El carnaval zoque, una celebración de arraigo a la tierra
Por Amapola Nava
Ciudad de México. 16 de febrero de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Antes que los mayas, estaban los zoques, tanto antes como los olmecas. La zoque es una de las primeras culturas de México y Gillian E. Newell, investigadora del programa Cátedras Conacyt, estudia una de las tradiciones que los pueblos zoques celebran en el estado de Chiapas: su carnaval.
“Cuando pensamos en la palabra carnaval, nos viene a la mente (como mexicanos mestizos) una fiesta que asociamos con Veracruz. Nos viene a la mente el carnaval como una fiesta de alegría, diversión y un poco de la exhibición de una sexualidad, de lo cachondo, a lo mejor hasta la transgresión de ciertas reglas. Y obviamente este carnaval está bastante vinculado al calendario católico. También imaginamos un carnaval modernizado, en el sentido que hay desfile, hay escuelas que participan, hay carros alegóricos, hay música y es como una gran pachanga”.
Pero el carnaval zoque no es una fiesta de transgresión, es una celebración vinculada a la agricultura, que representa el año nuevo, el comienzo de un nuevo ciclo. Es una manera de bendecir las semillas que se van a sembrar antes de las lluvias. Es una fiesta de preparación para el gran trabajo que viene: cuidar y trabajar la milpa, la familia y el sustento diario.
El mequé, que significa encuentro en zoque, busca reafirmar la costumbre, mostrar lo que significa ser agricultor y lo que significa ser zoque. También se tiene que contemplar que el carnaval es la contraparte o que está emparejado con el día de muertos, que es la fiesta de la cosecha, de agradecimiento, cuando te acuerdas del trabajo hecho, de los ancestros y de todos los que te apoyaron, explica Gillian Newell.
El carnaval es el momento en que los astros bajan a la tierra para continuar el ciclo y en el que se hace alabanza a los santos que, a la vez, son las fuerzas de la naturaleza. Por esto, la celebración es un momento donde se simboliza la integración entre naturaleza y cultura, porque para los zoques, el ser humano es uno más en la naturaleza, no está arriba, ni puede hacer uso y disposición de ella a su antojo.
Y son estos elementos éticos bioculturales, uno de los mayores intereses de la investigadora catedrática comisionada a la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), que seleccionó como sitios de estudio las comunidades zoque de Tuxtla Gutiérrez, Ocozocoautla de Espinosa, San Fernando y Copainalá. Pues en ellos se puede comprender y estudiar la complejidad 'glocal': la lucha entre tener identidad local y ser ciudadano global a la vez.
La cultura zoque
La cultura zoque es una cultura madre en México; de hecho, existe un debate científico sobre si fueron los zoques antecesores de los olmecas, si fueron sucesores, si se desarrollaron de manera independiente o si los olmecas eran zoques, explica la investigadora. Cuando se analizan los datos lingüísticos, se aprecia que hablaban el mismo idioma, mixe-zoque; pero los vestigios arqueológicos son un poco más controversiales y difíciles de interpretar culturalmente, hay tanto diferencias como similitudes. Por otro lado, no existen datos que revelen cómo se autoconcebían e identificaban culturalmente los habitantes de aquel entonces, indica Gillian Newell.
Cuando los olmecas comenzaron su declive, la cultura zoque empezó a moverse hacia el sur, ocupó todo Chiapas y tuvo un periodo de auge en cuanto a organización y complejidad social. Posteriormente, la cultura zoque se enfrentó con la invasión de la cultura maya, de la chiapaneca, de los mexicas y de los colonizadores españoles. Con el tiempo, sus territorios se fueron reduciendo y comenzaron a vivir en las montañas noroeste de Chiapas, el sur de Veracruz, el sur de Tabasco y los Chimalapas de Oaxaca.
El carnaval y la naturaleza
A pesar de las invasiones y la catequización, Chiapas es un estado pluricultural donde las comunidades han mantenido sus singularidades y conservan un importante sentido de identidad y arraigo, puntualiza Gillian Newell. Es por esto que el carnaval zoque merece ser estudiado ya que en él se puede apreciar la relación profunda entre el ser humano y su entorno.
“Estas celebraciones son un contrato de reciprocidad: miramos, resaltamos, adoramos la naturaleza, a los santos, a los dioses, a los poderes del universo, para que nos bendigan con la comida, y hacemos ese ritual como agradecimiento y para continuar nuestras vidas. En ese sentido, son celebraciones donde se ven, muy evidentemente, muchos elementos de la naturaleza”.
Los vestuarios utilizados en el carnaval tienen hojas, flores, semillas; los collares están hechos de semillas de cacao, frijol, limones. Los personajes que bailan son el tigre y el mono, elementos importantes en la cultura mesoamericana, pero más en la cultura zoque.
El jaguar es un animal asociado con la fuerza de la naturaleza, con la agilidad y, de cierta manera, es un ancestro, un ser muy antiguo y muy sabio, esto lo puedes sentir cuando lo miras a los ojos. Por otro lado, el mono es un personaje asociado a la niñez, de hecho, en algunos lugares el papel del mono lo representan los niños y al jaguar lo representan hombres adultos, maduros, explica Gillian Newell.
Hay varias maneras de interpretar el baile del jaguar y el mono, para la investigadora es una representación del paso de la infancia a la madurez, etapa en que se debe adquirir fuerza, pero también hay que mantener un elemento de juego, de juventud y de creatividad para vivir bien y equilibrado. En este encuentro de ciclos de la vida, una persona adulta no debe olvidar ser niño y los niños deben de crecer, madurar.
“Aunque en este tipo de bailes siempre hay también elementos de la lucha entre el bien y el mal, la cultura zoque no tiene ese concepto blanco y negro del catolicismo: no por ser negro se asocia el mono a todo lo malo en el universo, ni el jaguar, por ser amarillo, es un ser de luz. De hecho, en el baile el que gana es el mono, el mono logra domar al jaguar”, así la luz gana y un año nuevo comienza.
El carnaval y el catolicismo
Aunque los motivos del carnaval zoque no están relacionados con el catolicismo, se ha vinculado a su calendario y se celebra 40 días antes de Semana Santa, los días antes de miércoles de ceniza, previo a que comiencen las labores de siembra. El carnaval zoque sigue vinculado al calendario lunar.
El carnaval zoque no siempre ha sido aceptado por los sacerdotes católicos, que veían estas tradiciones como idolatría. Los padres no se involucran con el carnaval y aunque los bailes son fuera de las iglesias, nunca se entra en ellas. Los santos celebrados son propiedad de los pueblos, o dicho de manera local, los pueblos están al cuidado de los santos.
El jefe de la casa, el Cowiná
Los carnavales tienen asociado el concepto de Cowiná, que significa la casa y también el jefe de la casa. El Cowiná es una persona que organiza y mantiene la calendarización. En algunos pueblos, el concepto se ha mezclado con las ideas católicas coloniales o administrativas y quien organiza se denomina prioste, mayordomo o promotor. Pero al final es una persona que sirve a la comunidad, que manda obedeciendo. Y esto es cierto en toda la zona zoque, donde es el pueblo el que tiene la voz, pero hay una persona que ejecuta y que cambia cada cierto periodo, puede ser cada año o cada tres años, explica Gillian Newell.
Las personas originarias de los pueblos zoques pueden participar en el carnaval o llegar a ser un Cowiná, pero antes deben hacer méritos por un tiempo prolongado. Deben aportar y realizar diferentes labores, porque no hay una persona que pague la fiesta, la fiesta se hace entre todos. Si eres mujer, tus papeles son generalmente en la cocina; si eres hombre, puedes ser músico, danzante, tienes diferentes papeles.
“Por otro lado, se puede ser espectador dependiendo del sitio donde se realice el carnaval y el visto bueno obtenido de los mayordomos o maestros de baile de cada comunidad. En Tuxtla y en Copainalá, se puede asistir, pero a comunidades pequeñas, como San Fernando, solo se puede llegar si la gente te conoce o si ya has hecho méritos, por lo general son lugares cerrados. La comunidad se cuida y ha tenido que cuidarse. Las políticas culturales de estado, a veces agresivas y sin consenso o respeto, y el fenómeno de los medios sociales y lo 'instagramado' promueven el cierre de las comunidades tradicionales”.
Para hacer investigación antropológica, Gillian Newell pasó casi dos años haciendo méritos, pues llegaba a espacios que no son estudiados, en donde todo el pueblo que la recibe debe estar de acuerdo en hacerlo. La investigadora pasó tiempo sin apuntes, sin cámaras, sin grabadoras y poco a poco la fueron conociendo.
Pero mostrar estos carnavales al público sigue siendo un tema delicado para las comunidades, pues se preguntan qué tanto se deben abrir, qué tanto deben aceptar que el gobierno quiera hacerlos turísticos y dónde está el equilibrio entre poder sobrevivir y morir socioculturalmente, pues para ellos el carnaval no es un bien con el que se deba lucrar o mercantilizar, comenta la antropóloga.
Estudiantes en el carnaval
Un elemento fundamental del proyecto es la formación docente. Gillian Newell llevó al trabajo de campo a estudiantes que pudieran adoptar los códigos y las costumbres del lugar y los preparó en temas éticos para la investigación.
“Esto da también mucha fuerza al proyecto, pues muchos de los alumnos provienen de esas comunidades y ha sido un proceso de valorización de sí mismos y de su cultura. Además, las comunidades ven cómo sus hijos se preparan, porque al final ellos quieren educación y bienestar para su gente y también que la tradición continúe”.
La investigadora espera que con el tiempo, estos estudiantes de licenciatura sigan con el estudio de carnaval en sus posgrados y la generación de conocimiento continúe.
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