Elizabeth Tejero y la genética de la obesidad
Por Verenise Sánchez
Ciudad de México. 23 de enero de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Elizabeth Tejero Barrera, investigadora del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), se ha dado a la tarea de estudiar desde hace más de 20 años algunas de las alteraciones genéticas que caracterizan a la obesidad, la nutrigenética y la nutrigenómica.
A lo largo de su trayectoria científica, la investigadora ha realizado importantes aportaciones al estudio de factores genéticos y ambientales asociados a la obesidad, en especial a la obesidad infantil.
Dado la relevancia del tema, ya que al menos 600 millones de personas en todo el mundo tienen obesidad, la mayoría de los más de 50 artículos científicos que ha publicado han dado la vuelta al mundo.
Llegar a este nivel no ha sido camino fácil, pero Tejero Barrera aseguró que con mucho trabajo y tolerancia a la frustración ha logrado avanzar en sus investigaciones que han contribuido al conocimiento profundo de esta enfermedad que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Mi primer encuentro con la bioquímica
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, Tejero Barrera recordó las primeras veces que tuvo contacto con la ciencia, sin que ella supiera o fuera consciente que era o estaba relacionada con la ciencia.
“Desde temprana edad me gustaban los juegos en donde se realizaban experimentos... las muñecas sí me gustaban pero me llamaba más la atención los experimentos”, remembró.
Además le encantaba ver documentales y programas de televisión en donde explicaran cómo funcionaba la naturaleza. También le gustaba coleccionar estampitas de animales raros.
“Un factor importante fue que en mi casa tenía enciclopedias y libros y alguien que me leyera cuando yo era muy chica. Mi abuelita era quien me leía, después aprendí a leer y entonces yo le leía”.
No obstante, resaltó que aunque ella desde pequeña tenía la inquietud de la naturaleza y que las lecturas que hacía con su abuela la invitaban a conocer más y más, fueron realmente sus maestros de secundaria y preparatoria quienes la incentivaron a estudiar una carrera científica.
Tenía una maestra de biología muy estricta, pero fue quien la acercó a la bioquímica, lo cual menciona fue un momento memorable. “Cuando me encontré con la bioquímica dije 'de aquí soy', ahí empecé a encontrar respuestas a muchas dudas que tenía y dije 'esto es lo que quiero estudiar'”.
Ya cuando tuvo que elegir una carrera encontró información de la carrera de nutrición y de inmediato "le guiñó el ojo", empezó a investigar más al respecto y vio que podía aprender cosas de bioquímica y de salud, así que decidió estudiar nutrición.
En 1985, cuando entró a la universidad a estudiar, nutrición no era una carrera tan popular como ahora, “la gente me decía 'le vas a dar de comer muy bien a tus hijos'”.
Ya en la carrera se topó con materias que la sorprendieron por su complejidad y por lo interesante que le resultaban. Acudió a varios seminarios en los que especialistas presentaban los avances de sus investigaciones, “eran muy interesantes y dije 'yo sí me veo en un laboratorio'”.
Así, sin mucho pensarlo, se inclinó por el lado de la investigación a pesar de que escuchaba algunos mitos de los científicos.
“No pensé en los estereotipos de los científicos, seguía con mi vida personal y social igual, cada vez que podía me iba al antro; jamás sentí que esos mitos fueran una barrera para mí”.
Tejero Barrera concluyó su licenciatura en nutrición y ciencia de los alimentos en la Universidad Iberoamericana y después realizó una maestría en nutrición humana en la misma universidad.
Con una licenciatura y un posgrado, no había saciado su curiosidad y sus ganas de seguir aprendiendo, así que realizó un doctorado en ciencias de la nutrición en la Universidad de Texas en Austin, y posteriormente hizo un posdoctorado en la Southwest Foundation for Biomedical Research en San Antonio, Texas.
Un trabajo muy demandante
Tras más de dos décadas de trayectoria científica, Elizabeth Tejero señaló que el trabajo científico es muy duro, pero también deja muchas satisfacciones, como saber que estás contribuyendo de algún modo a mejorar la calidad de vida de los seres humanos.
“La ciencia no es un trabajo que funcione de nueve de la mañana a seis de la tarde y de lunes a viernes; la ciencia no tiene horarios, tú terminas adaptándote a ella”.
Pese a que hacer ciencia es una labor muy demandante, tiene cosas muy positivas, por ejemplo “lo mejor de mi trabajo es que todo el tiempo estoy haciendo cosas nuevas”, ningún día es igual.
Tolerancia a la frustración
Mencionó que cada trabajo u oficio requiere de ciertas habilidades y aptitudes, para hacer ciencia dos de los requisitos básicos son: la tolerancia a la frustración y la curiosidad.
“La labor científica puede ser frustrante, se necesita tener una tolerancia a la frustración importante, porque eso puede desanimar a las personas. Creo que desde que nos formamos debemos tener claro que nuestro compromiso es con encontrar cosas verdaderas, no con nuestras propias ideas, eso suena lógico pero a veces es un riesgo que en ocasiones los investigadores suelen decir 'esta es mi hipótesis y ahora la cumplo a como dé lugar'”.
Pero ¿qué pasa cuando no sale lo que esperabas? “Si lo que yo creo es falso, tengo que aceptarlo y revisar todo, desde cómo fue que plantee una idea y cómo la fui desarrollando”.
Recordó que la ciencia está hecha de más errores que de aciertos y qué bueno que sea así, porque así le da más emoción a las cosas, “si hacemos solo lo que ya sabemos, entonces ¿para qué hacerlas?, no hay reto, no hay novedad, siempre hay que ir un paso más allá”, concluyó la científica miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
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