TDAH, ¿trastorno mental o enfermedad?
Por Judith Ureña
Ciudad de México. 30 de junio de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Alejandra Brindis Galván es una mujer de 51 años, de estatura promedio, morena, delgada; casada, con dos hijos y hasta una nieta. Luce un semblante tranquilo, viste una especie de uniforme azul integrado por saco y falda, el cual combina con su cabello que se engalana con unas canas grisáceas y brillantes. Casi no tiene líneas de expresión, lo que la hace lucir más joven (al menos eso es lo que se alcanza a ver debajo de sus lentes).
Llega muy puntual a la cita, se sienta y confiesa su nerviosismo ante la entrevista, sobre todo si hay cámaras de por medio. Se relaja cuando se entera que solo habrá grabadoras. A simple vista parece una mujer parlanchina, propio de alguien que se dedica a dar conferencias y pláticas, pues trabaja en Proyectodah —asociación civil sin fines de lucro que forma parte del Registro Nacional de Instituciones y Empresas Científicas y Tecnológicas (Reniecyt) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)—, pero no es solo eso, Alejandra fue diagnosticada, de manera circunstancial, con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Actualmente, es parte del grupo de padres certificados del Proyectodah, pero también del estadístico que indica que, a nivel mundial, entre 1.2 y 7.3 por ciento de la población sufre de este trastorno. Sin embargo, no fue así como llegó a Proyectodah, sino porque sus dos hijos (Manolo y Luz), con tan solo nueve años, fueron diagnosticados con TDAH, el cual se encuentra clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno mental.
De acuerdo con el doctor Óscar Sánchez Guerrero, médico especialista en psiquiatría, con maestría en psiquiatría infantil y de la adolescencia, quien trabaja en el Instituto Nacional de Pediatría (INP), no hay diferencia entre “trastorno” o “enfermedad”, se trata de una cuestión meramente práctica dentro del argot médico con la que se especifica si existe una causa clara que lo provoca o no. Es decir, no hay una especificidad en la causa, pese a tantas investigaciones al respecto.
Para la OMS, un trastorno mental es “una combinación de alteraciones del pensamiento, percepción, emociones, conductas y relaciones con los demás”, que en países de ingresos bajos y medios (entre 76 y hasta 85 por ciento de las personas con trastornos mentales graves), no recibe tratamiento, cifra que, si bien disminuye en países con mayores ingresos, se mantiene en niveles elevados (entre 35 y 50 por ciento).
Debido a la influencia de la psiquiatría norteamericana en el mundo, reconoce el doctor Óscar Sánchez, la Asociación Psiquiátrica Americana editó un documento denominado Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), equivalente a la Clasificación internacional de enfermedades (CIE), de la propia OMS, dentro del que existe el capítulo 5 de trastornos mentales en donde se hace una descripción y clasificación de estas en el apartado Trastornos por Déficit de Atención y Comportamiento Perturbador, el cual está conformado por el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), trastorno negativista y desafiante (TND) y trastorno disocial (TD).
Pese a toda esta clasificación, la OMS admite que “los sistemas de salud todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga de trastornos mentales; en consecuencia, la divergencia entre la necesidad de tratamiento y su prestación es grande en todo el mundo”.
A nivel local, la Secretaría de Salud Pública (SSP) cuenta ya desde hace varios años con algunas guías de apoyo para entender e identificar distintos trastornos mentales, una de ellas es su Guía clínica para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, en la que señala que esta es una condición neuropsiquiátrica, multifactorial, que inicia en la infancia y cuyas principales características son la dificultad para poner atención, hiperactividad e impulsividad, mismas que pueden prevalecer hasta la edad adulta, lo que puede repercutir en actividades académicas, laborales y sociales.
Esto lo vivió en carne propia Alejandra, tanto en su niñez como con sus hijos, con quienes tuvo que atravesar por un sinnúmero de incidentes como el fracaso escolar, problemas de conducta, niveles de agresividad y un sinfín de reportes escolares, lo que se volvió "focos rojos" para ella, su familia, amigos y hasta profesores.
Datos de la SSP señalan que, a nivel mundial, hay entre ocho y 12 por ciento de niños y adolescentes con este trastorno. No obstante, según la doctora María del Pilar Poza, adscrita al Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro, 70 por ciento de las personas bajo esta condición no recibe atención ni tratamiento, lo que con el tiempo puede derivar en depresión y ansiedad, esto, a su vez, en adicciones como alcoholismo, drogadicción e incluso vandalismo.
¿Qué es el TDAH?
Se trata de un problema del neurodesarrollo, es decir, son alteraciones que afectan el correcto desempeño del cerebro, particularmente en las conexiones de las neuronas que ayudan al desarrollo de todas las tareas de la vida cotidiana. Se sabe que existen factores genéticos involucrados, pues es un trastorno que cuenta con 75 por ciento de heredabilidad, así lo aseguró el doctor Juan Carlos Pérez Castro Vázquez, quien es director general de Proyectodah y vicepresidente de la Fundación Cultural Federico Hoth, A.C.
El doctor Óscar Sánchez puntualiza que es un problema conductual en los niños bastante viejo, puesto que los primeros reportes se remontan a finales del siglo XIX, pero es hasta principios del XX que comienza a tomar forma la cuestión diagnóstica y psicomatológica para explicar el TDAH. “Parece ser un problema madurativo del cerebro, esto es, un problema del neurodesarrollo”, afirma el psiquiatra.
Diagnóstico
De acuerdo con Pérez Castro, el TDAH afecta principalmente la conducta y el desempeño académico o aprendizaje del menor. No obstante, para poder llevar a cabo un diagnóstico es importante descartar, antes que nada, afectaciones psicológicas tras algún cambio abrupto en la vida de un niño como un divorcio, por ejemplo.
Una vez que se descarta lo anterior, se analizan posibles problemas médicos. En el caso de Alejandra, uno de sus hijos fue diagnosticado con epilepsia, a lo que los médicos atribuían sus comportamientos violentos, es decir, la presunta enfermedad actuó como un distractor para diagnosticar correctamente al niño con TDAH en un primer momento.
Pero si tras análisis médicos no hay presencia de ninguna enfermedad, el titular de Proyectodah señala que el siguiente paso sería estudiar la intensidad y duración de los comportamientos, algo que se hace evidente a los ojos de todos: padres de familia, profesores, personas externas, otros miembros de la familia, etcétera.
Es decir, cuando un comportamiento tiene como denominadores comunes: intensidad, frecuencia, duración y afectaciones en la calidad de vida de las personas, son elementos que sirven de “focos rojos” para determinar si se trata de TDAH, puntualiza el especialista.
Entre las conductas impulsivas que presentaron los hijos de Alejandra y que se volvieron alertas, estuvieron: un piquete de ojos a un compañero de escuela, mentiras recurrentes, robos, ingesta de medicamentos y hasta saludar a una vecina desde la cornisa de la azotea (tres metros de altura), lo que ponía en riesgo su seguridad, por lo que uno de ellos terminó en el Hospital Psiquiátrico Infantil, en donde finalmente fue diagnosticado con “un coeficiente intelectual por encima de lo normal, brillante y con trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad”.
El psiquiatra infantil y neuropediatra son los expertos que pueden apoyar a cualquier persona que sospeche que su hijo padece o presenta síntomas del TDAH. Uno de los avances sobre este problema es que no siempre es necesario ir al hospital psiquiátrico para el diagnóstico, actualmente en la Ciudad de México basta con acudir a cualquier centro de salud, muchos de los cuales están siendo capacitados por miembros de Proyectodah, para que cuadros que no sean tan complicados puedan recibir atención desde ese primer nivel.
Evidencia científica
De acuerdo con el doctor Óscar Sánchez, existe evidencia radiológica y estructural de que hay modificaciones en la maduración cerebral de los niños y esto perjudica las capacidades cognitivas y de control de los impulsos particularmente, ya que se afecta una serie de sustancias que sirven como facilitadores de concentración o atención, como la dopamina y la noradrenalina (mejor conocidas como neurotransmisores, sustancias químicas encargadas de facilitar y accionar la comunicación entre las neuronas del cerebro).
Hay evidencia genética de que las personas que padecen TDAH tienen los genes que producen la transmisión de esas sustancias, empero, esas evidencias no son aplicables a “la clínica de todos los días”, es decir, no existe un estudio de sangre que permita medir los niveles de dopamina o noradrenalina porque, aunque tienen afectaciones cerebrales, los resultados son conductuales.
Por tanto, aunque los estudios actuales sí reconocen alteraciones estructurales del cerebro, cambios en el grosor de algunas zonas, variaciones en la respuesta cerebral por la falla en la utilización de los neurotransmisores, el diagnóstico de este problema sigue siendo clínico, esto quiere decir que el médico tiene que ver lo que está pasando con la conducta del niño, descartar otros padecimientos que pudieran confundir los síntomas y evaluarlo directamente para poder determinar si cumple con los criterios de ser inatento, hiperactivo e impulsivo.
Si bien es cierto que un niño puede ser diagnosticado desde edad preescolar, los rangos más frecuentes son desde los 6-7 años y con base en el propio DSM-5 (en donde también se establecen los criterios diagnósticos) se señala que se puede empezar desde pequeños hasta los 12 años para poder detectar incluso el problema en los adultos.
Ahora se sabe que si el adulto cuenta con un coeficiente intelectual elevado, puede aprender a modificar algunas conductas por sí mismo para intentar contener los efectos negativos, pero el trastorno está presente.
El TDAH se presenta con mayor frecuencia entre niños, pues de acuerdo con la epidemiología, por cada tres a cinco niños hay una niña con la enfermedad; sin embargo, en los adultos la prevalencia es 1:1.
Tratamiento multimodal
Una vez diagnosticado el TDAH, el tratamiento más recomendado (por ser el que cuenta con mayor evidencia científica hasta el momento) es el que se conoce como “tratamiento multimodal” que, como su nombre lo indica, involucra varios aspectos a atender: psicoeducación de los padres (dotar de información accesible basada en investigaciones científicas y brindar estrategias de crianza para el TDAH, lo cual contribuye a bajar la ansiedad y que los padres puedan trabajar mejor la situación del menor en casa); terapia psicológica (cognitivo-conductual, aquella que ayuda a modificar positivamente comportamientos) y, finalmente, el tratamiento farmacológico (el menor medicamento posible, la menor dosis posible y el menor tiempo posible, subraya el doctor Óscar Sánchez).
Este tratamiento también es aprobado por el doctor Sánchez Guerrero, quien lo califica de “integral” y que, como en cualquier otra enfermedad, depende de si el trastorno es leve, moderado o severo. Por tanto, casi en todos los casos en que el paciente es medicado, debe complementar el tratamiento con los otros aspectos, porque sino no habrá verdaderas mejoras.
En el tratamiento multimodal se tienen que involucrar papás, psicólogo, médico e incluso los profesores, a quienes se les debe capacitar para atender correctamente a las personas que sufren de TDAH, de ahí el concepto de multimodal. Si solamente se recurre a la terapia psicológica, no se va a resolver el problema, solo se contendrán algunas cosas, lo mismo pasa si solo se educa a los papás o se opta exclusivamente por la medicación, coincide Pérez Castro.
Por lo anterior, se “necesita la suma de estos elementos para poder apoyar en toda la magnitud del problema, no solamente al paciente sino al entorno en el que se está desenvolviendo. A veces el entorno es el que hace que sea más severo el impacto negativo del trastorno”, subrayan los expertos.
Así lo aprendió Alejandra, quien llegó a Proyectodah tras largo camino, en el que al final contó con la ayuda de uno de sus amigos, médico y esposo de una maestra de sus hijos, quien tras buscar empleo, se encontró con un anuncio de la Fundación Cultural Federico Hoth, hoy Proyectodah; le compartió a Alejandra todos los datos, ella se puso en contacto inmediato con el proyecto y luego de asistir a la primera charla de orientación, comprendió el padecimiento de sus hijos y hasta el suyo, pues fue ahí mismo cuando descubrió que ella también sufre de TDAH.
Así, Alejandra se convirtió en la primera generación de padres certificados para brindar charlas de orientación dentro de la fundación. Ella reconoce que con cada charla puede generar estructura en su propia vida mientras apoya a los demás. Hace un llamado a todos aquellos padres de familia que sientan vergüenza a que sepan que no son los únicos, existen grupos que pueden apoyarlos y pedir ayuda para ellos y sus hijos, pues cuando ella supo qué tenían sus hijos, supo cómo ayudarlos.
Si deseas asistir a una plática de orientación o saber más sobre este trastorno mental, te sugerimos:
|
Esta obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.