Jornaleros del azúcar en la frontera del país
Por Susana Paz
Campeche, Campeche. 3 de agosto de julio de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- “El trabajo de la caña es un trabajo duro. Uno madruga mucho. Ella se levanta a las tres de la mañana a hacer mi comida. Llevo mi machete, mi lima, mi lámpara, me voy al monte en manga larga, me pongo unos calcetines allá. Es un trabajo muy difícil y la paga es muy barata”, afirma un cortador de caña originario de Belice en el documental Jornaleros del azúcar: un mundo entre fronteras.
Condiciones precarias, sin leyes que garanticen salarios justos ni derechos laborales, pagos a destajo –una tonelada de caña cortada es pagada entre 35 y 40 pesos–, falta de acceso a la educación, salud, alimentación y alojamiento dignos, son algunas de las características que definen el trabajo de los cortadores de la caña en México, detalló Martha García Ortega, académica de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).
La investigadora, adscrita a la unidad Chetumal, ha realizado un estudio amplio en torno a las condiciones laborales de los jornaleros de la agroindustria azucarera de la frontera sur del país, denominado Jornaleros agrícolas de México y Centroamérica, en los ingenios del sur-sureste, retos de la política pública.
“Los jornaleros del azúcar son el primer eslabón laboral en la producción de este producto, que es de consumo nacional, todo el mundo lo usa, la producción de azúcar es para el mercado interno, pero estos trabajadores son los últimos en la cadena laboral en ver los beneficios del sector. Estamos hablando que ellos prácticamente están en un esquema de trabajo de explotación extrema, sin ley que se haga valer ni garantice sus derechos,” afirmó la especialista.
La investigación se realizó de 2011 a 2013, aunque actualmente siguen documentando los mercados laborales en cuatro ingenios de la frontera sur. El proyecto fue financiado por el Fondo Sectorial Sedesol-Conacyt, con el interés de conocer las condiciones de los trabajadores dedicados al corte de la caña en el área de la frontera sur, donde había escasos trabajos de investigación en torno a la mano de obra que se emplea en la agricultura de este monocultivo.
El documental, que fue producido y dirigido por Isaac Díaz, es parte de los “productos” que surgieron del proyecto de investigación de García Ortega y que fue favorecido por la Convocatoria de Apoyo a Proyectos de Comunicación Pública de la Ciencia 2014 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Este material presenta las condiciones de vulnerabilidad laboral y social de los cortadores de caña, a partir de los resultados de investigación del proyecto y de la propia voz de los que conforman la cadena productiva del azúcar.
Para Marco Girón, quien fue asistente de grabación y fotografía del documental, se trata de “un trabajo sincero de varias personas en muchos sentidos, desde la parte administrativa, pasando por los detalles técnicos hasta la investigación, que fue un aspecto fundamental para que se lograra llevar a cabo este documental, pues la doctora Martha García tiene un trabajo previo de muchos años en los ingenios, con los productores y jornaleros del sureste del país”.
Plantación adentro
En México, según precisa la investigación, hay alrededor de 60 mil personas, fundamentalmente hombres –aunque documentaron presencia de mujeres y niños, sin ser importante en términos cuantitativos–, que
trabajan en los campos cañeros de 15 estados del país, que abastecen a los más de 50 ingenios que hay en todo México.“Hablamos de los trabajadores agrícolas dedicados al corte de caña, es decir, de los llamados jornaleros que trabajan a destajo y se emplean en la zafra nacional. Son cortadores que se incorporan al mercado laboral de la agroindustria en condiciones muy precarias, puesto que no hay leyes que garanticen salarios dignos y, sobre todo, sus derechos laborales. Carecen de las garantías básicas, como por ejemplo, los contratos de trabajo y seguridad social, sobre todo alrededor del servicio médico; así como falta de acceso a educación, salud, alimentación, y a un trabajo y alojamiento dignos”, expresó la doctora García Ortega.
Otra característica es que en el corte de la caña participan tanto trabajadores nacionales como extranjeros –guatemaltecos y beliceños–, y hay poca presencia de cortadores de origen salvadoreño y hondureño. Si bien se trata de un tema que se conoce poco, pues no hay estudios tan amplios como el realizado hasta ahora, dentro de la caña de azúcar hay toda una tradición de este mercado laboral y de movilidad de trabajadores, incluso más antigua que la que experimentan otras partes y cultivos en el resto de México, según aseveró la especialista.
“¿Cuáles son sus condiciones reales? Solo por enumerar unas: salarios a destajo, una tonelada de caña cortada es pagada entre 35 a 40 pesos, es decir, un cortador promedio requiere cortar por lo menos cinco toneladas al día para ganar 200 pesos diarios, pocos cortadores alcanzan esas jornadas, algunos registros de grupos de trabajadores que denominamos de élite –cortadores jóvenes y fuertes– llegan a cortar hasta 10 toneladas de caña; pero ¿cuál es el resultado de eso? Que los trabajadores no reciben sus pagos completos. En este proyecto documentamos todos los abusos que padecen, porque no reciben lo que trabajan, son castigados por diversos aspectos en la calidad, pero carecen de capacitación y son arrastrados a procesos de calidad que imponen los ingenios”, explicó.
De acuerdo con los estudios sobre el tema, el 67 por ciento de los jornaleros migrantes son contratados por palabra. Y, como todos los trabajadores agrícolas, los cortadores de caña tienen la clasificación de “no calificados”.
Los ingenios
Ingenio de San Rafael de PuctéPertenece al grupo Beta San Miguel (BSM), que es el segundo productor de azúcar en México y el primer productor privado, con una producción en la zafra 2010-2011 de 702 mil 110 toneladas de azúcar, (13.5 % de la producción nacional). Se encuentra al sur de la ciudad de Chetumal, cerca de la frontera con Belice. Recibe su materia prima de 2 mil 800 cañeros que son ejidatarios o pequeños propietarios de 23 mil 082 hectáreas. Emplea 462 personas de la región de forma permanente durante la época de zafra y 338 personas durante la época de reparación. La mano de obra para el corte de caña llega a ser más del 50 por ciento, provenientes del interior de México y de Belice. Fuente: BSM
|
Foto cortesía de Marco Girón |
El proyecto cubrió originalmente siete regiones azucareras, es decir, siete ingenios en seis estados: La Providencia y Tres Valles, en Veracruz; ingenio Adolfo López Mateos en Oaxaca; La Joya, en Champotón, Campeche; San Rafael de Pucté en Quintana Roo; Azuremex, en Tenosique, Tabasco; y el ingenio de Huixtla en Chiapas.
En la zona estudiada, el universo de trabajadores fue de 10 mil personas y se cubrió alrededor del 50 por ciento de esa mano de obra a través de una encuesta del trabajo de campo, con entrevistas a profundidad con los jornaleros; los alumnos que participaron en el proyecto –y la propia investigadora– estuvieron cortando caña y viviendo en las galeras con los cortadores, por lo que se llevó un trabajo con rigor tanto en términos cualitativos como cuantitativos.
“Realizamos encuestas a más de 5 mil trabajadores para alimentar el indicador de vulnerabilidad social y laboral, que tenía tres dimensiones y componentes importantes: la precariedad laboral, el acceso a derechos y la exclusión espacial, que tiene que ver con las condiciones de las instalaciones de los trabajadores. Porque hay quienes migran y se trasladan con sus familias a los lugares de trabajo, y son alojados en campamentos, albergues o las llamadas galeras. Estas instalaciones, la mayoría de las veces, son inadecuadas y hasta se podría decir que son indignas por carecer de los servicios públicos, de seguridad e higiene”, aseguró la investigadora.
De acuerdo con la especialista, las galeras son un centro de conflictos, no solamente internos entre trabajadores, sino también de salud pública. Esos espacios son muestra del rechazo de la población que los recibe, porque son estigmatizados y aislados socialmente.
Metodología y etnicidad
Para la doctora García Ortega, quien es antropóloga social egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de la Frontera Norte (Colef), los referentes teóricos y conceptos de este proyecto que ayudan a entender la situación de los trabajadores agrícolas en la industria azucarera de México surgen de los estudios sobre el trabajo precario, los mercados laborales segmentados, de los conceptos de etnicidad, género, y del tema de las migraciones y el desarrollo.
“En el tema de la etnicidad, es importante señalar que dentro de estos grupos de trabajo encontramos una presencia indígena muy importante. No es casual que en estos mercados laborales tan precarios y de alta explotación estén involucrados conjuntos de poblaciones indígenas, tanto mexicanos, como de Guatemala. Se documentó en el proyecto el origen mam y otros grupos de origen maya de Guatemala en los ingenios del sur de México, así como el carácter étnico de afrodescendientes del norte de Belice”, refirió.
En el ingenio de San Rafael de Pucté, en Quintana Roo, registraron la presencia de jornaleros nahuas del norte de Puebla, nahuas del sur de la sierra de Zongolica, y una mano de obra de zapotecos de Oaxaca, que tienen años llegando a dicho ingenio. Además, se documentó el éxodo chiapaneco de grupos de jóvenes cortadores de caña originarios de Palenque, Ocosingo y Chilón,— de origen chol, tzeltal y tzotzil.
“La zafra dura alrededor de seis meses, entre noviembre y mayo, están aquí esos meses y luego se van; documentamos estas lógicas de circularidad laboral alrededor del corte de azúcar, pero que se vinculan a otros circuitos nacionales de la frontera sur. Llegamos a documentar 51 ingenios por donde se han movido históricamente estos trabajadores, que nos vinculan con mercados laborales de Centroamérica y con esta parte de México. Registramos la presencia de cuatro generaciones de cortadores de caña, sobre todo en Veracruz, en donde el abuelo había sido cortador, el padre había sido cortador, el entrevistado era cortador, y su hijo estaba cortando ya”, expuso.
Para la científica, se trata de una temática multidimensional y, por lo tanto, sus referentes provienen de la teoría compleja de cómo articular todas estas relaciones que se están moviendo.
“Es un tema que viene a mostrar, con mucha pena, que vemos historias prácticamente referidas a la época colonial o al siglo XIX en las que las condiciones de estos trabajadores no han cambiado mucho”, expresó.
El documental
Sistema de Centros Públicos de Investigación Conacyt.
Realizado en 2014, el documental fue respaldado por la Convocatoria de Apoyo a Proyectos de Comunicación Pública de la Ciencia del Conacyt. Con una duración de 30 minutos, las grabaciones las realizaron en tres semanas, dos en Quintana Roo, Campeche y Tabasco, y una en Chiapas, según afirmó Marco Girón, asistente de cámara y fotografía del documental y responsable del área de Medios Audiovisuales en Ecosur, que pertenece alPresentado este 2015 en diversas instancias, incluso en algunos de los ingenios donde se realizó el estudio, narra las condiciones de vulnerabilidad laboral y social de los cortadores de caña, a partir de los resultados de investigación del proyecto desarrollado por la doctora Martha García y a través de la voz de los propios jornaleros, sus familias, propietarios y todos los que forman parte de esta cadena productiva en cuatro ingenios de los estados de la frontera sur de México.
Para la investigadora, no se trata de un documental de denuncia: “No victimiza tampoco a los jornaleros agrícolas, sino que tenemos la visión de varios actores del proceso. La idea era presentar qué dicen los productores, los cabos, los enganchadores, las mujeres que trabajan; tratamos de cubrir ese universo tan complejo de la dinámica laboral y social de los cortadores, y de lo que ocurre en la zafra durante esos seis meses”.
De acuerdo con Marco Girón, uno de los principales retos fue, en un principio, el tiempo y la poca gente para la producción, pues contaban con un equipo de cinco personas.
“Teníamos que checar los tiempos de zafra y adaptarnos a ellos para hacer el levantamiento de imágenes. La fecha límite para entregar el documental era en enero de 2015 y nuestra última salida para hacer grabaciones en un cañaveral fue a mediados de diciembre de 2014, entonces habría que hacer maravillas con el tiempo de edición y eso se logró gracias al director del documental, Isaac Díaz, quien hizo un estupendo trabajo”, expresó el fotógrafo con estudios en comunicación intercultural.
Con imágenes de la vida en las galeras, la situación de sus familias, el trabajo en las plantaciones y los testimonios, el documental muestra claramente las condiciones que definen en la actualidad a este sector. La manera de adentrarse y de lograr captar la esencia de la labor de los jornaleros queda manifiesta en la riqueza de declaraciones que incluye.
“Durante mucho tiempo estuve trabajando en al región nahua de Guerrero, después con los migrantes en la frontera México-Belice, a eso me he dedicado entralmente. Esto me ha dado cierta experiencia para trabajar temas y convivir con las personas, sobre todo porque en algún tiempo me dediqué también al periodismo, que me dio algunas herramientas para poder lograr insertarme con los grupos de trabajadores; y si algo aprendí dentro del periodismo es que siempre hay que llevar la versión más completa”, explicó García Ortega.
Crearon así grupos de investigación regionales y lograron documentar también la movilidad en las migraciones de estas personas, el cómo están circulando en el país, si van solos, con su familia y en qué condiciones realizan estos trayectos laborales.
“Es por eso que pudimos llegar a las galeras donde se albergan los trabajadores y presentar los resultados de investigación; no solamente presentamos el documental, sino que a lo largo del proceso hubo cortadores que nos acompañaron en todos los trabajos de difusión, hicimos algunas exposiciones fotográficas, ellos nos ayudaban y participaban en la narrativa del programa iconográfico”, comentó la especialista.
Los resultados de la investigación fueron documentados con rigor e hicieron recomendaciones puntuales a la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) que, inicialmente, fue la instancia interesada en conocer las condiciones de este sector. Dichas recomendaciones giraron en torno al trabajo infantil, en seguir los parámetros internacionales para atender la situaciones de las galeras en materia de salud y educación, así como la situación migratoria de los trabajadores internacionales. No obstante, no existe a la fecha ningún indicador ni seguimiento a los resultados.
“La idea del documental es que la gente piense qué hay detrás de una cucharada de azúcar cuando se sirve un café, un té, se toma un atole en la calle o degusta un pastel de azúcar refinada en un restaurante. Hay toda una problemática social y por lo menos se podría hacer consciencia de esta difícil situación”, expresó Martha García Ortega.
El azúcar es uno de los alimentos básicos más importantes de todo el mundo. Por ser pura en carbohidratos, es una de las más baratas fuentes de energía. Sola o en combinación con otros alimentos proporciona un promedio de 12 % de hidratos de carbono, elementos productores de energía en la dieta humana. El origen y los inicios de la caña de azúcar son un poco cuestionados. Algunas investigaciones indican que proviene de China, y otras dicen que de India y Asia Meridional. La caña de azúcar llegó a América por los conquistadores y colonizadores españoles. En México, la industria de fabricación de azúcar fue una de las primeras de transformación que se fundó en el siglo XVI, en la entonces Nueva España. |
Esta obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.