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Visión científica de la desigualdad en América Latina


Por Danya Irene Villegas

Ciudad de México. 21 de junio de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- La desigualdad es un problema sociopolítico que fragmenta desfavorablemente a la población mexicana y la pone en desventaja frente al desarrollo internacional de la economía y los derechos humanos, consideran investigadores en el libro La fractura. Pasado y presente de la búsqueda de equidad social en América Latina.

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En la obra, presentada recientemente en El Colegio de México (Colmex), se analizan algunas de las innumerables muestras de desigualdad que padece México a diario en todos los sectores y niveles.

LuisBertola.jpgLuis Bértola.Hace más de diez años, Luis Bértola y Jeffrey Williamson tuvieron la iniciativa de crear un precedente necesario para el estudio crítico y la creación de nuevas metodologías que profundizaran en la situación de desigualdad que encarna América Latina.

Es así como nació este libro, una edición del Fondo de Cultura Económica (FCE), el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (Intal) del Sector de Integración y Comercio y el Sector Social, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), junto con el Nodo i+i (Integración Regional + Inclusión Social) que fue lanzado como proyecto de alianza estratégica con la Universidad de Columbia en Nueva York.

El trabajo final de más de 30 investigadores en 17 artículos muestra la inequidad de forma regional y local. Es un estudio de los elementos científicos, políticos, antropológicos, históricos, geográficos, étnicos y genéricos que tienen como misión marginar a la mayoría de la población en América Latina.

En la presentación participaron la doctora Aurora Gómez Galvarriato, docente del Colmex; Gonzalo Hernández, secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y Sergio Silva, catedrático del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), quienes realizaron una lectura crítica de los textos antologados.

“No dejar a nadie atrás”

En los estudios de disparidad, hay un tema que llama la atención por su relevancia en todos los grupos y sectores que se analizan: la informalidad laboral. Según los resultados recabados en los múltiples trabajos, 60 por ciento de la población latinoamericana no tiene derechos civiles o de propiedad, esto, entre otros factores, se debe a que la mayoría de la gente no participa en la generación del producto interno bruto (PIB).

Gonzalo Hernández, representante de Coneval, explicó que un modelo de desarrollo sin generación de valor agregado en el tiempo y el número de personas que participan en esa generación de recursos no sirve, es excluyente y mantiene a una gran parte de las personas marginadas y desplazadas del sistema económico.

Todos aquellos que participan en la producción de trabajo informal están en desventaja y más aún cuando se incorporan asuntos de desigualdad de género en el rango laboral. Los países en los que las mujeres se integraron más lentamente en el mundo laboral y que además tienen mayor población indígena o de piel negra, tienen una desventaja doble en el concierto sistemático del mundo. Se propone, entre otros trabajos informales, formalizar el trabajo doméstico.

A la par, la etnia juega uno de los papeles más prominentes en la desigualdad de derechos humanos, y las minorías se mantienen al margen de los conteos cuantitativos, por lo que los investigadores plantean la importancia de realizar nuevos indicadores económicos y preguntarse cómo hacer un diagnóstico y acordar una ruta clara para “no dejar a nadie atrás”.

La escasez de información

Los pocos estudios críticos que se han desarrollado en cuanto a este tema coinciden en que en Latinoamérica y el Caribe hay más de 175 millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema y más de 122 millones de trabajadores informales a los que se les niega el acceso a la seguridad social, la educación y la salud.

Portadalibro1.jpgLos expertos que participaron en la discusión resaltaron que la deficiencia y escasez que caracterizan las investigaciones cuantitativas que realizan los órganos pertinentes de cada país, imposibilitan la comprensión objetiva de la desigualdad como un obstáculo que retiene el progreso de países en vías de desarrollo.

Sin embargo, convergen en que las áreas de disparidad que permean de manera latente en la población latinoamericana son la crisis de derechos humanos, la desigualdad de género y su correspondiente brecha laboral, la desigualdad étnica frente a la sociedad urbana, las desigualdades regionales, problemas estructurales, estudios antropológicos y demás muestras de rezago y violencia.

El debate en las políticas públicas

En la discusión de los académicos y funcionarios mexicanos que participaron en la presentación de La fractura, se planteó la pregunta de quién produce la riqueza, quién la retiene y quién la distribuye. Asimismo, destacaron la necesidad de replantear e incorporar nuevos modelos de medición de pobreza ya que los actuales resultan deficientes respecto de la situación crítica en que se encuentra la economía mexicana.

Según el estudio de OXFAM México titulado “Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político”, el país está dentro del 25 por ciento de las naciones con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Por tanto, el tema de la desigualdad extrema se debe poner en la agenda del debate nacional por razones éticas, políticas y económicas, aseguran los expertos.

Las condiciones de desigualdad en el país son tales, que uno por ciento de la población posee 43 por ciento de toda la riqueza en México. Por esto, en la presentación, se proyectó la necesidad de plantear este debate en las propuestas de los contendientes por la presidencia del sexenio venidero y la reformulación de políticas públicas en materia de erradicación paulatina de la desigualdad social.

Luis Bértola, editor e investigador de la publicación, dejó en claro que este libro no ha pretendido ser una publicación de recomendaciones de política, es un libro que va por la vía de la construcción de información base que sirva de insumo y crítica para quien participa en los procesos de construcción de la política pública.

Una edición consciente

Luis Bértola, editor e investigador de La fractura, compartió el proceso que requirió la preparación, investigación y edición de un libro que llega a posicionarse como un precedente internacional en materia de divergencia social.  

Afirmó que hay dos grandes grupos de actores que quisieron reunir en el libro; por un lado, los historiadores económicos, y por el otro, los economistas que están discutiendo y trabajando sobre mediciones y políticas de desigualdad en la coyuntura actual.

“Los historiadores queremos saber si a largo plazo ha habido una relación entre la desigualdad y el atraso relativo que tiene América Latina en el concierto mundial. La pregunta es, ¿la desigualdad en América Latina resulta del atraso económico o ha sido la causa del atraso económico? Quisimos entender esta disyuntiva en la caída de la desigualdad en las regiones que nos competen y juntar en esa interpretación a los que miramos la historia larga junto con los que están mirando la situación actual”.

Hallazgos metodológicos

desigualdad-rec1-62117.jpgEl editor asegura que una de las propuestas más innovadoras en el libro es el uso de metodologías de investigación y medición alternativas, creativas y propositivas.

En este caso, para suplir la falta de información sobre ingresos y para examinar el nivel de vida de la gente se usa la antropometría, que en una de las investigaciones, es aplicada para ver cómo se comporta la altura de algunos grupos sociales.

El indicador privilegiado de casi todas las discusiones textuales es el ingreso per cápita de la desigualdad y la disfunción del ingreso, el índice de Gini o distintos índices que miden la dispersión en el ingreso.

También en el libro se encuentran intentos por medir la desigualdad en otras dimensiones del desarrollo, no solo en ingreso sino en el índice de desarrollo humano que comprende el acceso a la educación, la calidad de vida al nacer y otros asuntos que se relacionan con la performatividad del ser humano en los espacios de convergencia.

El ingreso y el nivel educativo se han usado también para medir la desigualdad entre hombres y mujeres en medidas como indicadores de las desigualdades de género.

También se midió el acceso a la propiedad; estos artículos toman la distribución de la tierra, de la propiedad y la riqueza como un índice de desigualdad para entender cómo se comporta el crecimiento de las poblaciones en comparación con otras regiones con más desigualdad. 

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