La literatura y la divulgación científica no son mundos contrarios
Por Susana Paz
Guadalajara, Jalisco. 2 de diciembre de 2014. (Agencia Informativa Conacyt).- Reflexionar sobre la labor de la divulgación científica y debatir acerca de los retos que encierra la ciencia y la literatura, fueron algunos de los temas que se abordaron en la mesa redonda Libros de divulgación de la ciencia escritos por mexicanos, en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Participaron divulgadores de gran trayectoria como Juan Tonda Mazón, subdirector de publicaciones periódicas de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); María Emilia Beyer, bióloga y divulgadora de la ciencia; Sergio de Régules, coordinador científico de la revista ¿Cómo ves?; y Gerardo Herrera Corral, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Gerardo Herrera, físico mexicano que participa en uno de los proyectos científicos más grandes a nivel mundial, el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) que es el mayor acelerador de partículas del mundo, reflexionó acerca de las dificultades que los divulgadores encuentran al momento de transmitir el conocimiento científico. Y es que afirmó que el divulgador debe de construir el discurso científico original y estructurar toda una nueva historia a partir de él, transformando de esta manera el lenguaje, el estilo y los objetivos.
“El científico busca la aceptación de su propuesta mientras el divulgador quiere informar sobre los contenidos. La divulgación científica tiene la posibilidad de ir más allá de la emoción, tiene la posibilidad de entusiasmar, provocar asombro, de tal manera que puede utilizar el lenguaje literario y seductor; puede acercarse a otros campos de conocimiento, relacionar ideas y proporcionar al interesado nuevas perspectivas”, expresó el investigador.
Consideró además tres características y retos que enfrenta la divulgación. En primer lugar, que ofrece un gran marco de perspectivas, pues proporciona no solo la difusión del conocimiento, sino que abre puertas más amplias que permiten observar los resultados científicos desde más ángulos. La otra, que se puede ver como una traducción que pierde precisión en la elaboración de metáforas, lo que es la mayor de las limitantes al momento de escribir un libro. Por último, y a su juicio el componente más importante, es que representa la expresión de asombro ante la manera de cómo se develan los misterios y se aprende de la naturaleza.
Escrito en México
María Emilia Beyer, quien tiene una trayectoria de 16 años como divulgadora de la ciencia y siete libros publicados, todos escritos en español, expresó el porqué de la necesidad de hacer libros de ciencia en español y la importancia de decir que se hacen en México.
Consideró que, en primer lugar, todas las inquietudes locales que se aportan cuando se escriben libros en español sobre la ciencia son muy importantes, pues proveen de aspectos locales que suman interés a quienes los leen, además de que no es lo mismo traducir un libro de ciencia de otro país, que resulta a veces más costoso.
En materia de escritura, se pronunció por las conexiones y vasos comunicantes que se establecen cuando se utilizan referentes populares como estrategia, que sirvan como punto de partida hacia una explicación científica.
“Estamos en la FIL con una fuerte presencia de los libros de ciencia. El libro es la invitación para que se establezca un diálogo entre el autor y el lector, entonces necesitamos que el libro llegue a manos de las personas para quienes lo hemos pensado. Para nosotros los divulgadores, la ciencia es el tema principal y la literatura es el barco en el que viajamos”, comentó la autora.
Escribir ciencia
Para Sergio de Régules, los obstáculos y los retos principales que tienen que ver con la divulgación giran en torno a la complejidad de caer en un didactismo insoportable de un texto que se pretende placentero.
“La divulgación tiene que ser placentera, de lo contrario no sirve porque nadie la va a leer; es el primer obstáculo, cómo hacer esto. El texto debe ser claro, informar y ser una lectura placentera; si está bien fundamentado y claro pero nadie lo lee, ya no fue comunicación de la ciencia”, expresó el escritor.
Y es que afirma que escribir ciencia es finalmente escribir: “No traicionar a la comunicación y la literatura, ninguna está por encima de la otra. Si no atiendes a las dos, en pie de igualdad, no funciona; si prefieres el rigor científico, se va a convertir en rigor mortis, si prefieres nada más la narración, se va a convertir en un relato sensacionalista que no va a tener nada de ciencia. Debe haber un equilibrio, son obstáculos que enfrentamos, y claro, el de todo escritor, porque escribir ciencia es finalmente escribir, es cómo seduces la lector, cómo logras que se quede contigo”.
Para De Régules, quien recientemente cursó una beca para artistas en Italia, escribir ciencia quiere decir escribir; y esto, en el mejor de los casos, quiere decir escribir literatura. Por ello afirma que se pueden “robar” algunos recursos a los escritores que mejor hacen su trabajo.
“Uno de los recursos es contar historias, no contar la información en abstracto, sino referir a cosas reconocibles como personajes que tienen intenciones; y número dos: defender la metáfora, que tiene mala fama en el mundo académico como forma vaga de decir las cosas, pero no, la metáfora es para el escritor la manera de decir de forma más clara información precisa y mostrar la misma imagen; podemos tomar estos recursos literarios”, opinó el autor.
Para el escritor, la divulgación es una actividad completamente incomprendida y mal entendida en el medio académico, además de que hay muchos prejuicios e ingenuidad acerca de lo que es.
“Por ello, el reto de los divulgadores es lograr que se reconozca nuestra actividad como una acción creativa, independiente de la ciencia, porque no es ciencia lo que hacemos; nosotros hacemos, quizá, un tipo de literatura cuyo tema es la ciencia, una actividad más cercana a las artes que a la ciencia. La ciencia es nuestro eje. Esto se está viendo en otros países, que se reconozca al género como un relato que no es de narrativa imaginativa, como un género literario, y la divulgación como una actividad independiente y creativa”, comentó.
Juan Tonda Mazón, quien coordinó la mesa de debate, coincidió con los panelistas, aunque aseveró que si bien la buena divulgación de la ciencia se puede considerar literatura, esto implica un proceso difícil.
Además, reconoció la presencia del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en la FIL: “Estamos contentos de que el Conacyt tenga un stand de 300 metros cuadrados en la feria y reconocemos la importancia de que la ciencia esté presente en este foro literario. Aquí se pueden encontrar la mayor parte de los libros de divulgación escritos por mexicanos”.
Al inicio del encuentro, Tonda Mazón pronunció un comunicado emitido por los divulgadores de la ciencia contra la violencia en México, que firmaron alrededor de 200 científicos y divulgadores mexicanos, además de 33 en América Latina.
Este obra cuyo autor es Agencia Informativa Conacyt está bajo una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons.