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Día Mundial del Libro: la litografía en México

Por Susana Paz

México, DF. 24 de abril de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- El libro concebido no como vehículo del conocimiento o arte, sino como objeto en sí mismo, es la perspectiva que retoma la línea de investigación La historia de la edicióndel Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

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“Se trata de un acercamiento al libro como objeto de estudio y no como mediador del conocimiento. En mi caso, abordo las publicaciones y libros ilustrados en el siglo XIX”, afirmó María Esther Pérez Salas Cantú, profesora investigadora del Instituto Mora.

Según la especialista, este estudio del libro como objeto tiene una gran tradición en Francia, Inglaterra y España. En México y en el caso específico de dicho instituto –que pertenece al Sistema de Centros Públicos de Investigación (centrosconacyt.mx) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)–, desde hace alrededor de 15 años se empezó a trabajar esta perspectiva.

“Hacemos el intento de rescatar a los impresores, a los editores, cuál fue su función, su historia. Nos nutrimos de lo que ya se ha hecho fuera del país. Ahora, lo relevante es establecer contacto con investigadores en Latinoamérica, para ubicar más un contexto latinoamericano de todo este proceso”, expresó.

Pérez Salas Cantú es doctora en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y lleva 28 años de labor académica en el Instituto Mora. Experta en el tema de la litografía, hace un esbozo de esta técnica y su importancia en la historia de la actividad editorial del país.

Otra manera de acercarse al libro

La litografía fue un medio de reproducción mecánico de la imagen muy importante en el siglo XIX. Según afirma la investigadora en su obra titulada Costumbrismo y litografía en México: un nuevo modo de ver, el desarrollo de la litografía estuvo íntimamente ligado a la actividad editorial y se desempeñó como apoyo visual de los textos.

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“A partir de la utilización de las imágenes litográficas en los libros es cuando entramos de lleno a la época de la comunicación visual y gráfica. La importancia de la litografía radica en que permite un acercamiento del lector a los libros de manera distinta. La imagen es una herramienta muy importante, nos da la posibilidad de tener un conocimiento diferente de las cosas al que tenían los receptores cuando solamente era una lectura textual”, dijo la investigadora.

Fue en 1826 cuando Claudio Linati introdujo dicha técnica y publicó un periódico con ilustraciones. No obstante, hasta diez años después fue cuando se establecieron varios talleres litográficos que desarrollaron su trabajo de manera comercial para satisfacer las necesidades de las ediciones periódicas.

“Claudio Linati es el introductor, él hizo una escuela pero estuvo muy poco tiempo en México, alrededor de seis meses; lo interesante es que tanto Linati, como a partir de los años 30 cuando vienen a México un grupo de franceses para establecer talleres litográficos, todos van a tener una relación muy estrecha con la edición”, comentó.

La llegada de esta nueva técnica va a favorecer la producción de libros en el siglo XIX en México y también cambios en su formato, porque se van a empezar a producir libros ilustrados a la manera de lo que se hacía en Europa. Los talleres litográficos trabajan estrechamente ligados con los impresores del momento, por lo que se van a producir libros muy distintos a lo que se hacía en los siglos anteriores en el periodo virreinal, en donde se utilizaba el grabado en metal o madera.

La introducción de la litografía a nivel editorial, con talleres establecidos que van a favorecer la publicación de libros y revistas ilustradas, es a partir de 1830. Su época de apogeo son las décadas de los 40 y 50, en las que proliferan una gran cantidad de publicaciones. 

Con una breve baja en los 40 por la guerra de 1847, en los 50 hay un nuevo gran auge, y esto dura hasta los años 70 y 80 del siglo XIX, cuando la litografía no desaparece sino que se usará en otros géneros, ya no editoriales sino mercantiles, como etiquetas, anuncios, pósteres para eventos, entre otros. 

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“Lo que sucede es que es el momento en que tecnológicamente ya se pueden reproducir imágenes a partir de la fotografía y del fotograbado, que es cuando la litografía pierde campo pero no desaparece, porque había fotografía desde un poco antes pero no el sistema para reproducir esa imagen en una publicación, entonces dura hasta los 80, donde va a tomar otro curso”, expresó al experta.

De litógrafos

En un primer momento, señaló la investigadora, fueron los talleres franceses de Jean Decaen, Friederich Mialhe y Fournier los que empezaron a proveer a los editores mexicanos de imágenes.

“Lo interesante de estos primeros talleres franceses es que son quienes crean una primera generación y van a enseñarle a los mexicanos cómo trabajar la litografía; porque los litógrafos mexicanos no van a la academia sino que aprenden en esos talleres y de ahí surge la primera generación. Uno de los más destacados es Hipólito Salazar, que para los años 40 se desliga de Decaen y establece su propio taller de un gran nivel, para empezar a competir con los franceses”, expresó.

Otros litógrafos importantes serán Plácido Blanco y Manuel Murguía. Y algunos que se van a dedicar a la impresión de partituras musicales como José Rivera y Hesiquio Iriarte, quienes también aprenden con los franceses y establecen después sus talleres.

De esta manera, la inclusión de nuevos elementos tipográficos, así como de grabados y litografías cada vez de mejor calidad, fue una constante en las publicaciones de los años 40 y 50, lo que propició que editores como Ignacio Cumplido, José Mariano Fernández de Lara, Vicente García Torres, Miguel González y Mariano Galván, iniciaran una competencia para ofrecer a los lectores de mediados del siglo XIX obras editadas con temas novedosos y con las últimas técnicas de impresión del momento.

De obras

Los temas trabajados dentro de esta nueva técnica van a estar determinados en gran medida por los asuntos abordados en la literatura. Según explicó María Esther Pérez Salas Cantú, las revistas misceláneas, al igual que las de carácter literario, se van a valer de las ilustraciones siguiendo los lineamientos establecidos por sus homólogas europeas.

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Si bien, afirmó la experta, el apoyo visual se utilizaba en las publicaciones de carácter científico, pues debido a su temática se hacía necesaria la explicación mediante planos, cortes y esquemas, es en los años 40 cuando, siguiendo la moda de las publicaciones ilustradas extranjeras, los temas trabajados gráficamente fueron todos aquellos susceptibles de ser acompañados por imágenes.

“Esto dio un carácter a las ediciones mexicanas más a tono con lo trabajado en Europa, a la vez que repercutió en la formación de equipos formados por editores, literatos e ilustradores que buscaron darle mayor unidad y perfección al trabajo editorial”, afirmó en su libro.

En cuanto a títulos, dijo la investigadora, los más importantes serán los de los años 40, cuando se empiezan a editar en México las obras ilustradas que se hacían en Europa. Destacan El Quijote, en el que las imágenes las toman de la versión francesa que empieza a circular, y la novela Paulo y Virginia, que fue un gran éxito no solo por ser de lo más romántico del siglo, señaló la investigadora, sino también por las imágenes y por el trabajo que hace Hipólito Salazar con Fernández de Lara, quienes incluyeron capitulares no tipográficas sino litográficas en la misma novela.

“Las novelas van a tener mucho éxito. Después tenemos los álbumes, que ocupan un lugar muy especial porque ahí es donde prevalece la imagen. Tenemos colecciones como Los mexicanos pintados por sí mismos; México y sus alrededores, y Monumentos de México, de Pedro Gualdi, que fue el primer álbum de imágenes de México que se publicó en la ciudad y que fue editado por Decaen con las imágenes del italiano Gualdi; era la primera vez que los mexicanos tuvieron la posibilidad de ver reproducido en imágenes la Catedral, Santo Domingo, la Alameda, entre otros sitios, que se imprimió y publicó en 1841”, declaró.

En el caso de la obra México y sus alrededores, se convertiría en un hito importante, pues tuvo varias versiones posteriores, y en 1865 aparecería con cromolitografía, es decir, con imágenes a color, además de que registró los cambios que tuvo la ciudad en esos años.

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“Lo interesante de la tradición o factura de los litógrafos en México es que siempre siguieron la moda europea, pero no por una falta de originalidad, sino que al contrario, es en este momento que se está construyendo la nación mexicana, y por lo tanto tratan de tener una serie de producciones al nivel que se hace en Europa”, aseveró.

Qué es la litografía

En 1798, el alemán Alois Senefelder (1771-1834) descubrió la litografía, lo que resultó en un medio que redujo tiempos y mejoró la calidad de las impresiones de los productos que se realizaban en masa. Según la entrevistada, se trata de un sistema muy novedoso para la época.

Giselle Gabriela Ek Reyes explica detalladamente este concepto en su ensayo La litografía en el siglo XIX y XX Cigarrera El Buen Tono: “Este sistema de impresión se basa en la utilización de piedras calcáreas, la piedra debe estar limpia y nivelada (para eso se utiliza otra piedra que se frotan entre sí, usando un polvo abrasivo hasta obtener una superficie lisa); dibujar sobre ella (se deben utilizar crayones o utensilios grasos, la piedra no puede ser tocada por la piel o algún otro producto pues puede mancharla en este punto del proceso) al tener el dibujo realizado se debe poner ácido nítrico y goma arábiga, que harán que la parte dibujada rechace el agua; una vez realizando estos pasos la piedra se moja y se aplica uniformemente la tinta con un rodillo; finalmente se coloca sobre la piedra el papel y se ejerce presión para así lograr la impresión”.

En el caso de la cromolitografía (descubierta por Godefroy Engelmann en 1837), será necesario utilizar una piedra por cada color que se quiera usar. A finales del siglo XIX, la litografía logra agregar relieve y dorado a las obras, lo que logró que estas tuvieran realce y realismo.

 

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