San Diego de Alcalá y el Ts’uulil K’áak: entidades sagradas de Nunkiní
Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán. 28 de junio de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Conocer los mecanismos culturales mediante los que la población maya de Nunkiní, Campeche, se apropió de una entidad sagrada de origen español como San Diego de Alcalá y la convirtió en una entidad propia, ha sido el propósito de David de Ángel García, investigador del Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales (Cephcis) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A continuación se presenta la segunda parte de la entrevista realizada para la Agencia Informativa Conacyt, donde el investigador relata algunos de los planteamientos principales del libro San Diego de Alcalá y el Ts’uulil K’áak: entidades sagradas en una comunidad maya de Campeche, realizado tras casi 10 años de investigación etnográfica en Nunkiní.
Tiempo mítico en Nunkiní
De acuerdo con el investigador, cuando se habla “de mucho tiempo” en las comunidades indígenas, a diferencia de la historia que cuenta documentos fechados, en los testimonios de la tradición oral no se puede advertir una fecha concreta.
“Cuando se habla de este milagro hay quienes dicen que fue hace 300 años, otros 200, otros 500; hay quienes no hablan de años sino de hitos históricos, como ‘al poco de que estaban los españoles’, ‘un poco antes de la Revolución’, ‘de la época de las haciendas’. Esto nos dice que estamos ubicados en un tiempo mítico, un tiempo que se ha perdido en la memoria individual mas no la colectiva, pero que es muy antiguo”, apuntó.
En este tiempo mítico, la tradición oral cuenta que ocurrió una epidemia de viruela negra que acabó con la población de Chanca, muy cerca de Nunkiní, y en la propia comunidad ya muchos habían fallecido a causa de esta enfermedad.
“Los historiadores de la época colonial nos dicen que eran muy recurrentes esas epidemias de viruela negra, peste y rubéola en toda el área mesoamericana, pues los indígenas no tenían anticuerpos ni defensas biológicas para defenderse de los virus que traían los europeos, y viceversa”, comentó.
Ante el miedo de una pronta extinción, la comunidad buscaba diversas formas de combatir la enfermedad. Según cuenta la gente, un H’men antiguo (especialista ritual o chamán) tuvo un sueño durante una noche en el que se le apareció San Diego de Alcalá, explicándole que el pueblo estaba padeciendo esta enfermedad como un castigo enviado por Dios a causa de que estaban abandonando sus tradiciones.
“Porque estaban dejando de ser mayas, estaban trabajando en las haciendas y estaban dejando de cultivar su milpa, que era el símbolo del ser maya, y esa epidemia iba a continuar a no ser que los mayas hicieran una suerte de sacrificio en el que ofrecieran a un caballero de fuego, a un Ts’uulil K’áak, que es la contraparte de San Diego de Alcalá”.
Al despertar, el H’men se reunió con la comunidad para comunicarles las órdenes recibidas del santo y la gente decidió hacer caso a este mensaje onírico. Ya que no podían sacrificar a un Ts’uulil ante el riesgo de sufrir graves represalias de parte de las autoridades, empezaron a construir una figura, a tamaño real, y con la apariencia y atuendo de un patrón de hacienda español.
“Se le prendió fuego en el atrio de la iglesia, delante de la imagen de San Diego, como una especie de sacrificio esperando que la enfermedad remitiera, tal y como así sucedió. Entonces se considera que fue San Diego, a raíz de esta ofrenda colectiva de la comunidad, quien curó esta enfermedad”, apuntó el investigador.
Ts’uulil K’áak, de objeto de sacrificio a entidad sagrada
Este milagro fundacional no solo existe en la tradición oral sino también en el ritual de la quema del Caballero de Fuego que se realiza anualmente durante la feria y las fiestas patronales de San Diego de Alcalá para rememorar este milagro. “Se construye el Ts’uulil K’áak, se rellena con casi un kilo de pólvora, se viste con el atuendo de un blanco, de un patrón, y se quema en la puerta del atrio de la iglesia”, comentó el investigador.
Después de trabajar durante ocho años en la comunidad de Nunkiní, De Ángel García tuvo la oportunidad de profundizar en el estudio de la imagen del Ts’uulil K’áak y darse cuenta de que, lo que pudiera parecer un “chivo expiatorio, un judas o un representante del mal que al quemarse se lleva consigo el mal de la comunidad”, hoy en día la comunidad y sus devotos le confieren el papel de un santo, más que de un mero objeto del sacrificio.
“¿Cómo sabemos que es una entidad sagrada? Porque tiene poderes y hace milagros. Además, en el lenguaje de la gente hay una serie de palabras que reservan para las entidades sagradas y muchas de esas palabras se las dedican también al Caballero de Fuego. La gestualidad que se dedica a las entidades sagradas, que usualmente denota postración ante la presencia de algo poderoso, también se la dedica al Ts’uulil K’áak”, señaló.
Usualmente, la gente se santigua delante de su imagen, besan su atuendo en señal de respeto y realizan ofrendas de dinero, maíz, animales y ropa, por lo que la figura suele tener muchos paliacates colgados, sombreros, pantalones y zapatos ofrendados por vecinos de la comunidad.
La gente de la Sociedad del Caballero de Fuego pasa por cada casa de la comunidad recolectando caridad y cuando alguien le da dinero, ropa, pavos o maíz, la persona encargada de llevar al Caballero de Fuego les agradece en lengua maya y les invita a asistir a la celebración, además de pedir a la figura que bendiga a la familia, animales y cosecha de quienes han hecho la caridad.
“Lo que nos dice que con el tiempo, el Ts’uulil K’áak ha adquirido una connotación de entidad sagrada y ha llegado a convertirse en una suerte de santo acompañante, de alter ego de San Diego de Alcalá; representando una suerte de quema de la otredad, de la parte extranjera y no maya del propio San Diego, pues pareciera que por medio de la quema del Caballero de Fuego, San Diego de Alcalá se reafirma ante sus fieles de Nunkiní como una figura no tan extranjera como realmente es”, finalizó.
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