Volcanes: una ventana al "infierno"
Por Alejandro Block.
México, DF. 20 de octubre de 2014 (Agencia Informativa Conacyt).- Los mexicanos tenemos una fuerte relación con los volcanes. En el centro del país el paisaje está reinado por volcanes, donde los más sobresalientes son el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. No es de extrañarse, entonces, que las primeras civilizaciones mexicanas crearan leyendas sobre estos gigantes y que en la actualidad al "Popo" se vea más como un ente viviente de nombre "Don Goyo" –quien se enoja o encontenta dependiendo de lo que haga la gente– que como un fenómeno geológico. Pero para poder hablar sobre volcanes y los centros de investigación que nos protegen de ellos, debemos tener definiciones más materiales.
De acuerdo con vulcanólogos, un volcán es una apertura de la tierra, ya sea por grieta o por cráter, de la cual salen materiales calientes como gas, ceniza o lava. Existen muchos tipos, pero entre las clasificaciones más importantes están dos: los volcanes de punto caliente y los de subducción.
Los volcanes de punto caliente se forman cuando existe un punto de magma bajo la corteza terrestre, una especie de lago submarino pero de roca fundida. Al estar la roca en estado líquido y a altas temperaturas, tiene una densidad menor que la de la roca circundante y por ello tiende a subir –similar a lo que ocurre con el agua y el aceite: el aceite se queda en la superficie del agua porque es menos denso–. En este caso, el punto caliente se mantiene siempre en el mismo lugar, pero la corteza terrestre se mueve. Al moverse se van creando nuevos volcanes y el que estaba inicialmente sobre el punto caliente se extingue y pasa a ser una montaña. Así, con el tiempo, se crea un cinturón de volcanes en el que sólo el volcán más reciente está activo y los predecesores están ya extintos.
Los volcanes de subducción, por el contrario, se crean como consecuencia del movimiento tectónico, es decir, cuando una capa de la corteza se mete debajo de la otra y esto ocasiona un punto caliente. El Popocatépetl es un volcán por subducción, razón por la cual ha estado activo tanto tiempo. ¡El volcán Popocatépetl tiene cerca de 730 mil años! Estaba ahí antes de la segunda guerra mundial, antes de que llegaran los españoles a México e, incluso, muchísimo antes de que naciera Jesús. Es también un volcán extremadamente activo, ¡ha tenido 18 erupciones desde el año 1354!
Volcanes: vida y muerte
A pesar de que los volcanes tienen fama de ser entes malignos y terroríficos de la naturaleza, también son todo lo contrario. Sin ellos no habría vida en la Tierra y son, a su vez, una prueba de que la vida existe y es factible.
Hace 4 mil 500 millones de años, el Sol brillaba con 25 por ciento menos intensidad que hoy, el planeta era mucho más frío y oscuro. Muchos de los gases que hoy forman la atmósfera que nos permite respirar y vivir, vinieron de procesos catastróficos como volcanes y meteoritos. Esos gases –la mayoría provenientes de erupciones– crearon una atmósfera densa que permitió que el planeta se calentara a una temperatura y presión donde el agua se pudo condensar y crear océanos. Gracias a los volcanes se generaron las primeras nubes que dieron lugar a las primeras lluvias, que poco a poco inundaron nuestro planeta.
Los volcanes pues, son los primeros creadores del planeta Tierra como lo conocemos hoy. Asimismo, hay teorías que sustentan que partes de los primeros bloques biológicos que crearon vida en la Tierra salieron de volcanes subacuáticos, que posteriormente se mezclaron con sustancias provenientes de meteoritos. Los volcanes son nuestros creadores y verdugos, son peligrosos y hostiles pero, al mismo tiempo, generosos y necesarios para un ecosistema equilibrado.
Riesgos relacionados con los volcanes
Las erupciones, los mayores cataclismos de los volcanes, como cualquier otro fenómeno natural (huracanes, tornados, terremotos) son sólo un problema si hay población que pueda resultar afectada. En palabras del doctor Jesús Manuel Macías, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), "el problema de riesgos y desastres es esencialmente social, es decir, si un volcán hace erupción en medio del mar y no afecta a ninguna persona, ni barcos, ni aviones, entonces es sólo una erupción; Si en cambio, el Popocatépetl hace erupción, entonces es un desastre natural".
Vivir cerca de un volcán tiene varios riesgos, como por ejemplo enfrentarse a la emisión de ceniza, temblores y erupciones; éstas últimas pueden ser lentas o rápidas. Las erupciones lentas, generalmente se relacionan con una lava viscosa –la viscosidad es la dificultad de una substancia a fluir– que no tiene muchos gases disueltos. En estos casos, la gente tiene tiempo para desalojar la zona de peligro, e incluso los vulcanólogos pueden aprovechar para realizar investigaciones y sacar fotografías.
Esto no es posible en una erupción en la que la lava es poco viscosa y con muchos gases disueltos, pues los gases usualmente tienden a causar explosiones y arrojar grandes nubes de material y gas caliente, algunas de ellas pueden incluso alcanzar velocidades superiores a los 200 km/h.
Debido a estos riesgos, hay centros de investigación en México que invierten capital humano y económico en hacer planes para que los habitantes de las zonas donde hay volcanes estén lo más seguros posible. En esto se enfoca la investigación del doctor Macías en antropología del desastre.
La antropología del desastre y el CIESAS
"El nivel de riesgo y los desastres son problemas esencialmente sociales", explicó el doctor Macías. "Cuando hablamos de desastres, la parte social es la parte esencial. La antropología (del desastre) como una de las ciencias sociales (…) es muy importante porque enlaza los aspectos de la población, los aspectos culturales, cómo las personas se relacionan con el ambiente y cómo se relacionan con las amenazas naturales", agregó.
En resumen, la antropología del desastre estudia cómo interactúa la población –con sus diferencias culturales, religiosas, económicas, etc.– ante la exposición a una amenaza natural, y cómo se toma ello en cuenta para contribuir a prevenir un desastre. No es suficiente que las autoridades adviertan sobre "zonas de peligro", sino que es necesario tener a un equipo de especialistas que entienda a la población en riesgo, para poder llevar a cabo un plan de seguridad y prevención.
El CIESAS se encarga de ello: analiza nuestro comportamiento, historia y costumbres, para utilizarlos a favor cuando ocurre un desastre natural. "Es la institución pionera (…) en estudios de desastres, comenzó a estudiarlos desde 1985, después del terremoto", comentó el doctor. El CIESAS ha ganado muchos proyectos de investigación, ha participado en comités de protección civil y generado innumerables proyectos para la comprensión de las comunidades en zonas de riesgo.
Ejemplo de ello es un proyecto que se hizo en 1996 en conjunto con la Universidad de Puebla, cuando se creó una comisión para la protección contra las erupciones del "Popo". El Proyecto Gregorio no sólo amplió el entendimiento que la gente tiene acerca del volcán, sino que involucró a la gente en sistemas operativos como procedimientos y rutas de evacuación.
En México se intenta estar a la vanguardia cuando se trata de mecanismos de prevención y evacuación, se siguen los estándares internacionales pero aún hay mucho por hacer, asegura el doctor Macías. "Tenemos atraso en muchas cosas, hay una mala comprensión de lo que son los planes de emergencia (PDE); la evacuación es una parte de ellos pero no es todo un plan de emergencia. Los PDE se deben probar mediante simulacros, eso en México se entiende parcialmente, pero es necesario desarrollar otros aspectos sobre evacuación", explicó.
El investigador también detalló que existe la evacuación vertical: "En vez de que la gente salga de los inmuebles y vaya a albergues, se debe subir a lo más alto de los edificios. Es un tipo de evacuación que tiene un desarrollo muy importante en Estados Unidos y Japón pero aquí en México no tanto, sobre todo en zonas con huracanes e inundaciones".
Un poco sobre uno de nuestros "guardianes"
El doctor Jesús Manuel Macías tiene un doctorado en antropología, inicialmente trabajó en proyectos de desarrollo social hasta que el terremoto de 1985 cambió sus intereses. Después de ese año, comenzó a investigar historia de los desastres y encontró su pasión en prevención y antropología del desastre. Posteriormente, durante una estancia académica en Estados Unidos, estudió casos de desastres por tornados en Florida. Fue desde allí que comenzó a familiarizarse con tornados y se convirtió en un pionero de la investigación en esa área en México.
Antes de sus estudios, no se sabía que hubiera tornados ni había registro de tales meteoros en el país. Contra la corriente y defendiendo sus teorías ante antropólogos, políticos y meteorólogos, el doctor Macías logró cambiar la concepción de tornados en México y crear una comisión para vigilar estos fenómenos, en conjunto con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), a raíz del tornado en Piedras Negras, Coahuila, en 2007.
Ha publicado libros y artículos sobre prevención de desastres,sistemas de emergencia, participación del gobierno en las movilizaciones y reubicaciones, entre otros temas. Hoy continúa investigando sobre desastres por tornados en México, y es el principal impulsor del sistema más moderno de radar para predecir y monitorear estos fenómenos.
¿Cómo es vivir cerca de uno de los volcanes más activos del mundo?
De acuerdo con Silvia Sánchez, habitante de uno de los fraccionamientos cercanos al Popocatépetl, "vivir a las faldas del 'Popo' es maravillosamente inquietante, la fauna y flora que existe a sus alrededores es hermosa; poder admirar la fuerza de la naturaleza tan cerca hace que se erice la piel. Tener en tus manos ceniza de la entrañas de la tierra, que quizás nunca tocó la luz, es una sensación indescriptible".
Sánchez agrega que "aunque la mayoría de la población vive sin mayor preocupación, es importante estar alerta, enterarse día a día sobre la actividad del volcán y estar listos para cualquier eventualidad. Aunque exista el riesgo de una erupción –quizás en un año o en 40 mil años– no cambiaría mi vida aquí; verlo cada mañana vale la pena, a pesar del temor por su cercanía. Lo importante es estar pendiente y salir oportunamente, cooperar con las autoridades y comprender los riesgos".
Mitos y verdades sobre volcanes
En respuesta a un cuestionario, el doctor Ramón Espinasa Pereña, geofísico y subdirector de Riegos Volcánicos en el Cenapred, explicó algunos mitos y verdades sobre los volcanes. Entre los temas figuran el origen de la lava de los volcanes, las probabilidades de una erupción "catastrófica" del Popocatépetl, y el que un volcán pueda "activar" a otros.
Mito 1: ¿La lava de los volcanes viene del centro de la Tierra?
No existe una relación directa entre el núcleo líquido terrestre y los volcanes, ya que el magma que alimenta a los volcanes se forma por fusión parcial de las rocas en la base de la corteza y parte superior del manto, a entre 10 y 30 kilómetros de profundidad, mientras que el núcleo se encuentra a más de 2 mil 900 kilómetros.
Sin embargo, es posible que el flujo de calor procedente del núcleo afecte a las corrientes de convección en el manto y astenósfera, con lo que de cierta manera controlan la ubicación de los volcanes.
Mito 2: ¿Es verdad que cuando hace erupción un volcán puede activar a volcanes vecinos?
No. Cada volcán es alimentado por su propia cámara magmática y red de fracturas y conductos, por lo que la actividad de un volcán es independiente de la actividad de los volcanes vecinos.
Sin embargo, un volcán puede tener varias bocas adventicias laterales, generalmente a lo largo de la fisura principal que alimenta al volcán y, en este caso, varias de esas bocas pueden presentar actividad simultáneamente o de forma alternada. Aunque en esas ocasiones se considera que se trata de un solo volcán.
Verdad: ¿Qué posibilidades hay de que el "Popo" tenga una erupción catastrófica?
Considerando que el volcán Popocatépetl, a lo largo de su historia de más de 200 mil años, ha presentado numerosas erupciones catastróficas que han destruido el edificio volcánico en varias ocasiones, las posibilidades de que vuelva a presentar una erupción de este tipo son del 100 por ciento; es decir, es seguro que lo volverá a hacer.
Sin embargo, la recurrencia de esto es superior a los mil años, por lo que es poco probable que esto ocurra en un periodo a corto plazo.
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