El cerebro que estudia el origen del alzhéimer
Por Verenise Sánchez
México, DF. 17 de mayo de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- “Para que puedas explicarte aquellas cosas no que entiendes, hay que estudiar”, esta fue la frase que le dijo su mamá al doctor José Luna Muñoz cuando aún era muy pequeño, palabras que lo marcaron y lo impulsaron para que fuera científico.
Actualmente, José Luna Muñoz es el coordinador del Banco Nacional de Cerebros y recientemente publicó en la revista Frontiers –la publicación más importante de neurología– un estudio que sugiere lo que podría ser el origen del alzhéimer, enfermedad que a pesar de que tiene más de 100 años de que fue descrita, aún no se sabe lo que la origina.
En el estudio publicado, Luna Muñoz y su equipo de colaboradores del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) sugieren que la concentración de las proteínas anormales que se agregan en el cerebro de las personas con la enfermedad de Alzheimer es, en un primer momento, un mecanismo de defensa de las neuronas, que después se convierte en una patología que las mata.
Pero, ¿cómo el científico llegó a esta conclusión? ¿Qué lo motivó a estudiar el cerebro y en especial el alzhéimer? ¿Por qué decidió ser científico? Todo esto y más, Luna Muñoz platicó para la Agencia Informativa Conacyt.
La Luna, el comienzo de todo
José Luna Muñoz nació en Jerécuaro, Guanajuato, en 1968; sin embargo, muy pequeño migró al pueblo Santiago Tepalcapa, en Cuautitlán Izcalli, Estado de México, el cual no tenía alumbrado y se podían ver las estrellas todas las noches, recordó entusiasmado.
“Una noche, cuando tenía cuatro años, iba caminando de la mano de mi madre Yolanda Muñoz Sánchez. Yo iba viendo el cielo lleno de estrellas y veía que la Luna se movía con nosotros, entonces le pregunté: ‘mamá, ¿por qué la Luna camina junto con nosotros?’, y ella respondió: ‘para que te puedas explicar eso y otras cosas, hijo, ¡estudia!’”, relató.
Luna Muñoz creció con la frase “para que te puedas explicar aquellas cosas que no entiendes, hay que estudiar”, y eso fue realmente lo que lo acercó a la ciencia, indicó el ahora especialista en alzhéimer.
Relató que para saciar su curiosidad siempre trataba de analizar cómo funcionaban las cosas que lo rodeaban, como los juguetes o los artefactos eléctricos: “Los equipos eléctricos los desarmaba y después los volvía a armar, pero siempre me sobraban piezas, a veces funcionaban y otras simplemente no volvían a servir”.
Cuando entró a la primaria sintió una fuerte atracción por la materia de ciencias naturales. “Me encantaba ver a los animales, los bosques y todo lo relacionado a la naturaleza. Disfrutaba haciendo las lecturas de esta materia. Razón por la cual realicé mi licenciatura en biología”, manifestó.
Sin embargo, cuando estudiaba la preparatoria dudó un poco si estudiaría biología o astronomía, pues creció con el recuerdo de esa noche en la que “descubrió” que la Luna caminaba junto con él.
“Siempre tenía en mente eso y mi idea era estudiar astronomía, me fascinaba ver el programa de televisión Cosmos, que era narrado por un gran científico al que admiraba mucho, Carl Sagan, porque me hacia imaginar todo lo que presentaba del cosmos, del inicio de la vida y de las galaxias”, dijo.
Señaló que aunque soñaba con ser astrónomo, cuando llegó el momento de seleccionar su carrera optó por biología porque quería saber más de la naturaleza y la vida.
Destacó que lo que más le atrajo de la ciencia y que aún lo tiene cautivado es que cuando por fin se encuentra la respuesta a una incógnita, esta abre un abanico de nuevos misterios por resolver. “En la ciencia no hay verdades absolutas, pues nunca se terminan las preguntas”, aseguró.
Amor por el laboratorio
Cuando concluyó la carrera de biología realizó su tesis sobre la expresión de las uniones comunicantes en cultivos de células de Leydig de testículo de ratón, bajo la asesoría de la doctora Martha Elia Pérez Solís, quien estaba en México como profesora invitada en el Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Cinvestav.
La doctora Pérez Solís ayudó a que Luna Muñoz pudiera realizar una estancia en la Escuela de Medicina Albert Einstein, en Nueva York, la cual marcó la vida y el rumbo científico del entonces joven investigador.
“Sin lugar a dudas te puedo decir que ella fue la que me enseñó realmente a estar en un laboratorio de investigación como tal. Con el trabajo que estuve realizando con ella pudimos publicar tres trabajos de investigación en revistas de alto impacto, y dos capítulos de libros”, manifestó.
Lo cual calificó como un gran logro: “Imagínate yo solamente con licenciatura y ya tenía estos trabajos, esto fue para mí una gran oportunidad de impulsar mi carrera científica, pues con estas investigaciones y publicaciones como respaldo pude conocer otros laboratorios no solo de México sino de otros países, y trabajar con otros científicos. Realmente estoy muy agradecido con ella por esa gran oportunidad que me dio para involucrarme en la investigación”.
Los misterios del cerebro
Su pasión por conocer los misterios del cerebro comenzó en 1993, cuando empezó a trabajar con el neuropatólogo Raúl Mena López, quien dos años antes ya había creado el entonces Banco de Cerebros, hoy llamado Banco Nacional de Cerebros.
“En 1992 traté de realizar mi doctorado en el Departamento del Fisiología, Biofísica y Neurociencias. Después de los exámenes, el doctor Mena López me entrevistó, hablamos durante más de una hora de mis deseos y aspiraciones, hasta que me dijo que me apoyaría a realizar mi doctorado ahí. Sin embargo, me casé con Amparo Viramontes Pintos y ya no pude realizar mi doctorado en ese momento”, comentó.
Seguramente la historia, los deseos y aspiraciones de Luna Muñoz, así como su intachable trayectoria académica, se quedaron grabadas en el doctor Mena López, ya que un año después lo buscó para ofrecerle una plaza como auxiliar de investigación, cuya tarea era principalmente manejar el primer microscopio confocal que había en México y América Latina, el cual estaba en el Cinvestav.
“El doctor Mena López apoyó mi contratación ante el doctor Pablo Rudomín, que es ese momento era jefe del Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias. Así entré a trabajar como auxiliar para dar servicio en la unidad de microscopía confocal, y al mismo tiempo comencé a involucrarme en el estudio neuropatológico molecular de la enfermedad de Alzheimer. Y de allí me fascinó realizar y enfocar todo mi esfuerzo a tratar de entender esta neuropatología”, expresó.
De esta enfermedad que afecta a millones de personas en todo el mundo le atrajo ver cómo se modifican las propias proteínas de las neuronas, y finalmente se acumulan y la matan. “El alzhéimer es un padecimiento misterioso, pues a pesar de que ya tiene más de 100 años de su primera descripción, aún no se sabe qué lo detona y por lo tanto no se puede curar o controlar”, aseguró.
La misión del Banco Nacional de Cerebros
El Banco de Cerebros se creó por iniciativa del doctor Mena López en 1991, cuando fue repatriado para formar parte de Colegio de Profesores del Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Cinvestav.
“Él fue quién inició toda esta labor titánica de convencimiento, tanto a la población para que donaran los cerebros de sus familiares que fallecían con esta afección neurológica, como a los investigadores clínicos y patólogos para poder captar y tomar estos cerebros para la investigación”, detalló.
Asimismo, el doctor Mena López favoreció la colaboración multidisciplinaria para el estudio del alzhéimer, pues logró conjuntar a investigadores clínicos, sociales y básicos en este gran megaproyecto del Banco de Cerebros.
“Desafortunadamente, en 2011 el doctor Mena López sufrió un derrame cerebral que lo alejó del laboratorio y en 2014 falleció, lo cual fue una gran pérdida para el estudio del alzhéimer en México. Ante ello, el doctor Benjamín Florán Garduño, jefe actual del departamento que acogía el Banco de Cerebros, me pidió que continuara con esta línea de investigación para que no se perdieran los esfuerzos del doctor Mena López”, comentó.
Al tomar la batuta de dicha línea de investigación y del Banco de Cerebros, Luna Muñoz propuso a las autoridades directivas del Cinvestav que este banco se transformara en el Banco Nacional de Cerebros. “Esta transformación favoreció la realización de convenios con hospitales del interior de la República Mexicana para la donación de encéfalos”, explicó.
De esta manera, se logró pasar de un acervo de 17 cerebros, que se consiguieron durante los primeros 20 años del banco, a más de 350 en los últimos tres años. “También, la transformación ayudó a obtener cerebros con otras enfermedades neurodegenerativas y cerebros sanos, para poder hacer comparaciones”, agregó.
Reiteró que el objetivo principal del banco es que todo este tejido resguardado esté dispuesto para los investigadores que estén interesados en el sistema nervioso central.
Del laboratorio a las aulas
José Luna Muñoz destacó que para que haya un desarrollo científico y tecnológico en el país no basta con estar en el laboratorio: los investigadores también deben de estar en la aulas para formar a más y mejores científicos.
“La docencia por parte de los investigadores es fundamental, pues ayuda a que los estudiantes puedan elegir un tema sobre el cual quieren desarrollar su trayectoria profesional”, aseguró.
Asimismo, añadió que “es importante poder darles (a los estudiantes) la información más actualizada y de primera mano, pues los jóvenes son el futuro de la ciencia en México y el mundo”. Por tal motivo, desde hace 23 años imparte clases en varios centros de estudio como el Cinvestav.
Fundamental la divulgación científica
Además de su amor por la docencia, Luna Muñoz también se ha encargado de hacer una gran labor de divulgación científica para que más personas conozcan sobre la enfermedad de Alzheimer. “La difusión y divulgación de nuestro trabajo es primordial, pues si no lo hacemos no obtenemos donaciones de cerebros para la investigación”, manifestó.
Señaló que los principales trabajos de divulgación que ha realizado son artículos en los que explica de manera clara y sencilla, para público no especializado en ciencia ni en esa disciplina, cómo es procesamiento patológico de la proteína tau en la enfermedad de Alzheimer.
Asimismo, ha colaborado con la Asociación Mexicana de Alzhéimer y Enfermedades Similares en la difusión de esta enfermedad, a través de conferencias sobre las investigaciones que realizan y la importancia de la donación de cerebros con fines de investigación.
“El año pasado, en el marco del Día Mundial del Alzhéimer, la asociación organizó un evento en el que participamos con un stand en el cual mostramos cortes coronales de cerebros sin alteraciones neurológicas y otros con alzhéimer, y les mostramos a la gente las características macroscópicas de estas alteraciones. Asimismo, se mostraron en un microscopio las lesiones histopatológicas de esta enfermedad”, detalló.
Expresó que fue una experiencia muy satisfactoria, ya que tuvo una buena respuesta por parte de los asistentes, pues su stand contó con buena afluencia. “A partir de este eventos nos han invitado a una caravana de difusión de la enfermedad de Alzheimer en varias delegaciones del Distrito Federal, la cual culminamos en el Zócalo de la Ciudad de México”, agregó.
Concluyó que la divulgación es indispensable para impulsar una cultura científica en el país e invite a más niños y jóvenes a estudiar y dedicarse a una disciplina científica o tecnológica.
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