Julia Fraga Berdugo: tres décadas de antropología social
Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán. 12 de junio de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- En algunos momentos, Julia Fraga Berdugo, investigadora del Departamento de Antropología Marítima en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav IPN), unidad Mérida, se detiene a reflexionar cómo fue abarcando un amplio abanico temático regional durante su trayectoria académica y no un tema muy específico, como muchos antropólogos prefieren.
Guiada desde sus inicios por una inquietud hacia los sistemas humanos complejos, hoy se da cuenta que tener esa gama de temáticas no surgió por capricho personal, sino en el contexto de problemáticas peninsulares y entramados globales, donde todo está entrelazado.
En esta segunda parte de la entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, la investigadora oriunda del municipio de Sotuta, Yucatán, compartió algunas de las perspectivas teóricas que han guiado su investigación antropológica y sus reflexiones en torno a una trayectoria de poco más de tres décadas.
Estilos de vida que motivan la migración
“Desde la formación antropológica, sobre todo dedicada al área de la antropología social o el estudio de las sociedades de pescadores contemporáneos, mis primeras aproximaciones teóricas derivaron del estructural-funcionalismo y la teoría de la modernización, sobre todo con el tema de los desplazamientos de población”, indicó.
A partir de esta perspectiva, la investigadora explicaba el modelo push-pull de la fuerza laboral, pues la aparición de polos de desarrollo estaba generando crecimiento económico y tendencias modernizadoras a través de los estilos de vida en los pueblos rurales.
“¿Cómo podía explicar la jerarquía que asignaban los migrantes para elegir sitios consolidados como ciudades o formación de ciudades turísticas con sitios eminentemente rurales como los puertos de la costa de Yucatán?”, se preguntaba.
Desde el marxismo no podía explicar por completo la expulsión de población por la simple dimensión económica, pues otros grupos de migrantes afirmaban ser atraídos por modelos de superación basados en la educación o por las constantes imágenes urbanas que querían conquistar.
“Lo feo del pueblo y lo bonito de la ciudad, lo atractivo en infraestructura educativa o recreativa y estilos de vida procedían del continuo debate del estructuralismo y el marxismo o del modernismo funcionalista. Aún más cuando observamos que los modelos de enseñanza-aprendizaje en los pueblos estaba dedicado a una impronta de expulsar al joven hacia la ciudad (y puedo afirmar que hasta ahora prevalece)”.
Esta mezcla de teorías obligaba a diseñar metodologías (sobre todo la etnográfica e inductiva) que pudieran captar la esencia de cada una y confrontarlas con los resultados obtenidos de la investigación. Las historias de vida y las historias orales fueron técnicas que la investigadora utilizó ampliamente porque le permitían conocer procesos muy particulares de las vidas de los individuos (sobre todo los de la tercera generación) y contrastarlos con los procesos globales.
La complejidad de los fenómenos sociales y la necesidad de no descuidar la mirada de la diversidad de la teoría antropológica para explicar lo concreto y lo abstracto, fueron siempre los enfoques subyacentes que, en lugar de frenar la investigación, retaban a la comprensión de la lógica inductiva y deductiva de Fraga Berdugo.
“Siempre pensaba que para explicar los productos de las épocas existía un eterno devenir entre la tradicionalidad y la modernidad impuesta por el pensamiento y la realidad occidental que chocaba con otras racionalidades”.
La investigadora tuvo siempre la inquietud de que la práctica era mucho más rica que la teoría, y que los hechos y los fenómenos sociales están en constante construcción, innovación y creatividad. Todo esto con el lente en la experimentación de los informantes, en este caso, campesinos que se transformaban en pescadores, así como en los procesos adaptativos en búsqueda de formas de ganarse la vida para el sustento y la recreación.
Perspectiva ecosistémica, recursos naturales y migración
Entre 1994 y 1999, la investigadora cursó el programa doctoral en antropología social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Laval en Quebec, mediante una beca de la Organización de Estados Americanos, lo que le permitió afianzar marcos teóricos y metodológicos de la mano de los profesores Marie France Labrecque, Yvan Breton y Francois Trudel.
“Me cuestionaban mi investigación doctoral sobre la política ambiental en áreas naturales protegidas. Tenía que entrar al análisis de aquellos elementos institucionales como el papel del Estado, el mercado, la comunidad local en los procesos de protección y conservación de recursos naturales mediante el hilo conductor de un Orden Ambiental Global”, apuntó.
La perspectiva ecosistémica fue una manera de aproximarse a la explicación de los fenómenos de desplazamientos de población hacia comunidades humanas ricas en fuentes de diversidad marina y costera, desde la perspectiva del uso, acceso y control de los recursos naturales en los hogares y las comunidades donde priman las diferentes categorías económicas, sociales y de género.
Equipos de investigación fuertes para temas sociales emergentes
Esto llevó a Julia Fraga a expandir su interés en el papel que juegan las áreas marinas protegidas y los efectos en la población local ante la constante multiculturalidad y la rápida litoralización a través del crecimiento urbano. Para la investigadora, la profundidad de los sistemas de conocimientos aplicados a las regiones continúa siendo una plataforma epistemológica pendiente, sobre todo, con la incursión a la docencia en ecología humana, dimensión que institucionalizó junto con sus colegas en el Cinvestav Mérida desde 1998, abriendo la línea de investigación en Sistemas Socioecológicos Marinos y Costeros.
“Falta mucho aún por investigar y creo que es un buen momento para regresar a pensar los procesos dinámicos que están sucediendo en la península de Yucatán, como un gran laboratorio al aire libre, una gran región que atrae y expulsa población, pero que al mismo tiempo tiene una biodiversidad acuática y terrestre que aún nos falta comprender, teorizar y capturar información histórica de calidad y de coyuntura que lleve a modelos de simulación y escenarios de sostenibilidad”, indicó.
A treinta años de distancia, la investigadora observa que los primeros temas e inquietudes de investigación (el henequén, la pesca, la migración y el turismo, entre otros) y los que ahora son emergentes en los sistemas de conocimiento (turismo sostenible, cambio climático, conservación del patrimonio arqueológico, traumas sociales en la pesca del pepino de mar y sus efectos en las cadenas alimenticias de las pesquerías, entre otros) necesitan más que nunca madurez intelectual y respeto interdisciplinario tanto en la región sur-sureste de México como en el resto del mundo.
Cine científico como formas de apropiación social del conocimiento
En 2003, la investigadora participó en la escritura de un guion para un proyecto audiovisual financiado por el International Development Research Centre (IDRC) acerca de los diferentes modos que los pescadores tenían sobre la creación de áreas marinas protegidas. A pesar de que el proyecto no tuvo continuidad, sembró la semilla de un interés que resurgió nuevamente en 2011 con el producto audiovisual Turismo en la nueva era maya que formó parte del proyecto RedTur, financiado por los Fondos Mixtos del Conacyt y el gobierno de Yucatán.
El documental fue un experimento exitoso entre áreas interdisciplinarias como antropología, geografía regional y comunicación social, y dio paso a otro titulado Patrimonio marítimo en la península de Yucatán. “A través de estos videos documentales me di cuenta de las oportunidades que tiene la antropología social y la comunicación social para que el factor humano en la sostenibilidad de los recursos sea un arma de concienciación, no solamente para los empresarios sino también para los científicos, organizaciones de la sociedad civil, comunidades locales y las nuevas generaciones de estudiantes que formamos", apuntó.
De acuerdo con la investigadora, las oportunidades para producir cine científico son vastas pero requieren el esfuerzo multidisciplinario para lograr productos que sepan transmitir en el lenguaje local el peso científico de las investigaciones a públicos diversos. “Es una cuestión de traducción e interpretación de lenguajes capaces de concienciar sobre situaciones reales, en combinación con situaciones ficticias que expliquen los fenómenos sociales y que permita que seamos proactivos con los fenómenos sociales que se nos avecinan”, señaló.
Satisfacción personal y académica
Ser reconocida con la medalla “Héctor Victoria Aguilar” de la LXI Legislatura 2015-2018 del H. Congreso del Estado de Yucatán dejó atónita a Julia Fraga, quien no creía que fuera ella la que estuviera sentada en medio de casi doscientas personas en el Recinto del Poder Legislativo durante la sesión solemne del día 11 de enero de 2017, ante autoridades gubernamentales, científicas y universitarias, así como familiares cercanos y amigos pescadores de tres generaciones que asistieron con sus hijos y nietos al evento.
La medalla del Poder Legislativo y la placa del Poder Ejecutivo dejó en la investigadora una enorme satisfacción personal, pero también la motivó a mirar hacia atrás y darse cuenta que falta mucho por investigar y publicar. Asimismo, dejó en ella una gran satisfacción académica al representar a una institución como el Cinvestav del IPN, unidad Mérida, con 35 años de presencia científica en Yucatán y la región.
“Ha sido el centro donde he crecido intelectualmente, donde me dieron la libertad y la flexibilidad de abrirme paso y medir mis propias fuerzas para demostrar que cuando tenemos un punto de apoyo podemos mover el mundo, además de que somos pocas las mujeres yucatecas que incursionamos en temas sociales de mares y costas”, apuntó.
En palabras de la investigadora, las condiciones para abrirse paso en la ciencia social a lo largo de 30 años no fueron un proceso fácil, pues requirieron paciencia y tenacidad para incursionar en temas donde muchos prefieren el confort individual.
“Recibí este reconocimiento hace tres meses y para mí fue y seguirá siendo un honor porque valió la pena el esfuerzo y la dedicación que con muchas dosis de pasión he volcado a lo que más me gusta: la investigación social y el contacto directo con la gente en puertos y pueblos de la península de Yucatán e incluso en otras latitudes, cuando entrevisto a pescadores de otros países”.
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