Estudio de la categorización para entender la esquizofrenia
Por Nistela Villaseñor
México, DF. 17 de agosto de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- La categorización es un proceso mental que realizamos todos los días para comprender el mundo. Estudiarla, comprender cómo es que la llevamos a cabo y en qué situaciones se ve afectada, aporta piezas fundamentales para la comprensión de la mente y los procesos cognitivos, un campo en el cual quedan muchos resquicios por conocer.
Así lo consideró Fernanda Pérez Gay, investigadora mexicana que pertenece al capítulo Montreal de la Red Global MX (RGMX), quien actualmente estudia cómo los seres humanos aprendemos nuevas categorías, es decir, cómo clasificamos los objetos en diferentes grupos para poder interactuar con ellos de manera adecuada.
“Si no existiera la categorización, el proceso por el cual ordenamos la información que obtenemos del mundo, nuestra percepción sería confusa, llena de colores, formas y movimiento sin sentido alguno”, expresó Pérez Gay.
Algunas categorías son innatas, aseguró la especialista, por ejemplo, los colores. Tenemos una serie de mecanismos fisiológicos que hace que distingamos el rojo del azul y del amarillo, y que nos hace concebirlos como estímulos distintos. Sin embargo, la mayoría de las categorías es aprendida cuando somos pequeños y anclada a nuestro conocimiento a través de palabras: esto es un “perro”, aquello es un “gato”. Estas categorías que vamos aprendiendo eventualmente afectarán el modo en que percibimos el mundo, ejemplificó Pérez Gay.
“Al mirar un frutero ya no veremos una serie de formas y colores, sino distintas frutas, cada una de las cuales tiene una etiqueta en nuestra cabeza. Dos manzanas serán para nosotros más parecidas que una manzana y una pera, aun si comparten, por ejemplo, tamaño y color. Cuando somos niños y aprendemos la diferencia entre ambas frutas, creamos una categoría para cada una y esto afecta el modo en que las percibimos más adelante en la vida”, ahondó la doctora.
Según la especialista, muchos investigadores proponen que entre más sutiles son las diferencias entre objetos —por ejemplo, una tortuga macho y una tortuga hembra— más entrenamiento se necesita para desarrollar un filtro que permita diferenciarlas a primera vista. “Veterinarios expertos pueden diferenciar machos de hembras con solo un vistazo porque han desarrollado un filtro con aquellas características que aprendieron. A este filtro se le llama categorical perception o percepción de categorías”, afirmó.
Estudio del fenómeno en el laboratorio
De acuerdo con la investigadora, el proyecto consiste en mostrar a personas una serie de texturas en la computadora y enseñarlas a dividirlas en dos categorías a través de un procedimiento de ensayo y error. Una vez que el sujeto ha aprendido la categoría, realiza una segunda prueba en la cual tiene que decir qué tan diferentes o similares son las texturas que ha aprendido a categorizar.
“Con esto queremos mostrar que aun estas texturas aleatorias, que no tienen que ver con nada que hayamos aprendido previamente, una vez que las separamos en grupos, veremos las texturas que forman parte de la misma categoría como más similares entre ellas, y las que están en categorías distintas nos parecerán más diferentes”, puntualizó.
La actividad eléctrica del cerebro es monitoreada durante la prueba mediante un electroencefalograma, indicó Pérez Gay. Tras una serie de análisis se busca identificar diferencias en la actividad cerebral antes y después de aprender la categoría: qué cambia en las zonas donde el cerebro procesa la visión, qué pasa en estados posteriores del procesamiento de información del cerebro, qué rol juega el lenguaje y qué correlatos hay entre las diferencias percibidas por los sujetos y la actividad eléctrica de sus cerebros.
Según definió la investigadora, el electroencefalograma es el método de imagen más barato y fácil de realizar, además de ser no-invasivo. “Nos permite abrir una ventana que observa cambios de actividad de las neuronas en tiempo real. Sin embargo, una de sus desventajas es no ser muy específico al localizar de dónde viene la actividad que observamos, dado que la electricidad tiene que atravesar varias barreras (meninges, hueso, piel, cabello) antes de llegar de las neuronas al electrodo que registra los cambios”, mencionó.
Surgimiento del proyecto
La pregunta central de Pérez Gay fue cómo la actividad de las células cerebrales produce los procesos mentales, desde el lenguaje y el cálculo hasta las emociones y los delirios. Sin responderla, es difícil entender la enfermedad psiquiátrica, o incluso el modo en que los estados psicológicos y emocionales afectan la salud corporal, abundó.
Al avanzar en sus materias como médico general, la investigadora pudo darse cuenta de que las explicaciones que tenemos hoy en día alrededor de esas preguntas son vagas y confusas, a diferencia de otras ramas de la medicina. “La complejidad de la fisiología cerebral y el modo en que sus circuitos dan origen a la mente no es fácilmente abordable. Hay que tomar en cuenta la genética, la experiencia de cada ser humano que moldea sus conexiones cerebrales, la anatomía y la fisiología”, expresó.
Por esa razón decidió especializarse específicamente en neurociencia cognitiva, para tratar de entender “a través de qué abordaje podemos estudiar la mente y el cerebro sin separar uno del otro, haciendo preguntas claras que nos permitan entender los diversos procesos mentales desde un punto de vista científico”, dijo la especialista.
Afirmó, además, que no esperaba encontrar la diversidad de tecnologías, métodos y abordajes a través de los cuales intentamos día a día sacar respuestas a esa súper máquina biológica que es nuestro sistema nervioso.
Después de realizar diversas estancias de investigación en laboratorios relacionados con la neurociencia —neurofarmacología y patología, principalmente—, realizó el servicio social en investigación bajo la supervisión del doctor Jesús Ramírez Bermúdez (miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel II).
El proyecto giraba alrededor del procesamiento emocional en esquizofrénicos. La investigación en neuropsiquiatría le interesó y surgió en ella también el interés de adiestrarse en métodos que pudieran dar correlatos de neuroimagen y psicología experimental para aplicarlos en enfermedades mentales —aun mal comprendidas— en las que se ven alterados los procesos mentales como esquizofrenia, trastorno bipolar o incluso las demencias.
“En 2013 me aceptaron en el posgrado de Neurociencias en McGill (universidad canadiense). Originalmente vine a trabajar en un proyecto que estudiaba, también con electroencefalograma, el procesamiento del lenguaje en esquizofrénicos y el modo en que se modificaba con la toma de antipsicóticos”, mencionó Pérez Gay.
Ese proyecto la inspiró respecto a cómo puede utilizarse la ciencia cognitiva y la neuroimagen para estudiar la psiquiatría. “Después de seis meses de intenso aprendizaje decidí moverme al proyecto actual que es un ejemplo del estudio minucioso de un proceso mental (la categorización) y sus correlatos conductuales y cerebrales”.
Además, la aplicación del electroencefalograma en los procesos cognitivos es una herramienta de relativo bajo costo cuyo desarrollo genera desde hace décadas nuevas preguntas de investigación y sus resultados se usan como evidencia para explicar muchos fenómenos antes inaccesibles desde el punto de vista de medición científica, enfatizó.
“Con este entrenamiento espero desarrollar habilidades que me permitan hacer preguntas interesantes y aplicar técnicas rigurosas al estudio de las alteraciones del pensamiento en la enfermedad psiquiátrica. Al mismo tiempo, mi proyecto está relacionado con el aprendizaje, la percepción y el lenguaje. Conocer estos aspectos de la mente humana es de gran importancia para poder entender cómo pueden llegar a alterarse y encontrar terapias efectivas”, concluyó la doctora.
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