Preservación y resguardo de la cultura totonaca
Por Eduardo Vázquez Reyes
Xalapa, Veracruz. 27 de agosto de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Desde una perspectiva puramente arqueológica, el estado de Veracruz posee una riqueza inconmensurable, puesto que en los diversos estudios existentes hasta el momento se han identificado tres grupos culturales: en el norte, los huastecos, en el centro, los totonacas y al sur, los olmecas, afirma Pedro Jiménez Lara, académico del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana (UV).
Uno de los sitios más representativos para el estudio de la historia y la cultura arqueológica del estado es El Tajín. En 1785, esta ciudad prehispánica fue encontrada por el ingeniero Diego Ruiz. Y a partir de ese instante, destacaron los visitantes y científicos internacionales y nacionales que visitaron el descubrimiento. Entre ellos destacan el geógrafo Alexander von Humboldt en 1807, Carl Nebel en 1835 y Eduard Seler en 1908.
Además de ser un sitio conocido en el bagaje geográfico de la zona norte del estado y al que acuden miles de turistas año con año —sobre todo el primero de enero—, en El Tajín se guarda la memoria histórica (archivos, documentos, estudios, entre otras fuentes) como aquella ciudad prehispánica representativa de la cultura totonaca.
Localizado en la región centronorte del estado de Veracruz, está ubicado en la costa del golfo de México, entre Poza Rica y Papantla. Se sabe que en su etapa prehispánica estuvo construido en una superficie de 144 hectáreas, en un valle de relieve irregular abierto en dirección norte-sur hacia una planicie de suaves ondulaciones. Pertenece a la sierra de Papantla y está localizado en las estribaciones de la Sierra Madre Oriental. Se encuentra limitado por dos arroyos que separan el área nuclear de las áreas habitacionales.
Con los trabajos de Agustín García Vega en los años 30, el lugar es conocido más ampliamente, pues este propone la existencia de otras áreas, por lo que con el tiempo explora lo que se conoce como el Tajín Chico y el complejo de las columnas. Con ese proyecto establecido, enfoca toda su atención científica en la interpretación cultural y arqueológica del sitio. Por esa razón dedicó 40 años de su vida en labores como topografía, desmonte, recuperación de piezas, restauración y conservación de algunos edificios.
“A mediados de la década de los 80 nace el proyecto Tajín codirigido por los arqueólogos Jürgen K. Brueggmann y Alfonso Medellín Zenil. Al deceso de este último, es relevado por el profesor José Luis Melgarejo Vivanco. Por primera vez se realiza un trabajo sistemático e interdisciplinario donde participan arqueólogos, arquitectos, restauradores, antropólogos, ingenieros civiles, fotógrafos, etnólogos, biólogos, dibujantes y técnicos que se formaron con especialistas surgidos de las filas de los trabajadores de campo. El intercambio académico se dio con instituciones nacionales e internacionales”.
Así, señala Jiménez Lara, en un periodo de siete años se llevaron a cabo distintos trabajos que implicaron un reconocimiento y entendimiento de El Tajín como el centro ceremonial más desarrollado y relevante del periodo Clásico en la costa del golfo.
“El Tajín nace como un asentamiento de menor importancia, crece y se desarrolla entre los siglos IX y XII —periodo Epiclásico—, hasta alcanzar un alto desarrollo en la conformación de su centro ceremonial y urbano (Brueggmann, 1991, Gendrop, 1979 y Marquina, 1951). En un periodo de 400 años se consolida políticamente y se convierte en la ciudad más importante de la costa del golfo”.
El desarrollo de la ciudad continúa y su expansión se orienta hacia el norte. Debido a la importancia que cobra el centro ceremonial en la región, adquiere otra dinámica y las actividades se multiplican. La ciudad crece y se hace más compleja, al igual que su arquitectura. Se construyen los edificios que configuran la plaza central, cuyos matices arquitectónicos resultan diferentes.
De la cultura y los saberes
A poco menos de un kilómetro de la zona arqueológica El Tajín, en la ciudad de Papantla, se ubica el Centro de las Artes Indígenas (CAI). Allí, entre jardines y un área verde típica de la región norte del estado, se tiene como finalidad proporcionar a los habitantes las condiciones necesarias para lograr el desarrollo y profesionalización de los creadores artísticos, además de buscar el diálogo con otras comunidades indígenas de distintas partes de la república.
Con la intención de consolidar en el Parque Temático Takilhsukut un poblado o comunidad de los artistas del Totonacapan, el CAI de Veracruz es la iniciativa social encargada de recuperar la tradición, las costumbres y las prácticas humanas de la cultura totonaca en el estado. Este sitio denominado en totonaco Cachiquín (poblado) está constituido por plazas, calles, mercados, jardines y salones.
Al respecto de los saberes que forman parte del proceso de preservación de este patrimonio cultural, el CAI realiza diferentes actividades, desde prácticas escénicas hasta enseñanza gramatical de la lengua totonaca. La Casa de la Palabra Florida es el lugar que esta organización ha designado para la enseñanza de esta lengua. También se encuentran construidas —con el financiamiento de esta institución— cinco escuelas de niños voladores, enfocadas en formar nuevas generaciones en lo que se considera una de las prácticas artísticas del totonaca.
Con el tiempo, esta organización, que sostiene la urgencia de preservar el patrimonio de los conocimientos ancestrales relacionados con esta cultura, espera gestionar la creación de otras casas y escuelas encargadas del completo desarrollo de estos artistas, entre ellos: músicos, danzantes, alfareros, tejedores, artesanos, sanadores, médicos tradicionales, escritores, pintores, teatreros, videoastas, cocineras. Así, junto con El Tajín, el proyecto es evidenciar en la medida de lo posible el rescate del Totonacapan y socializarlo en las distintas zonas del estado y del país.
El MAX, resguardo de la cultura totonaca
El trabajo de preservación de las culturas prehispánicas en general y de la cultura totonaca en particular que se ha realizado en el estado de Veracruz tiene como base el Museo de Antropología de Xalapa (MAX). Este museo congrega el trabajo de exploradores, académicos e investigadores que han aportado al trabajo de resguardo de la memoria histórica de las diferentes culturas prehispánicas.
Fue en 1937 cuando se creó la Sección de Asuntos Indígenas, la cual posteriormente se llamaría Sección de Antropología. Con el tiempo se transformó en un Departamento de Antropología adscrito a la Dirección General de Educación. En sus primeros años —en 1943— tuvo como sede la calle de Hidalgo, alojada por la Dirección General de Educación, que impulsó el acopio de vestigios del investigador José García Payón, trabajo que dio lugar a un departamento arqueológico.
Por esas fechas, las piezas que se hallaban solo eran el resultado de la casualidad o de la intercepción del pillaje; sin embargo, no se contaba con un conjunto de estrategias de naturaleza científica y rigurosa para el proceder arqueológico.
Ya en 1945, creada la Universidad Veracruzana (UV), las distintas piezas y las colecciones de las que formaban parte se adjudicaron al acervo de esta; a partir de ese momento —y hasta hoy—, el material arqueológico se convirtió en responsabilidad de la máxima casa de estudios de Veracruz. Museo Veracruzano de Antropología es el nombre que se le acuña en el año de 1951, con lo que se orientó su trabajo hacia la historia del territorio veracruzano.
La UV, con la finalidad de formar parte del estudio del acervo existente en el contexto arqueológico a nivel nacional, emprende sus propias exploraciones, crea un museo (ayudada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia), un instituto y la Facultad de Antropología, todos estos elementos dirigidos por el maestro Alfonso Medellín Zenil.
Para 1959, se contaba con la cantidad de 10 mil piezas. Debido a la amplia cantidad y al cuidado que tal circunstancia ameritaba en términos de condiciones ideales para su custodia, exhibición y estudio, se decidió construir un edificio ex profeso sobre los terrenos que los ejidatarios del Molino de San Roque le habían donado, ahora como su sede actual que fue inaugurado el 20 de noviembre de 1960.
En el MAX hoy en día se cuenta con un trabajo de preservación de esta cultura totonaca. En este museo es posible encontrar referencias a esta cultura, desde datos sobre la llegada de los españoles a Zempoala en 1519, hasta el significado que arqueológicamente esta civilización adquirió con el paso de los años, sobre todo en el canon antropológico.
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