Andrés y José Luis Quintanar, hermanos en la ciencia
Por Tomás Dávalos
Aguascalientes, Aguascalientes. 30 de agosto de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Andrés y José Luis Quintanar Stephano son dos hermanos que han formado parte del cuerpo académico de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) por más de 30 años, fueron impulsores de la conformación del Departamento de Fisiología y Farmacología de esta institución y han encabezado diversos proyectos de investigación.
En la actualidad, ambos son miembros nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y, de manera conjunta o por separado, han abierto líneas de investigación relacionadas con temas como: endocrinología, hipófisis, inmunología, plasticidad neuronal, factores neurotróficos y red de neuroinmunoendocrinología.
Andrés, el fisiólogo
Andrés Quintanar Stephano estudió la licenciatura en medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), eligió esa carrera porque quería desempeñarse como médico practicante, pues siempre ha considerado que tiene sensibilidad y buen trato con la gente, cualidades que podría encauzar tratando de aliviar el dolor humano. Al concluir sus estudios, se trasladó a Aguascalientes para terminar su internado.
Comenzó a interesarse por la docencia al observar que las enfermeras no estaban bien capacitadas para atender a los niños recién nacidos, entonces, le planteó al director del nosocomio la posibilidad de impartirles una plática para que fueran mejorando su atención. Posteriormente, fue interno del cardiólogo José Manuel Ramírez Isunza, a quien apoyaba en dar clases en la carrera de enfermería del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología.
“El doctor Ramírez Isunza ya era miembro del comité que iba a transformar el Instituto Autónomo de Ciencias en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, y me dijo: ‘Oye Andrés, se va a abrir la Universidad Autónoma de Aguascalientes y existe la oportunidad de que vayas a hacer una especialidad o una maestría. Te preparas y regresas como profesor de la universidad’”, recordó.
Como consideraba que para ser un buen médico era necesario tener sólidos conocimientos en fisiología, que es la rama de la medicina que aborda el conocimiento de todas las funciones del cuerpo humano, decidió cursar la maestría en fisiología y biofísica en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav). Al terminar la maestría y sin haberse graduado, regresó a Aguascalientes, pues lo requerían para que impartiera cátedra.
“Mis primeros estudios se centraron en los mecanismos que controlan la celularidad de la hipófisis en diversas situaciones experimentales. Me interesaba saber cómo se reproducen las células de la hipófisis en función a diversos estímulos, cómo cambiaba la población de somatotropos, porque la glándula tiene un número estable de células, pero la proporción de los diferentes tipos cambia en función de las necesidades hormonales: si hace falta más hormona de un tipo, por ejemplo, las relacionadas con el crecimiento corporal, la reproducción de estas se incrementa, pero baja el número de otras”, apuntó.
Entonces fue notificado por autoridades del Cinvestav, pues vencía el plazo para titularse de la maestría, para ello debía presentar un nuevo proyecto. Optó por una línea de investigación iniciada por el doctor Ramón Álvarez-Buylla: al quitarles la hipófisis a las ratas y ponerles un fragmento de glándula salival, se obtuvieron evidencias sugerentes de que el tejido salival podía convertirse en un tejido productor de hormonas hipofisiarias. Como quedó plasmada en la tesis, a la fecha no ha sido descartada.
“En ese momento me tocó hacer un año sabático, me fui a Canadá para demostrar si efectivamente las células que puse ahí, que eran de saliva, se convertían en células hipofisiarias, y la respuesta fue que sí había un cambio ahí que sugería —no fue al 100 por ciento demostrativo— que efectivamente pueden cambiarse las células de saliva a células hipofisiarias, y me recibí con esa tesis”, indicó.
Había realizado dos trabajos de investigación junto con su hermano José Luis, cuando decidió estudiar el doctorado de fisiología en la UNAM; sin embargo, su área de especialización era la hipofisectomía —extirpación quirúrgica de la hipófisis— y en el posgrado la mayoría de los catedráticos trabajaba en el área de endocrinología, por lo anterior, no había expertos que revisaran su tesis. Entonces su tutor le sugirió que invitara al doctor Kalman Kovacs, un reconocido investigador de la hipófisis de la Universidad de Toronto, con quien ha elaborado diversas colaboraciones hasta la fecha.
Posteriormente, uno de los profesores del doctorado le pidió su colaboración para quitar el lóbulo posterior de la hipófisis, esto, como parte de una investigación para probar si la vasopresina controla las funciones del lóbulo anterior. Tras realizar los procedimientos quirúrgicos para estandarizar la técnica, observó que aquellos animales a los que se les quitó la neurohipófisis tenían un timo y un bazo —que son órganos del sistema inmunológico— muy pequeños.
“Esta cirugía está haciendo que disminuya la actividad del timo y del bazo en el sistema inmunológico, esto quiere decir que posiblemente haya una relación entre oxitocina y vasopresina, que estén también participando en el control del sistema inmunológico. Entonces, pues vamos a probar, y de 1996 a la actualidad, trabajo con esta parte de la glándula hipofisaria, básicamente con la vasopresina”, señaló.
En los últimos 21 años ha publicado artículos científicos donde demuestra que la vasopresina participa no solo en el control de la orina y la presión arterial. Así, a la fecha, se han encontrado 16 funciones diferentes (no canónicas) de la vasopresina.
“Los avances de nuestro laboratorio sobre las funciones no canónicas de la vasopresina han sido sobre las enfermedades autoinmunes experimentales, como la encefalomielitis experimental autoinmune, que es un modelo de la esclerosis múltiple humana, la artritis experimental autoinmune, que es un modelo animal de la artritis reumatoide humana, regeneración hepática en la cirrosis, control de la fibrosis renal experimental, proliferación celular, inflamación y diversas infecciones bacterianas y parasitarias”, concluyó.
José Luis, la neurociencia
José Luis Quintanar Stephano estudió el doctorado en neurociencias en la Universidad de Alicante, esto, porque estaba interesado en la búsqueda de respuestas con relación al sistema nervioso: ¿cómo es que funciona nuestro cerebro?, ¿dónde es que se percibe una emoción?, ¿es un área física o un concepto cerebral?
Regresar a la UAA tras su estancia en el extranjero implicaba un reto, traía nuevas ideas y le interesaba comenzar a hacer investigación de manera distinta en la universidad. Había disposición de parte de las autoridades y de otros compañeros, pero el presupuesto era muy limitado, entonces solicitaron recursos a instituciones como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Secretaría de Educación Pública (SEP), esto, tras la presentación de algunos proyectos que fueron aprobados.
“En esa época empecé a hacer investigación, obviamente, no había unos laboratorios como tal, transformamos aulas de docencia, entonces comenzamos a hacer ese tipo de proyectos por el placer de buscar respuestas, todavía no existía el Sistema Nacional de Investigadores. En el transcurso del tiempo se ha ido creando un sistema ya más organizado, donde existen estímulos específicos”, mencionó.
Las investigaciones neurológicas fueron volviéndose más complejas, se abrieron las puertas para abordar más preguntas en cuanto al análisis de procesos, desde la parte molecular hasta la integración de aspectos conceptuales en una función cerebral específica.
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