México y los movimientos sociales, reflexiones desde la academia
Por Chessil Dohvehnain
San Luis Potosí, San Luis Potosí. 6 de marzo de 2019 (Ciencia MX).- Los movimientos sociales forman parte de nuestra realidad cotidiana y este siglo nos ha permitido formar parte de ellos. La vida cotidiana de México se ha visto trastocada por estos desde hace décadas, donde aquel que más resuena es el movimiento estudiantil de 1968, o el emprendido por grupos indígenas mayas y mestizos en 1994 encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Pero ¿qué son los movimientos sociales?, ¿de qué tipos hay?, ¿son algo temporal o su existencia es sujeto de análisis científico por parte de las ciencias sociales y las humanidades?, ¿algún día tendrán fin?
Para el doctor Domingo Carrillo Padilla, sociólogo e historiador originario de Guatemala y actual profesor investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), los movimientos sociales se definen como acciones colectivas originadas ante la incidencia de agentes externos o internos, que afectan de diversas formas la dinámica socioeconómica, cultural y política de una sociedad en el tiempo. Y para el también especialista en movimientos sociales y armados en Centroamérica, los motivos de las personas para sumarse a estas acciones pueden ser bastante heterogéneos.
“No podríamos buscar una causa única por la que la gente se involucra. Creo que los motivos de las personas por involucrarse pueden ir desde la cólera repentina, marcada por la necesidad de restituir un agravio cometido por un agente externo (el Estado, un grupo étnico u otro grupo social), hasta motivos organizados dentro de marcos legales para exigir derechos o cumplimiento de garantías. Incluso se pueden tomar las vías ilegales como la toma de las armas, como ha ocurrido en la mayoría de los países latinoamericanos”.
Para el doctor Daniel Solís Domínguez, especialista en una línea de investigación sobre multiculturalidad, identidad, género, cuerpo, sexualidad y etnicidad, los movimientos sociales son también una categoría de análisis de una serie de acciones sociales colectivas que, desde mediados del siglo XX, se diversificó en actos contestatarios que enarbolan demandas sociales que buscan objetivos que no necesariamente encajan con lo que la tradición teórica del marxismo permite imaginar comúnmente.
“Entonces tenemos movimientos que no necesariamente buscan demandas de grupos obreros o mineros. Vamos a tener movimientos sociales como pueden ser los de las mujeres, el feminismo, también el ecologista o los de los jóvenes. O movimientos que no necesariamente buscan una reivindicación política, como las acciones de los jóvenes en la década de 1960 que también se expresa en las artes, conformadas por un grupo poblacional particular y que se volvieron muy específicas. Pero a grandes rasgos los movimientos sociales serían acciones colectivas políticas, pero también son un eje problemático de investigación en la academia”.
Para el doctor Domingo Carrillo, estas formas de acción colectiva también pueden ser muy disímiles entre sí valiéndose de estrategias diversas para cumplir sus objetivos, legales o no; estas últimas donde incluso el traspase de fronteras puede ser un ejemplo, tal como México ha visto con las recientes caravanas migrantes que se dirigen a los Estados Unidos. Y en el sentido de las formas no institucionales en que los movimientos sociales toman medidas para alcanzar tales metas por medio de la ilegalidad, Latinoamérica es un caso de mucho interés por su larga experiencia en movimientos sociales armados.
“Como dijera Krauze, Latinoamérica no ha fallado en sus citas con la violencia a lo largo de la historia (…) Ahí confluyen muchos factores que indican cómo es que un movimiento que inicia reivindicando garantías constitucionales y derechos humanos, se convierte en un movimiento armado. Muchas veces esto ocurre por la intransigencia del Estado para escuchar al pueblo y garantizar su bienestar. Tenemos casos de grupos armados en Centroamérica y Sudamérica, en Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, e incluso aquí en México, en Chihuahua, Sonora, Michoacán, etcétera. Es decir, hay una experiencia de los movimientos sociales en el conflicto”.
Para el académico miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), también es necesario considerar que, como señalan diversos autores, las condiciones de interdependencia cultural, política y económica de los países latinoamericanos para con los grandes centros culturales, políticos y económicos dominantes de occidente (EE. UU., Canadá, la Unión Europea), provoca que la riqueza sea distribuida de manera desigual creando cinturones internacionales de pobreza y miseria.
“Eso provoca mucha insatisfacción. ¿Por qué deciden las personas tomar las armas en unos casos, cuando en otros recurre a las urnas? Un caso sería Costa Rica que ha mantenido cierto equilibrio en sus procesos democráticos, teniendo como vecino una Nicaragua que fue sandinista, marcada por el conflicto entre guerrillas, o Panamá y los conflictos por el canal. ¿Cómo es que ocurre en unos países y en otros no? Podríamos decir que, en la mayor parte, esto es consecuencia del capitalismo”.
México no es una excepción para los movimientos sociales que inician buscando reivindicaciones humanas que, por enfrentamientos con el gobierno, terminan en una polarización armada. Con más de 25 años viviendo en este país, Domingo Carrillo ha presenciado cómo hemos confrontado como sociedad nuestros mitos de que aquí no pasa nada.
Los diversos movimientos armados que han existido en México son testigos de ese complejo entramado social en que se mueven los intereses, deseos, necesidades y búsquedas de muchos sectores de la población inconformes con las decisiones económicas, políticas y culturales que se toman o han tomado por años, y diversas condiciones históricas son lo que, en opinión del investigador, posibilitan el fortalecimiento de muchos movimientos que, como en el caso reciente de Brasil, devienen en nuevas formas de afrontar la realidad mediante ideas políticas que no deben estar exentas de cuestionamiento por parte de una población que tiene el derecho de ser informada para tomar las mejores decisiones para cada sociedad.
“Es un avance para América Latina que las poblaciones se involucren y tomen las decisiones informadas a través de vías pacíficas como las urnas. Puede haber un empoderamiento pacífico que no necesariamente tiene que llegar a la violencia (…) La gente se plantea objetivos y hoy tenemos movimientos muy heterogéneos y demandas por segmentos, como los de la comunidad LGBTTTQI, o aquella que busca la legalización de la mariguana, o los que luchan por los animales, por la Tierra, por la igualdad de género, etcétera. Es una fragmentación impresionante de los movimientos sociales, donde el obrero o el estudiante ya no es el sujeto principal como en el siglo pasado”.
Movimientos sociales actuales: ecologismo y feminismo
El mundo cambia y con ello las razones por las que la gente alza la voz para exigir derechos, restituciones o garantías de bienestar ante la incertidumbre del futuro. Algunos de estos cambios en los movimientos sociales los redireccionan hacia problemas de reconocimiento de identidades diversas o al ecologismo. Problemas que demuestran que hay nuevas formas de conciencia social que ya no se enfocan solamente en la cuestión de las clases sociales y una distribución más justa de la riqueza.
“Esa clase de movimientos sociales son fuertes. Han demostrado que pueden compaginar y aliarse con otras demandas, encontrando puntos en común. Y ese creo es el movimiento que más entusiasma a las personas hoy. Son movimientos de nuevos tipos que pueden no implicar un compromiso social. Es decir, uno puede ir a una marcha ambientalista o una marcha LGBTTTQI, o estar ahí para buscar legalizar la mariguana, pero no implica mayor compromiso”, opina Domingo Carrillo.
Quizá lo que más suena hoy día son los movimientos políticos feministas que luchan por el reconocimiento de la existencia de un sistema cultural, económico y social de opresiones contra las mujeres que se desea erradicar. Sistema que, junto con las búsquedas identitarias de grupos diversos, tiene el cuerpo como un espacio de reivindicación. Algo que difiere radicalmente de los ejes centrales de muchos movimientos sociales privilegiados del siglo pasado.
“Cuando nace la teoría de género en la academia como producto de las luchas que el feminismo llevaba a cabo en los años previos a 1980 y 1990, nos damos cuenta que el género como construcción cultural de lo que puede ser femenino o masculino en una sociedad, se construye desde diferentes dimensiones sociales, donde el poder es clave, pero el poder dimensionado en el cuerpo. Y esto es así porque a partir de los cuerpos, si lo vemos desde el feminismo y la teoría de género, es que se construyen las identidades de género también. El cuerpo resulta ser fundamental para esto”, opina el doctor Daniel Solís, miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Para el investigador, los cuerpos se vuelven relevantes y adquieren dimensión simbólica en nuestra sociedad bajo estas reflexiones, por lo que los diversos feminismos encuentran en la lucha por reapropiarse del cuerpo como territorio político para rescatarlo de la subordinación al sistema económico dominante y machista que fija patrones desde hace siglos, sobre qué debe representar un cuerpo y cómo, negando la gran diversidad identitaria y cultural de la especie humana para someter el cuerpo (y esas identidades) bajo esquemas mercantiles que comercializan los cuerpos como un objeto de valor más. Algo que no es del todo visible para la gran mayoría de la sociedad.
“Pensemos por ejemplo en un cuerpo 'heterosexual'. Este tiene que cumplir, según las normas hegemónicas o dominantes de género, ciertos requisitos que otros cuerpos, si no los cumplen, son subordinados. Así el cuerpo se vuelve un territorio o un espacio fundamental para entender las relaciones de género. Las feministas y teóricas de género han insistido en que la construcción de la diferencia sexual es un proceso que cruza todas las dimensiones de la vida social, creando una estructura que nos abarca a todos".
Movimientos sociales para el mañana
México ya no es el de la década de 1980, que recibió inmigrantes guatemaltecos que huían de la guerra. La violencia en Tamaulipas, Guerrero, Sonora, Michoacán, etcétera, demuestra para el doctor Domingo Carrillo que el país se encuentra inmerso en una vorágine que, como sugiere el caso de las caravanas migrantes, debe hacerse explícita para que las personas conozcan la realidad en la que buscan adentrarse y contra la cual buscan levantar la voz.
Esto conllevaría una aceptación y reflexión continua de la población mexicana sobre la profunda naturaleza de los problemas económicos, culturales y políticos que ocasionan tanta desigualdad, miseria, insatisfacción, incertidumbre y desesperación entre muchos de nosotros.
“¿Cómo resolverlo, qué tipo de movimiento social se requiere para resolver todos estos problemas? Esa es la cuestión. ¿Aquellos existentes hasta el momento podrán ayudarnos? ¿Necesitamos menos partidos políticos? ¿Necesitamos otra clase de acciones sociales o movimientos? ¿Necesitamos otra forma de organización social? ¿Cómo sería esa organización?”.
Para el doctor Daniel Solís, los movimientos sociales son plurales incluso por definición, lo cual es evidente para la academia. La búsqueda por el reconocimiento de las identidades es ahora la pauta en los movimientos fuertes y efectivos que, al parecer, tendrán largo aliento por los próximos años, quizá décadas, al ser ahora la cristalización de luchas sociales iniciadas en la segunda mitad del siglo XX.
“Entonces se busca un reconocimiento de los pueblos originarios o un reconocimiento étnico; un reconocimiento de la diversidad sexual, de los derechos de los animales y la naturaleza, etcétera. Entonces pareciera que se perdió el sentido de lucha por buscar un cambio estructural de fondo en nuestra sociedad para alcanzar una distribución equitativa de la riqueza, combatiendo las desigualdades sociales. Y pienso que puede ser lamentable, porque se pierde de vista algo que también es importante y que tiene que ver incluso con cuestiones de derechos humanos”.
Las luchas de grupos afromexicanos o afrolatinoamericanos que buscan un reconocimiento identitario (por decir un ejemplo de muchos otros), pareciera ser una búsqueda también por obtener derechos de ser ciudadanos, lo cual implicaría la adquisición de otros derechos, obligaciones y privilegios dentro de una visión contemporánea de lo que es deseable tener para el buen vivir de las personas.
“Pero creo que se está perdiendo esta idea de un reconocimiento más colectivo, que critique las estructuras económicas que fomentan la desigualdad. Entonces creo que lo que se desea es que se combinen las búsquedas; que se busque tanto un reconocimiento de las identidades o del derecho de ser diferente, como también un cuestionamiento a cómo se distribuye la riqueza actualmente. Pienso que eso es una pérdida que han tenido los movimientos sociales actuales enfatizando el reconocimiento antes que la transformación socioeconómica”.
El investigador afirma que esto no es general para todos los movimientos sociales, citando por ejemplo la continuidad que aún tiene el movimiento zapatista o el feminismo en nuestro país que, además de buscar reconocimiento, también son críticos del sistema económico dominante y el sistema patriarcal opresor inherente al capitalismo.
• Dr. José Domingo Carrillo Padilla
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