Rescatando los pedregales de Ciudad Universitaria
Por Génesis Gatica Porcayo
Ciudad de México. 18 de octubre de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Hace aproximadamente mil 670 años, Cuicuilco, una de las poblaciones más importantes y antiguas del Valle de México, se encontraba en su fase más importante de desarrollo. Sin embargo, la continuidad de su evolución se vio opacada por un inesperado evento natural, la erupción del volcán Xitle. El fenómeno afectó en su totalidad bosques y lagos, pues fueron cubiertos por un mar de lava que esterilizó todo a su paso.
Hoy, la zona de pedregal ubicada al sur del Valle de México y que abarca las delegaciones Tlalpan, Coyoacán y Álvaro Obregón es el resultado de aquella erupción volcánica que logró sepultar alrededor de 80 kilómetros de superficie y ocasionó la migración de la población a la zona de Teotihuacán.
Esta lava dio origen al pedregal, el cual ha sido llamado por muchos años "malpaís" debido a la dificultad que hay en la zona para cultivarlo, pues las formaciones originaron capas de piedra de hasta 40 metros y a la fecha son visibles en las zonas del sur de la Ciudad de México.
“El volcán Xitle da origen a estos ecosistemas muy peculiares y desde el punto de vista biológico interesa mucho porque hay una gran adaptación de una múltiple cantidad de especies”, comentó Pilar Ortega Larrocea, investigadora del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.
De acuerdo con la especialista, los beneficios que estas formaciones rocosas traen a la sociedad son muy importantes, ya que se estima que en la Ciudad de México habrá una importante crisis por falta de agua y la zona sur es una de las fuentes principales de abastecimiento de recarga del acuífero a la ciudad.
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Bajo este contexto, en Ciudad Universitaria se encuentra uno de estos pedregales remanentes más grandes del sitio, está localizado entre los institutos de Geología (IGL) y Geografía (IGg) de la UNAM, posee una extensión aproximada de tres mil 52 metros cuadrados y debido a su importancia se ha sometido a procesos de rescate y restauración; además ha servido como objeto de investigación científica.
Espacio de investigación y recreación
La doctora Pilar Ortega lidera este proyecto junto con la doctora Silke Cram Heydrich, del Instituto de Geografía, donde se ha demostrado por medio de estos procesos de conservación y restauración que en espacios pequeños como los pedregales remanentes se preservan cantidades considerables de especies que ya no se encuentran propiamente en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA).
A través de este proyecto se ha permitido medir la importancia de todos aquellos servicios ambientales que este tipo de espacios brinda y que además tiene un gran impacto antropogénico.
La parte sur de la Ciudad de México tiene una proporción de áreas verdes que son ecosistemas que van más allá de los pedregales, “tenemos zonas boscosas, está Xochimilco también y hay una gran cantidad de áreas conservadas que están siendo amenazadas cada vez más y que trae como consecuencia un desequilibrio atmosférico”, explicó Pilar Ortega.
Como parte de las actividades de rehabilitación y estudio de este pedregal, destacan la eliminación de basura y cascajo, así como la limpieza de las rocas y la eliminación de especies de flora que no son nativas.
En conjunto con estas actividades se llevaron a cabo acciones de rehabilitación ecológica, como la determinación durante un año de la cantidad de carbono y otros contaminantes que retienen en sus hojas los tepozanes, con el objetivo de comparar los resultados con árboles que crecen en la zona central de la REPSA.
“Aunque parezca poco, hay muchas especies que están interconectadas entre sí: árboles, mamíferos, invertebrados, insectos, etcétera, y con una especie que se pierda se convierte en una escala exponencial de pérdida de miembros de especies que indirectamente llegan a influir en el equilibrio del ecosistema”, comentó.
Los beneficios de rescatar pedregales
La UNAM es la única universidad que tiene una reserva ecológica en sus instalaciones. Para la especialista, esto es muy afortunado porque los académicos valoran y aprecian el ecosistema.
El Geopedregal se trata de una reserva urbana y como tal cumple un papel biológico de conservar las especies pero también tiene un papel ecológico de brindar servicios y bienestar a los habitantes del sur de la Ciudad de México y a los universitarios que transitan por el campus.
De acuerdo con la especialista, la urbanización, el cambio climático, el aumento del calor, entre otros factores, amenazan el equilibrio de este entorno y conlleva a una fragmentación muy importante del ecosistema.
“Si en el campus de Ciudad Universitaria se juntaran todos los pedregales remanentes que hay en la zona, se convertiría en un espacio importante y atractivo, ya que un pedregal por sí solo no hace nada, pero si vemos la suma de todos estos que están dispersos por el campus, comenzamos a ver los verdaderos beneficios”, resaltó Pilar Ortega.
Como algunos de los beneficios, estos afloramientos rocosos permiten la infiltración de agua que, a su vez, hace que el manto acuífero se recargue, hay una mayor conservación de la biodiversidad, captura contaminantes, existe una disminución de la temperatura y amortigua el ruido generado, además de que permite la formación de suelo.
También proporciona la condición de pequeña isla de paz, que es un refugio para los polinizadores, así como la acción de las plantas y árboles que están ahí de atrapar contaminantes atmosféricos, “y un servicio ecosistémico que casi nadie puede pensar que existe es el bienestar humano”, expresó.
Unir a la comunidad
De acuerdo con la doctora Ortega, el proceso para la transformación del Geopedregal parece muy sencillo a simple vista, pero ha sido un proceso hormiga que no solo lleva el hecho de quitar la basura, de seleccionar las especies que son nativas y que van a promover el beneficio de una cadena de animales nativos.
Todo este trabajo también abarca el proceso de aprendizaje y de brindar la oportunidad de que la comunidad se involucre, de que haya jornadas de restauración ecológica donde la gente pueda valorar el hecho de haber contribuido a su rehabilitación y el ejercicio físico también permite un momento de reflexión.
“Los pedregales forman parte de la identidad de los universitarios, los que estamos día a día ahí tendemos a olvidar el significado de estos paisajes y ya ni siquiera los vemos”.
El proyecto está tomando relevancia no por la superficie sino por el concepto, pues en los próximos años se tiene la intención de hacer de ese lugar un museo donde se pueda involucrar a las comunidades dentro del campus, por ejemplo, el área de ciencias de la Tierra, así como a la comunidad de ecólogos y biólogos, además de otras instituciones como preparatorias y primarias.
“Tenemos un proyecto en el Instituto de Geología que se llama Terramóvil que trata de llevar las ciencias de la Tierra a la educación básica, las escuelas visitan el Geopedregal donde podrán apreciar tanto la parte ecológica como la geológica”.
El recibimiento y la apropiación del proyecto ha sido positivo y la doctora Ortega subrayó que el Geopedregal está marchando por sí solo gracias a la participación e iniciativa de los estudiantes que han hecho trabajos de gran versatilidad en el sitio, por lo que considera este trabajo como un semillero de oportunidades.
“Este proyecto inició hace cinco años y me ha dado una cantidad impresionante de satisfacciones, estoy muy contenta. Ha sido cansado físicamente pero la responsabilidad que conlleva el trabajo de hacer que la gente tome en serio estas reservas es una pequeña lucha que dará resultados en el futuro”, finalizó.
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