Identidades religiosas en Chiapas: entre la tradición y la religiosidad
Por Ana Luisa Guerrero
Ciudad de México. 2 de febrero de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- En un país donde 83 por ciento de la población se reconoce católica, Chiapas es el estado en que menos se profesa esa religión con 58 por ciento, según el Censo de Población y Vivienda 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Es la entidad más pobre del país (76.2 por ciento, según datos del Coneval), en la que el descenso de creyentes católicos ha tenido una correlación con la presencia de iglesias cristianas y pentecostales, ortodoxas, judías, budistas, sijs y grupos musulmanes, así como población que dice no tener religión.
¿Cuáles son las razones que provocan los cambios en la afiliación religiosa en la población indígena chiapaneca? Interesada por este fenómeno, la doctora Gabriela Robledo Hernández, académica del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), ha realizado diversos estudios que le permitan comprender qué significa para esta población sumarse a una u otra religión.
A principios de la década de los 80, recién egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), llegó a Chiapas en la búsqueda de un tema de investigación para realizar su tesis de licenciatura y se encontró con el conflicto religioso y las expulsiones de indígenas hacia las ciudades, por lo que analizó el caso de los expulsados tzotziles y tzeltales de San Juan Chamula a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas.
Desde ese momento, sus intereses de investigación han incluido tradiciones religiosas entre la población maya de Chiapas, sus procesos de movilidad y estudios de género. Actualmente su mirada está enfocada en el trabajo de inculturación del evangelio de la iglesia católica —particularmente en la diócesis de San Cristóbal de Las Casas— es decir, en el diálogo del cristianismo con las culturas de los pueblos.
La también directora de la Unidad Sureste CIESAS comparte con la Agencia Informativa Conacyt el trabajo que ha realizado en las últimas tres décadas que le han permitido entender que la identidad religiosa en estas comunidades indígenas tiene componentes sociales, ideológicos, de devoción y costumbre heredada de sus antepasados, así como de apropiación, reinterpretación y resistencia para sobrevivir como pueblo.
Y es que, señala, las congregaciones religiosas han tenido un papel importante en la organización de la población indígena tras los movimientos de desplazamiento derivados de los conflictos inter e intracomunitarios, y la guerra de baja intensidad que siguió al movimiento zapatista. Las redes religiosas se convierten en fuentes de capital social y ayuda internacional, pues se trata de redes transnacionales que les vinculan a comunidades globales.
La investigadora nacional nivel I detalla que las nuevas identidades religiosas no implican necesariamente un proceso de conversión profunda, sino que el cambio de adscripción religiosa puede obedecer a que las congregaciones funcionan como dispositivos para rodearse de un grupo de apoyo cuando migran, para dar solución a conflictos sociales, o bien a problemas personales que muchas veces relacionan con la salud, especialmente si se habla de alcoholismo, una enfermedad que suele ser frecuente en las comunidades mayas, donde el alcohol está muy presente en la interacción social y en la ritualidad.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Por qué el fenómeno del cambio religioso está tan presente en Chiapas?
Gabriela Robledo Hernández (GRH): Influyen varias cuestiones, una de ellas es el campo vacío que, de alguna manera, deja la iglesia católica cuando es expulsada por los gobiernos liberales. A principios del siglo, la iglesia Reformada norteamericana decide que América Latina es tierra de misión y el área maya es elegida para hacer ese trabajo en México y Guatemala. A Chiapas empiezan a llegar los primeros misioneros que lo primero que hacen es aprender las lenguas nativas para traducir la Biblia a sus lenguas. Junto con ello les llevan también respuesta a los problemas de salud que agobian a la población.
Las identidades religiosas son dispositivos que tienen los pueblos acá, porque estamos hablando de un territorio en las márgenes del estado, una población mayoritariamente indígena, con altos índices de marginación y pobreza, de baja escolarización y pocas oportunidades de empleo.
Por otra parte, la población indígena es ajena tanto a la iglesia católica como a la protestante, porque tiene una religiosidad propia que le viene “de costumbre”, aquí hay una devoción y reverencia a los antepasados y su legado. En este legado juega un papel importante los componentes que vienen de su cultura, de su manera de entender su relación con las deidades; pero también su costumbre tiene la impronta de la religión impuesta por los colonizadores, de tal manera que ellos no identifican su espiritualidad con ninguna religión, sino solo como su costumbre, la herencia de los antepasados.
La verdad es que los pueblos mayas no han sido católicos al estilo de la iglesia católica romana, no lo fueron, trataron de imponérselo pero los historiadores han dado cuenta de cómo aquí se seguían haciendo rezos en la montañas o en las cuevas, y todo eso era muy combatido por los religiosos.
La religiosidad tradicional, la manera en que el maya se relaciona con la idea de lo sagrado sigue perdurando. La religiosidad popular es fuerte y eso cada vez está más presente, porque el hombre maya es sumamente religioso, es un campesino vinculado a su milpa, a su tierra, a su montaña y manantial del agua, y si no le rezas a las fuerzas y espíritus que moran en estos lugares, a lo mejor hay sequía y no podrá tener su "maicito". Con la influencia de estas misiones evangelizadoras, la población dialoga porque así es la manera en que la población indígena se interna al mundo moderno global que llega a tocar a su puerta.
AIC: ¿En qué consiste su trabajo de investigación?
GRH: Empecé trabajando con las expulsiones religiosas en San Juan Chamula, me he concentrado en explorar la pluralidad religiosa entre la población indígena después de la expulsión de los sacerdotes a finales del siglo XIX, cuando hubo un florecimiento de la religiosidad popular indígena. Esto les permitió florecer al margen de la imposición institucional de la iglesia. Posteriormente empiezan a venir las misiones, primero llegan los presbiterianos, le siguen los pentecostales, que imprimieron la emocionalidad en el culto que a la fecha está presente hasta en la propia iglesia católica.
En mi trabajo de investigación, estudio la relación entre la religiosidad y la tradición para entender, desde el punto de vista social, qué significa para ellos el convertirse y “tomar distancia de la tradición”, el porqué se convierten, por qué se van a una iglesia católica o protestante.
Por lo que he estudiado el tema, entiendo que muchas veces puede ser resultado de una protesta social, porque el vínculo que estableció el Estado con los pueblos indígenas está corrompido, entonces a manera de rebeldía se fueron con los presbiterianos; pero también otro factor puede ser una estrategia de las mujeres para tratar de que sus maridos dejen de tomar porque el problema de alcoholismo es muy fuerte entre las comunidades. Junto a la pobreza en la que viven, se vuelve una tragedia y una fuente de violencia familiar y social.
AIC: En la actualidad, centra sus estudios en el trabajo pastoral de la iglesia católica...
GRH: Así es. El cambio religioso lo sigo considerando a través de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, que es un tipo de misión porque prácticamente la iglesia católica desapareció a fines del siglo XIX. Se trata de una diócesis muy particular por la figura de don Samuel Ruiz, el obispo que participó en el Concilio Vaticano II, un prelado que fue influido por un pensamiento teológico crítico que emergió en un sector del sacerdocio latinoamericano y de todo un movimiento cristiano en donde está presente el pensamiento marxista, las utopías sociales y la justicia social, además de las corrientes de la educación popular en América Latina.
Los promotores de este pensamiento latinoamericano, entre ellos el obispo Samuel Ruiz, se plantean la importancia de estar al lado de los pobres, de los que sufrían injusticia. A don Samuel le tocó hacer su labor entre los mayas de Chiapas, es así que se da cuenta de la importancia del elemento cultural para hacer una iglesia autóctona, una iglesia indígena y empezó a ponerla en marcha con acciones pastorales y un grupo que integraba a varias comunidades religiosas al interior de la iglesia.
Ese pensamiento se sembró en las órdenes religiosas que actualmente están trabajando. Uno de los elementos que puede distinguir a esta diócesis es la importancia de lo que llaman “la misión profética de la iglesia”, que es entendida como la denuncia de injusticias. En la diócesis hay una organización de laicos vinculada a la iglesia llamada Pueblo Creyente, que tiene como misión encabezar luchas ciudadanas, es una poderosa organización que incluye 54 parroquias y abarca varias partes del estado.
AIC: ¿Qué líneas temáticas considera en este trabajo?
GRH: Estoy enfocándome en la inculturación y el trabajo de las órdenes, porque en el campo católico no todo es lo mismo. Trabajo con los dominicos, una orden que también tiene presencia en Guatemala, y uno de sus superiores tuvo la idea de fundar una rama en Las Verapaces, región del norte de ese país. Se está propiciando un encuentro entre ambas regiones para discutir los desafíos de una pastoral indígena.
Ahora estoy trabajando en ello porque la orden de los dominicos ha priorizado la cuestión de denuncia de las injusticas, de protección a la población indígena y la inculturación de las lenguas y de entender su mundo.
Acabo de ir a Las Verapaces, es una de las regiones donde el conflicto armado guatemalteco fue terrible y que ahora están luchando en varias comunidades en contra de la construcción de hidroeléctricas al pedir que sean consultados, y los sacerdotes están acompañándolos en la defensa de sus derechos como pueblo.
En México, los dominicos están al frente de la evangelización indígena y realizan un trabajo importante vinculado con los pueblos y con la defensa de sus derechos, trabajando por los migrantes, incluso ya han fundado una casa del migrante. Además se está incentivando la aceptación de la manera indígena de relacionarse con lo sagrado, porque antes se les exigía que abandonaran toda idolatría, que no rezaran en el cerro o no hicieran limpias, y ahora la iglesia está respetando esa parte cultural, incorporándola más al culto.
AIC: ¿A qué problemas se ha enfrentado en este trabajo de investigación?
GRH: Cuando empecé el estudio del tema de los expulsados me fue difícil acercarme a ellos porque estaban en riesgo de ser muertos, tenían enemigos tras haberse enfrentado a los caciques de sus pueblos; y no importaba el membrete que te pusieras porque lo vinculaban con alguna afiliación religiosa.
Tuve dificultades porque muchas veces la gente ya no quiere hablar porque piensan que eso no remedia sus problemas, hay muchas reacciones, y con justa razón, porque tienen muchas necesidades porque es gente que vive en las márgenes y no es atendida, o bien hay un sistema de corrupción tan fuerte que es muy difícil eludirlo.
Hay una antropología militante, yo no soy militante pero pienso que los pueblos tienen todo el derecho de pedir que lo que hace el investigador o la academia considere sus necesidades y hay propuestas de colaboración entre intelectuales y líderes indígenas. En este caso, estoy intentando dar respuesta a esas inquietudes proponiéndoles talleres para sus jóvenes, cuando me acerco a alguna población.
AIC: ¿Qué satisfacciones personales le ha dejado este trabajo?
GRH: Considero que mi trabajo como antropóloga me coloca como una traductora cultural, es como si pudiera construir una ventana que permita mirar al otro, conocer al otro, a esa persona que está ahí, que pensamos que es extraño. Quiero hacer una etnografía que pueda reflejar las voces de la diversidad de los actores que participan de estos procesos y, a los que muchas veces, en nuestro imaginario colectivo, describimos como homogéneos, como si todos respondieran a los mismos intereses y fueran iguales. Me gusta esta metáfora de abrir una ventana para comprender al otro.
Esto además me ha permitido conocer gente muy bella, conocer otra cultura que me sorprende, que admiro. Esas otras culturas expresan la diversidad del mundo humano y poseen un conocimiento milenario.
• Dra. Gabriela Robledo Hernández
Profesora investigadora del CIESAS, unidad Sureste
Miembro nivel I del SNI
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