Rafael Montesinos Carrera y las rutas de la masculinidad
Por Judith Ureña
Ciudad de México. 30 de mayo de 2016 (Agencia Informativa Conacyt).- Rafael Montesinos Carrera es licenciado en sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), maestro en economía y política internacional por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), así como maestro y doctor en ciencias antropológicas, también por la UAM lo que, de manera cuasi natural, lo llevó a integrarse en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), en el nivel II.
Si bien subraya que su especialidad es en materia de sistema político y el análisis del discurso del sector empresarial en el país, sabe que estos asuntos son ignorados en México, no así los temas de género, los cuales cataloga de “mercadotécnicos”, ya que son de interés general, además habla de una problemática real, nacional, que lo coloca en la agenda.
Pero su llegada a estos tópicos no fue una apuesta desde el inicio ya que, por ejemplo, no se incorpora a la edad “común” al nivel medio superior, puesto que inició con estudios de contabilidad en la vocacional 5, en la Ciudadela. Posteriormente estudió la mitad de la carrera en administración industrial y, cuando decidió retomar los estudios, optó por estudiar sociología en la UAM Iztapalapa, según sus propios recuentos, esto fue alrededor de los 26 años e hizo la carrera en seis años.
Ya casado y trabajando en un banco como cajero, en los tiempos donde era posible cumplir el horario y aprovechar las tardes, reconoce que fue muy irregular su desempeño como estudiante, pues carecía de un "mínimo capital cultural" que le permitiera incorporarse exitosamente a las ciencias sociales”.
Venía de un sistema muy tradicional, en donde todavía se trabajaba con apuntes y, al aprenderlo, uno podía pasar los exámenes. Al llegar a la universidad se topó con un mundo completamente diferente, en el cual se tenía que leer, discutir y escribir (habilidades que le costaron bastante tiempo en un inicio, reconoce).
Subraya que la oferta educativa de la UAM, su peculiaridad era romper con el sistema tradicional y entrar en un proceso de enseñanza aprendizaje, donde el estudiante tuviera una posición muy activa.
Fue una época en que la sociología se alimentaba de utopías como la Revolución, la cual se convirtió —en su caso— en un alimento espiritual, casi religioso que lo llevó a tener la disciplina adecuada para alcanzar el nivel que exige la UAM.
Primer trabajo como sociólogo
Una vez con las habilidades desarrolladas y tras concluir la universidad, obtuvo su primer trabajo como sociólogo en el Consejo del Sistema Nacional de Educación Tecnológica (Cosnet), figura de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para dar impulso al sistema de educación media superior, trabajo que califica como “motivante, divertido y halagador”, por ser su trabajo inicial como sociólogo.
Se trató de una investigación nacional en que estuvo “como responsable y único trabajador” (subraya bajo risas) de Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Jalisco y Veracruz, un trabajo sobre comunicación educativa. De hecho, narra, se encontraba llegando a Parral, viajando desde Ciudad Juárez, al momento en que fue el terremoto de 1985, así que cuando concluye el proyecto se reincorpora al mercado de trabajo, sin importar si era relacionado con sociología o no, lo cual le dejó "la saludable experiencia de trabajar tanto en la iniciativa privada como en el sector público".
Por lo anterior, ingresó al gobierno del entonces Distrito Federal, en obras públicas, realizando labores estrictamente administrativas, obtuvo por pago una especie de beca, lo que él aprovechó para estudiar más, ya que disponía de tiempo y horario para tener la disciplina de un científico: generó sus propios programas de investigación y produjo varios artículos, mismos que fue publicando (cosa que ya hacía desde la universidad).
Como nunca rompió vínculos con ella, esto le permitió —a través de las revista Topodrilo, la cual en una primera temporada sumó 70 número y bajo su dirección, en una segunda temporada, alcanzaron a publicar diez números— generar muchos proyectos que provocaron algunos enconos entre sus colegas en materia del uso presupuestal de la publicación.
Cabe destacar que se mantuvo haciendo trabajo académico, pese a que no se desarrollaba propiamente en este sector, pero esto le permitió prepararse para su primera maestría en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en economía y política internacional.
Primera maestría
Reconoce que se interesó primero en la economía porque consideraba que debía saber más al respecto para poder ser mejor sociólogo. Se trataba de un momento en que el CIDE ya contaba con prestigio, fue aceptado, recibió una beca, lo que le permitió dejar el trabajo para dedicarse de tiempo completo al estudio.
Considera que le fue bastante bien, aunque dice entre risas, “soy tan mal economista que, por tanto, no puedo llamarme economista”, pero la parte que le abrió mucho el campo fue la política internacional que contemplaba (teoría política, la historia del país, del continente, la coyuntura), fue así como comenzó a sumergirse en estudios internacionales, ya que le interesaba hacer estudios comparativos sobre el sistema político mexicano y el soviético, y la realidad latinoamericana, apunta.
Debido a que le tocó vivir la efervescencia de la crisis del socialismo real con la caída del muro de Berlín, se vio tentado e interesado más en la parte internacionalista.
Tras salir del CIDE, dio clases en la universidad de freelance, asunto con el que bromea “estoy registrado en el Guiness como la persona que más exámenes de oposición presentó” y no sería extraño que fuera cierto, redunda el experto.
Lo anterior lo atribuye a “los vicios de las instituciones, al sistema de simulación que prevalece en ellas, particularmente en las de educación superior, en donde se lleva a cabo todo el protocolo, pero al final las cosas están arregladas”.
Por lo anterior, afirma Montesinos, le llevó mucho tiempo para que “se descuidaran y que lograra entrar”, fueron diez años en los que se desempeñó como profesor de “tiempo determinado”, momento en el cual podía continuar con sus investigaciones y contar con un salario decoroso, sin becas ni nada, pero era un salario que le permitía sobrevivir.
Daba cuatro clases diferentes, sumando dos medios tiempos. Admite que se trató de un desgaste que le permitió la edad con la que contaba en ese entonces (de los 34 a los 40 años). Aunque en ese momento no sintió el deterioro, sí adquirió una gran habilidad de lectura y de “relacionar hasta lo que no era relacionable”, afirma.
Eso lo llevó a contar con una alta productividad en las publicaciones y sin ser profesor titular ya había publicado en la revista de sociología de El Colegio de México (Colmex), Estudios Sociológicos, también en la Revista Sociológica (publicación de la UAM). Es decir, publicaciones que normalmente profesores que no han trabajado en nada más que en la academia no escriben tan fácilmente.
Su llegada a los estudios de género
Su alta producción le permitió incorporarse al doctorado sin ningún tipo de recomendación, fue así que ingresó a ciencias antropológicas, en donde —indica— no tuvo que presionar la sociología y tampoco fue una traición a esta, sino que vio en la antropología (después de que no encontró nada en la economía) el complemento ideal para su primera carrera.
Al doctorado entra comandado por Jorge Alonso, antropólogo del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de Occidente que, cuando conoce su currículum, queda impresionado y corrobora su dedicación; inmediatamente lo apadrina y concluye el doctorado, dando seguimiento al tema del discurso empresarial durante un sexenio (1994-2000).
Pero es hasta 1995 que Montesinos comienza a escribir de cuestiones de género por una situación muy singular: su primera esposa fue de la primera generación del Programa Interdisciplinario de Estudios sobre la Mujer (PIEM), egresada del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
A ella se le ocurrió que, para descansar y tener su segundo bebé, podría estudiar la maestría, postulándose para el CIDE, pero al ser rechazada, consigue ingresar en El Colegio de México (Colmex); en ese momento él trabajaba cultura política y cuestiones de cultura laboral.
Su exesposa comenzó a leer y a manejar un discurso contra los hombres, lo que lo “obligó” a leer a su lado y darse cuenta que había posturas radicales contra el género masculino, por lo que se puso a buscar otro tipo de literatura, hasta que estuvo en condiciones para hablar sobre “la crisis de la masculinidad y cambio cultural en México”.
El marco ya lo tenía: la transición, cambio económico y cambio político. No se trabajaba mucho porque no predominaba la interpretación sociológica ni la cultura sobre este tema. Recuerda el doctor que daba la impresión de que no pasaba nada en el país en esta materia.
Es aquí donde inicia su carrera en el tema, en la revista El Cotidiano lleva a cabo su primera publicación en materia de masculinidad, no así en temas de género, puesto que previo ya había publicado, en coautoría con su exesposa, en la revista Nueva Antropología (revista de relevancia de Conacyt) y en otras publicaciones, no menos importantes, pero de “menos estatus académico”, puntualiza el experto.
En 1995 hizo el primer documento sobre el problema de la masculinidad, el cual cataloga de éxito, tanto para bien como para mal, ya que había muy pocos estudios sobre cuestiones de género. En esos momentos solo tres personajes abordaban el tema: Nelson Minello, en El Colegio de México, esposo de Teresita de Barbieri, Daniel Cazés y el propio Montesinos.
Reconoce que su incorporación se dio a tambor batiente y sin ningún respaldo, porque nadie se pronunciaba en sentido contrario al paradigma que mantiene el feminismo radical y que señala que solamente hay una posibilidad: la mujer es víctima.
Con su llegada, él se coloca con un “no, hay víctimas y también victimarias”. Esa lectura de la realidad es cierta, pero parcial. Mi pecado es decir “crisis de la masculinidad”, y mucha gente, ya harta del discurso feminista radical, pues ve con excelentes ojos este trabajo.
Resultado de ese éxito llega a España a través de Gedisa, con el libro Las rutas de la masculinidad (2009). Reconoce que su entrada a España fue azarosa y, por tanto, la respuesta muy inesperada, pues se trataba de la defensa de algunos argumentos que se incorporaban a su vida cotidiana: “Era más canalla de lo que pensaba de mí mismo”, admite bajo una fuerte carcajada.
Fue tal la fama de su trabajo que con ese artículo llega a Ecuador, en donde elaboró un libro en coautoría con Pierre Bourdieu (uno de los máximos representantes de la sociología), eso lo puso en otra latitud, reconoce. Así se convirtió en el primer mexicano que publicó en Gedisa, el primer latinoamericano en Gedisa y el primer egresado de la UAM en traer Gedisa a la universidad.
Posteriormente, se sumaron alrededor de siete libros y, actualmente, sin que haya dejado el tema, este gira en torno a la violencia en las universidades públicas en cuestiones de género, lo que considera muy rico pese a que algunos grupos se resistan; considera que va al frente de los temas de masculinidad y violencia en las universidades públicas.
Ser SNI
Aunque admite que su incursión en el SNI se dio de manera natural, también puntualiza que esa especie de “ataque” a su labor que se dio desde el inicio prevalece a la fecha. “Estoy perfectamente bien identificado y hasta se han reído de mi trabajo de campo en los dictámenes, hasta dudan de mis publicaciones”, afirma.
Reconoce que en las áreas donde ya tiene mucha influencia no enfrenta las mismas dificultades, hasta invitaciones tiene para dar talleres, asesorías en el Instituto de la Mujer, en los estatales, entre otros.
Sin embargo, él encuentra lo positivo y lo negativo al respecto: lo positivo es que tiene que ser reconocido, se tiene que hacer algo y ese algo no corre en el sentido de las posiciones radicales porque eso ya está probado, aunque todavía tengan mucha fuerza, esa no es la ruta. La ruta es sumar.
“Por eso hoy el giro tiene que ser otro, la política pública va a defender finalmente al más afectado, de eso no hay vuelta de hoja, sino la cuestión es cómo lo trabajas y con quién trabajas y si tú quieres, políticamente”.
Se incorpora al SNI cuando ya ha cursado el primer año de su doctorado en ciencias antropológicas, con tantas publicaciones fue aceptado casi de manera inmediata y, aunque tardó 13 años en convertirse en doctor y tras analizar el costo-beneficio, se tituló inmediatamente; al mes de su titulación su tesis doctoral se estaba ya publicando. Ya con todo esto se postuló nuevamente para el SNI, pues al demorarse tanto en la titulación, lo sacaron, pero volvió a entrar con nivel II y, aunque busca llegar al siguiente nivel, subraya que las personas que se encuentran en la institución no se lo permiten del todo y no cuenta con el apoyo.
“Lo que sería el apoyo institucional de las personas responsables, eso no lo hay, al menos yo no lo tengo. Yo no participo en los doctorados de la UAM porque no me invitan y hay temas de género en todo, maestrías y doctorados. No hay un lugar en esta unidad y en toda la universidad donde en ciencias sociales no hayan cuestiones de género, pero no me llaman”.
Pese a la violencia institucional que el doctor Montesinos afirma sufrir, refrenda su labor y pasión por los temas de género, de ahí la conformación del Observatorio Nacional sobre la Violencia entre Hombres y Mujeres, que ya comienza a dar sus primeros resultados y en donde ya trabajan al menos 30 investigadores, cuyo objetivo es hacer llegar sus propuestas a los gestores de las políticas en este país, concluye el investigador.
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