Alexander Gelbukh, el matemático ruso cumple 20 años de incentivar la ciencia en México
Por Janet Cacelín
Ciudad de México. 13 de diciembre de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Cuando Alexander Gelbukh tenía 29 años, la vida que hasta entonces conocía en su natal Moscú cambió por completo. El 25 de diciembre de 1991 se anunció la desintegración de la Unión Soviética y sus posibilidades de viajar por el mundo y explorar la ciencia en otros países se volvió una realidad.
Llegó a México años después, con estudios de doctorado en ciencias de computación por el Instituto de la Información Científica y Técnica de toda Rusia; y una maestría en ciencias en el Departamento de Matemáticas por la Universidad Estatal de Moscú.
Aunque viajó con la idea de permanecer en el país temporalmente, este 2017 cumplirá 20 años de estancia en México. Actualmente se desempeña como profesor investigador titular C del Laboratorio de Lenguaje Natural y Procesamiento de Texto del Centro de Investigación en Computación del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y fue expresidente de la Sociedad Mexicana de Inteligencia Artificial.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, Alexander Gelbukh relata cómo fue su vida en Rusia y cómo ha sido en México, así como su desarrollo profesional en el área de computación y las matemáticas.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cuáles fueron sus inicios en las matemáticas?
Alexander Gelbukh (AG): Rusia tiene una tradición muy larga de siglos pasados de buena ciencia, en específico sobre matemáticas. Lo que me gusta de las matemáticas es que hay un criterio de verdad. Sé a ciencia cierta cuándo el teorema está demostrado y cuándo no. También son eternas y absolutas.
AIC: En Rusia, cuando era niño, ¿qué fue lo que le llamó la atención para estudiar estas ciencias?
AG: Desde que era niño siempre me interesó más la física, porque es más vistoso; astrofísica, que es algo grande en comparación con las cosas pequeñitas que estamos haciendo aquí; y mecánica cuántica, que también veo un gran desarrollo de la inteligencia humana, algo muy diferente de lo que normalmente vemos, también de gran valor estético porque el mundo cuántico es muy bien organizado.
Así que al elegir entre física y matemáticas, creo que fue más por casualidad que elegí matemáticas. En aquel entonces yo entré a la mejor universidad, por decirlo así, del mundo, porque nuestro mundo era el país. El mundo cambiaba muy rápido, después aparecieron las primeras computadoras y también me interesó la programación, poder manipular datos grandes.
AIC: Pasaron 29 años antes de poder salir de su país natal…
AG: Sé a ciencia cierta que existe la luna pero como dijo Heisenberg, lo que no se puede ver no existe. El famoso principio de Heisenberg sobre que si no se puede observar la partícula, no es una partícula, es una onda.
Ahora cuando viajo por diferentes países, ya pasaron 20 años que vivo aquí y 25 años de la caída de la Unión Soviética, pero todavía percibo como un milagro la posibilidad de ver los lugares que la mayor parte de mi vida creí que no se podían visitar. Es como poder viajar a otra galaxia, pese a haber aprendido en la escuela que por la ley de la naturaleza no era posible.
AIC: ¿Cómo se presentó la oportunidad de venir a México?
AG: Según la historia que me contaron, el primer director de este centro, el doctor Adolfo Guzmán Arenas, en algún momento de su vida estaba trabajando sobre una máquina paralela y al laboratorio entró un grupo de políticos rusos. Uno de ellos, ministro del gobierno de Moscú, le preguntó si podía ayudar en algo. Cuando un ministro pregunta algo así, supongo que se refería a financiamiento o colaboraciones. Sin embargo, el doctor Guzmán le dio lápiz y papel para que se pusiera a trabajar.
Tengo entendido que aquel ministro era ingeniero y se quedó. Por meses estuvieron trabajando con esa máquina y se hicieron amigos.
Unos cuantos años después, cuando el director Guzmán se hizo el director de este centro, necesitaba armar su equipo pero en aquel entonces no había en México doctores en computación, por lo que le llamó a su amigo ruso para preguntarle si conocía gente. Mi asesor de tesis era amigo de ese ministro ruso, me invitó y llegué a México.
Quedé de venir por un año, pero me quedé. Digo que sigo temporalmente pero ya llevo aquí 20 años. Aquí conocí el mundo, aquí conocí el Internet.
AIC: Y en México, ¿qué pasa con el desarrollo de la ciencia?
AG: Considero que México da muy buen apoyo a la ciencia. Muchos países tienen más dinero, pero para tener dinero hay que vender y cuando uno quiere vender, ya no lo percibe tanto como investigación.
En este sentido, en algunos países como en Rusia ahora, es muy difícil hacer investigación porque hay que vender. De esa tecnología específica ya no importa su generación de conocimiento humano, es servicio al cliente. En México no lo siento así, yo percibo la ciencia como un asunto público, es una parte importante para la sociedad en general y el gobierno debe financiarla.
AIC: ¿Cuáles considera que han sido sus investigaciones más destacadas?
AG: En mis comienzos aquí, hace 20 años, hicimos un desarrollador para el Senado de la República con habilidad de analizar los textos de las leyes y ofrecer sinónimos. Por ejemplo, un senador quiere legislar sobre automóviles y si busca la palabra automóviles no encontrará nada, pero el buscador que aquí desarrollamos le informa que existen resultados con la palabra carros.
Actualmente estamos realizando un desarrollo, que no está del todo terminado, al que yo llamo juez automático. Con una descripción de los hechos de un asunto legal, un programa es capaz de aconsejar los artículos de la ley aplicables a un caso y hasta puede sugerir la decisión.
Usualmente, todos los desarrollo de aplicación de las leyes razonan lógicamente, pero cuando empezamos ese desarrollo, lo hicimos con un estudiante que tenía licenciatura en derecho. Al principio llegó con la idea de hacerlo de esa manera, pero un año después se dio cuenta que las leyes de México están hechas de tal forma que no se puede razonar porque muchas son contradictorias y ambiguas.
Lo que hicimos entonces fue observar el comportamiento de los jueces, aprender de este comportamiento e imitarlo. Con todo lo bueno y malo. Recopilamos 10 millones de resoluciones, las computadoras ahora son muy buenas en aprender a imitar lo que otros hacen, que se llama aprendizaje automático, y es parte de la inteligencia artificial.
De este programa, la tecnología está terminada pero estamos buscando que se ponga a disposición de la población.
AIC: ¿Han hecho algún estudio sobre comportamiento en redes sociales?
AG: También, recientemente entramos en el análisis de redes sociales de sentimientos y de opiniones, es una tendencia muy común y de mucho interés en nuestra ciencia, sobre cosas emocionales en los textos.
Imagínese cuántos textos se escriben en Internet actualmente, cuántos de estos contienen información, cuántos comunican sentimientos. Si alguien publica que fue a un concierto y qué le pareció, comunica sentimiento. Si ese texto tiene un like, no es importante, si tiene un millón, ya empieza a importar.
Por ejemplo, en cuestiones políticas, si se analizan los textos que la gente publica en Internet, podemos saber cómo van a votar. Con esto podemos predecir la reacción del pueblo, podemos detectar qué les gusta y qué no les gusta.
También estamos desarrollando un programa para detectar el tipo de personalidad.
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