Por Nistela Villaseñor
A lo largo de la historia de la humanidad, en distintas latitudes y culturas del mundo, se ha arraigado la creencia de que mediante el estudio de la ordenación de los planetas y otros acontecimientos astronómicos podemos predecir el futuro.
Así lo plantea el doctor en Antropología simbólica y posdoctorado en Antropología ecológica, Ismael Arturo Montero García, quien afirma que dicha creencia se debe a que el tiempo biológico es un tiempo que tiene un grado de certidumbre muy amplio a diferencia del tiempo astronómico que es exacto. Por lo tanto los fenómenos celestes le han servido a la humanidad para darle un orden a la vida misma.
“A partir de movimientos matemáticos y geométricos que se ven en el cielo se hacen interpretaciones de ordenación de la vida. Los cielos con sus ciclos: el sol en las posiciones o los días en las fases de la luna, son de mayor certidumbre que el biológico, o sea de plantas y animales. Se tiene mayor grado de certidumbre en los cielos por eso se piensa que en ellos está el orden de la vida”, asegura Montero García.
El especialista y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), afirma que mientras exista incertidumbre en la vida humana la buscaremos en donde nos parezca que hay mayor exactitud.
“Por ejemplo: yo tengo incertidumbre de mi propia salud; igual como algo al rato, me enfermo y mañana tengo fiebre. Esto es incertidumbre biológica. Pero tengo certidumbre de que mañana saldrá el sol”, explica Montero García.
Como lo refiere el antropólogo para abundar, el periodo de gestación humana por lo general es de nueve meses; pero un niño puede nacer a los siete u ocho meses. Entonces el tiempo biológico es susceptible a variables, no es exacto.
“Mi fecha de nacimiento es el 15 de diciembre y todos los 15 de diciembre cumplo años. Pero no es verdad; ese es el ciclo de la tierra que dio la vuelta al sol, pero no es un ciclo biológico. Yo duré nueve meses en el vientre de mi madre, entonces mi ciclo biológico es diferente al de otros. Ponemos el cielo en la cuestión calendárica: un calendario solar”, señala el especialista.
El doctor Montero cuenta que los chinos decapitaban a los astrónomos si no predecían un eclipse porque para ellos significaba que el emperador no tenía autoridad.
“El problema de los eclipses es que, aunque siempre suceden en un ciclo, a veces los vemos y a veces no por el movimiento de rotación de la tierra. En el mundo antiguo decían: debe haber eclipse; y parecía que no había porque se veía del otro lado de la tierra no porque no hubiera sucedido” explica el investigador.
En concreto, concluye Arturo Montero, el cielo se vuelve sagrado en este sentido porque en él es capaz de hacerse una lectura: como es sincrónico y certero en ciertas fases y en los movimientos, se da una interpretación. “Pero la lectura es simbólica y se vuelve mítica. Los seres humanos tratamos de asociarnos a esta sincronía para entender nuestra realidad”.
“De ahí viene esta astrología donde se considera que estamos amarrados a los cielos y que son éstos los que nos rigen. Por eso cuando ocurre algo allá arriba: una conjunción planetaria, un eclipse, un cometa… ¡ups! Pensamos que se trata de señales favorables o adversas del futuro; y no es así”, advierte el investigador.