Guillermo Hurtado, cinco siglos de filosofía mexicana
Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán. 16 de agosto de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- En México, la filosofía existe por lo menos desde el siglo XVI, pero algunos filósofos se han preguntado si debe tratarse como una filosofía de carácter universal o como una filosofía propiamente mexicana. A la primera, se le conoce como tendencia modernizadora y a la segunda, como el modelo de autenticidad.
Para Guillermo Hurtado Pérez, adscrito al Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para que en verdad exista una filosofía mexicana, esta debe de partir de una reflexión acerca de su realidad, o que se origine en ella.
El filósofo mexicano puede hacer suyas las preguntas que se plantearon Platón o Kant, siempre y cuando puedan adaptarlas a sus propias circunstancias, pues ese ha sido siempre el trabajo de los grandes filósofos, describe el investigador en el ensayo Filosofía en México y filosofía mexicana, publicado por la UNAM en 2007.
Las diferencias entre conocer y creer, la relación entre el conocimiento y el poder, el estado justo, la diferencia entre lo legal y lo moral, entre otros, son algunos de los grandes temas de la filosofía que se han abordado en México por destacados pensadores, como Leopoldo Zea y Luis Villoro.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Guillermo Hurtado comparte una perspectiva general de la historia de la filosofía en México —entendida no únicamente como una historia de las ideas, sino también como la manera en que esas ideas se vincularon al entorno social y político de su momento, especialmente en el siglo XX—, las tendencias más dominantes en la actualidad y su relevancia en contextos fuera de la academia.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo inicia la filosofía en el país?
Guillermo Hurtado Pérez (GHP): La filosofía mexicana tiene por lo menos cinco siglos de antigüedad, de práctica continua. Aunque no tomáramos en cuenta el pensamiento prehispánico que, según autores como Miguel León-Portilla, tiene una dimensión filosófica, desde el principio de la Colonia se practicó la filosofía por varias razones.
La primera de ellas era continuar con una tradición humanista que se cultivó en México en los colegios y en los seminarios, poco después en la Real y Pontificia Universidad de México y en las universidades que se abrieron sucesivamente. No de menor importancia fue la necesidad de reflexionar sobre la realidad mexicana desde la filosofía. Es decir, vincular las grandes preguntas sobre el ser humano, sobre la sociedad, sobre la naturaleza del estado, con los problemas vivos de México en cada momento.
Hoy en día, la filosofía mexicana se cultiva en todos los estados de la república, hay cientos de profesores de tiempo completo dedicados a esta actividad, la Asociación Filosófica de México organiza congresos bianuales a los que asisten especialistas de México y de todos los países, y podemos decir que la filosofía mexicana está en un buen momento, es muy vigorosa y creo que sigue cumpliendo con las tareas que se dio a sí misma desde los orígenes de nuestra nacionalidad.
AIC: ¿Se tiene alguna consideración por la filosofía que se hace fuera de la academia?
GHP: En los últimos 50 años la filosofía se ha encerrado demasiado en la academia. Lo que en algún momento se entendió como un paso indispensable en el proceso de profesionalización de la filosofía, hoy en día es evidente que ya no se puede tomar de esa manera, ya no es en lo más mínimo una condición indispensable para la producción de filosofía de alta calidad. Esto ha tenido graves consecuencias para el desarrollo de la filosofía, porque primero ha encerrado la filosofía en los claustros académicos y, por lo tanto, la ha alejado no solo del gran público que conforma el espacio de la democracia, sino también incluso del público académico de otras disciplinas.
Entonces yo creo que es indispensable que el péndulo se mueva en la otra dirección, que se equilibren las cosas y que la filosofía pueda salir de la academia para encontrar otros lectores, y que pueda cultivarse con el mismo rigor, la misma agudeza que en los espacios universitarios.
Pienso, por ejemplo, en el periodismo. El periodismo en México tiene una larga tradición de reflexión filosófica. Yo tengo una columna en un diario de circulación nacional, La Razón, donde trato de escribir artículos que tengan algo de filosofía con la intención de contagiar a mis lectores algunas de las preguntas filosóficas que se han planteado desde tiempos inmemoriales.
AIC: Corrientes como la filosofía analítica o la filosofía continental, ¿han tenido repercusión en México? ¿Qué corrientes se han desarrollado en el país?
GHP: Yo he sostenido que la filosofía mexicana y, de alguna manera, también el resto de la filosofía iberoamericana, tiene dos tendencias muy fuertes. Una es la tendencia llamada modernizadora, que busca actualizar la filosofía en nuestros países a la luz de lo que se hace en otros sitios, sobre todo en Europa y los Estados Unidos. Entonces las filosofías muchas veces se convierten en “modas” que se plasman en escuelas. De esa manera tenemos, por ejemplo, la filosofía continental, la filosofía analítica, antes tuvimos el existencialismo, la fenomenología, que eran proyectos que se han importado a México, a veces de manera algo acrítica y en exceso imitativa.
Por otra parte, tenemos una tendencia que va en línea contraria a estos movimientos modernizadores de importación de ideas, que le llamo el modelo de la autenticidad. Lo que se busca es una filosofía originaria y originalmente mexicana o latinoamericana, y que pueda alcanzar un grado de universalidad de la misma manera en que el pensamiento de un filósofo francés o un filósofo alemán, que escribe en su idioma desde su universidad, desde su contexto cultural propio, puede alcanzar un nivel de universalidad.
Entonces estas dos tendencias de la filosofía mexicana o iberoamericana, se pueden detectar desde hace más de un siglo y lo que hemos visto es una especie de toma y da, en donde de repente una de las tendencias se impone a la otra. En este momento, sin lugar a dudas, la tendencia predominante es la tendencia modernizadora, la idea de que la filosofía es una disciplina internacional sin un contexto histórico cultural determinante. Y eso hace, por ejemplo, que algunos filósofos piensen que no tiene nada de malo escribir en inglés, dado que, según ellos, el inglés es la lengua franca de la ciencia contemporánea y el trabajo que ellos hacen es un trabajo tan científico como el de un artículo de matemáticas o de física que se publica en revistas internacionales en inglés. Yo pienso que esto es un gravísimo error, la filosofía tiene que escribirse en el idioma materno de quien la piensa y no puede estar desvinculada del idioma en el que se ofrece la educación básica, secundaria, de tercer nivel y, sobre todo, no puede estar desvinculada, no puede ser distinta del idioma en el que se forja la democracia en el espacio público.
Entender la filosofía como si fuera una disciplina hiperespecializada, formalizable y cientifizada de esta manera, me parece que solamente llevará a la filosofía a un alejamiento mayor del que ha tenido ya en los últimos años, de los grandes intereses de la población. Y obligará a otros autores a ocuparse de los grandes problemas de la filosofía dirigidos al gran público: periodistas, articulistas, escritores.
AIC: ¿Cuáles son algunos de los exponentes de la filosofía más sobresalientes del país y cuáles son algunos de sus temas principales?
GHP: Dos grandes figuras de la segunda mitad del siglo XX mexicano son Leopoldo Zea y Luis Villoro. Los dos discípulos de José Gaos hicieron lo que podría describirse como obras mayúsculas de filosofía en las que se ocuparon de los grandes temas de la filosofía occidental (por ejemplo, qué diferencia hay entre conocer y creer; qué relación hay entre el conocimiento y el poder; qué es un estado justo; cómo debe organizarse un sistema democrático; cómo podemos distinguir los actos morales de los que no lo son; qué diferencia hay entre lo legal y lo moral; entre muchos otros), pero también de los grandes temas de su tiempo.
Los dos fueron hombres profundamente comprometidos con las causas políticas con las que vivieron, Leopoldo Zea con la política latinoamericanista, con el tercermundismo, y Luis Villoro con la política de oposición desde la izquierda democrática y, al final de su vida, desde el movimiento zapatista. Zea y Villoro son ejemplos de cómo se puede hacer filosofía de enorme calidad y al mismo tiempo ser un intelectual comprometido con las causas sociales de su tiempo.
AIC: ¿Cuáles son algunos de los conceptos o líneas de investigación que ha desarrollado como parte de su trabajo de la filosofía?
GHP: Yo me he ocupado de la mayor parte de los problemas de la filosofía, en casi la mayoría de las áreas. Tengo publicaciones en distintas áreas filosóficas: ontología, teoría del conocimiento, ética, filosofía política, filosofía de la educación. Pero también me he interesado en la historia intelectual de México, en la historia de la filosofía de México entendida no solo como historia de las ideas sino también en la manera en que esas ideas se vincularon al entorno social y político de su momento. Me he especializado en la historia de la filosofía mexicana del siglo XX.
La entrevista se realizó en el marco de la conferencia inaugural dictada por Guillermo Hurtado Pérez como parte del Diplomado en historia de las ideas: imaginarios e identidades en América, organizado por el Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales (Cephcis) de la UNAM.
Guillermo Hurtado Pérez es doctor en filosofía por la Universidad de Oxford. Entre sus publicaciones se encuentran: Proposiciones russelianas de 1998, El búho y la serpiente. Ensayos sobre la filosofía en México en el siglo XX de 2007, Por qué no soy falibilista y otros ensayos filosóficos de 2009, y México sin sentido de 2012, además de diversos artículos en revistas especializadas. |
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