¿Influye el calor en conductas agresivas?
Por Amelia Gutiérrez Solís
Colima, Colima. 2 de agosto de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- En la Universidad de Colima (Ucol) se llevan a cabo investigaciones para determinar si el calor y el espacio arquitectónico afectan el comportamiento de los seres humanos y si influyen en las conductas agresivas.
El estudiante de décimo semestre de la Facultad de Psicología, Julio César Ávila Sandoval, quien colabora en el Laboratorio de Neurociencias, desarrolla la tesis Efectos de la exposición subcrónica a estrés por calor sobre el índice de ansiedad y la expresión de c-fos y HSP70 en amígdala e hipocampo de ratas Wistar púberes.
Con esta investigación trata de responder si está relacionada la temperatura ambiental con la violencia y si existe un factor biológico directamente o es más una causa social lo que determina el comportamiento de las personas, esto se basa en publicaciones anteriores, donde se encuentra que a mayor calor, los crímenes y violencia colectiva aumentan, es decir, existe una posible correlación entre estos factores.
Mientras que en la Facultad de Arquitectura y Diseño (Fayd) de la Ucol, el doctor en arquitectura Luis Gabriel Gómez Azpeitia realizó una investigación para analizar el espacio arquitectónico como escenario de la violencia.
Del clima a la conducta
Ávila Sandoval señaló que esta investigación experimental, que inició en 2013, cuestiona si realmente el clima puede afectar el comportamiento de las personas y cuáles son las implicaciones directas en conductas agresivas.
Indicó que desde 1968 se han realizado investigaciones sobre este tema y que en 1985 el calor fue considerado un predictor de crímenes. Además dijo que en un estudio realizado en 2014, se corroboró que existe una relación entre la temperatura ambiental y la penalización por conductas agresivas.
Respecto a la relación agresividad-calor existen dos teorías, la biológica y la social. Los teóricos sociales hipotetizan que en periodos primavera-verano, la gente interacciona más por las vacaciones, incluso se incrementa el consumo de alcohol, por consecuencia, puede haber mayor índices de traumatismos y violencia. Mientras que la teoría biológica sostiene que existen diferentes tipos de estresores ambientales que pueden desencadenar estas conductas; sin embargo, no se ha estudiado a profundidad.
“Esta teoría implica que el calor activa nuestro sistema de estrés y, por consecuencia, en cómo actuamos de esta manera. En el sistema nervioso existen estructuras que regulan esta respuesta —como el hipocampo y la amígdala— implicadas dentro del circuito que hacen que yo responda ante el estresor o ante ese estímulo que hace que yo me sienta en peligro. Es un sistema de supervivencia, en este sentido, las temperaturas extremas lo activan sin que seamos conscientes, en comparación a cuando sabemos que estamos en un peligro inminente”, explicó.
Apuntó que si un estresor persiste, la amígdala estará enviando señales de activación de este sistema, mientras el hipocampo estará trabajando para detener esta respuesta. Además se conoce que las personas que están sujetas a un periodo de estrés pueden ser más susceptibles a la irritabilidad, pues otra zona cerebral llamada corteza prefrontal medial, que permite controlar conductas e inhibir impulsos, reduce su actividad.
En la actualidad, no están definidos los efectos del calor a un estímulo crónico sobre la ansiedad, por ello en el Laboratorio de Neurociencias de la Facultad de Psicología se creó una cámara para exponer al calor subcrónico los roedores mediante un modelo de estrés por calor propuesto por los autores y, posteriormente, determinar si el calor generaba ansiedad, evaluado por pruebas conductuales como el campo abierto y laberinto elevado en cruz, que son empleados en pruebas de medicamentos ansiolíticos y ansiogénicos.
Entre algunos de los resultados, Ávila Sandoval señaló que realmente existen diferencias porque la exposición a calor está afectando directamente los procesos del estrés, dando como respuesta que exista un factor de ansiedad, el cual podría explicar en humanos que a mayor calor, mayor ansiedad, pudiéndose presentar conductas de impulsividad o ser más irritables, lo que posiblemente explicaría los estudios sociales calor-agresividad.
“La amígdala es una estructura asociada en la modulación de la ansiedad y la agresividad. En este estudio se pudo confirmar que el calor parece influir para que esta zona cerebral esté más activa que en condiciones de un ambiente neutral”, expuso.
El estudiante Julio César Ávila, asesorado por la doctora Norma Angélica Moy López y el doctor Jorge Guzmán Muñiz, señaló que está comprobado que el calor activa la liberación de una hormona llamada vasopresina, que últimamente en varias investigaciones se le asocia con conductas agresivas en modelos animales, esto les llevó a hipotetizar que esta hormona, en conjunto con las de respuesta al estrés, pudiera reforzar la teoría biológica; sin embargo, se encuentra bajo investigación en el laboratorio de la facultad.
Asimismo, estudia las proteínas de actividad neuronal (c-fos) y las proteínas de choque térmico (heat shock protein) en el tejido cerebral para profundizar cómo el calor puede repercutir a nivel celular, pues se sabe que cuando aumenta la temperatura ambiental, la expresión de las proteínas de choque térmico se activan y fungen como un factor protector para las células, evitando que mueran, de esta manera se busca una habituación o aclimatación al calor.
El estudiante de la licenciatura en psicología señaló que las condiciones climatológicas sí pudieran modificar la actividad de circuitos neuronales e influir en nuestras conductas, lo que llevaría a plantearnos que no somos tan conscientes de cómo nos comportamos, pero hace falta más investigación para lograr sustentar esta premisa.
Dónde habita la violencia
El doctor en arquitectura Luis Gabriel Gómez Azpeitia señaló que en la investigación para analizar el espacio arquitectónico como escenario de la violencia se tomó como sujeto de estudio la vivienda y no la violencia doméstica y sus protagonistas.
El proyecto de investigación denominado Violencia doméstica y espacio arquitectónico determinó los elementos del entorno arquitectónico en donde se desarrollan los hechos violentos, que pueden ser considerados como factores asociados al problema.
Esta investigación, que inició en el 2002, se realizó por medio del Fideicomiso del Sistema de Investigación José María Morelos (SiMorelos), que eran fondos para la investigación regional, que luego dieron lugar a los Fondos Mixtos.
“La hipótesis es que los eventos de violencia doméstica tienen como marco físico o territorial la vivienda, entonces queríamos demostrar qué tanto jugaba un papel en este fenómeno social el espacio habitable o no. La hipótesis era que sí tenía un rol en el desarrollo del fenómeno”, explicó el profesor investigador jubilado de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Ucol.
Temperatura y violencia
Se formaron dos grupos para llevar a cabo esta indagatoria. Uno de ellos, formado por profesionales de psicología y estudios de género, realizó las encuestas en los habitantes de casas de los municipios de Colima y Villa de Álvarez para conocer si había ocurrido un evento de violencia doméstica en esos domicilios, aplicando el cuestionario del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
De manera aleatoria se escogieron domicilios con violencia y sin violencia, en donde el segundo grupo de trabajo investigó las características físicas de la vivienda en términos de uso y organización del espacio, microclima interior, orden, limpieza y ruido.
“No es un elemento causal la arquitectura por sí misma, el espacio habitable no ocasiona la posibilidad de violencia doméstica, pero sí es un factor que podría facilitar este tipo de violencia si los elementos causales están presentes, que tienen que ver con cuestiones de la esfera psicológica o sociológica”, expuso el exdirector de la Fayd.
En la investigación, en la que participaron estudiantes de posgrado de arquitectura, consideraron los elementos que constituyen el clima del sitio en que se asientan las viviendas, por su destacado papel en la sensación de bienestar o en la generación de estrés de las personas.
Para ello propusieron indicadores de carácter bioclimático que implicaron el análisis de los elementos del clima, los efectos que el clima ejerce sobre las condiciones de bienestar en las personas y la función reguladora que la envolvente arquitectónica opera en ese intercambio.
En el caso específico de la temperatura no hay una relación que se pudiera asociar al problema de la violencia porque todas las viviendas se investigaron en la zona metropolitana de Colima y Villa de Álvarez, en donde el clima es homogéneo.
“Si hubiéramos investigado ciudades con otro clima, lugares fríos y templados, podríamos haber tenido mayor comparación para determinar si este factor detona la violencia o no”, aseguró Gómez Azpeitia.
Señaló que viviendas construidas prácticamente iguales presentaban comportamientos térmicos diferentes, lo que sí resultó asociado a la conducta pacífica o violenta de los habitantes.
El desempeño de la casa es más caluroso asociado con eventos de violencia, pero no es un problema de la vivienda, sino de la manera en que habitan el inmueble, expresó.
“En una vivienda pequeña había buenas temperaturas, aquí en Colima estamos hablando de 29 grados, y en las casas más lujosas donde sí había violencia se registraban hasta 33 o 34 grados”, comentó el doctor en arquitectura.
Las personas tienen una inteligencia específica para interactuar con sus congéneres y cuando esta inteligencia no se desarrolla la convivencia resulta más difícil y puede llegar incluso a relaciones violentas. Y de la misma manera existe una inteligencia del hábitat que si no se desarrolla lo suficiente, no se sabe interactuar con el entorno, lo que propicia una variación en las condiciones térmicas, indicó el investigador.
Finalmente, señaló que en arquitectura bioclimática estudian el desempeño humano en espacios arquitectónicos y los materiales, dispositivos y sistemas de climatización como ventilación natural y otra serie de estrategias sin consumo de energías contaminantes como la electricidad.
Julio César Ávila Sandoval |
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