Experta del Cinvestav, reconocida por sus aportaciones al estudio del ARN
CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DE ESTUDIOS AVANZADOS
Boletín de Prensa No. 32
29 de mayo de 2016
- Selene Fernández Valverde, ganadora del Premio L'Oréal-AMC, considera que en México se requieren más mujeres en el campo de la bioinformática
La secuenciación completa del genoma humano en 2003 reveló que el homo sapiens posee unos 25 mil genes, que contienen las “instrucciones” para producir las proteínas capaces de hacer funcionar nuestra maquinaria celular. Sin embargo, en este gran mapa aún existen muchos territorios por explorar, labor a la que se ha dedicado Selene Lizbeth Fernández Valverde.
La científica de la Unidad de Genómica Avanzada (UGA) del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) en Irapuato, Guanajuato, estudia en particular una variedad de Ácido Ribonucleico llamado “no codificante” (ncARN, que no codifica proteínas).
Por sus aportaciones en este campo resultó ganadora de una de las becas Mujeres en la Ciencia 2016, en la categoría de Ciencias Naturales, que otorga cada año conjuntamente por la Academia Mexicana de Ciencias, el Conacyt y la Unesco a investigadoras menores de 40 años.
Los científicos calculan que entre 60 y 80 por ciento de las mutaciones ocurren en esa variedad de ácido nucleico, que es “primo” del ADN. No solo eso: en muchas zonas celulares donde se producen mutaciones relacionadas con trastornos crónicos como cáncer, diabetes o males cardiovasculares también se han encontrado moléculas de estos ncARN.
“Como estos ARN no codificantes cambian muy rápido en términos evolutivos (presentan mutaciones), muchos investigadores no les pusieron atención; sin embargo, ahora que los estudiamos vemos que se expresan en regiones muy específicas y tienen diversas funciones”, comenta la investigadora.
Fernández Valverde, doctora en Bioinformática por el Instituto de Biociencia Molecular en la Universidad de Queensland (Australia), menciona algunas de estas funciones vitales de los ncARN, como el silenciamiento de uno de los dos cromosomas X en las mujeres, que realiza un ARN llamado Xist y permite el desarrollo embrionario normal.
Estas moléculas de ARN participan también en la regulación de la expresión de genes, el silenciamiento de telómeros (las puntas de los cromosomas, que influyen en los procesos de envejecimiento) además de servir como andamiaje para ensamblar complejos de proteínas en los organismos vivos.
Para explicar este concepto de regulación de genes, la autora de nueve artículos en revistas especializadas de alto impacto utiliza una analogía con la construcción: “si edificas una casa o un rascacielos usas más o menos los mismos materiales, lo que cambia es la forma como se ensamblan para hacer una estructura completamente diferente”.
Esto mismo ocurre con los ncARN: la manera en que están armados, es decir el andamiaje que conforman, es muy variable en función de la especie.
La científica –recientemente repatriada a México a través de una cátedra Conacyt a la UGA– confía en que este tipo de reconocimientos contribuyan a dar más visibilidad al trabajo científico de las mujeres y aumentar su participación en este campo de la bioinformática, que aún es escasa en México.
“Las herramientas genómicas, que permiten el análisis de datos a gran escala, son muy necesarias ahora; hay muchas contribuciones por hacer, pero el problema es que esta área atrae menos mujeres que hombres en general”, considera la investigadora, quien es una de las cinco ganadoras de esta beca, dotada con 100 mil pesos.
“Sí hay recursos bioinformáticos en el país, el problema es que con frecuencia están subutilizados y desconectados del resto de la comunidad de investigadores”, reconoce la experta del Cinvestav.
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Atención a medios: Imágenes disponibles en:
Tel: 57 47 38 00 ext: 1462 y 3359 www. flickr.com/photos/cinvestav
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