María Elena Medina-Mora y el estudio de las sociedades a través de las drogas
Por Carmen Báez
Ciudad de México. 26 de octubre de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- María Elena Medina-Mora Icaza es una de las figuras reconocidas a nivel nacional e internacional en el ámbito de la epidemiología de la adicción a drogas y la salud mental. Aunque nunca pensó alcanzar el éxito profesional que hoy la envuelve, la doctora en psicología social se desarrolló en un ambiente liderado por varones y en diversas ocasiones se enfrentó a situaciones difíciles como madre trabajadora.
Como mujer, madre, investigadora y directora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM), Medina-Mora ejerce cada uno de estos roles con responsabilidad y un compromiso social muy arraigado, dos pilares en su quehacer profesional. En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, la académica e investigadora compartió su historia de vida y las motivaciones que la encaminaron al campo de la psicología social.
Originaria de la Ciudad de México, María Elena Medina-Mora creció en el seno de una familia que ella define como bicultural; hija de Raúl Medina-Mora Martín del Campo, abogado y académico en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, y Luisa Icaza —descendiente de migrantes irlandeses con madre nacida en Estados Unidos y padre mexicano—, ama de casa, traductora y emprendedora.
De su padre adquirió el gusto ávido por la lectura; a la corta edad de tres años María Elena presentó un problema de audición. Por siete años recibió tratamiento que le impedía realizar cierto tipo de actividades, entonces volcó particular interés en los libros que su progenitor le obsequiaba con frecuencia.
La infancia de la doctora Medina-Mora transcurrió en la colonia Del Valle, lugar que evoca como el origen de sus primeros acercamientos con el altruismo. “Aunque a mi madre no la dejaron estudiar, ella trabajó en casa, fue traductora porque habla tres idiomas, una mujer llena de ideas; cuando viví en la colonia Del Valle había muchísimas comunidades pobres, durante la Navidad, mi madre regalaba ropa, cobertores y obsequios. Al principio fue un poco complicado. Recuerdo que tenía mucha preocupación, agarraba la falda de mi mamá porque la gente nos rodeaba para quedarse con la ropa. Ella conseguía donativos para realizar fiestas navideñas y dar regalos a los niños. Mi interés por el trabajo comunitario vino de ahí y el acercamiento a otras culturas de mis antecedentes familiares”, comparte.
A partir de entonces, Medina-Mora ha guiado su vida bajo los principios que adquirió desde muy joven. Aunque en su camino tuvo la inclinación de estudiar medicina, se decidió por la psicología y más adelante se especializó en psicología clínica y social, con el propósito de entender los fenómenos sociales y realizar intervenciones comunitarias.
“Platiqué con el psicoanalista y amigo de mi papá, el doctor González Pineda, sobre lo que me interesaba y me dijo que si yo quería hacer intervención en las comunidades lo mejor era estudiar psicología, ciencia que tiene muchas herramientas de cambio. Fui de la generación de huelga de la UNAM, decidí entonces iniciar mis estudios en la Universidad Iberoamericana (UIA), me costó decidir si me quedaba, en esa época la UIA tenía una orientación hacia el trabajo de las comunidades y me pareció estar en el lugar adecuado. Regresé a la UNAM para hacer el doctorado”, comenta.
Investigación transcultural
Muy joven, María Elena Medina-Mora se incorporó al campo laboral a través del Centro Mexicano de Estudios en Farmacodependencia, institución donde se desarrollaron las primeras investigaciones epidemiológicas, biomédicas y clínicas para estudiar el uso y abuso de sustancias adictivas del país y que es el antecedente del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
Bajo la enseñanza y entrenamiento por parte de especialistas internacionales en epidemiología en la aplicación y desarrollo de encuestas para hogares, escuelas y grupos vulnerables, la doctora comenzó a diseñar y realizar encuestas en un momento en el que México se encontraba en una transición en la concepción de Salud Pública.
“En México no había una tradición de esos estudios, las primeras encuestas de escuelas se habían hecho hacía muy poco, las primeras se hicieron en la década de los setenta, el doctor De la Fuente, fundador del Instituto, había realizado una encuesta de escuelas en 1970. Además, se estaba formando el Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos, al mismo tiempo que México se convertía en proveedor de heroína en Estados Unidos y el grupo social de consumidores estaba cambiando: de minorías étnicas a clase media americana. Así fue como empecé a hacerme cargo de las encuestas, iniciamos con los estudios piloto. Esto permitió trabajar con múltiples metodologías para atender un problema. En la actualidad, la última aplicación de encuestas, ahora a cargo de un investigador formado en esta tradición, incluyó cerca de 60 mil hogares”, explica.
En 1976, a la edad de 25 años, la doctora y ahora miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) se incorporó a proyectos de carácter internacional liderados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su primer gran proyecto de este tipo duró cerca de cinco años y consistió en desarrollar instrumentos de investigación epidemiológica para aplicarse en países en vías de desarrollo productores de heroína, en el suroeste de Asia.
“Trabajé en muchos lugares para obtener instrumentos que pudieran adaptarse a diferentes culturas. Desde entonces he realizado proyectos transculturales, porque me pareció muy importante comprender nuestra cultura comparándonos con otras; buscaba encontrar las variables que explicaran el fenómeno en México y entender qué es lo que nos hacía específicos. Quedé muy impactada con las posibilidades que se abren si estudias las sociedades desde las ventanas de las drogas porque permiten abordajes multidisciplinarios desde las neurociencias hasta las ciencias sociales, es decir, saber qué pasa en el cerebro del individuo en su interacción con el medio ambiente, desde un enfoque social. Me pareció un tema muy interesante”, explica.
La experiencia le dio a la doctora María Elena Medina-Mora el entendimiento de un problema mayor en el consumo de drogas: la adicción. A partir de entonces y hasta la fecha, la especialista miembro de la Academia Nacional de Medicina de México (ANMM) ha publicado más de 350 artículos en revistas especializadas, 205 capítulos de libros nacionales e internacionales y 20 libros y manuales sobre epidemiología, metodología y factores psicosociales relacionados con las adicciones y la salud mental, y sus trabajos han recibido más de 14 mil citas.
“Comencé a entender qué significa ser dependiente a las drogas, qué lleva a las personas a tomar decisiones extremas. Todo esto me llevó a cuestionarme ¿por qué las personas no podían dejar las drogas? No podía pensar que se tratara solamente de una elección libre”, comparte.
A partir de ese proyecto, Medina-Mora ha colaborado con la Organización Mundial de la Salud; en 1988, se incorporó como miembro del Panel de expertos asesores de la OMS. Por su conocimiento en el campo de las adicciones, ha colaborado con la Organización de Estados Americanos (OEA), Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Instituto Nacional sobre el Abuso a Drogas de los Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés), por mencionar algunos.
Investigación traslacional
Ramón de la Fuente Muñiz, médico psiquiatra y fundador del Instituto Nacional de Psiquiatría, fue un personaje importante en la vida profesional de la doctora María Elena Medina-Mora, mentor generoso y ejemplo a seguir.
“Trabajar directamente con el doctor De la Fuente Muñiz por más de 18 años me dio la posibilidad de conocer su perspectiva biopsicosocial de la enfermedad. Él incorporó la psiquiatría biológica, es decir, puso la psiquiatría dentro de la investigación científica y la práctica clínica al mismo nivel que otras disciplinas médicas, pero siempre consideró importante la parte social, fue una gran figura”.
A su llegada al INPRFM como directora, María Elena Medina-Mora siguió el modelo del doctor Ramón de la Fuente y realizó un análisis sobre el quehacer de la investigación multidisciplinaria del propio instituto.
“El doctor Ramón de la Fuente no podía conceptualizar la enfermedad mental sin la investigación básica, clínica y social, así que en el instituto siempre tuvimos una plataforma del trabajo comunitario en temas sociales que tuvieran que ver con la enfermedad mental: niños explotados que están en condiciones de calle, migración, temas de impacto a la violencia en diferentes niveles y diferentes tipos. Es una institución muy interesante porque se hace investigación básica y epidemiológica, se desarrollan modelos de intervención y, una vez que se prueba que funcionan, se llevan a las comunidades, lo que se conoce como investigación traslacional”, expresa.
En el INPRFM, la investigación social juega uno de los papeles más importantes; actualmente cuenta con modelos de intervención, se realiza investigación multidisciplinaria y se han creado redes de colaboración interinstitucional.
“Anteriormente no trabajamos en colaboración en un sentido estricto, había redes y colaboración en diferentes partes del mundo, no así internas. En el instituto establecimos un plan de trabajo que nos permitiera tener los beneficios de la investigación multidisciplinaria. En un escenario de salud, es un reto hacer valer la investigación que no es clínica o de laboratorio. Cuando la investigación llega a las comunidades es otra forma de traducir el conocimiento”.
Retos y oportunidades en su quehacer profesional
Aunque de su padre, al que recuerda como un hombre revolucionario, recibió el apoyo total en su desarrollo profesional, María Elena Medina-Mora no estuvo exenta de discriminación, principalmente porque se desarrolló en un ambiente en el que predomina la participación de varones.
“Un colega me dijo, ‘tienes tres bolas negras: eres joven, no eres médico, eres mujer y quieres trabajar en un medio de médicos y con eso tienes que vivir, y como no lo vas a cambiar tienes que encontrar las ventajas de esto. Mi consejo es nunca compitas, abre nuevos campos’. Finalmente, este consejo fue increíble, porque me dediqué a trabajar con comunidades, con las personas, para conocer sus necesidades y proponer modelos de intervención que pudieran probarse. Antes era muy difícil conseguir recursos en esta área, pero ahora es más fácil que en la ciencia básica, porque hay cada vez más preocupación por lo social, la enfermedad mental y la violencia, temas que comienzan a tener financiamiento”, comparte.
Por sus aportaciones al conocimiento en el tema de las adicciones y la salud mental, la doctora en psicología social ingresó en 2006 a El Colegio Nacional, institución que a lo largo de sus 75 años —y que ha tenido 101 miembros, de los cuales cuatro han sido mujeres— reconoce a hombres y mujeres de ciencia, escritores, poetas, artistas e investigadores mexicanos.
Una mujer con suerte
Al recapitular su quehacer profesional, María Elena Medina-Mora se describe como una mujer afortunada que encontró en la epidemiología y en la investigación psicosocial una oportunidad de crecimiento profesional y el reconocimiento de la comunidad científica internacional. “Fue una cosa de suerte, haber estado en el lugar y momento adecuados. En realidad, creo que son regalos que la vida me dio. Uno siempre tiene que tomar decisiones en la vida, yo siempre tuve las opciones y el acompañamiento de personas que trabajan de manera excepcional, eso hace a uno privilegiado, a pesar de que como mujer no es raro que tengamos que luchar y trabajar más que los hombres. Es un camino con retos muy interesantes que he recorrido con una comunidad de investigadores y profesionales de la salud mental de la que he aprendido mucho, tienen mi reconocimiento y gratitud”, concluye.
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