Enseñanza de la ciencia en comunidades rurales mexicanas
Por Yureli Cacho Carranza
México, DF. 27 de mayo de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- La vocación de servicio y magisterio de la doctora en Bioquímica Leticia Guadalupe Navarro Moreno, profesora-investigadora de la Universidad del Papaloapan (Unpa), la han impulsado a ocuparse de impartir ciencia a alumnos de preescolar y primaria en algunas zonas rurales del estado de Oaxaca, ambiente donde las condiciones no son fáciles.
Para la académica, son muchos los autores que han expresado que enseñar ciencia a niños de edad preescolar y educación primaria, además de proporcionarles habilidades manuales y cognitivas, les despierta interés por el medio que los rodea. “Desde mi punto de vista, aunado a las características antes mencionadas, también les enseña a trabajar en equipo, a expresar sus ideas y a formularse nuevas preguntas; amén del interés y la emoción que el conocimiento científico les genera”, señaló.
El quehacer de la ciencia escolar se clasifica desde la enseñanza tradicional de conceptos científicos hasta la capacitación para la responsabilidad ciudadana y consecuente toma de decisiones en asuntos tecnocientíficos de interés público. Así lo explica Navarro Moreno en un capítulo de su autoría que hace parte del libro Tejiendo redes para el conocimiento multidisciplinario en educación y emprendurismo (sic).
Por lo anterior, la enseñanza de las ciencias se ha vuelto una necesidad creciente dentro de la educación, afirmó la doctora en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.
Problemática nacional
A decir de la especialista,el nivel de educación de los niños de primaria en Oaxaca desafortunadamente está muy devaluado, porque al parecer el tema tiene que ver más con un contexto político que académico.
Aun cuando Oaxaca es rico en grupos étnicos, los cuales conservan tradiciones y lenguas maternas, esta situación dificulta la transmisión del conocimiento científico. Además de esto, las comunidades se localizan muy lejos de las ciudades, por lo que el nivel de aprendizaje se limita a lo único que el profesor logre transmitir a sus alumnos, lo que puede resultar escaso, comentó: “Las comunidades rurales, al encontrarse tan alejadas de las grandes urbes, no resultan beneficiadas con el progreso de las mismas”.
Otra característica de las poblaciones rurales es la existencia de escuelas multigrado: en un mismo salón conviven y toman clase niños de todos los grados de primaria y a veces, incluso, de preescolar, lo que también limita y condiciona la enseñanza, mencionó la académica.
“En las escuelas rurales, los niños cursan un proceso educativo diferente que depende de la comunidad a la que pertenecen, porque cada una posee rasgos sociales y culturales diversos", detalló.
Por otra parte, es bien sabido que las comunidades rurales e indígenas del país, en su mayoría, se encuentran altamente marginadas y en consecuencia con una alta tasa de migración. La necesidad de trabajar a muy temprana edad para alcanzar el sustento familiar orilla a que la educación de muchos niños pase a segundo término, explica la doctora en el libro anteriormente citado.
Además de lo anterior, el texto detalla que en México no existen programas de enseñanza de las ciencias para niños de primaria, cuando es justo en esta etapa de sus vidas que los estudiantes comienzan a moldear sus gustos y su curiosidad es muy activa. Y agrega que, desafortunadamente, la enseñanza de las ciencias es una actividad prácticamente inexistente en este tipo de comunidades.
Considerando lo anterior, la doctora Navarro Moreno se dio cuenta de la importancia y la necesidad de enseñar ciencia a niños de comunidades rurales. “Acercarlos al conocimiento científico permitiéndoles inmiscuirse en el mundo experimental, que comprueben hipótesis y se les ocurran muchas preguntas, además de sugerir experimentos; es una enorme satisfacción porque al despertar su curiosidad por la educación científica, su formación se torna más integral y sus aspiraciones de vida cambian. Una vez que adquieren conciencia sobre los diferentes fenómenos a su alrededor, se convierte en un anhelo para ellos continuar con sus estudios, más allá de la educación básica”, manifestó en entrevista.
Durante los ocho años de su experiencia de trabajo con estudiantes de comunidades rurales, además de tres años previos de enseñanza a niños en la Ciudad de México, la investigadora ha podido constatar que sin importar el nivel socioeconómico, “los infantes tienen todas las características necesarias para aprender ciencia, y además, ellos también pueden enseñarnos a nosotros los adultos que la ciencia no es algo específico de los científicos: la ciencia es universal”.
Fervor por la enseñanza y el aprendizaje científico
Al preguntarle sobre la manera en la que se imparte educación científica en estas comunidades, mencionó que se lleva material escrito y de laboratorio a los planteles (hasta este momento se han atendido cuatro escuelas primarias rurales bilingües multigrado en las localidades de Chiltepec y Jacatepec; una comunidad de niños de una colonia de Chiltepec y una escuela rural bilingüe normal localizada dentro de la comunidad de San Isidro Naranjal, también en Chiltepec) y se enseñan conceptos científicos que los alumnos asocian experimentalmente mediante trabajo manual.
Los experimentos que se realizan en clase giran alrededor de un tema central relacionado con ciencias químico-biológicas, como por ejemplo el cuidado del medio ambiente, el impacto de los elementos y compuestos químicos sobre los seres vivos, la biodiversidad, el reciclado enfocado a disminuir la contaminación, entre otros. “Casi todos los temas se relacionan con enseñanzas que abordaremos en futuras sesiones”, explicó la también maestra en Ciencias.
Detalló que se divide a los niños por grados de primaria en tres grupos: primero y segundo; tercero y cuarto; quinto y sexto. En el caso de las escuelas multigrado, los niños de preescolar se juntan con los niños de primer grado. Por lo general, la escuela tiene o habilita un espacio para trabajar. De lo contrario, se improvisa algún lugar para la actividad, ya sea al aire libre o en un aula o salón de usos múltiples.
“La clase es experimental y se basa en un concepto o hecho de determinada materia. A los alumnos se les proporciona información general conforme a su grado, es decir que un mismo tema se imparte con diferente nivel de complejidad, dependiendo la edad de los estudiantes”, añadió.
Después de darles una breve introducción, se les explica lo que pueden hacer de manera experimental y los niños realizan ejercicios de laboratorio utilizando pipetas, probetas, matraces, vasos de precipitado, microscopios y demás enseres científicos. Conforme van avanzando, les surgen dudas que no se les responden en su totalidad, únicamente se les da alguna orientación, porque lo que se busca es que sean ellos mismos quienes generen ideas sobre los fenómenos que van observando, refirió la investigadora.
Posteriormente, cada niño recaba sus resultados, anotaciones o dibujos, y al final, con las colaboraciones de todos, se llega a una conclusión. “Es tal el entusiasmo de los pequeños, que muchos de ellos sugieren ejercicios adicionales, los cuales realizamos en la mayoría de los casos, y entonces resulta tangible el gusto que los alumnos han adquirido por las actividades científicas”, manifestó.
Viajar enriquece
Además de la compra de materiales, parte del financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) ha permitido que otras actividades, como los viajes escolares, enriquezcan la enseñanza de la ciencia en los niños de estas comunidades.
“Los primeros dos viajes fueron a la Ciudad de México. Los alumnos visitaron los diferentes laboratorios y departamentos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), donde pudieron realizar algunas actividades experimentales. También visitaron el Museo Tezozómoc del Centro de Difusión de Ciencia y Tecnología (Cedicyt), donde dieron rienda suelta a su curiosidad e interactuaron con juegos didácticos y equipo del lugar”, detalló.
Por otra parte, alumnos de la escuela primaria de la localidad de San Isidro Naranjal participaron el año pasado en la Semana Nacional de Ciencia y Tecnología (SNCYT) del Conacyt, dentro de las actividades organizadas por la Unpa para este evento, y presentaron una ponencia preparada por estudiantes de todos los grados en la que, tanto en español como en su lengua materna (chinanteco), explicaron las diferentes actividades científicas que llevaron a cabo durante el ciclo escolar anterior, afirmó Navarro Moreno.
Sortear la apatía y la incertidumbre
Cuando al inicio de uno de los ciclos escolares se les preguntó a los niños de la escuela rural bilingüe Josefa Ortiz de Domínguez de San Isidro Naranjal que si les gustaba hacer experimentos, el 100 por ciento respondió no saber lo que significaba “hacer experimentos”, refiere la doctora en el libro ya mencionado.
“Al comienzo del proyecto, la participación de los estudiantes era escasa porque las actividades les resultaban extrañas y poco usuales. En la medida que los miembros de sus comunidades conocieron los objetivos del proyecto y se involucraron en la educación de sus hijos, estos comenzaron a participar más”, señaló la entrevistada.
Detalló que en un principio los niños no mostraban el más mínimo respeto por las cosas; perdían o maltrataban los materiales y lo que se les encargaba: tareas, sus carpetas de registro o el cuidado de germinadores. Hoy en día, agregó, saben que en la clase de ciencias van a realizar actividades de diferentes tipos y afortunadamente su porcentaje de aceptación ha incrementado.
Actualmente los alumnos están favorablemente acostumbrados al ritmo de trabajo, saben manejar muy bien los materiales de laboratorio y son responsables de las actividades que realizan, abundó Navarro Moreno.
Educación básica, la clave
“Cuando impartí clase de bioquímica y ciencias afines en la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Biotecnología (Upibi) del IPN, con decepción me di cuenta que, a ese nivel, los alumnos carecían de los conocimientos mínimos necesarios para cursar sus materias, por lo que el índice de reprobación era muy alto. Muchos de ellos ni siquiera sabían leer bien y menos redactar. Así comprendí que el problema radicaba desde el nivel básico de educación”, afirmó la doctora.
El que sus alumnos universitarios no mostraran interés ni capacidad de asombro por las materias químico-biológicas y, al contrario, denotaran miedo, influyó para que la investigadora decidiera impartir ciencia a alumnos de primaria en la Ciudad de México y posteriormente en escuelas rurales en las comunidades Plan de Águila, Tierra Negra, San Miguel, San Felipe y en la colonia Reforma de los municipios de Chiltepec y Jacatepec, en Oaxaca.
Desarrollo del proyecto
Desde 2007 se trabajó con dos profesoras-investigadoras de la Unpa: la maestra en Administración y Desarrollo de Negocios Dolores Esquivel Hernández y la doctora en Psicología Beatriz Acosta Uribe. Además, una alumna de la Licenciatura en Diseño de la Universidad Madero trabajó dentro de las comunidades y realizó su tesis con la generación de material de apoyo para las clases de ciencias.
Actualmente, estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Químicas de la Unpa realizan su servicio social participando en este proyecto, y como una actividad extraordinaria estos prestadores de servicio social acuden al evento Cinvesniños del IPN, para interactuar con niños de otras condiciones sociales y regresar con nuevas ideas que les permiten seguir trabajando con alumnos de las comunidades rurales.
En este plausible trabajo denominado Educación científica en comunidades rurales e indígenas de Oaxaca ha tenido participación el Conacyt, la Unpa y, desde luego, la buena voluntad y recursos de amantes de la ciencia como la investigadora Navarro Moreno y la gente que le acompaña.
“A fin de que el interés por el proyecto no decaiga y sigamos avanzando, lo que se ha hecho es involucrar a los profesores y a los padres de familia. Al inicio, los profesores titulares de los grupos no alcanzaban a ver el objetivo o la utilidad de que sus alumnos tuvieran clases de ciencia y consideraban el tiempo que los alumnos trabajaban con nosotros como de descanso o de comida. Muchas veces ignoraban las actividades de la materia de ciencia y por lo mismo, si se les dejaba alguna tarea adicional o una clase extra a los alumnos, esta no se realizaba porque cuando los estudiantes la mencionaban, los profesores no mostraban gran interés”, señaló.
Debido a lo anterior, se le explicó a los profesores el beneficio de impartir ciencia, así como la importancia de incluir dentro de sus propios cursos las experiencias que los alumnos obtienen en dicha asignatura; y gracias a la impartición de la clase de ciencia, las estadísticas han confirmado un importante avance en los estudiantes, incluso aquellos catalogados de “flojos” han demostrado buen rendimiento, detalló la especialista.
Resultados del proyecto
De acuerdo con la doctora Navarro Moreno, actualmente la población en general tiene mayor interés por el proyecto, y esta experiencia, conforme a lo que ella ha podido conocer, ha contribuido a que el número de estudiantes deseosos de continuar la educación secundaria vaya en aumento. Asimismo, existen alumnos de nivel medio superior que están a punto de elegir una carrera técnica o profesional, y también hay quienes ya se han ido a estudiar a la capital oaxaqueña e incluso al Distrito Federal o a Guadalajara.
Derivado del proyecto y a fin de que más egresados se sumen a esta importante labor, la Licenciatura en Ciencias Químicas de la Unpa tiene una materia optativa que se llama Enseñanza de las Ciencias, la cual han cursado seis alumnos de diferentes generaciones.
Además de ello, se participó –junto con profesores de las escuelas rurales bilingües de San Isidro Naranjal y San Felipe– en el Congreso Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación 2012, en donde se presentaron tres trabajos que involucraron a profesores y padres de familia de la localidad. Esta fue la primera experiencia de los docentes en un evento de esta naturaleza, lo que les dejó una significativa vivencia y aprendizaje.
Para la investigadora, uno de los resultados más sorprendentes es que la mentalidad de los jóvenes ha cambiado, lo que se refleja en una disminución de nacimientos porque anteriormente los alumnos que salían de primaria se casaban y formaban nuevas familias. Debido a eso, muchos jóvenes se ven en la necesidad de migrar de su comunidad para obtener un trabajo.
“Muchas veces se van a Estados Unidos pero generalmente regresan deportados y con nuevas costumbres (...) Afortunadamente, este proyecto ha influido en cuanto a las aspiraciones educativas de los infantes, porque se les ha demostrado que existen otros caminos para mejorar”, apuntó.
Algo en lo que se ha hecho hincapié, detalló, es la importancia de conservar el orgullo de las comunidades, no olvidar su dialecto y que regresen a sus casas para ayudar a su población: “Considero que debemos respetar y mantener su riqueza cultural. Por mi parte siento que, en lugar de enseñarles yo algo nuevo, ellos me han enseñado más sobre la riqueza cultural del país, cosa que les agradezco sobremanera”.
Este estudio ha sido presentado en gran número de congresos nacionales e internacionales, donde se han dado a conocer algunos de los resultados obtenidos a lo largo de los años.
Obstáculos
Una de las principales dificultades encontradas es el tiempo, porque solamente se tiene la oportunidad de una mañana por semana para llevar a cabo la visita a las escuelas y trabajar con los alumnos, lo que resulta insuficiente para visitar todos los planteles. De ahí la promoción de una participación más activa por parte de los profesores, a quienes se les proporciona el material y las instrucciones.
Navarro Moreno comentó que otro problema es el económico para producir las copias necesarias del material requerido. Sin embargo, algunos directores de determinadas escuelas han logrado adquirir máquinas fotocopiadoras y hojas para generar los materiales impresos. Y finalmente el transporte, pues dado las diversas y extensas distancias, con frecuencia el traslado se complica, reveló la doctora.
“Si la enseñanza de ciencias para niños de educación básica se convirtiera en una prioridad en nuestro país, el nivel educativo del mismo podría competir con el de los países desarrollados que dan prioridad a la inversión de la educación científica”, concluyó.
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