Jaime García-Moreno, ciencia para la conservación de la naturaleza
Por Ana Luisa Guerrero
Ciudad de México. 14 de junio de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Atraído por la diversidad de la naturaleza, Jaime García-Moreno Meade descubrió desde la infancia su vocación por la biología. Estudió investigación biomédica básica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y siguió una carrera académica y científica en instituciones reconocidas en Europa y Estados Unidos. Su camino lo llevó después a insertarse en el campo de la conservación de la naturaleza, a lo que se dedica desde hace once años. Actualmente radica en Holanda donde dirige una consultoría que realiza proyectos de conservación de la naturaleza y de desarrollo social.
En sus años de investigación su área de estudio fue la biología evolutiva por su interés en conocer los procesos que genera la gran diversidad de especies que habita el planeta. Analizando los patrones geográficos de distribución de las especies, ayudado por herramientas de la biología molecular, buscaba identificar la relación ancestral entre estos organismos y deducir la secuencia cronológica de eventos que llevaron a la situación que vemos hoy en día. Y al analizar varios grupos de especies, quería discernir si algunas áreas geográficas son más dinámicas y actúan como “generadoras de especies” y, al contrario, otras áreas son estables a lo largo del tiempo y funcionan como refugios en los que las especies sobreviven los vaivenes ecológicos.
Apasionado de su vocación científica, el doctor García-Moreno ha tenido la oportunidad de explorar campos tan diversos dentro de la biología como la bioquímica y la ecología, la genética y la biotecnología. Se siente privilegiado de haber tenido oportunidades para adentrarse en la biología en todas sus escalas, desde las moléculas hasta los ecosistemas.
“Me maravilla la diversidad de formas y mecanismos porque la vida es más diversa de aquello a lo que le damos crédito, y cuando la conoces es simplemente fascinante. Ver hacia fuera y encontrar un ave, una mariposa o una flor, y entender cómo llegan a ser así, a manifestarse de esa forma y de maneras tan diversas para seguir preservando la próxima generación. Eso siempre me ha fascinado”, dice a la Agencia Informativa Conacyt.
Desde sus estudios de licenciatura en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM su meta era la investigación académica, a la que se abocó por completo durante casi 20 años. Al terminar su maestría en biotecnología, encontró que había formas de combinar sus conocimientos adquiridos en las ciencias moleculares con su pasión por los animales, la ecología y la evolución. Fue entonces que el doctor Robert K. Wayne lo invitó a iniciar un doctorado en su laboratorio en California precisamente a lo largo de esta línea de pensamiento, y el joven Jaime empezó a acercarse más a la “macro” biología.
Los siguientes 15 años estuvo completamente inmerso en el mundo de los fenómenos que ocurren en esa área gris entre las especies, subespecies y poblaciones, y usando generalmente las aves como modelo para sus estudios. En este tiempo consiguió publicar en revistas internacionales arbitradas consideradas de punta dentro de su disciplina, y hacia el final de este periodo, con becas propias y un espacio propio para el laboratorio, estaba camino a su independencia académica.
Sin embargo, los caminos de la vida muchas veces toman direcciones impredecibles. En el 2003, el doctor García-Moreno asistió a un simposio de evolución y conservación de especies, donde se encontró con el doctor José María Cardoso da Silva, excompañero suyo durante el doctorado y que en ese entonces se había incorporado a una organización de protección del medio ambiente. De este encuentro se derivó que, un par de años más tarde, García-Moreno Meade diera un vuelco a su carrera y entrara de lleno al terreno de la conservación de la naturaleza, a lo que se ha dedicado principalmente desde entonces.
Desde el 2005 a la fecha ha trabajado para tres organizaciones internacionales: Conservación Internacional, Wetlands International y la Alianza para la Sobrevivencia de los Anfibios (convocada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN), de la que fue no solo su primer director ejecutivo, sino el encargado de lanzar la iniciativa y establecer sus cimientos. Su trabajo lo ha llevado a involucrarse en proyectos en todos los continentes del planeta.
Con la experiencia obtenida durante los diez años de trabajo con esas tres organizaciones internacionales de conservación del medio ambiente, en 2015 estableció la consultoría ESiLi, con la que ha ejecutado, entre otros proyectos, uno encaminado a la evaluación para la gestión sostenible de una zona en la frontera sur entre Ghana y Togo, en África. A la par colabora ahora en forma significativa con la Sociedad para la Protección de las Aves de Holanda.
“Estando en Holanda decidí aprovechar la red de contactos que fui conformando para buscar proyectos que pueden ser interesantes, y en los cuales puedo fungir como el vínculo entre las organizaciones y las instituciones que tienen las capacidades para desarrollarlos”, explica.
De la investigación a la conservación
Jaime García-Moreno Meade se dedicó durante 15 años a la investigación sobre la evolución de las especies. Por medio de herramientas moleculares contestaba preguntas de ecología y evolución. Analizó principalmente las aves, empezando en las montañas de Sudamérica, para identificar patrones de distribución de genotipos subyacentes y contrastarlos con los patrones geográficos.
El trabajo con ácido desoxirribonucleico (ADN) lo compara con literatura, pues recuerda que en sus primeras andanzas no podía llegar a contar en casa a sus papás y a sus hermanos, o a sus amigos no biólogos, que en el laboratorio había secuenciado ADN y hecho un PCR, y comparado los resultados mediante técnicas filogenéticas heurísticas. Entonces recurría a la narrativa para contar una historia.
“El trabajo que hice en laboratorio y en campo en biología evolutiva, la combinación de ir al campo y luego al laboratorio para tratar de desenredar la historia es un poco como las novelas policiacas, el ADN es muy bueno para contar historias y siempre es muy interesante tratar de entender cómo fue que llegamos a los patrones de distribución que tenemos actualmente”, dice.
En entrevista, este mexicano que a la fecha sigue publicando artículos científicos con colegas de la UNAM, refiere que el salto de la investigación a la conservación vino con la oportunidad que vio en pasar de la documentación y la comprobación de hipótesis a un nivel de influencia e implementación para la preservación del medio ambiente.
“Ahora me muevo en una esfera más política y activa, en el sentido de tratar de influenciar lo que está sucediendo en un lugar. La conservación es algo que tristemente es necesario hacer. Es enriquecedor porque acerca mucho a la gente, porque requiere entender las necesidades de las comunidades locales en la búsqueda de alternativas y la toma de decisiones, para que se contemplen las necesidades medioambientales igual que se hace con las necesidades sociales y económicas”, abunda. Y es que, asevera, en esta área siempre es necesario que alguien actúe de puente para establecer vínculos.
Raíces
Jaime García-Moreno ha vivido fuera de México por 25 años y radicado en ocho países. Como con la flora, para él lo que prevalece son las raíces y por ello es que sigue considerándose un mexicano de cepa.
“Las raíces son raíces, eso no se pierde nunca. Lo único que es constante es que las raíces se forjan cuando uno crece. A pesar de llevar tanto tiempo fuera, llego a mi país y en cinco minutos ya me acoplé, soy mexicano. Eso no se pierde”, detalla.
Y es que su carrera en conservación la inició en México y Centroamérica, permitiéndole seguir en contacto con su tierra y, sobre todo, el vínculo académico con investigadores de la UNAM y proyectos medioambientales.
“En México estuve promoviendo la conservación de anfibios, como ranas, sapos, salamandras y ajolotes. Es el país que tiene más especies a punto de extinguirse y es un problema poco reconocido porque los anfibios no son tan bien conocidos ni tan carismáticos como otros animales. En mi calidad de director de la Alianza para la Sobrevivencia de Anfibios empecé a trabajar directamente con México, apoyando bastante la Red de Anfibios de Chiapas que está conformada por académicos de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) y la Universidad Politécnica de Chiapas (UPCH), además de involucrar a autoridades municipales de San Cristóbal de Las Casas y Berriozábal, así como al gobierno del estado”, relata.
Este trabajo colaborativo logró capturar el interés de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) para apoyar la Red de Anfibios de Chiapas en la implementación de un proyecto de monitoreo de estas especies en el sureste mexicano.
Vínculos académicos
Aficionado de la fotografía, Jaime García-Moreno no ceja en su labor como puente de contacto entre México y Holanda. Un ejemplo de ello fue la vinculación entre la Universidad de Ciencias Aplicadas de Van Hall Larenstein con la organización Amigos de Sian Ka’an, para que la estudiante holandesa Hannah Böing tuviera una estancia en Quintana Roo en el manejo del medio ambiente.
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“Hablando con uno de los profesores y aterrizando la idea, Hannah Böing fue a México a hacer su proyecto final para recibirse de maestría. Vamos a trabajar para redondear esta idea y tratar de formalizarla, porque fue un primer experimento antes de establecer una colaboración más seria entre la Universidad Van Hall Larenstein y organizaciones en México”, abunda.
Sin embargo, aspira a que esta colaboración sea estratégica y trascienda al intercambio y la formación de estudiantes.
Jaime García-Moreno vive con su familia en la ciudad holandesa de Arnhem, su residencia desde hace ya siete años.
“Hay muchas veces que me gustaría estar en México, extraño su biodiversidad, pero aquí hay otras cosas como la calidad de vida, la educación y las oportunidades. En Holanda son muy buenos en el manejo del medio ambiente, pues aquí prácticamente cada metro de terreno ha sido movido y removido y ha tenido varias funciones, es un país muy densamente poblado y aun así lo han hecho muy bien para tener espacios verdes y tener un entorno amistoso al medio ambiente y al mismo tiempo productivo”, asevera.
Una de las cosas que más disfruta es que en su vida cotidiana no depende del automóvil para trasladarse, “podemos hacer todo en bicicleta y en tren, el transporte público es muy bueno y la red de ciclopistas es impresionante, y eso me encanta”, dice evidenciando su compromiso con el medio ambiente.
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