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Niños jornaleros: pobreza, desigualdad y violencia

Boletín de prensa

8202/2018

Puebla, Puebla. 12 de octubre de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- Unos guaraches negros y desgastados calzan los pequeños pies de Alex, de tan solo ocho años. La piel está tan reseca por el contacto diario con la tierra y el sol que su color se torna grisáceo. Sus pies permanecen inmóviles y suspendidos en una banca de la estación de autobuses en Puebla, donde duerme cubierto con una cobija desde la cabeza hasta las rodillas.

Alex ha viajado toda la noche con su mamá y su hermano de seis meses, después de salir de los campos agrícolas de León, Guanajuato, donde permaneció con otras familias de jornaleros que trabajaron en la cosecha de chile de mayo a julio en este año.

Son las seis de la mañana y esperan el siguiente autobús que los lleve a Tlapa, Guerrero, para después viajar a su lugar de origen, Cochoapa, considerada una de las localidades más pobres del país, ubicada en la montaña alta de ese estado. Atrás dejaron al resto de familias jornaleras con las que trabajaron y que ahora ya están en Jalisco cumpliendo con otro periodo de cosecha.

Para la señora Carmen González, madre de Alex, no fue una buena temporada. El dinero que se supone obtendría por la recolección de chile nunca llegó a sus manos. Su marido lo cobró todo y solo le dio golpes e insultos cuando ella le pidió su pago, por eso regresa sin nada, solo con sus dos hijos.

Alex se despierta, se muestra tímido, casi no habla. Un costal por donde se escapa ropa y dos bolsas de plástico son el equipaje que intenta “cargar” o jalar, mientras su mamá lleva en brazos a Joel. En León, Alex ayudaba a sus padres en el campo, pero sobre todo cuidando a Joel, un bebé risueño que constantemente exige el pecho de su madre.

Solo ha pasado media hora desde el primer encuentro con Alex y ya se siente con más confianza, ya no esconde su mirada ni tampoco agacha la cara. Su sonrisa crece a la menor provocación y cuando ve un cartel en el que aparece un canguro como promoción para visitar un zoológico, Alex lo señala entusiasmado diciendo: “Mira ese burro”. Después, escucha atento por qué esa imagen no es el animal que supone, y vuelve a reír al imaginar que un “burro” brinque y cargue a sus crías.

Alex parece de siete años, es muy delgado y tiene el pelo negro y abundante, tanto como su energía, lo mismo arrastra el costal, que carga a su hermanito. Siempre ayuda a su mamá, nadie tiene que pedírselo. La acompaña en días de trabajo, la ayuda en la cosecha o carga al bebé. Conoce lo que se tiene que hacer en los campos agrícolas para ganar dinero, sabe lo que es estar bajo el sol intenso por varias horas, sabe cómo se cosecha el chile, el tomate y otras verduras y frutas; sabe lo que es caminar por muchas horas; sabe lo que es tener hambre y sabe lo que es la violencia.

Alex forma parte del porcentaje de niños que laboran en el sector agrícola, el que más concentra el trabajo infantil en México (30 por ciento del total), en una población de cinco a 17 años, de acuerdo con mediciones del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El organismo en su informe 2015 refiere que el segundo sector que más emplea a los menores es el minero, la construcción y la industria con 23 por ciento; mientras que las ventas y comercio representan casi 17 por ciento de la ocupación infantil. El resto se divide en otras actividades que no contemplan la explotación sexual comercial infantil.

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DP/SP/FV/8202/2018

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