José Moreno, médico consagrado a la ciencia básica y al rock
Por Carmen Báez
Ciudad de México. 9 de junio de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Curiosidad, observación y avidez por entender todo aquello que lo rodeaba fueron las cualidades principales de la infancia de José Moreno Rodríguez, doctor en inmunología y director de Investigación del Hospital Juárez de México (HJM).
Aunque recibió el titulo de médico cirujano por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el doctor José Moreno se ha consagrado a la ciencia básica, con el fin de conocer los mecanismos moleculares y celulares del cuerpo humano involucrados en el desarrollo de diversas patologías, como puede ser la artritis reumatoide, por ejemplo.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, compartió las principales motivaciones que lo encaminaron al estudio de la medicina y la investigación.
Primeros años
Las interrogantes fueron una constante en la infancia del doctor Moreno Rodríguez, quien es originario de la Ciudad de México. Durante su formación académica, especialmente a nivel medio superior, su principal interés fue entender la función del cuerpo humano, hoy la búsqueda del conocimiento es más que una profesión, es una forma de vida.
“Desde chico me interesaba la biología, siempre fui un niño muy inquieto tratando de entender todo: desarmaba los juguetes de mis hermanos, los echaba a perder. También tengo un defecto terrible, que es corregir a todo mundo: en la manera de hablar, de pensar; por esto, las amigas de mi mamá me decían el catedrático. Debí ser un niño muy pesado”, agrega.
Vocación por la investigación
Los primeros años después de haber egresado de sus estudios de licenciatura realizó una especialidad en reumatología en el Centro Médico Nacional la Raza, pero la consolidación de su vocación científica se dio mientras trabajó como médico de base en el Departamento de Medicina Interna del Hospital General de Zona No. 2 IMSS Hermosillo, Sonora, en 1979, lugar donde se convirtió en el primer reumatólogo del noroeste de México.
“Ahí entendí mi vocación, porque estar allá era muy gratificante desde el punto de vista clínico, pero no me satisfizo y decidí regresar a la Ciudad de México y emprender una carrera en la investigación. Inicialmente estuve como médico adscrito y reumatólogo en el Centro Médico La Raza, hasta 1983”, recuerda.
En el Centro Médico Nacional La Raza colaboró con personajes destacables en el campo de las enfermedades autoinmunes de México, como el doctor Jorge Alcocer Varela. Poco después realizó una estancia posdoctoral en el Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern en Dallas, Texas, bajo la tutoría de Peter Lipsky, figura internacional en el tema de la inmunología y reumatología.
“En Dallas tuve la oportunidad de desarrollarme de una manera que marcó mi vida en adelante. La enseñanza ahí consiste en exponerse a los problemas y resolverlos con nuestras propias uñas, se expone a la crítica. Así tuve yo la oportunidad de crecer, a pesar de ser un trabajo súper intenso. Desde entonces marcaba mis tendencias hacia la inmunología. Todo lo que quería ver en las enfermedades era el aspecto inmunológico y qué de ello podría entender. Publiqué mi primer artículo cuando terminé mi residencia, en 1979, antes de hacer inmunología”, comenta.
En 1986 regresó a México para incorporarse al Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional La Raza para formar parte del grupo de investigación del doctor Armando Isibasi. Reconoce que aún sin tener un posgrado, ya se consideraba un especialista inmunólogo y reumatólogo. Su vida y su profesión, dice, dieron un giro en 1987, durante un congreso de investigación en estrategias moleculares en inmunología.
“En ese tiempo pensaba que la inmunología estaba estancada, en ese evento me dediqué a hacer preguntas, comentarios, y eso me valió que uno de los ponentes, de Alemania, me invitara a trabajar en su laboratorio. Fue para mí un año extraordinario, aprendí muchísimas cosas de inmunología, comencé a trabajar inmunología con ratones, en el tiempo que estuve allá publiqué alrededor de 10 artículos”, rememora.
A su regreso a México, el doctor José Moreno se incorporó como jefe de Reumatología del Centro Médico La Raza, donde fundó el Laboratorio de Investigación en Enfermedades Autoinmunes. “Yo era una rata de laboratorio. Posteriormente me contrataron en el Centro de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Salud Pública, pero ahí no logré integrarme al 100 por ciento. Como investigador no avancé mucho, pero como persona sí".
En 2014, por invitación del doctor Martín Antonio Manrique, se unió al Hospital Juárez de México como director de Investigación, un cargo que considera un reto importante para su crecimiento personal y profesional. “Aunque como investigador sí me ha costado trabajo, puesto que no contamos con todos los recursos que quisiéramos”, agrega.
Trabajar en un hospital de alta especialidad de la Secretaría de Salud representa para el investigador José Moreno la oportunidad de conectar sus conocimientos de investigación con la medicina y la práctica diaria. “Me permite poder ofrecerle algo. Aunque yo no hago investigación aplicada, trato de encaminar el quehacer de los demás, apoyar a los médicos para que su medicina sea de mayor nivel científico, encauzar sus ideas”, indica.
Del laboratorio a la cocina
En sus ratos libres, José Moreno Rodríguez realiza dos de sus principales pasiones: cocinar y escuchar música. Su pasión por esta última la adquirió siendo muy joven cuando escuchaba a clásicos como Ludwig van Beethoven junto a su padre. De no haber sido médico e investigador de laboratorio, quizá hoy el doctor miembro nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) pudo haber incursionado totalmente en la música, actividad que no deja de lado.
“Mi opción de estudio estaba entre ingresar a la preparatoria o el conservatorio, yo quería entrar a este último, pero la opinión de mis padres pesó mucho. Decían que no me iban a mantener toda la vida. Me costó mucho trabajo adaptarme a la preparatoria, aprendí a tocar guitarra, fumar, beber, conocer chicas, a reventarme con mis amigos. De ese hobby derivó el gusto por el rock clásico. Pero al entrar a la facultad fui un alumno muy destacado”, recuerda.
En 1966 formó la agrupación de rock La doble hélice, nombre que se asocia a la estructura molecular del ácido desoxirribonucleico. Vigente hasta ahora, los miembros de la banda se reúnen ocasionalmente.
"Recientemente, formé un grupo en Cuernavaca, se llama La Ruta 3, donde hacemos rock clásico y blues, donde yo soy la primera voz y toco la guitarra eléctrica”, agrega.
Respecto a su fascinación por la cocina, revela que aunque nunca ha tomado clase de gastronomía, es una actividad que realiza de manera excesiva.
Para el especialista, la ciencia representa la búsqueda sistemática del conocimiento: “Es dar solidez al conocimiento empírico y comprobar que las observaciones y hechos que tomamos como reales lo sean. Es descartar las falacias y dar estructura al pensamiento humano. Así veo, siento y enfoco la ciencia”, concluye.
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