no ve la necesidad de entender eso, no lo hace. Tiene que haber una necesidad. Y la manera de que la encuentre, de que vea que hay un fin estético, no solamente utilitario o social, es a través de un estímulo literario, una buena historia, ritmo, en encontrar esos puntos de fusión entre la cuántica y Picasso, aunque a veces esto sea un poco producto de la imaginación, de apreciaciones. Sabemos que Picasso no entendía nada de Einstein ni le interesaba, y Einstein lo mismo de Picasso; sin embargo, están ahí intrincados, hay un tejido. Entonces hay juego.

Lo que sí es cierto es, por ejemplo, Jan Vermeer y la escuela de Delft, antes de ver por el microscopio de Leeuwenhoek (porque además eran vecinos) pintaban de una manera; y cuando ven a través de él, entonces pintan de otra. Esas cosas son las que se dan. Y además, compartir la imaginación; la tienen ambos y la usan de manera diferente.

Creo por ejemplo que el periodismo científico cumple una función y hay diferentes formas de hacerlo; se puede hacer un periodismo científico diario, cotidiano pero también se puede hacer un periodismo más literario, más sociológico; también se puede hablar de política científica, en fin, todos son importantes; qué bueno que existan y que haya diversas expresiones.

AIC: ¿Cómo es el panorama actual de esto que usted denomina “comprensión pública de la ciencia?

CC: Es difícil, hay altibajos; la gente, los mismos temas científicos son obtusos para muchas personas, no le ven la utilidad, el sentido. Algunos escritores, que respeto esa posición, se empeñan en quedarse del lado de la literatura fantástica, historias de vampiros y esas cosas. Es inútil, creo que poco imaginativo y ocioso de su parte.

Considero que lo más interesante es la novela de anticipación científica. Acabo de publicar una llamada Mi vida con las estrellasy es una novela astrofísica, ahí se puede ver lo que te quiero decir. Mi libro mas vendido es El viajero científico, que también es una novela. A la gente le interesa leer detalles, todo este bagaje peculiar la gente lo entiende.

AIC: Viajar sin destino otorga un conocimiento, afirma en el libro, ¿esto se refiere también a la diversidad de temas abordados en estos ensayos?

CC: Yo soy un viajero, un diletante. Pero estoy en contra de la imaginación desbordada, como sería la fantasía. Estoy a favor de la imaginación controlada, que tiene mucho más. Por ejemplo, otro de mis temas del que tengo novelas es la historia. Tengo un libro sobre el siglo XVI y ahora estoy escribiendo una novela sobre la vida de Carlos de Sigüenza y Góngora, que es siglo XVII, y son temas fascinantes también porque ahí puedes echar a andar esta imaginación controlada en determinados momentos y lagunas históricas. Pero siempre incluyendo cosas interesantes para hacer una gran novela.

En el principio del texto, la concepción del vago, un vago útil, es un poco para picar al lector e invitarlo al viaje. Es un vago que cumple, que da cuentas. Porque todas esas entrevistas me las he ganado por el hecho de ser constante. Me acuerdo que con François Jacob, Octavio Paz me dijo: “señor Chimal, váyase a entrevistar a mi amigo Jacob al Instituto Pasteur, la gran leyenda de la ciencia viva”. Entonces hago la entrevista y la publico en Vuelta. Seis meses después regreso a París y le digo: “aquí está”, pero me contesta que no lee español, y le comento que se la voy a dar a uno de sus alumnos para que se lo lea. A los dos días regreso y me dice: “oiga, está buenísimo esto”.

Entonces, cuando hice unos programas de televisión para Canal 22, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la Fundación MacArthur, François Jacob me dio una entrevista increíble en el mausoleo de Pasteur; estuvo a la hora exacta, maravilloso. Esas cosas te las ganas. Porque cada vez que hago algo, un programa de televisión, Letras Libres, el blog, un libro, regreso y les digo: “aquí está”.

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