Ciencia y tecnología para el desarrollo comunitario
Por Yureli Cacho Carranza
Ciudad de México. 6 de septiembre de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- El doctor en ciencias sociales por la Universidad de Chicago, Carlos Brambila Paz, coordina un programa de investigación que evalúa el impacto de distintas tecnologías para mejorar algunos indicadores en la calidad de vida de comunidades en situación de pobreza. Dicho programa forma parte de los proyectos de investigación del Tecnológico de Monterrey.
Los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) demuestran que tanto los niveles de pobreza en México como los lugares donde se encuentra, siguen siendo los mismos que hace 25 años y más de la mitad de la población tiene algún grado de pobreza, afirma el doctor Carlos Brambila Paz, miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
En virtud de lo anterior, el investigador considera que las políticas públicas para combatir situaciones de vulnerabilidad en el país no han sido suficientes y aunque ha habido algunos avances en cuanto a urbanización, servicios de salud y sistema educativo, estos no han resultado tan significativos. De allí la importancia de que este programa de investigación se enfoque en el desarrollo de políticas públicas que verdaderamente reduzcan la pobreza, comentó Carlos Brambila Paz, profesor investigador en el Tecnológico de Monterrey, campus Santa Fe.
Para detallar más sobre el impacto de emplear tecnología en el campo, principalmente, y con ello intentar ofrecer mejores opciones de vida a personas que habitan zonas marginadas del país, el doctor Carlos Brambila visitó la cabina de Radio y Tele con Ciencia, donde explicó cómo el desarrollo comunitario mejora al incorporar ciencia y tecnología en comunidades rurales con bajo nivel de productividad agrícola.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿En qué consiste el programa Opciones de Vida para Comunidades Vulnerables?
Carlos Brambila Paz (CBP): Trabajamos con distintas tecnologías, las principales para mejorar la producción y productividad de alimentos nativos, frutas sobre todo. Proporcionamos tecnologías con el fin de que las comunidades desarrollen su capacidad productiva. Por ejemplo, en el municipio de Ahuatlán en Puebla, hay diferentes variedades de especies vegetales que han comenzado a explotarse de manera sostenible, para después industrializarlas en plantas de procesamiento.
En una de las plantas se trabajan productos derivados del cacahuate y en otra frutas como la pitahaya, en cuyo caso, ingenieros químicos y biotecnólogos del Tecnológico de Monterrey han extraído antioxidantes con amplio valor en la industria farmacéutica. Así que no solo impulsamos un producto sino toda la cadena productiva, desde la siembra de la semilla hasta colocar los bienes resultantes en mercados nacionales e internacionales, porque nuestro objetivo es impulsar la capacidad económica de las comunidades.
Respecto al ámbito de la educación, hemos introducido tecnología para computadoras y teléfonos celulares en algunas escuelas, con el propósito de mejorar las habilidades matemáticas y de lectoescritura.
En cuanto al tema de la salud, ingenieros en sistemas han desarrollado aplicaciones para que comadronas, parteras o auxiliares de enfermería usen tabletas digitales de bajo costo e identifiquen situaciones de riesgo en embarazos adolescentes sobre todo. Posteriormente, a través de la misma tableta se les enlaza con atención médica profesional y se revisa caso por caso, monitoreando cada embarazo. La finalidad es reducir la mortalidad materna porque las niñas de 12 o 13 años que quedan embarazadas presentan riesgos muy altos para su salud. Pasado el parto, se les continúa dando seguimiento para evitar que vuelvan a embarazarse.
AIC: ¿Cómo ha recibido la tecnología la población rural que refiere, tanto en el campo como en las escuelas?
CBP: Bien, han tenido muy buena disposición. En la aplicación escolar, los padres de familia se han involucrado porque las madres quieren aprender, pero no existen instancias a las que puedan acudir. En el caso de los niños, no tienen ningún problema, se les da el aparato y prácticamente aprenden solos, nada más ha sido cuestión de proporcionarles la tecnología. Un grupo más difícil son los adultos mayores. No obstante, los nietos les enseñan a sus abuelos cómo usar el celular o la tableta. Lo que hace falta es llevar más tecnología a las comunidades porque sí se tiene buen impacto.
Con relación a la parte productiva, el recibimiento también ha sido bueno. Los productores y sus esposas están deseosos de aprender. A la gente le gusta trabajar pero a veces lo que necesitan es asesoría, actividades de acompañamiento y mayor participación de la sociedad con ellos.
AIC: ¿Qué es lo más difícil a lo que como investigadores se han enfrentado y cómo lo han solucionado?
CBP: Entre las grandes barreras que existen para el desarrollo local, está la falta de confianza, incluso entre ellos mismos pero sobre todo hacia los demás. Históricamente, gobiernos o políticos les prometen y usan las comunidades como escalón, aunque la gente sabe que pasado el tiempo se olvidan de ellos. De ahí la dificultad para que las sociedades productivas rurales o cooperativas se materialicen, su asociación para un propósito no es nada fácil.
Pese a lo anterior, un factor de éxito es que con ayuda de abogados del Tecnológico de Monterrey se ha logrado establecer un vínculo de confianza entre los locatarios, al constituirlos como entidad legal con personalidad jurídica, donde nuestro papel ha sido de asesoría, financiamiento o colaboración pero ellos son los que se constituyen como productores y el beneficio es para ellos. En ese sentido, las comunidades aprecian a los profesores y estudiantes. Cada productor ha expresado su agradecimiento por el trabajo que estamos realizando.
En ocasiones, grupos empresariales invierten cantidades fuertes de dinero para también impulsar las capacidades productivas locales. Sin embargo, el costo de esas intervenciones puede resultar altísimo para las comunidades porque el beneficio para ellas resulta marginal.
Lo importante es calcular el costo efectividad, considerando las capacidades de la comunidad y que la producción se impulse por sí misma. Por ejemplo, alumnos de mercadotecnia del Tecnológico de Monterrey, como parte de su formación, les ayudan a hacer los diseños, el empaque y una estrategia para promover sus productos, pero los locatarios son los dueños y beneficiarios primarios de cada proyecto. Además buscamos evidencia científica sólida para hacer recomendaciones de política pública, principalmente para los programas que tiene la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
AIC: En los cuatro años que lleva el programa Opciones de Vida para Comunidades Vulnerables, ¿en qué estados de la república se ha implementado y qué resultados han obtenido?
CBP: Donde más avanzado está es en Puebla, en los municipios de Izúcar de Matamoros, que cuenta con una población de 40 mil personas aproximadamente, y en Ahuatlán, donde habitan unas cinco mil.
Hemos empezado a trabajar en una de las zonas más pobres del país, la sierra de Oaxaca, así como en Monterrey, que aun cuando es menos rural, nuestro enfoque está orientado hacia la pobreza urbana, donde igualmente pretendemos llevar tecnología; asimismo, hemos empezado en el Estado de México.
Pese a que de ningún modo estamos acabando con la pobreza, hemos encontrado mecanismos donde la tecnología tiene un impacto favorable en problemáticas como la reducción de mortalidad materna y de embarazos adolescentes, el incremento en la producción e ingreso de las familias, al igual que en las habilidades matemáticas y de lectura. Queremos hacer una sinergia con Sedesol y sus delegaciones estatales porque, entre sus programas, tienen proyectos productivos algo exitosos y la idea es poner en marcha estrategias que los impulsen y que, al ser más específicos, se tengan mayores resultados.
En el tema de educación, la Secretaría de Educación Pública (SEP) está muy interesada en que se implemente una cultura digital en las escuelas, aún no concretamos esa vinculación, pero resulta prioritario que esta investigación pueda trascender hacia políticas públicas.
AIC: Considerando que, aun cuando cada comunidad tiene sus particularidades, la situación de la pobreza puede ser muy similar, ¿qué posibilidad hay de que el programa se traslade a otros países?
Ve el video de Opciones de vida para comunidades vulnerables |
CBP: Desde hace varios años tenemos una vinculación entre el Fondo de Población de las Naciones Unidas México y el de América Latina y el Caribe, con la intención justamente, de trabajar bajo la directriz de transferencia de conocimientos. Por lo tanto, mediante la capacitación que se otorga por medio de talleres o diplomados, en Panamá ya se ha empezado a materializar la idea y resulta muy importante para la investigación en México lograr esta trascendencia.
AIC: ¿Cuántos investigadores participan en el programa?
CBP: Somos 15 los investigadores activos y de distintas ramas. Hay estudiantes que entran y salen de acuerdo con el semestre que cursan, pero han llegado a participar hasta 50 alumnos de diferentes licenciaturas o posgrados. De igual forma, cerca de ocho colaboradores externos, generalmente exalumnos que colaboran en calidad de profesionistas independientes.
En la alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas y el Consejo Nacional de Población (Conapo), participamos cinco investigadores: dos de El Colegio de México, uno del Instituto Mexiquense, otro de la Facultad de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y yo.
• Carlos Brambila Paz
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