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Identidades indígenas en ambos lados de la frontera México-Guatemala

Por Alejandro Montaño

San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. 12 de noviembre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- Hace 133 años, el 27 de septiembre de 1882, fue firmado el Tratado de Límites entre los Estados Unidos Mexicanos y la República de Guatemala, luego de un prolongado conflicto por definir las fronteras entre ambos países. Pero esta línea divisoria, particularmente la que divide el país centroamericano con el estado de Chiapas, no solo ha separado dos naciones que históricamente han mantenido lazos estrechos, aunque no carentes de conflicto, también dividió culturas e identidades.

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Rosalva Aída Hernández Castillo, profesora investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), ha estudiado por más de 30 años los procesos históricos de constitución de las identidades indígenas en ambos lados de la frontera sur, concretamente en los municipios fronterizos del estado de Chiapas.

El CIESAS es un organismo público descentralizado fundado en 1973 y adscrito al Sistema de Centros Públicos de Investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), como parte del Subsistema de Ciencias Sociales.

La exhaustiva investigación de Hernández Castillo se plasma en el libro Sur profundo. Identidades indígenas en la frontera Chiapas-Guatemala, editado recientemente por el CIESAS y la Comisión Nacional de Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

Para la investigadora, el trazo de la línea fronteriza fragmentó desde finales del siglo XIX los territorios de numerosos pueblos, como el jakalteko, el kaqchikel, el mam, el mochó, el q'anjob'al, el chuj y el quiché, los cuales vieron sus tierras ancestrales cortadas por una frontera, la mayoría de las veces, imaginaria e invisible. Dichos pueblos tienen el mayor número de representantes y de territorios sagrados del lado guatemalteco, pero los movimientos migratorios estacionales y el trabajo temporal en las fincas cafetaleras del lado mexicano generaron una dinámica migratoria muy agitada.

México-Guatemala, una frontera, múltiples identidades

La antropóloga comenta en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt: "Mi investigación se ha centrado en cuatro regiones, una de ellas es el Soconusco, de las más ricas del estado y del país, en donde la economía de plantación, sobre todo de café y caña de azúcar, y más recientemente plátano y palma africana, ha sido históricamente un vínculo muy estrecho y fundamental para la constitución de las identidades de los pueblos indígenas".

rosalva aida hernandez libro identidades01Otra región estudiada por Hernández Castillo es la Sierra, "caracterizada por comunidades dispersas, unas casitas por aquí, una ranchería por allá, no correspondían para nada con la visión de los llamados 'Pueblos de Indios' que tenemos de los Altos de Chiapas. Cuando comencé a trabajar ahí, vine a desestabilizar muchas de las visiones preconcebidas acerca de las comunidades indígenas incorporadas, cerradas".

En dicha región existían situaciones muy diferentes a las de los pueblos tseltales y tsotsiles más estudiadas y conocidas, algunas de ellas son la migración guatemalteca, el trabajo estacional, pero sobre todo, la dispersión territorial. Según la investigadora, "estamos hablando de comunidades que históricamente han sido muy dispersas y que el ejido vino a concentrar en la segunda mitad del siglo XX, entonces el trabajo se ha centrado en recuperar la historia de cómo se construye lo social y el papel tan importante de la memoria y de la historia oral”.

En el pasado se dieron estrategias brutales de asimilación, de "mexicanización": "En los años 30, en La Trinitaria se quemaban en la plaza pública los trajes tradicionales, se prohibía el uso de las lenguas, se declararon extintas muchas de ellas, a favor de integrarse a la llamada cultura nacional que trataban de imponer los gobiernos posrevolucionarios", comenta Hernández Castillo.

La investigadora ve las identidades como constructos colectivos que sirven mucho para ver cuál es la armazón mediante la cual las personas se relacionan, y contra lo que suele pensarse, no es algo inamovible.

Las distintas identidades de "ser indígena"

La antropóloga confronta varios mitos y cuestiona fuertemente algunos conceptos que desde la antropología se tienen muy asumidos, como el de las identidades (así, en plural, un plural dinámico y cambiante). Cabe preguntarse: ¿hay una sola identidad o son varias?, ¿cómo se construyen concretamente las identidades indígenas?

Algunos de estos grupos, que ya no se adscribían como indígenas, ahora se empiezan a autodefinir nuevamente, algunos de ellos comparten raíces culturales, una lengua, tradiciones comunes a ambos lados de la frontera, pero el tema de las identidades es más flexible; hoy construye, mañana destruye, se dobla, regresa a su sitio.

frontera mexico guatemala infoEn varios contextos, incluyendo el académico, ahora se exige a los indígenas que porten su traje, que hablen su lengua y que conserven intactas sus tradiciones, que permanezcan congelados en el tiempo, para seguir siendo considerados como tales, ante esto, la investigadora cuestiona: "Pero si una mujer indígena estudia, no se casa, se pinta el pelo de morado, usa pantalón de mezclilla junto con su huipil, se declara feminista y lesbiana, y cuestiona los llamados usos y costumbres que legitiman la violencia de género en su comunidad, entonces se le ataca, incluso por académicos de renombre que la acusan de ‘ya no ser indígena’, de haberse asimilado, de traicionar a su gente".

Para Hernández Castillo y otros antropólogos, "ser indígena" es una construcción muy reciente, muestra una gran diversidad de formas de ser y estar en el mundo. Algunos se definen localmente, por su comunidad de origen, como chamulas o zinacantecos (ambos de lengua tsotsil, muy cercanos geográficamente, pero muy diferentes culturalmente entre sí). Otros se autoadscriben por su cultura y su idioma, como los mam (que significa “abuelo” “ancestro”), más allá de las fronteras nacionales.

"Esta construcción política de 'ser indígena' es trasnacional, ha sido apropiada por muchos pueblos y todos han reivindicado su origen, pero también la resistencia al colonialismo, y por eso comienzan a apropiarse el concepto de indígena, como categoría política, y comienzan a movilizarse como indígenas, en distintas partes del mundo".

No se trata de un solo discurso, sino muchas voces que cambian constantemente, sobre todo cuando se miden frente a quien identifican como "el otro", el no indígena, el Kaxlán (voz indígena derivada de "castellano"), que agrupa a todo aquel que no es indígena, los mismos mestizos, los ladinos —que abandonaron las costumbres para adoptar el modo de vida occidental—, y en general a todo extranjero, sea cual sea su nacionalidad.

Se trata de una autoafirmación de la identidad, a partir de la relación —conflictiva, la mayoría de las veces— con aquellos que en el pasado los conquistaron, y los que en el presente intentan negarles el derecho a existir, como menciona la investigadora: "Kaxlán es aquel que me obliga a quitarme mis ropas tradicionales, o a ponérmelas, a callar mis palabras, a aprender su idioma, a olvidar mis historias, pero yo me identifico, más allá de cualquier asignación que quieran ponerme, y soy indígena, me vista como me vista, y hable el idioma que hable, sin pedirle permiso a nadie".

Hernández Castillo concluye: "Las fronteras marcan los límites de nuestra visión, son puntos nítidos que nos dificultan, como investigadores, ver más allá de la línea divisoria. El simple nombre de frontera sur ya es una categoría excluyente y hegemónica, desde lo mexicano, que fue importante en su momento para diferenciarla de la frontera norte, pero que ahora también debe ser repensada para ampliar la mirada más allá de las fronteras, así, en plural, más allá de mojoneras y líneas rectas, que solo existen en el papel y en algunas mentes".

Rosalva Aída Hernández Castillo es originaria de Ensenada, Baja California, México, es doctora en Antropología por la Universidad de Stanford, actualmente es profesora investigadora titular C del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en la ciudad de México. Se formó en el oficio de escribir a través del periodismo trabajando desde los 18 años como redactora en una agencia centroamericana de prensa. Su trabajo de investigación ha estado enfocado en la defensa de los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas en América Latina. Ha vivido y realizado investigación de campo en comunidades indígenas mexicanas en los estados de Chiapas, Guerrero y Morelos, con refugiados guatemaltecos en la frontera sur, así como con migrantes norafricanos en España.

 

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