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Investigan efectos en la salud de fumigadores urbanos de Yucatán


Por Marytere Narváez

Mérida, Yucatán. 22 de noviembre de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Centros recreativos, restaurantes, industrias y casas son algunos de los clientes principales de los servicios de fumigación en las zonas urbanas de Yucatán. Sin embargo, poco se sabe sobre los efectos que el contacto con las sustancias pesticidas puede tener en la salud de los fumigadores, quienes día a día se encargan de acabar con las plagas de la ciudad.

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Con el objetivo de conocer el escenario de exposición a plaguicidas de fumigadores del área urbana de Yucatán, los efectos en su salud y las políticas relacionadas con este sector, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady) desarrollan el proyecto Estado de salud de los fumigadores urbanos de Yucatán y políticas relacionadas al manejo de plaguicidas.

En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, Norma Elena Pérez Herrera, profesora investigadora de la Uady, señaló que el proyecto inició como resultado de estudios previos realizados como parte de su tesis doctoral en la Facultad de Medicina en torno al escenario de exposición ocupacional de agricultores ante plaguicidas en los municipios de Muna y Ticul.

“Habíamos estudiado algunos efectos en la salud y observamos daños en la cantidad de semen de agricultores. Estos efectos negativos estaban relacionados con el contacto con plaguicidas organofosforados, además de un componente genético que determinaba esta susceptibilidad”, apuntó.

A partir de estos resultados, surgió el interés de conocer qué sucedía en escenarios laborales de fumigadores de las zonas urbanas que se encuentran en contacto con las mismas sustancias. Con el financiamiento de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Cuerpo Académico de Salud Pública de la Facultad de Medicina emprendió el proyecto para conocer qué plaguicidas se manejan en las zonas urbanas, los riesgos ocupacionales, los posibles efectos en la salud y el conocimiento de las prácticas y las políticas de uso de plaguicidas.

Metodologías de investigación

La investigación se realizó en la ciudad de Mérida mediante un acuerdo de colaboración con empresas de fumigación. Como parte del diseño, se realizó la historia clínica de cada trabajador y se tomaron muestras de trabajadores expuestos a plaguicidas y de personas no expuestas para realizar un análisis comparativo.

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Entre las metodologías empleadas, se aplicaron estudios descriptivos transversales epidemiológicos, así como entrevistas y encuestas basadas en estudios de referencia para documentar el escenario de exposición de los trabajadores en las zonas urbanas. Por otra parte, se han implementado mediciones de enzimas, pruebas de calidad de semen y espermatobioscopía, entre las pruebas de laboratorio clínico.

De acuerdo con Pérez Herrera, quien es miembro con nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la medición de plaguicidas en muestras biológicas representó un costo difícil de financiar en una primera etapa debido a las altas cantidades de plaguicidas a estudiar (alrededor de 30 en las zonas agrícolas), por lo que esta fase inició recientemente con el apoyo de la Red Temática de Toxicología de Plaguicidas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Exposición ocupacional a plaguicidas

Como parte de los resultados de investigación, se dio a conocer que la mayoría de plaguicidas que se emplean en las zonas urbanas es de tipo insecticida (para insectos), rodenticidas (para roedores) y, en menor caso, acaricidas o herbicidas. En cuanto al escenario de exposición ante estas sustancias, sobresale el hecho de que hay una gran variabilidad de acuerdo con el tiempo que los fumigadores se han dedicado a esta ocupación, pues el rango abarca desde uno hasta 17 años de experiencia.

“También encontramos variabilidad en cuanto a las horas del día o los días de la semana que dedican a la ocupación. Algo importante también es la época del año en que más se solicita estos servicios, que es en verano, y esto coincide con lo que hemos visto en el área agrícola, pues es la época en que incrementa la temperatura, la lluvia y propicia la proliferación de plagas, ya sean moscas, mosquitos, roedores u otros”, apuntó Pérez Herrera.

Algunos de los lugares que más solicitan fumigaciones son centros recreativos, casas, restaurantes, escuelas, industrias y parques, es decir, sitios donde se realizan actividades que convocan a un número considerable de personas y conllevan a la generación de residuos.

Importancia de nuevos biomarcadores

Con respecto a la medición de la actividad de la colinesterasa (enzima que indica una exposición reciente a plaguicidas), los investigadores encontraron resultados que estuvieron dentro de los valores de referencia, sin ninguna afectación en el indicador.

En palabras de Pérez Herrera, es importante mencionar que esta enzima no indica el contacto reciente con todos los plaguicidas sino solo con algunos de ellos, en particular los organofosforados. Estos fueron usados por los trabajadores pero no en tan alta frecuencia como fueron los de tipo piretroide (insecticida), que no se reflejan en la actividad de la colinesterasa.

“Probablemente por eso encontramos valores dentro de la normalidad y no encontramos afectados. Un aprendizaje al respecto es que tal vez esta enzima no debería ser el único biomarcador utilizable para reflejar esta exposición. Es pertinente investigar y diseñar otros biomarcadores en sangre que identifiquen el contacto con otros plaguicidas como los piretroides y con nuevas sustancias que se empiecen a usar”, apuntó.

Parámetros de análisis de la calidad de semen

De acuerdo con el  reporte "Uso de plaguicidas en las zonas costeras del Golfo de México e investigaciones sobre su impacto", disponible en el portal de la Red de Toxicología de Plaguicidas, no hay datos actuales disponibles sobre la cantidad, tipo y aplicaciones de plaguicidas en el país. Los informes más mencionados por distintos autores datan de 1995, que señalan que ese año se utilizaron en México 54 mil 678.96 toneladas de plaguicidas, de las cuales 47 por ciento (25 mil 516.71 toneladas) fueron insecticidas; 29 por ciento (15 mil 719.13 toneladas), herbicidas; 17 por ciento (nueve mil 124.48 toneladas), fungicidas, y siete por ciento (cuatro mil 318.65), otros. Se calcula que unas cinco mil toneladas del total, es decir, poco menos de 10 por ciento, se dedicaron a usos urbanos.

Tiempo de licuefacción, pH, volumen de eyaculación, concentración espermática y viabilidad espermática fueron los parámetros empleados para evaluar la calidad de semen de un grupo de trabajadores que estuvo en contacto con plaguicidas y de un grupo de trabajadores que no tuvo contacto. Como resultado, en ningún grupo se reflejó afectación alguna.

De acuerdo con la investigadora, esto indica que deben empezar a considerarse parámetros más sensibles que puedan servir como una alerta temprana. “Se puede estudiar qué pasa con el genoma de los espermatozoides, porque a lo mejor no se refleja en que estén vivos o que se muevan, pero no sabemos qué está pasando con el material genético, que es lo más valioso que llevan”, advirtió.

A partir de los resultados obtenidos en el estudio, se concluyó que es recomendable considerar nuevos biomarcadores que puedan medir las consecuencias de la frecuencia e intensidad de uso de plaguicidas en medidas distintas a las del uso agrícola, más allá de las herramientas comunes de un laboratorio clínico.

Poca información en políticas de uso de plaguicidas

Nelly Albertos Alpuche, profesora investigadora de la Facultad de Medicina de la Uady y presidenta del Cuerpo Académico de Salud Pública, señaló que un aspecto del trabajo estuvo orientado a analizar el estado del arte de las políticas de manejo de plaguicidas, donde se encontró que existe una normatividad clara para el trabajo en zonas agrícolas, mientras que en el área urbana se presenta un bajo nivel de información, seguimiento y aplicación de la misma.

“Ahí tenemos que hacer la propuesta para mejorar esta situación, todavía estamos en la fase de observar si esto impacta o no, pero ya hicimos un análisis que nos ha permitido tener un avance”, comentó.

Cuerpo Académico de Salud Pública

De acuerdo con Albertos Alpuche, este fue uno de los primeros proyectos que involucró la expertise de un gran número de integrantes del Cuerpo Académico de Salud Pública de la Facultad de Medicina, con el propósito de estudiar la problemática desde distintas perspectivas.

“Hubo compañeros que se dedicaron a hacer la adaptación del cuestionario que se desarrolló para el área rural hacia el terreno urbano; otros compañeros médicos se encargaron de hacer las entrevistas y la historia clínica de cada uno de los encuestados para que, con esta información y con la toma de muestras posterior, se pudiera hacer la correlación clínico epidemiológica de lo que estuviéramos encontrando; y también hubo gente con experiencia en el manejo de muestras biológicas”, apuntó.

El proyecto contó con el financiamiento del Programa de Mejoramiento al Profesorado (Promep) de la Secretaría de Educación Pública. Entre los resultados, se elaboró una tesis de maestría del Posgrado Institucional en Ciencias de la Salud, que forma parte del Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del Conacyt.

Asimismo, contó con la colaboración de la Facultad de Química de la Uady y con la Red de Toxicología de Plaguicidas del Conacyt, que permitió que participaran investigadores de la Universidad de Nayarit en algunas fases del proyecto.

arroba14010contacto 1 Dra. Norma Elena Pérez Herrera
Facultad de Medicina, Universidad Autónoma de Yucatán

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