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Más ciencia, menos fanatismo


Por Ricardo Capilla Vilchis

Ciudad de México. 7 de junio de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Todos podemos ser seguidores de algo, ya sea de algún grupo musical, un equipo de futbol o alguna celebridad, y no vamos más allá de expresar nuestra admiración de una manera inofensiva. Sin embargo, existen personas que consideran que sus ideas son las únicas verdaderas, por lo que buscan imponerlas, no importándoles si esto significa causar daños a los otros.

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Para discutir sobre las causas y los peligros de los ataques terroristas que han ocurrido en los últimos años, la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) llevó a cabo la mesa redonda Más ciencia, menos fanatismo.

Fanatrium es templo, y el que es fanático, es aquel que se encarga del templo (…) Es aquel que tiene una fe ciega y tiene un comportamiento radical, que no le importa ni tiene límites con tal de obtener lo que sus convicciones y creencias le dictan”, explicó Bernardo Barranco Villafán, sociólogo especialista en religiones.

Por lo tanto, el fanatismo es la actitud de defender las creencias con pasión exagerada y desmedida. El fanatismo que más destaca es del tipo religioso, pues las convicciones creadas al seguir a un dios son muy fuertes, llegando a desatar conflictos bélicos en contra de aquellos que son diferentes.

megaphone-1480342_640.jpgA menudo, estos fanáticos se muestran como individuos violentos, iracundos, que se niegan a escuchar otros puntos de vista y evitan el diálogo. Esto, según el sociólogo, se da porque al creerse portadores de la verdad absoluta, se sienten con la responsabilidad de realizar la palabra de su dios y hacerla sentir a la sociedad.

Pero también existen otros tipos de fanáticos: los ideológicos, que son aquellos que poseen ciertas convicciones y desean imponer su ideología a la sociedad.

Detalló también algunas características que comparten los individuos fanáticos: “Son intransigentes, no son capaces de negociar, son radicales y apasionados, al grado de sufrir la pérdida del sentido de lo real”.

Como producto de esta forma de pensar, se han producido guerras como las cruzadas, conflictos principalmente entre cristianos y musulmanes por el control de Jerusalén, o hasta instituciones como la Santa Inquisición, que se dedicaba a perseguir y castigar a individuos considerados herejes por la iglesia católica.

También existen dos expresiones similares al fanatismo: el integrismo y el fundamentalismo. El integrismo es un pensamiento y una acción en donde todas las creencias están articuladas e inspiradas por dios; se caracteriza por ser inflexible y totalizante.

El fundamentalismo es el regreso a los fundamentos de una religión. Sus practicantes leen literalmente los textos religiosos con el fin de ponerlos en práctica y así contrarrestar las desviaciones que pudieran existir.

Exclusión e imposición

Raúl Trejo Delarbre, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, afirmó que el fanático se relaciona con aquellos otros individuos que son como él y excluye a aquellos que no comparten su forma de pensar. Por otro lado, en casos en los que el fanático es una persona radical, se llega incluso al extremo de querer eliminar a los que no comparten sus creencias.

“El problema de los fundamentalismos radica en querer imponer nuestras creencias, nuestros dogmas, a otros o que otros se comporten como a nosotros nos gustaría (…) Esos dogmáticos que no aceptan que la realidad sea diferente a como a ellos les gustaría son los que hacen daño a la sociedad”, recalcó el también miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Destacó que la ciencia puede explicar las acciones derivadas del fanatismo, pero por sí sola es incapaz de reducirlo. “Es necesario que deliberemos y dialoguemos, pues de esta forma podemos defender, con argumentos, nuestras creencias e ideas frente a los otros”.

Ignacio Cuevas de la Garza, asesor del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), considera que es importante no confundir a un practicante de alguna religión con un fanático religioso, pues pueden originarse ataques discriminatorios hacia miembros de minorías religiosas que radican en México.

Afirmó que para lograr una sociedad en la que sus integrantes convivan con armonía, primero debe reconocerse a sí misma como plural, de manera que a través del diálogo se reconozca y se respete la forma de pensar del otro.

 

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