Participación de las comunidades locales e indígenas en la gestión de sitios arqueológicos
Por Armando Bonilla
Ciudad de México. 31 de octubre de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- México es un país cuya huella cultural se ha convertido en un referente a nivel mundial. Tan solo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) enlista 34 espacios —entre áreas naturales y sitios arqueológicos e históricos— como Patrimonio Mundial.
Entre esos sitios se encuentran algunos de gran renombre y afluencia turística, tales como Teotihuacán, Monte Albán, la ciudad prehispánica de Palenque, Chichén Itzá, El Tajín y los monumentos de la Zona Arqueológica de Xochicalco, solo por mencionar algunos.
No obstante, un gran reto en la gestión de esas zonas Patrimonio de la Humanidad tiene que ver con la relación directa que guardan con la propia población local, ello toda vez que el nivel de conciencia que se tiene para preservarlos en la mayoría de los casos es insuficiente e incluso en aquellas zonas donde se han implementado programas para involucrar a las comunidades en su gestión, existe mucho trabajo por hacer.
En ese contexto, Amilcar Vargas Velásquez, estudiante mexicano que cursa el doctorado en sociedad y cultura en la Universidad de Barcelona, se dio a la tarea de identificar los ámbitos y alcances de la participación de las comunidades, sobre todo las indígenas, en la gestión de los sitios arqueológicos que México ha inscrito ante la Unesco.
Ello a través de su proyecto de investigación denominado Participación de las comunidades locales en la gestión de los sitios arqueológicos Patrimonio Mundial en México, cuyo objetivo principal es contrastar de manera reflexiva la forma en que se han aplicado las políticas de participación de la población local aprobadas por la Unesco en la gestión de algunos sitios arqueológicos inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial.
Entrevistado por la Agencia Informativa Conacyt, el joven becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) explicó el grado de avance de su proyecto doctoral y los hallazgos más relevantes durante su primer año de trabajo.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿En qué consiste tu proyecto de investigación?
Amilcar Vargas Velásquez (AVV): Mi investigación gira básicamente en la participación de las comunidades en la gestión de los sitios patrimonio mundial. Hay que recordar que desde hace unos 20 años se comenzaron a incrementar los debates en torno a la participación de la gente que vive alrededor de los sitios arqueológicos y centros históricos que forman parte de la Lista del Patrimonio Mundial.
También es importante mencionar que la relevancia de este trabajo radica en que México se encuentra en séptimo lugar a nivel mundial y primero del continente americano en términos de sitios inscritos ante la Unesco con un total de 34 (11 de ellos zonas arqueológicas).
AIC: ¿Ello tuvo que ver con tu decisión para estudiar la relación entre las comunidades y sitios arqueológicos?
AVV: Sí claro, lo primero obviamente es mi formación como arqueólogo, pero también este gran universo de sitios arqueológicos que hoy en día forman parte del listado de Unesco y dentro de todo el ámbito que se puede hablar de los sitios arqueológicos me enfoqué en el tema participativo.
Me interesa mucho la parte social de los sitios y cómo la gente que vive alrededor tiene relación con los sitios patrimoniales. En la mayoría de los casos estamos hablando de personas cuyas familias han vivido ahí durante muchos años (…) y es muy importante que ellos se involucren en la gestión de los sitios.
La Unesco ha recalcado que no solo los gobiernos sean los implicados, sino que la gente local también tome cartas en el asunto, que se involucren en las cosas que le corresponden en el ámbito.
AIC: ¿Qué es lo que le corresponde?
AVV: Estamos hablando de que es un Patrimonio Mundial de la Humanidad, pues la primera humanidad en la que se debe poner atención es en la local, es decir, la gente que ha vivido, que ha convivido y que durante muchas generaciones probablemente seguirá viviendo en ese sitio. Deben tener clara la importancia de conservarlo y apreciarlo para que su día a día no vaya en contra de los criterios de conservación y manejo sustentable.
AIC: ¿Tu proyecto pone atención en algún sitio en particular o cuántos abarca?
AVV: Los sitios que he seleccionado son la zona arqueológica de Teotihuacán, la ciudad prehispánica del Tajín y la ciudad prehispánica de Palenque. Elegí estos tres porque quería, de los once, tener un abanico de diferentes contextos sociales y culturales.
Por ejemplo, en el caso de Palenque, el cual comencé a analizar durante mi maestría —hace dos años aproximadamente— me interesaba mucho porque al ser un parque nacional en el cual se tiene una administración federal que es la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), también tiene un patrimonio cultural dentro de él, gestionado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Asimismo, cuenta con comunidades indígenas en su entorno, algunas locales y otras que llegan a la región en los 50, las cuales vienen reubicadas de otras zonas. Todas esas comunidades se encuentran en contacto con la zona arqueológica; se trata de un panorama donde la explotación turística se encuentra en conflicto con los intereses de las comunidades locales.
Teotihuacán lo seleccioné por ser el primer sitio arqueológico turístico de México, por ser el sitio con más años de investigación y porque contamos con un trabajo previo de Manuel Gamio que contribuyó a mejorar la calidad de vida de la gente de la localidad. Ya es un caso bastante complejo que aún debe ser estudiado.
Finalmente, escogí Tajín porque además de ser Patrimonio Mundial desde 1992, recientemente se agrega la inscripción de la Danza de los voladores como patrimonio intangible de la humanidad, cuya relación con la zona arqueológica es muy relevante.
AIC: ¿Cuáles son los principales hallazgos hasta el momento?
AVV: Que México ha aplicado políticas públicas en el ámbito de la participación, pero son limitadas en bastantes aspectos. Por ejemplo, no es novedoso escuchar en los medios que los campesinos de diferentes comunidades cierran el acceso a los sitios arqueológicos o realizan diferentes tipos de protestas —en ocasiones motivados por temas ajenos a la actividad del lugar— o que los sitios son utilizados para diversas actividades que van desde conciertos y actividades culturales hasta eventos privados.
Es ahí donde consideramos que todavía hay mucha tarea por hacer; México ha avanzado en este tipo de regulación, la relacionada con el resguardo de las zonas, pero aún cuenta con vacíos que permiten que todas esas cosas sucedan. Hay que recordar que en todos los sitios tenemos comunidades pero en muchos de ellos el contexto, es decir, la actividad turística y la actividad urbana se convierten en factores que producen tensión entre la conservación y otros intereses.
Entretanto, el INAH no tiene todas las facultades ni las atribuciones legales, ni el personal para atender a todas las demandas de conciliación que derivan de este tipo de tensiones. Hay que entender que los límites de la institución están ahí y que se requiere de un trabajo de entes distintos a los de gobierno implicados para subsanar las dificultades.
En resumen, hemos identificado que el nombramiento de Patrimonio Mundial no es conocido por toda la población de las localidades aledañas y que, en consecuencia, no tienen clara conciencia de la relevancia de preservarlos. Los valores artísticos y culturales están presentes; no obstante, no se está difundiendo de manera adecuada.
Cuando tú posees un sitio que forma parte de una constelación de sitios importantes a nivel mundial, debes decirlo, se trata de información muy valiosa que ni los visitantes a través de los guías, quienes también en muchos casos desconocen el dato y sus implicaciones o la señalización, están obteniendo.
AIC: ¿Hacia dónde deben ir esas políticas y prácticas para subsanar esos huecos que mencionas?
AVV: Hay que partir de la idea que cuando México comienza a postular e inscribir sitios en el conteo de Unesco, no era tan relevante o reconocido, no había difusión de los medios, los criterios eran menos exigentes, en fin, la difusión del valor universal excepcional no era tan obligado ni tan necesario para lograr inscribir un bien.
Palenque y Teotihuacán
La información no fluye de manera óptima hacia los guías, por ejemplo, y mucho menos hacia la comunidad. Ese es el primer aspecto a mejorar y, en segunda instancia, avanzar de la información que es meramente informativa a una participación activa.
Se debe involucrar a las comunidades en las decisiones del lugar y que ello les derive en un beneficio económico. Se debe romper la situación de enemistad entre los adultos locales y las instituciones encargadas de la gestión de los sitios, en particular con el INAH.
Se deben implementar a su vez acciones para que desde la etapa escolar, los niños aprendan la importancia del patrimonio, lo sientan suyo y surja en ellos el deseo de cuidarlos a través del día a día.
Tajín
El caso de Tajín es el más rural de todos, no cuenta con tanta infraestructura turística como los otros dos sitios; si la gente lo visita, lo hace porque va a otros destinos cercanos, como a la playa o a Papantla. La gente local lo visita por la misma situación y para participar en las actividades del parque temático, cercano a la zona arqueológica.
Pese a ello, las actividades propias del lugar (Cumbre Tajín) han comenzado a sembrar en la población la idea de que es relevante preservarlo. La cumbre ha influenciado o ha cambiado la forma en que los propios totonacos ven el sitio, ven su propia cultura, ven sus expresiones dancísticas.
Les ha ayudado a delinear cuáles son las políticas necesarias para el cumplimiento de las directrices que les marca la Unesco en el tema de la participación.
AIC: ¿Cuál sería el modelo ideal de participación de las comunidades en estos sitios?
AVV: Creo que todo parte de la comunicación, de la comunicación que emite la institución en torno al trabajo que realiza y cómo la emite hacia las comunidades. La difusión de la información es el primer paso en un nivel pasivo, es decir, la institución informa y la comunidad solo recibe el mensaje; no obstante, ni siquiera este nivel de participación ocurre en algunos casos.
El siguiente paso sería la integración de mesas redondas y grupos de trabajo para que de manera conjunta decidan en qué áreas la gente puede participar y en cuáles les interesa hacerlo. Eso es muy importante porque a la gente lo que le interesa principalmente es un sustento económico que les permita vivir de manera digna y hacerlo de una manera mucho más formal y hacia ello se debe encaminar su participación; la gente debe percibir que el sitio les rinde un beneficio para su vida cotidiana.
Finalmente, hay que mencionar que mi proyecto se encuentra en una primera etapa, pero más adelante espero concretar un modelo de gestión que implique de alguna manera una participación más proactiva y contundente para las comunidades locales.
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